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La tranquilidad de Feijóo: por qué se siente protegido del ruido de Madrid
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Análisis

La tranquilidad de Feijóo: por qué se siente protegido del ruido de Madrid

Las elecciones gallegas parecen un mundo aparte. A pesar de que la última semana será agitada, y más con las declaraciones del líder popular, tiene bases sólidas en las que apoyarse

Foto: Feijóo da un paseo por Ferrol. (Europa Press/Raúl Lomba)
Feijóo da un paseo por Ferrol. (Europa Press/Raúl Lomba)
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Las elecciones gallegas parecen un mundo aparte. No solo por la insistente permanencia del mismo partido al frente de la Xunta, ni por las características especiales del territorio, con su nacionalismo tranquilo, o por lo poco que parecen afectar las tendencias generales: el tercer y el cuarto partido nacionales van a tener muy difícil contar con representación.

Ni siquiera las grandes cuestiones que dominan la política española en estos instantes, la amnistía y el campo, han tenido demasiado eco en Galicia: la segunda porque los agricultores gallegos anunciaron que sus movilizaciones llegarían después de las elecciones, y la primera porque es percibida como lejana. Al menos, así era hasta que Feijóo ha agitado las aguas con su propuesta de un indulto a Puigdemont.

Desde la tranquilidad continuista desde la que se desarrollaba la campaña, las encuestas pronosticaban una victoria del PP por mayoría absoluta. Continúan haciéndolo, a pesar de que en el debate su candidato, Rueda, salió perdiendo: solo Tezanos apuesta por un vuelco electoral y 40db no da por segura la absoluta.

Parte de las causas de este posible triunfo aparece perfilado en los estudios cualitativos sobre estas elecciones, que siempre ofrecen pistas. Habitualmente, los temas que se abordan en las campañas autonómicas tienen que ver con el nivel de vida de la zona, con los problemas regionales, como sanidad, educación y gestión de los servicios. Sin embargo, conforme las campañas avanzan, las propuestas sobre estos asuntos quedan relegadas en favor de los mensajes directos acerca de la posibilidad de ganar o perder las elecciones y los riesgos que eso supondría para el territorio.

Foto: Zapatero, en un mitin del PSdG en Ferrol

Feijóo enunció hace un par de días el mensaje central de los populares: "O sigue el PP en el gobierno o habrá que soportar el recetario económico y social que traerán las izquierdas, y ya conocemos cuál es". Pontón, sin embargo, coloca el acento en la posibilidad real de un cambio, "que está cada vez más cerca", para hacer "una Galiza mellor". En fin, una campaña típica, con el eje continuidad o cambio en el centro. Sin embargo, hay varios elementos interesantes que subrayan algunas mutaciones que estamos viviendo en la política nacional.

La esquina de España

Cuando se pregunta a los españoles por la situación económica, hay una mayoría que afirma que es mala y que esperan tiempos difíciles; pero cuando se los interroga sobre su situación personal, una mayoría significativa asegura que es buena. Esa paradoja podría sintetizarse de este modo: son gente que vive más o menos bien en una situación complicada. Esa disociación entre lo general y lo particular aparece, por otro flanco, en Galicia.

En Galicia existe una percepción muy positiva de su comunidad y de la vida en ella. Hay un evidente orgullo de tierra

El humor gallego que se refleja en los estudios es especial. Se sienten una esquina de España en todos los sentidos: su posición geográfica define también su lugar político y social respecto del resto del país. Se comparan más con Asturias y Cantabria, que sufren problemas que creen que son similares a los suyos, que con Madrid o Valencia. En sus discursos aparece la sensación de haber sido dejados a su aire en un mundo aparte. Pero, al mismo tiempo, existe una percepción muy positiva de su región y de la vida en ella. Hay un evidente orgullo de tierra que se señala permanentemente. El entorno puede ser complicado pero, como afirman los españoles sobre su economía privada, a ellos no les va mal: son una gran comunidad.

El aislamiento interior

A este quedar relegado en el rincón le otorgan una lectura ambivalente. Una de las mayores quejas de los gallegos es la falta de conexiones. La inversión en transportes, en general en ferrocarril de alta velocidad, ha privilegiado a unas regiones sobre otras, pero también ha generado un déficit en los tránsitos que no circulen hacia Madrid. Galicia está mal conectada con muchos territorios de España, y con sus vecinos del norte especialmente, pero también está pobremente dotada en el interior. Los gallegos afirman que sus autopistas de peaje son caras y que es necesario un buen servicio de autobuses y de trenes en la comunidad, máxime cuando hay muchos pueblos muy desconectados.

