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'Yihad Street', el bastión islamista en Badalona donde los detenidos se van "de vacaciones"
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TRAS EL MOVIMIENTO HIZB UT TAHRIR (II)

'Yihad Street', el bastión islamista en Badalona donde los detenidos se van "de vacaciones"

Las autoridades antiterroristas señalan la calle Calderón de la Barca, donde han sido arrestados ya varios miembros del Partido de Liberación Islámica: "Es una zona conflictiva"

Foto: La calle Calderón de la Barca de Badalona, donde residían varios detenidos vinculados al Partido de Liberación Islámica. (El Confidencial/A. R.)
La calle Calderón de la Barca de Badalona, donde residían varios detenidos vinculados al Partido de Liberación Islámica. (El Confidencial/A. R.)
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Se tarda unos minutos en recorrer la calle Calderón de la Barca de Badalona. Es una vía con edificios de no más de tres alturas y tiene menos comercios de lo habitual, porque muchos locales los han convertido en viviendas. Algunas fachadas anuncian condiciones precarias en su interior. Cae la tarde y hay movimiento de gente. En todo el recorrido no se escucha a nadie hablar español ni catalán. Esta no es una calle cualquiera, no al menos para las fuerzas de seguridad. Es escenario habitual de operaciones antiyihadistas y se considera territorio del Hizb ut Tahrir (Partido de Liberación Islámica). Se trata de un movimiento a nivel mundial que aboga por la restauración del califato y que ha echado raíces en España, concretamente en Barcelona.

“Sí, claro que me suena la calle Calderón de la Barca”, dice a El Confidencial un mando de la lucha antiterrorista que ha tenido que dirigir varias operaciones en ese lugar, no solo relacionadas con Hizb ut Tahrir. Los cálculos policiales cifran en unos 150 los miembros activos de este movimiento en España, a los que se suma luego un número indeterminado de simpatizantes. Abogan por aplicar las leyes de la 'sharia' y están detrás de la radicalización y el traslado de jóvenes a hacer la yihad en Siria y otros lugares en conflicto. En España no tienen todavía el músculo que han mostrado en otros países de Europa como Reino Unido, Dinamarca o Alemania, pero desde hace tiempo preocupan a la policía.

En el número 22 de la calle Calderón de la Barca está la casa de los Lamghari. Son tres hermanos marroquíes que vivían cada uno con sus familias en una planta del edificio destartalado. En la primera altura vivía Ben Gacem, el mayor de los tres, de 60 años. Su nombre todavía figura en el buzón de la entrada. Khalid Lamghari, de 48 años, vivía en el segundo, e Hicham, el menor de los tres, con 46 años, ocupaba el ático. “No están, están de vacaciones, tardarán en volver”, dice asomado por la ventana del primer piso el hijo adolescente de uno de ellos. Desde dentro de la casa se escuchan gritos de mujer que le instan a meterse otra vez para dentro. Su padre y sus tíos no están de vacaciones, sino en la cárcel.

placeholder La casa de los hermanos Lamghari, detenidos en 2020 por terrorismo. (El Confidencial/A. R.)
La casa de los hermanos Lamghari, detenidos en 2020 por terrorismo. (El Confidencial/A. R.)

Una operación de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional los arrestó el 5 de julio de 2020. Hace unas semanas se sentaron en el banquillo de la Audiencia Nacional, donde admitieron acudir a reuniones con miembros de Hizb ut Tahrir, pero negaron ser terroristas. La Fiscalía pide para ellos nueve años de cárcel y están a la espera de sentencia. “Badalona y Santa Coloma son el núcleo donde más detenciones a nivel nacional se producen desde donde ha salido un número importante de gente para hacer la yihad en Siria. Esa zona es especialmente conflictiva”, corroboran las fuentes policiales consultadas.

En la Audiencia Nacional también conocen bien la calle Calderón de la Barca. Han aparecido en sus investigaciones en torno a individuos vinculados a Hizb ut Tahrir, ya sea porque en ella se han detectado reuniones de interés o se han ordenado detenciones y registros en alguno de sus domicilios. A un par de minutos andando de la casa de los Lamghari está el número 62. Allí vivía hasta hace unos años el marroquí de 31 años Anouar Bensadik, condenado el año pasado en firme por el Tribunal Supremo a cuatro años de prisión por adoctrinamiento. Formaba parte del llamado Grupo de Badalona y emprendió el viaje a Siria para unirse a la yihad.

Foto: Acto de la organización islámica Hizb ut Tharir en Copenhague, Dinamarca, en 2019. (Getty/Ole Jensen)

Bensadik recibió 300 euros de otro investigado por terrorismo para que se desplazara a Bélgica y desde ahí seguir su desplazamiento hasta Siria, pero la falta de fondos y los controles policiales le hicieron regresar a Badalona. En el registro de su casa encontraron un ejemplar de la revista 'Al-Waie', de origen libanés y editada por Hizb ut Tahrir. También había 265 euros en efectivo y sustancias estupefacientes. En el bajo del edificio hay una tienda de ultramarinos regentada por dos árabes. Solo uno sabe expresarse en castellano con cierta soltura, aunque la conversación termina en inglés y algo de árabe. Conocen perfectamente a Anuar, saben que está en prisión y que también vivió un tiempo en el ático del bloque de enfrente, en la misma calle Calderón de la Barca.

