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Feijóo y Abascal llegan al 28-M con el desafío de romper un muro de hielo
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Feijóo y Abascal llegan al 28-M con el desafío de romper un muro de hielo

PP y Vox afrontarán desde el lunes una tensa negociación para repartir el pastel territorial pese a la incomunicación de sus líderes. Génova busca "mayorías suficientes" y los ultraconservadores advierten de que no habrá "votos gratis"

Foto: El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Rodrigo Jiménez)
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el presidente de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Del entendimiento entre el PP y Vox dependerá el futuro de una larga lista de gobiernos autonómicos y municipales. La realidad es tozuda, pero ello no ha llevado a sus líderes a intentar traspasar el muro de hielo que los separa. Al menos, de momento. La relación entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal es prácticamente nula. El aterrizaje del gallego en Génova se vio en el cuartel general de la formación ultraconservadora como una oportunidad para recomponer la maltrecha relación con los populares tras cuatro años de vaivenes con Pablo Casado, que terminaron en ruptura total. Entendía Abascal que, pese al abismo ideológico que les separaba, había margen para alcanzar una cierta armonía con su nuevo homólogo en la derecha. Pero nada más lejos de la realidad.

Desde el día siguiente al 28-M, Feijóo y Abascal afrontarán una negociación de alta tensión para repartir el pastel territorial. Es una circunstancia prácticamente ineludible, a pesar de que la incomunicación entre ambos dirigentes es casi total. La última vez que conversaron fue en las semanas previas a la moción de censura de Vox, cuando el líder ultraconservador telefoneó al jefe de los populares para tantear su apoyo a la candidatura de Ramón Tamames en el Congreso. Meses atrás, en septiembre de 2022, los dos líderes mantuvieron la primera y última reunión hasta la fecha, en el marco de una ronda de contactos que llevó a Feijóo a entrevistarse con líderes de todos los colores políticos, desde Andoni Ortuzar a Yolanda Díaz. No hay una relación fluida. No hay una base sobre la que empezar a edificar futuros acuerdos. Todo está por hacer.

Foto: El líder de Vox, Santiago Abascal. (EFE/Borja Sánchez Trillo) Opinión

Génova instruyó a los suyos desde hace meses con un mensaje claro: ignorar a Vox, mantener un perfil bajo y no entrar en sus "provocaciones". No ha habido ni una sola alusión de Feijóo a Abascal en las dos semanas que ha durado la intensa campaña electoral del 28-M. Pero no ha sido el caso del líder de la formación ultraconservadora, que insiste en apelar con mayor o menor dureza a un entendimiento con el PP, al que tiende la mano por activa y por pasiva. Al final, de esa relación dependerá que Santiago Abascal logre o no coger el tren que le lleve a la Moncloa.

El partido ha tratado de llevar a los populares a su terreno durante meses, aunque de momento sin demasiado éxito. Abascal quiso marcar una línea divisoria entre el bien o el mal, entre pactar con Vox o PSOE, en el mismo debate de la moción de censura que se celebró el pasado mes de marzo. "Los españoles nos están pidiendo otra cosa. Estamos aquí para representarles, y una gigantesca mayoría nos está pidiendo que nos dejemos de cálculos y de miedos", lanzó Abascal desde la tribuna, dirigiéndose directamente a un Feijóo ausente. "Votemos juntos hoy y entendámonos mañana", remató. Pero, hasta la fecha, Génova ha rechazado esa mano tendida.

Foto: El candidato de Vox a la presidencia de la Generalitat, Carlos Flores. (EFE/M. Bruque)

Feijóo mencionó por primera vez en toda la campaña —y precampaña—la palabra Vox el pasado domingo, durante el mitin central de los populares en la plaza de toros de Valencia. Pero lo hizo únicamente para pedir "una oportunidad" a sus votantes y activar el discurso del voto útil en la recta final de carrera. Los populares se fijan en el ejemplo andaluz, donde todos los sondeos vaticinaban un futuro Gobierno de Juanma Moreno con Macarena Olona en el asiento del copiloto. En los últimos días de campaña, el barón popular insistió en la idea de concentrar el voto, como ahora replica Génova. El resultado fue una mayoría absoluta contundente y un Vox irrelevante.

