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Los 464 días de la vicepresidenta Díaz: de emanciparse de Iglesias a desafiar a Sánchez
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LANZAMIENTO DE LA PLATAFORMA SUMAR

Los 464 días de la vicepresidenta Díaz: de emanciparse de Iglesias a desafiar a Sánchez

Impulsada sobre su acción institucional, la vicepresidenta fue ganando legitimidad, apartándose de las dependencias del núcleo duro de Iglesias y trazando la génesis de lo que concibe como un "proyecto de país"

Foto: El ex secretario general de Podemos Pablo Iglesias (c); la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz (i), y la ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Mariscal)
El ex secretario general de Podemos Pablo Iglesias (c); la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz (i), y la ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Mariscal)
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Desde que Yolanda Díaz asumió la cartera como vicepresidenta tercera del Gobierno, de las manos de Pablo Iglesias, hasta el lanzamiento de su plataforma política este viernes, han transcurrido 464 días. Su salto implicó convertirse en la líder del espacio a la izquierda del PSOE en la coalición y el propio Iglesias la señaló como sucesora y candidata. Eso sí, de Unidas Podemos, no de su propia plataforma. De hecho, Díaz marcó distancias con su antecesor desde el primer minuto, tanto en las formas como en el fondo, e, incluso, con el partido morado. Ya en el discurso durante el traspaso de carteras dejó algunas pistas sobre su rechazo a los tutelajes: "Yo soy libre. Nada puede contener la marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino". Una declaración de intenciones para la que se sirvió de una cita de 'Lieders' de Rosalía de Castro, considerado el primer manifiesto feminista publicado en Galicia (1858).

En los prolegómenos de esta obligada remodelación del Gobierno, dio cuenta de sus prioridades al ceder la vicepresidencia segunda que tenía Iglesias y bajar al escalafón de la vicepresidencia tercera, para mantener sus competencias en Trabajo y evitar un conflicto en la coalición. De ahí que parase a Iglesias en la batalla con Nadia Calviño: "No voy a pelearme con ella por un sillón". Yolanda Díaz inauguraba así el liderazgo de Unidas Podemos en el Gobierno con una renuncia, evitando el conflicto y anteponiendo su agenda política, esto es, el programa que pretende sacar adelante desde Trabajo, a ostentar un escalafón superior en la coalición. Cesiones en lo accesorio, sí, en lo firmado en el acuerdo de coalición, no. Paradójicamente, la crisis de Gobierno que cuatro meses después impulsó Sánchez hizo que Díaz pasase de ser vicepresidenta tercera a segunda por la destitución de Carmen Calvo.

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A las pocas semanas de convertirse en la líder del sector minoritario del Ejecutivo, Díaz materializó su hoja de ruta "libre", independizándose de los partidos. Comenzó a cultivar un estilo propio y un cambio de tono. Algo que también había anticipado en su discurso del traspaso de carteras al evocar "aquellos días de unidad y responsabilidad compartida en el Gobierno", en referencia a la gestión de la pandemia durante la primera ola y el desarrollo del escudo social. Más conciliación y menos conflicto para "cuidar la coalición". "Responsabilidad y memoria", insistió entonces. Sobre ello fue diáfana en el mensaje trasladado a los suyos en la primera reunión que presidió con los grupos parlamentarios, en mayo del pasado año. Les pidió dejar atrás el "ruido" para centrarse en la gestión, "lo importante".

Reinicio

Borrón y cuenta nueva. "Empezamos una etapa nueva" y "la legislatura empieza ahora", insistió, aludiendo a esta nueva fase como un "reinicio". Alejar los conflictos pacificando la coalición. "Feminizar la política", según lo definían desde su entorno. Unos objetivos compartidos con Pedro Sánchez, buscando dar estabilidad al Gobierno y estirar la legislatura hasta finales de 2023. Todo ello confiando en el impulso de los fondos de recuperación y el plan de reformas, que incluía su reforma del mercado laboral entre los principales hitos.

