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PSOE y Podemos intentan superar la bronca y prevén negociación hasta el último aliento
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DESCONFIANZA PATENTE EN LA INVESTIDURA

PSOE y Podemos intentan superar la bronca y prevén negociación hasta el último aliento

Las dos formaciones se dan 48 horas para retomar las conversaciones y alumbrar un acuerdo de coalición que, tras lo vivido en el Congreso, está más que nunca acechado por los nubarrones

Foto: Pablo Iglesias pasa delante de Pedro Sánchez, este 22 de julio durante el debate de investidura en el Congreso. (EFE)
Pablo Iglesias pasa delante de Pedro Sánchez, este 22 de julio durante el debate de investidura en el Congreso. (EFE)

Las iras y los demonios que se habían intentado encerrar entre las cuatro paredes de una sala de negociación explotaron sobre el escenario del Congreso. De manera vívida, descarnada y casi cruel. Aquello era la imagen de la pura desconfianza, la nítida estampa de los resquemores pesados del pasado, de los recelos profundos y casi genéticos a un Gobierno de coalición de uno —Pedro Sánchez— y del pundonor herido y el sentimiento de humillación de otro —Pablo Iglesias—. Aquello no era exactamente un debate de investidura con final definido y cierto, y menos una caricia amable de dos líderes que pretenden ser socios preferentes. Aquello sonaba más bien a preludio de ruptura. Pero la política muda a veces en un instante, y ni uno ni otro, ni PSOE ni Unidas Podemos, querían dar por muertas las conversaciones para la investidura del presidente en funciones. Los dos partidos repiten que tienen la "mano tendida", que tras la enorme tempestad aún hay margen para el entendimiento, algo más de 48 horas, que por ellos no quedará. Pero cuesta saber, a estas alturas, si esas palabras forman parte de la batalla del relato por si hay nuevas elecciones el 10 de noviembre —esa amenaza se hizo de pronto más real— o si se trata de un compromiso verdadero.

La montaña rusa en la que se ha convertido la negociación de socialistas y morados solo en la última semana, que pasó de la voladura de puentes a los contactos y las reuniones en apenas cinco días, hace imposible prever qué puede ocurrir el jueves, cuando llegue la segunda votación de investidura. La definitiva. Pero el sabor que dejó ayer la primera jornada de debate en el Congreso era amargo, muy amargo. "Pinta mal, pinta mal", coincidían miembros del Ejecutivo en funciones, diputados y dirigentes de la cúpula socialista y de los territorios a la salida del intenso pleno. Un mensaje al que se superponía este otro: "Tranquilidad, hay tiempo". "Paciencia, paciencia, paciencia", recetaban en el entorno del jefe del Ejecutivo, sin explicar de dónde procedía esa sensación de optimismo.

El Congreso vivió este lunes, de manera inédita, una negociación política en directo. Tal cual. Esa en la que los protagonistas estallan y braman contra el otro, en la que dan un golpetazo en la mesa y en la que parece que todo se acaba. Esa que ambos partidos intentaron resguardar de los focos durante todo el fin de semana ayer quedaba a la luz de todos de manera impúdica. Empezó con una intervención administrativa y anodina del candidato por la mañana, en la apertura del debate de investidura, en la que se limitó a exponer el programa de su partido con contadísimos guiños a Podemos. Pocos, muy pocos en medidas, y una caricia final que a los morados supo a poco.

El pleno fue testigo de una negociación en directo, con sus tensiones y sus desencuentros, después de un arranque plomizo y sin guiños a Podemos


Tras casi dos horas de 'speech' desapasionado, tedioso y falto de la épica que acompaña este tipo de mensajes, Pedro Sánchez hizo una llamada discreta al consenso. "Procedemos de dos tradiciones distintas de la izquierda. Hasta ahora hemos hablado mucho de nuestras diferencias y estamos comprobando que no es sencillo alcanzar un punto de encuentro. Pero nada que merezca la pena es fácil y lo que tenemos por delante merece mucho la pena". Ambos, dijo a Pablo Iglesias, deben pensar en lo que les "une".