El dueño de la tienda critica a los medios de comunicación por tratar a Hizb ut Tahrir como si fuera Estado Islámico. “El ISIS es satán, pero Hizb ut Tahrir defiende un califato sin usar la espada”, dice el tendero, que dice haber estudiado en la universidad en su país. A pesar de ello, las investigaciones judiciales dicen que varios individuos vinculados al partido acabaron en las filas de Estado Islámico. Al ser preguntado por Anuar Bensadik, el tendero dice que no cree que fuese del partido: “Para hablar en nombre de Hizb ut Tahrir hay que ser inteligente y haber leído, Anuar no era así”. Vivía solo y apunta a que no llevaba una vida muy ordenada. El tendero admite que cuando las personas están desesperadas, adoptan decisiones desesperadas, pero culpa al sistema por no saber integrar a estas personas. A medida que avanza la charla, se va acumulando gente a interesarse por el tema de conversación en la tienda.

Foto: El cartel de la serie 'Entrevías', de Telecinco. (Telecinco)

A un par de calles de distancia, dos vecinos charlan tranquilamente sentados en una terraza con sus perros. Uno de ellos tiene en sus manos una revista de Historia que dedica su portada a la conquista de Jerusalén. “¿Has visto la serie de 'Entrevías', la de José Coronado? La echan en Telecinco, me he quedado parado, me ha gustado mucho”, le dice uno a otro sobre la serie ambientada en el barrio madrileño de Puente de Vallecas. De ahí pasan a 'Stranger Things', “una de los ochenta sobre los bichos raros de la clase”. Cuando se les pregunta a estos vecinos sobre la presencia del terrorismo yihadista en la zona, no se sorprenden. Señalan la calle Calderón de la Barca “y otra que hay más allá, la paralela, también”. Uno de ellos modula la voz para señalar el punto en el que se ubica un bar “donde se reúnen todos los marroquíes”. “Siempre está oscuro”, cuenta.

Comunicación fluida con el CNI

Christian Carneado es el responsable de Seguridad Ciudadana en el Ayuntamiento de Badalona. En declaraciones a El Confidencial, asume la situación en el municipio, con una población censada de 223.000 habitantes. Evita ofrecer detalles y tampoco entra en valoraciones, pero asegura que la policía local mantiene una fluida comunicación en intercambio de información no solo con Policía Nacional, Guardia Civil y Mossos d’Esquadra, sino también con el CNI. No es muy habitual que un cuerpo local tenga hilo directo con los servicios de Inteligencia.

Hizb ut Tahrir se fundó en Palestina a mediados del siglo pasado. Las fuentes policiales ubican este movimiento dentro del yihadismo global. Otorgan especial relevancia a las reuniones de sus miembros en las que comparten los textos de su fundador, un erudito musulmán que, a juicio de los investigadores, sí defendía la violencia como herramienta para instaurar el califato. El rastro de Hizb ut Tahrir se extiende también desde Badalona a la vecina localidad de Santa Coloma de Gramanet. Es la hora de comer y entre los olores que salen de las casas se mezclan aromas típicos de la cocina árabe. Entre los negocios abundan las peluquerías, frecuentadas sobre todo por clientela joven que se hace rasurados a la moda, y gimnasios. No son las clásicas cadenas para estar en forma, sino escuelas de artes marciales.

placeholder La casa de la calle Roma, de Santa Coloma, donde se reunía una célula de Hizb ut Tahrir. (El Confidencial/A. R.)
La casa de la calle Roma, de Santa Coloma, donde se reunía una célula de Hizb ut Tahrir. (El Confidencial/A. R.)

En los balcones, no se ven casi banderas independentistas. Hay sobre todo del Barcelona, alguna del Real Madrid y también del Betis. Un arco que une dos bloques de viviendas anuncia el sector de la Colonia Egabrense, llegada en su día del pueblo cordobés de Cabra. A un par de minutos de ahí, cuesta arriba, está la calle Roma, donde la Policía detectó reuniones de los miembros del Partido de Liberación Islámica en 2020. Sus asistentes, entre ellos Khalid y Hicham Lamghari, tomaban medidas de seguridad para no llamar la atención. Un hombre con acento extranjero dice no saber nada de reuniones secretas al otro lado de sus paredes, pero extiende el brazo y dice que unos números más arriba hubo mucha presencia de policía por una operación contraterrorista.

Esta es la situación a 25 minutos en coche del centro de Barcelona, la segunda ciudad de España. Un taxista de origen pakistaní deja a un cliente en la estación de Sants. Hasta la ventanilla del conductor se acerca un hombre de raza árabe que le pregunta por una mezquita. “Aquí no hay”, le contesta el taxista. El hombre, que lleva un Corán en la mano, reacciona furioso a la respuesta. “¡Hermano, yo he rezado aquí, en este mismo lugar hace 30 años! Aquí había una mezquita, a 500 metros de aquí, por aquí. ¡No digas que no hay, di que no sabes!”, le grita al conductor, que le mira con cara atónita antes de seguir la marcha en busca de otra carrera.

Se tarda unos minutos en recorrer la calle Calderón de la Barca de Badalona. Es una vía con edificios de no más de tres alturas y tiene menos comercios de lo habitual, porque muchos locales los han convertido en viviendas. Algunas fachadas anuncian condiciones precarias en su interior. Cae la tarde y hay movimiento de gente. En todo el recorrido no se escucha a nadie hablar español ni catalán. Esta no es una calle cualquiera, no al menos para las fuerzas de seguridad. Es escenario habitual de operaciones antiyihadistas y se considera territorio del Hizb ut Tahrir (Partido de Liberación Islámica). Se trata de un movimiento a nivel mundial que aboga por la restauración del califato y que ha echado raíces en España, concretamente en Barcelona.

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