En la dirección de los verdes, advierten de que el caso de Andalucía no será extrapolable este 28-M. Asumen que la noche electoral no solo duplicarán el número de concejales, sino que mejorarán su marca en múltiples parlamentos autonómicos e irrumpirán en otros donde no tenían presencia. El objetivo es consolidarse como tercera fuerza política en toda la red territorial para poner en aprietos al PP a la hora de negociar. El mantra de Génova es alcanzar "mayorías suficientes" que les permitan esquivar la bala de los ultraconservadores. Pero estos advierten, a su vez, de que no habrá "ningún voto gratis". Es más, Vox amenaza con una política de pactos más agresiva tras el 28-M y prevé pedir sillones en todos aquellos territorios donde sus escaños sean imprescindibles para inclinar la balanza hacia los populares.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el mitin de Valencia. (EFE/Kai Forsterling)

Feijóo se ha volcado con la estrategia del voto útil, especialmente dirigida a arrebatar a Ciudadanos sus últimas papeletas. En la sala de máquinas de Génova, creen que ese discurso puede tener también un cierto impacto entre los votantes de Vox, aunque mucho menor. La fortaleza del partido de Abascal se explica por la fidelidad de sus votantes. "No crecerán mucho, pero tampoco bajarán", asumen en la dirección de los populares, donde ven a un electorado que recela del perfil de Feijóo. De hecho, de cara al 28-M, la única capaz de abrir importantes grietas en su bolsa de votantes es Isabel Díaz Ayuso, que este domingo aspira a hacerse con una mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid.

Vox, por su parte, quiere replicar el modelo de Castilla y León en territorios como la Comunidad Valenciana, Región de Murcia —donde los verdes tienen especial tirón—, Aragón, Baleares, Ceuta, La Rioja o Castilla-La Mancha. Salvo en esta última, donde el PSOE de Emiliano García-Page resiste en los sondeos como primera fuerza, el PP está en condiciones de ganar las elecciones... pero con un resultado insuficiente para ganar investiduras. Génova pretende evitar en la medida de lo posible un mapa nacional plagado de pactos de coalición, pero asume que será "muy difícil" vetar a los de Abascal en la Comunidad Valenciana. Se trata precisamente el territorio que más se afana en recuperar Feijóo.

Foto: Abascal, en el acto en la plaza del Ayuntamiento de Valencia. (EFE/Manuel Bruque)

El escenario que plantean las últimas encuestas es que el popular Carlos Mazón puede ganar el pulso a Ximo Puig con una horquilla de unos 35 parlamentarios, mientras que Vox podría pasar de 10 a 15 escaños en las Cortes. Este resultado, de confirmarse el domingo, recuerda al caso de Castilla y León, donde el PP obtuvo 31 diputados frente a los 13 de su socio. Alfonso Fernández Mañueco pasó por el aro, y concedió a su nuevo socio de gobierno una vicepresidencia y tres consejerías en el ejecutivo autonómico. Es una encrucijada compleja para Génova, donde también pesa la circunstancia de que sobre el candidato valenciano de Vox, Carlos Flores Juberías, pesa una condena por violencia machista.

La quimera de la lista más votada

Feijóo ha evitado poner líneas rojas y asume que los populares deberán llegar a acuerdos con los de Abascal si quieren consolidar el ansiado "cambio de ciclo". Pero también evita dar por frustrada su propuesta para que gobierne la lista más votada, a la que volverá a dar vuelo incluso después de que se cierren las urnas. En las baronías del PP incomoda la insistencia en esta oferta, toda vez que el PSOE ya ha cerrado la puerta a valorarla siquiera. Pero Génova se aferrará a ella hasta las últimas consecuencias, a sabiendas de que es un win-win para el PP: según los sondeos, los azules serán primera fuerza en gran parte del territorio. Y, además, permitiría a Feijóo no hipotecar su futuro por los pactos con Vox.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. (EFE/Sergio Pérez)

Abascal, por su parte, ha dedicado varios mítines a denunciar la propuesta del líder de la oposición, ya que, a su parecer, es una "traición" plantear siquiera dejar gobernar a los socialistas en algunos territorios para que hagan lo propio con el PP. Pero lo que también entraña esa crítica es que, si por algún casual la idea de Feijóo prosperase, Vox podría emprender el camino hacia la desaparición.

Del entendimiento entre el PP y Vox dependerá el futuro de una larga lista de gobiernos autonómicos y municipales. La realidad es tozuda, pero ello no ha llevado a sus líderes a intentar traspasar el muro de hielo que los separa. Al menos, de momento. La relación entre Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal es prácticamente nula. El aterrizaje del gallego en Génova se vio en el cuartel general de la formación ultraconservadora como una oportunidad para recomponer la maltrecha relación con los populares tras cuatro años de vaivenes con Pablo Casado, que terminaron en ruptura total. Entendía Abascal que, pese al abismo ideológico que les separaba, había margen para alcanzar una cierta armonía con su nuevo homólogo en la derecha. Pero nada más lejos de la realidad.

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