Foto: El secretario general de Podemos Pablo Iglesias, en el hemiciclo del Congreso en la primera jornada del debate de investidura. (EFE)

Desequilibrio a favor del PSOE

La primera alocución del candidato daba muchas pistas de que la coalición estaba más que verde. El viernes, cuando el líder de los morados anunció su renuncia a entrar en el Consejo de Ministros para favorecer las negociaciones, Ferraz emitió un mensaje que era de todo menos entusiasta. El sábado se intensificaron los contactos y tanto Adriana Lastra como Carmen Calvo lanzaban señales en positivo, conciliadoras. UP tenía la sensación de que el acuerdo podría cristalizar. Pero el domingo, cuando llegó la negociación real, con los dos equipos a la mesa, se comprobaron las enormes dificultades. La cita acabó pasada la medianoche sin pacto. Los de Iglesias denunciaban que el PSOE le había ofrecido ocupar "responsabilidades simbólicas" y que solo ponía "excusas" para reventar el diálogo. Calvo y el negociador jefe de Podemos, Pablo Echenique, volvieron a verse este lunes antes del pleno. No hubo avances.

Los socialistas habían aceptado conceder a Montero una vicepresidencia social, aunque recortada, y varios ministerios de menor perfil

Poco después, Ferraz, que durante todo el fin de semana había permanecido en silencio, empezó a revelar parte de la oferta a los morados. El PSOE aceptaba una vicepresidencia de contenido social, cuyo titular podría ser Irene Montero. Eso era lo que quería UP, sí, pero la dirección de Sánchez precisó que Montero en ningún caso estaría a la par de Carmen Calvo, la mujer de absoluta confianza del presidente y vicepresidenta única del Gabinete saliente. Es decir, que la actual portavoz parlamentaria podría estar al frente de una vicepresidencia, aunque con competencias mermadas y por debajo de Calvo, que podría retener sus poderes de coordinación del Ejecutivo, Relaciones con las Cortes e Igualdad.

La negociación entre Sánchez e Iglesias salta al hemiciclo

Los socialistas ofrecieron además varios ministerios a UP —no concretaron a la prensa ni cuántos ni cuáles—, pero todos de impronta social y sin capacidad de manejo presupuestario. No cederían, por tanto, ni Hacienda ni Trabajo, departamentos ambicionados por Iglesias. Otra idea fue desagregar competencias de actuales ministerios (dividir Transición Ecológica, por ejemplo, entre Energía y Medio Ambiente). Un reparto de poder, por tanto, que los morados entendieron como inaceptablemente desequilibrado a favor del PSOE.

El cruce dialéctico entre Sánchez e Iglesias era el plato fuerte de la primera jornada del debate. Sucedió a unos duros (y previsibles) careos del candidato con Pablo Casado y con Albert Rivera, a los que volvió a exigir —no solo pedir— la abstención, si querían que España saliera del bloqueo y que el futuro Ejecutivo no dependa de los soberanistas. Llamó la atención que el candidato fuera tan insistente: lo había sido en estos tres meses transcurridos desde las generales del 28-A, pero ese mensaje estaba destinado a perder fuerza en cuanto encarrilara la negociación con UP. Ese repiqueteo constante de Sánchez calentó la bancada morada. "El problema cuando pide la abstención al PP y a Cs es que hay mucha gente que piensa que no desea un Gobierno de izquierdas, sino ser presidente a toda costa, y no le importa de dónde vienen las abstenciones", le tiró Iglesias.

Foto: Pedro Sánchez, durante su intervención en la primera jornada del debate de investidura, este 22 de julio en el Congreso. (EFE)

"No podemos ser mero decorado"

El secretario general de Podemos comenzó más suave su intervención, aunque firme y molesto por el devenir del diálogo con el PSOE. "Respeten a nuestros 3,7 millones de votantes y no nos propongan ser un mero decorado porque no lo podemos aceptar". Primer aviso.

Sánchez abre el plan B (acuerdo de investidura o de legislatura) sin haber fracasado aún el A (coalición), para dejar claro que el A es el que no le convence

Sánchez, en su réplica, y sorpresivamente, se detuvo más en señalar las diferencias que le separan con los morados, apretando más al que era actor de reparto, Jaume Asens, líder de los comunes y más próximo al secesionismo. Defendió la "cooperación" con Podemos —el énfasis en el término era importante, porque formaba parte del vocabulario puesto en circulación en las primeras rondas de conversaciones—, y admitió que estaba "dispuesto a correr el riesgo" de una coalición. Pero dio sobradas muestras de que no es la fórmula que le convence. Primero, porque no suma mayoría absoluta en el pleno, y segundo, porque no está dispuesto a aceptar el plato preparado que, a su juicio, le quiere servir Iglesias. Piensa más en una coalición 'soft', blanda.