Tienen poco de lo bueno de las conexiones que traen las conexiones, y bastante de lo malo. Y esta visión empieza a ser transversal

Pero, por otra parte, también comienzan a sufrir los problemas derivados de la mejor conexión a través del AVE. Con el cambio de costumbres en las vacaciones y con el aumento de temperaturas, el norte comienza a ser un destino muy demandado entre los españoles. Son territorios que no tienen grandes dotaciones turísticas y cuyo modelo se aleja mucho del dominante en el Mediterráneo, de modo que el auge del turismo, la afluencia a menudo de mucha gente en periodos cortos, está generando tensiones en los precios. La compra de segundas residencias o el alquiler para turistas provoca un encarecimiento para los residentes y una saturación de los servicios públicos, y los precios de los bienes de consumo tienden a elevarse al aparecer con frecuencia otro tipo de consumidores. En Galicia está ocurriendo igual que en otras zonas de España, donde el turismo comienza a ser visto como un inconveniente. El resumen es que creen que tienen poco de lo bueno de las conexiones y bastante de lo malo. Esta visión quizá esté más presente entre los votantes de izquierdas, pero tiende a ser transversal.

Sin embargo, este no es un asunto puramente gallego. Una de las grandes reivindicaciones territoriales en la España que no va bien es precisamente la mejora de las conexiones. Todas ellas aspiran a estar mejor conectadas, con la capital, con las regiones cercanas o con la red telemática, en especial en zonas aisladas, porque ven en ese vínculo rápido la principal posibilidad de desarrollo, ya sea mediante el turismo, la logística o el desarrollo de sus empresas. La conexión es central hoy en las aspiraciones de los territorios.

La relación con Madrid

Otro de los grandes asuntos de las elecciones gallegas es también central en la política nacional. Los dos partidos principales en intención de voto, PP y BNG, hacen profesión de fe de su galleguismo, lo que señala un repliegue hacia su territorio que está en consonancia con esa sensación de ser un rincón de España.

Conseguir el máximo de recursos del Estado y ofrecer una gestión adecuada es la propuesta común, a derecha y a izquierda

La relación con Madrid es clave en los discursos de las campañas, a veces abiertamente verbalizada, en otras ocasiones expresada con mucha distancia. Los partidos principales suelen ofertar a sus votantes una mejora de las condiciones de vida, mejores prestaciones públicas y una gestión más eficaz. Y para ese objetivo, siempre aparece la necesidad de contar con más recursos, y eso suele pasar por conseguir más del Estado. Todas las comunidades han adoptado este marco con más o menos ímpetu: País Vasco o Cataluña señalan la importancia del autogobierno y quieren más cesiones de competencias, pero lo que realmente importa es la financiación; las comunidades con menor tracción insisten en que necesitan inversiones para impulsar su actividad; las que están creciendo quieren aprovechar el tirón favorable.

La naturaleza de la relación con Madrid articula buena parte de las propuestas políticas de todos los partidos, y más en los últimos tiempos: conseguir el máximo de recursos del Estado y ofrecer una gestión adecuada de ellos es una propuesta transversal, a la que se apuntan derechas e izquierdas. Por así decir, todos aspiran a convertirse en el PNV.

Por eso todos ellos reivindican lo local. Ese orgullo del territorio ha penetrado en las derechas, con diferencias significativas según el lugar. No es igual el galleguismo tranquilo de Rueda, que el andalucismo orgulloso y simpaticón de Moreno Bonilla, que la derecha nacionalista del PNV, o que el madrileñismo abierto y neoliberal de Ayuso. La gran diferencia entre las derechas se da en Madrid y Barcelona: Junts tendrá que volver a conectarse con Madrid si quiere la amnistía (y sobrevivir electoralmente) y Ayuso seguirá peleando desde Madrid contra Sánchez y Moncloa. El resto están en el marco de la gestión y del localismo.

La izquierda y su fragmentación localista

En las izquierdas la relación es más compleja. El PSOE tiene muchas caras, y allí donde gobierna trata de hacer valer ese perfil de partido institucional y gestor preocupado por mejorar su territorio (a veces frente a los excesos de Madrid, como ahora con Page y antes con Lambán), pero donde no tiene poder institucional, que es en muchas comunidades, no acierta a encontrar la tecla para resituarse, y Galicia es un buen ejemplo. La excepción es Illa y el PSC.