El alejamiento de Díaz respecto a Podemos desde que asumió los galones como líder del espacio fue acelerado. La vicepresidenta ni siquiera acudió a la asamblea del partido en la que se ratificó a Ione Belarra como secretaria general en sustitución de Pablo Iglesias. Los morados abogaban por crear una bicefalia, al estilo del PNV, y el propio Iglesias había previsto una transición que duraría "varios meses" para transitar del hiperliderazgo a un liderazgo coral. Se buscaba un liderazgo compartido. Uno orgánico (Belarra) y otro electoral e institucional (Díaz). No fueron esos los planes a los que se plegó la gallega, desentendiéndose pronto y trazando su propia hoja de ruta con el objetivo de volver a aspirar a la transversalidad.

Foto: La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz (c). (EFE/Kiko Huesca)

Sin militancia en Podemos, la vocación de Díaz fue labrarse un perfil de independiente y centrado en la gestión de sus competencias en el Gobierno. Convirtiendo en algo secundario su futura candidatura y manejando los tiempos. De dar el paso, trasladaba que no sería para encajar bajo unas siglas que le viniesen dadas, con un proyecto ya cerrado o unas listas electorales previamente confeccionadas. En cualquier caso, construir, no heredar. El papel secundario de los partidos en su proyecto se ha tratado de suplir desde un acercamiento al mundo sindical.

Cordón umbilical con el sindicalismo

Un laborismo de nuevo cuño. Así lo ha ido demostrando en la práctica, desde poco después de sustituir a Pablo Iglesias al frente del sector de Unidas Podemos en la coalición, y así lo verbalizó solemnemente durante su intervención el pasado mes de octubre en el XII congreso de CCOO. "En esta casa común me he criado y aquí me reconozco", señaló al tiempo que condicionaba la reforma laboral, su principal bandera política, a "la fuerza de este sindicato, de sus afiliados".

Foto: La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz (i), atiende a los medios antes de participar en una asamblea con delegados sindicales de CCOO en Barcelona el pasado mes de enero. (EFE/Enric Fontcuberta)

Impulsada sobre su acción institucional, la vicepresidenta fue ganando legitimidad, apartándose de las dependencias del núcleo duro de Iglesias y trazando la génesis de lo que concibe como un "proyecto de país". Si en la primera reunión del grupo parlamentario que comandó la rodearon en la mesa Ione Belarra, Irene Montero y Jaume Asens, símbolo de la pretendida bicefalia, en la siguiente ya lo hizo franqueada solo por su jefe de Gabinete, Josep Vendrell, y el secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez. Un golpe de autoridad y un camino que ha desembocado en el lanzamiento de la plataforma Sumar.

Nueva marca, nuevo relato y construcción de una candidatura sobre unos nuevos pilares. A modo de refundación del espacio a la izquierda del PSOE, seduciendo a quienes se habían ido quedando por el camino o formando otras organizaciones, como Más País. Todo ello con un discurso más transversal y regeneracionista que se ha traducido en una valoración en los sondeos que nunca antes había obtenido un líder a la izquierda de los socialistas.

Refundación

Unas cotas de aprobación pública impensables en su antecesor, con un tono menos amable y subido de decibelios. En los barómetros del CIS, comenzó figurar recurrentemente como uno de los miembros del Gobierno mejor valorados. Su capacidad para llegar a consensos en la mesa de diálogo social y un estilo propio, independiente y alejada de las tensiones que los suyos mantenían con los socialistas, reforzó su perfil. Una popularidad transversal, ya sea por segmentos ideológicos, de edad, género o territorio. Un perfil atípico en la izquierda que busca encaje en un proyecto renovado "sin etiquetas".