La mejor prueba de que Sánchez recela de la coalición pura y dura es que se situó en el plan B. "La propuesta que les hago es de un Gobierno de coalición, pero lo que le digo es que entre un Gobierno de coalición y que ustedes voten con la ultraderecha en contra de un presidente socialista hay muchas opciones que se pueden abrir", señaló. Entre las "opciones", un simple acuerdo de investidura, con contenidos consensuados que justifiquen el sí de UP, o bien un pacto de legislatura, pero sin la incorporación de los morados en el Gabinete. Vías que Iglesias rechaza.

Los seis puntos del discurso de investidura de Pedro Sánchez

La atmósfera se fue caldeando más y más conforme avanzaban los turnos de palabra. Iglesias acusó al PSOE de comportarse como si gozara de una cómoda mayoría absoluta, cuando solo dispone de 123 diputados. Entonces estalló y destapó los pormenores de la negociación: "Le dijimos que para desarrollar el programa queríamos competencias de Hacienda, y nos dijo que ni hablar, que en ningún caso". Lo mismo pasó, añadió, cuando demandó atribuciones en Trabajo, Ciencia o Transición Ecológica. "¿Qué nos han ofrecido ustedes? Explíqueselo a la Cámara", desafío. "Somos una fuerza política modesta, joven, pero no nos vamos a dejar pisotear ni humillar por nadie". Para el final dejó una frase que algunos dirigentes del PSOE veían "lapidaria" y sintomática: si Sánchez no abandona su "cerrazón" y no acepta una coalición con Unidas Podemos "proporcional a sus votos", "nunca será presidente".

Foto: Segunda jornada del debate de investidura

¿La directa a elecciones?

Sánchez rehusó responder a este último disparo de su hipotético socio. No lo hizo, defendían los suyos, para no calentar más el ambiente ni volar todos los puentes. "Nosotros tenemos mano tendida al diálogo pese al tono de Iglesias", reproducían fuentes del entorno del candidato, que indicaban que a este le irritó profundamente que el jefe de UP airease en la plaza pública del Congreso el contenido de las conversaciones.

El PSOE promete "mano tendida pese al tono de Iglesias". Cuadros y cargos ven el panorama más sombrío, aunque advierten de que hay margen

Diputados y miembros del Gobierno no podían ocultar su pasmo por lo vivido en el hemiciclo. Una lucha brutal y descarnada entre los dos líderes progresistas. A la vista de todos. La contienda hacía presagiar a algunos que la negociación no podría ya enderezarse, justo porque ambos se pasaron de frenada y evidenciaron la profunda desconfianza que arrastran desde hace años y que ni este año de trabajo conjunto ha logrado mitigar. La sensación de pesimismo era incontestable en algunos cuadros socialistas. Cundía la impresión de que se había vuelto a la casilla de salida, antes del enclaustramiento de los dos equipos del fin de semana. Unos podían ver más tocada de muerte la investidura, otros menos. Unos hacían descansar la tinta, mucha, en Iglesias, por haber sacado "su peor cara", y otros, menos, reconocían que Sánchez había mostrado sus cartas y su incomodidad con la coalición. Un itinerario que entonces conduciría a elecciones, escenario que el presidente en funciones agitó durante toda la jornada en varias de sus intervenciones. Hipótesis, la de nuevos comicios, que horroriza a algunos socialistas por el peligro de un castigo de los votantes y por una alta abstención.

Iglesias: "No nos vamos a dejar pisotear ni humillar por nadie"

Pero el punto en común en todos era que nada está dicho. El diálogo se puede recomponer, advertían diversos dirigentes y diputados, y en casi tres días, hasta el jueves 25, alcanzar un acuerdo es posible. Es el mensaje que salía también del círculo del presidente. "Por nosotros no quedará", "queda mucho para el jueves", indicaban distintos altos cargos. Pero de momento no están programadas más reuniones. En Ferraz, no obstante, puntualizaban que la oferta a Unidas Podemos está hecha y no se piensa modificar. "Han pedido la Luna. En cuanto bajen a la Tierra, estaremos esperándoles", señalaba gráficamente un mando al corriente de las conversaciones.