La fragmentación de la izquierda no tiene ahora como excusa las corrientes ideológicas, sino la porción de territorio en que se asientan

Sin embargo, la transformación más significativa se ha dado a la izquierda del PSOE, que ha apostado por una mezcla entre localismo y gestión que tiende a arrinconar el aspecto ideológico. Son menos del pueblo y más de su tierra. Es el caso del BNG, pero también de muchos otros: Más Madrid sirve para Madrid exclusivamente, como demostró el fallido intento de extensión nacional con Más País; los comunes son una fuerza exclusivamente catalana, al igual que Compromís lo es valenciana; en Andalucía domina IU, ya dentro de Sumar, porque es donde han tenido arraigo tradicional, e incluso un partido trotskista se reconvirtió en partido andalucista, como el de Teresa Rodríguez. Y en los territorios nacionalistas también se han dejado sentir los cambios por los partidos independentistas de izquierdas, que no ponen el foco ni en una cosa ni en otra, que la dejan en segundo lugar, y prefieren ofrecerse como mejores gestores. Es la apuesta de Bildu para las próximas elecciones vascas.

Es decir, la tradicional fragmentación de la izquierda tiene ahora como excusa, no las distintas corrientes ideológicas, sino la porción de territorio en la que se asientan.

El fracaso de los partidos nacionales en Galicia

Dado este carácter territorial de la política actual, los partidos que más difícil lo tienen en Galicia son aquellos que ofrecen un mensaje y un carácter nacional, poco anclado en la realidad de la comunidad. Sumar es percibido como un partido de Madrid, por más que su candidata y su líder sean gallegas. Su votante más habitual son las clases urbanas profesionales, y esas están la mayoría en Madrid o Barcelona, y por eso cuentan con algún apoyo en A Coruña y Pontevedra y muy escaso en el rural. Además, Díaz tampoco es bien considerada entre la izquierda gallega, precisamente por sus experiencias previas en la política local.

La escasa aceptación de Vox es llamativa, en la medida en que Galicia cuenta con sector primario, lo que, como ocurre con otras fuerzas de su estrato ideológico europeo, les debería facilitar la penetración. Pero su fuerte españolismo resulta demasiado estridente y difícil de aceptar, al mismo tiempo que le aleja de ese carácter de reivindicación de lo local que impregna la cotidianeidad gallega.

El PP y el ruido de la capital

El caso más significativo en este alejamiento entre la capital y la comunidad gallega lo ha puesto sobre la mesa Núñez Feijóo. Su propuesta de un indulto a Puigdemont si acepta ser juzgado y renuncia a la vía unilateral, con el objetivo final de normalizar la relación con el independentismo, ha generado mucha polémica. Desde la derecha se le critica, ya sea porque supone una cesión inaceptable, ya porque implica falta de una posición clara y firme o ya porque sus declaraciones llegan a destiempo, lo que puede dar munición a las izquierdas justo en la semana final de la campaña gallega.

Quizá la actualidad política de los próximos días quede monopolizada por este asunto y tenga incidencia en el voto, pero no parece probable. La amnistía es un tema que no figuraba entre las principales preocupaciones de los gallegos, que lo ven como un problema que les afecta poco. Y, sobre todo, el ruido y la animadversión que ha generado lo perciben como muy de la capital. En ese contexto, que Feijóo proponga una salida que tienda a la integración de los partidos catalanes en la política nacional será mal visto en algunos lugares, pero no en Galicia, y el líder popular es consciente de ello. Resulta asimismo dudoso que su propuesta moleste tanto a sus posibles votantes hasta el punto de que dejen de serlo. Y, por último, se presenta Rueda a presidente de la Xunta, no Feijóo a presidente del Gobierno.

"La amnistía es un tema que no figuraba entre las principales preocupaciones de los gallegos, que lo ven como un problema que les afecta poco"

Del mismo modo que Vox y Sumar, por motivos distintos, son percibidos como partidos demasiado capitalinos para tener recorrido, es probable que la polémica con la amnistía quede recluida en los circuitos de la política nacional, esos que abarcan la mayoría de las discusiones, y cuentan poco a la hora del voto.

Otra cosa son las consecuencias de las declaraciones de Feijóo a nivel nacional, y lo que le afecten entre los suyos y lo que sean aprovechadas por la izquierda para desprestigiarle. Pero ahora es el turno de Galicia.

Las elecciones gallegas parecen un mundo aparte. No solo por la insistente permanencia del mismo partido al frente de la Xunta, ni por las características especiales del territorio, con su nacionalismo tranquilo, o por lo poco que parecen afectar las tendencias generales: el tercer y el cuarto partido nacionales van a tener muy difícil contar con representación.

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