Foto: Errejón y Díaz, en Madrid. Opinión

A modo que la vicepresidenta iba ofreciendo pistas sobre su propio proyecto, trataba de abrocharse en un traje presidenciable e institucionalista. Una defensa de la institucionalidad que la ha llevado a alejarse en numerosas ocasiones de discursos de la izquierda clásica, tanto en las formas como en el fondo. También a dejar fuera de su agenda cuestiones polarizadoras como el modelo territorial o el de Estado, evitando caer en críticas a la monarquía parlamentaria.

Poco dada a la batalla cultural, otro de los rasgos que la diferencian de Podemos, prioriza lo material. No en vano, su principal carta de presentación es la subida del salario mínimo y la reforma laboral fruto del consenso con los agentes sociales. Las críticas a la reforma laboral desde la izquierda, lideradas por ERC y Bildu, fueron el primer toque de atención respecto a su gestión, más allá de otras anteriores repudiando los hiperliderazgos y las candidaturas sin partido basadas únicamente en el carisma. Desde sectores de Podemos tampoco se ocultó el fuego cruzado por la difícil digestión de un papel secundario en su futura plataforma política. Unos choques que fueron incrementándose y que llegaron al punto álgido a propósito del envío de armas a Ucrania. IU y la confluencia catalana, En Comú Podem, se alinearon con la vicepresidenta e intervinieron para reconducir las tensiones.

De vicepresidenta a candidata

El fracaso electoral en Andalucía, donde Díaz se implicó en primera persona y bendijo una candidatura no liderada por Podemos, ha supuesto un nuevo acercamiento de Díaz con la dirección de Podemos. El análisis de estos resultados ha concluido sobre una necesidad mutua mayor de la prevista, tanto a nivel de estructuras orgánicas como de movilización de militantes.

Foto: La vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. (EFE/Javier Lizón) Opinión
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En los últimos días, y a las puertas del lanzamiento de su plataforma, la gallega ha intentado cerrar filas con Podemos y endurecido su perfil. Como escenificación, la vicepresidenta segunda participó la pasada semana en un acto organizado por el Ministerio de Igualdad con motivo del Orgullo LGTBI, junto a Ione Belarra e Irene Montero, y a mediados de mes acudirá a la universidad de verano de Podemos, junto a las máximas dirigentes del partido. Durante los últimos meses, Díaz había declinado participar tanto en actos de partido —ni siquiera acudió al congreso en que se ratificó a Ione Belarra como secretaria general en sustitución de Pablo Iglesias— como institucionales con las ministras de Podemos.

De vicepresidenta a futura candidata para mirar de tú a tú a Pedro Sánchez. La activación del freno de emergencia de la coalición, solicitando una reunión urgente de la comisión de seguimiento del pacto de gobierno como protesta por la ampliación del crédito de 1.000 millones de euros para Defensa, es prueba de ello. Díaz marca perfil propio imponiendo límites a Sánchez. Una estrategia consensuada con Podemos, que vuelve acercar al partido a su proyecto. La principal prueba de fuego de esta frágil reconstrucción de la convivencia, sin embargo, se producirá cuando se inicie la elaboración de las listas electorales y se traduzcan en un programa político todas las aportaciones que se irán recogiendo durante los próximos meses.

Desde que Yolanda Díaz asumió la cartera como vicepresidenta tercera del Gobierno, de las manos de Pablo Iglesias, hasta el lanzamiento de su plataforma política este viernes, han transcurrido 464 días. Su salto implicó convertirse en la líder del espacio a la izquierda del PSOE en la coalición y el propio Iglesias la señaló como sucesora y candidata. Eso sí, de Unidas Podemos, no de su propia plataforma. De hecho, Díaz marcó distancias con su antecesor desde el primer minuto, tanto en las formas como en el fondo, e, incluso, con el partido morado. Ya en el discurso durante el traspaso de carteras dejó algunas pistas sobre su rechazo a los tutelajes: "Yo soy libre. Nada puede contener la marcha de mis pensamientos, y ellos son la ley que rige mi destino". Una declaración de intenciones para la que se sirvió de una cita de 'Lieders' de Rosalía de Castro, considerado el primer manifiesto feminista publicado en Galicia (1858).

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