Desde Unidas Podemos señalaban, mientras, que los canales de comunicación para la negociación siguen abiertos. Tanto el que mantienen los equipos negociadores, encabezados por Calvo y Echenique, como la vía de comunicación que este domingo establecían Sánchez e Iglesias para pilotar personalmente un posible acuerdo. Hasta el jueves hay margen, coincidían.

placeholder Pedro Sánchez se dirige a su escaño en el Congreso durante el debate de investidura, este 22 de julio. (Reuters)
Pedro Sánchez se dirige a su escaño en el Congreso durante el debate de investidura, este 22 de julio. (Reuters)

Competencias "irrenunciables"

En UP se consideraba que la bronca de la que fue testigo el pleno, que por momentos parecía hacer descarrillar cualquier posibilidad de acuerdo, no supone más trabas para el entendimiento que las ya manifestadas antes de iniciarse el debate por las diferencias respecto al reparto de carteras en un hipotético pacto de coalición. Al menos, no tanto. El meollo del desacuerdo, como el propio Iglesias indicaba desde la tribuna, es que los socialistas no habrían querido ceder ninguna de las carteras que habían pedido. “No están dispuestos a compartir el Gobierno", lamentaban tras la sesión, concluyendo que los socialistas se estarían negando a compartir "ni un solo ministerio" y buscando “excusas” para justificar el desacuerdo.

Podemos no está dispuesto a tragar con la última oferta, que juzga "humillante". El grupo confederal no descarta votar no en la primera vuelta, hoy

Anoche, la formación morada fiaba el sentido de su voto en la primera votación, que se producirá este martes, a cómo avanzasen las negociaciones en las siguientes horas. Así las cosas, ni siquiera se descartaba votar no, reconocían fuentes de la formación conocedoras de las negociaciones, la opción que ya se contemplaba antes de reanudarse el diálogo el pasado sábado. Todo está en el aire y la incertidumbre es máxima. Si al cierre de la primera jornada negociadora del sábado el optimismo era alto, el domingo de madrugada se rebajaban las expectativas y este lunes se reconocían ya graves dificultades.

Sánchez e Iglesias exhiben su desconfianza en la sesión de investidura

El acuerdo programático no parece el escollo. El problema es el reparto de poder. Unidas Podemos dice no estar dispuesto a facilitar la investidura de Sánchez si mantiene su última oferta, que tildan de “humillante”. Se trata de carteras consideradas 'marías', como Cultura, Juventud o Sanidad y Educación desprovistas de presupuesto o desagregándoles algunas de las competencias que ahora tienen.

Para ellos, además de una vicepresidencia social para Montero y que en un principio no representaba un problema hasta que entendieron que la intención del PSOE era vaciarla de contenido, se exigen como “irrenunciables” competencias en materia de Trabajo, para garantizar "empleo estable y acabar con la temporalidad y subir el salario mínimo a 1.200 euros”, indicaban fuentes de la formación morada antes de arrancar el debate de investidura.

Sánchez a Podemos: si no hay acuerdo piensen mucho votar con la ultraderecha

Iglesias no era, pues, el único obstáculo. Había más, como era fácil de presumir. El acuerdo se atisba más complicado, pero no imposible. Y, como decía la diputada Yolanda Díaz, la portavoz de la confluencia gallega, "a veces la historia se condensa en horas, a veces, incluso, en unos pequeños momentos, y creo que en eso estamos". Y sí, todo sigue abierto. Todo puede dar un vuelco imprevisto en el aliento final.

Las iras y los demonios que se habían intentado encerrar entre las cuatro paredes de una sala de negociación explotaron sobre el escenario del Congreso. De manera vívida, descarnada y casi cruel. Aquello era la imagen de la pura desconfianza, la nítida estampa de los resquemores pesados del pasado, de los recelos profundos y casi genéticos a un Gobierno de coalición de uno —Pedro Sánchez— y del pundonor herido y el sentimiento de humillación de otro —Pablo Iglesias—. Aquello no era exactamente un debate de investidura con final definido y cierto, y menos una caricia amable de dos líderes que pretenden ser socios preferentes. Aquello sonaba más bien a preludio de ruptura. Pero la política muda a veces en un instante, y ni uno ni otro, ni PSOE ni Unidas Podemos, querían dar por muertas las conversaciones para la investidura del presidente en funciones. Los dos partidos repiten que tienen la "mano tendida", que tras la enorme tempestad aún hay margen para el entendimiento, algo más de 48 horas, que por ellos no quedará. Pero cuesta saber, a estas alturas, si esas palabras forman parte de la batalla del relato por si hay nuevas elecciones el 10 de noviembre —esa amenaza se hizo de pronto más real— o si se trata de un compromiso verdadero.

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