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Putin prioriza la corona a la cartera: por qué la guerra no tiene sentido económico
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Putin prioriza la corona a la cartera: por qué la guerra no tiene sentido económico

Rusia ha preparado su economía para el conflicto desde 2014, pero las razones de la invasión no son pecuniarias. Más bien al contrario: el país está en crisis, se enfrenta a sanciones y la jugada del gas se tambalea

Foto: El bombardero Tupolev, en una fábrica rusa. (EFE/Tupolev)
El bombardero Tupolev, en una fábrica rusa. (EFE/Tupolev)

Rusia lleva preparando su economía para la guerra desde 2014, porque realmente está en guerra desde ese momento. El reciente aumento de la tensión entre Occidente y el país presidido por Vladimir Putin que este jueves ha desembocado en un ataque a gran escala en Ucrania llega tras casi ocho años de sanciones que han cambiado la estrategia económica del Kremlin, orientada desde entonces a la sustitución de importaciones.

Pero eso no significa que esta nueva escalada del conflicto sea inocua para la prosperidad del país. El bloqueo de la UE ha dejado cicatrices y la guerra en Ucrania solo las va a acrecentar. Moscú mueve sus piezas por motivos geopolíticos, pero los números no cuadran: estas son las tres razones que obligan a Putin a pensárselo dos veces antes de dar el siguiente paso.

1. Una economía del tamaño de España y en crisis

El milagro del 'zar', que durante su primera etapa (1999-2008) consiguió que la vieja potencia deprimida tras la desmembración de la Unión Soviética doblase su producto interior bruto en solo una década, se empezó a disipar con la Gran Recesión y entró definitivamente en barrena tras las sanciones de la Unión Europea. Desde la invasión de Crimea, en 2014, hasta el estallido de la pandemia, el PIB per cápita ruso apenas creció un 3,3%, frente al 12,8% de la eurozona y el 11,4% de Estados Unidos, según los datos en paridad de poder de compra accesibles a través de la página web del Banco Mundial.

Foto: EC.

Si a eso se añade la crisis del coronavirus, el panorama es desolador: Rusia entró en recesión en 2020, con un retroceso del 3%, y, según las proyecciones de enero del Fondo Monetario Internacional (FMI), apenas creció un 4,5% en 2021 y crecerá un 2,8% en 2022, muy por debajo de la media mundial y de las economías desarrolladas, en pleno repunte pospandémico. El organismo con sede en Washington ha revisado a la baja sus previsiones por el impacto de ómicron —más de la mitad de la población todavía no se ha vacunado— y las malas cosechas.

Con un territorio inmenso y una población de 144 millones de habitantes, Rusia se comporta como un gigante geopolítico que transmite una imagen engañosa sobre su peso económico real. El PIB ruso es muy similar al de España, o a la suma del de Países Bajos y Bélgica, como recordaba la semana pasada el ex economista jefe del FMI Olivier Blanchard. Además, su renta per cápita no llegó a los 9.000 euros anuales durante 2020, la tercera parte de la de nuestro país y, por primera vez en la historia, por detrás de la de China. Una guerra con todas las letras amenazaría la recuperación en un momento en que muchos rusos ya atraviesan una realidad muy precaria.

Mira Milosevich: "Los rusos han demostrado que tienen capacidad y voluntad de pagar sus aventuras geopolíticas"

La inflación es la gran amenaza para la economía de las familias. A diferencia de sus vecinos europeos, el actual escenario de crecimiento de precios no es nuevo para los habitantes del país, que ya habían soportado variaciones anuales de entre el 3 y el 7% durante la segunda mitad de la década pasada. En enero, el índice de precios al consumo (IPC) escaló al 8,7%, más del doble del objetivo del Banco de Rusia, que ya ha emprendido varias subidas de tipos con el objetivo de aplacar la situación. Para conocer lo que puede pasar durante los próximos meses, no hace falta irse muy lejos: en 2015, al año siguiente de las sanciones por la invasión de Crimea, la inflación se disparó al 15,5%. Mira Milosevich, investigadora principal del Real Instituto Elcano especializada en la región, resume el panorama general: "La situación es grave por las sanciones y la pandemia".

En esas condiciones, reproducir los mismos patrones se antoja un suicidio para cualquier gobernante. Pero hay un matiz que en la Unión Europea siempre ha sido muy difícil de entender: la capacidad de sacrificio en favor del bien patriótico. "En Occidente estas crisis siempre se miden con criterios racionales, mientras que los rusos han demostrado que tienen capacidad y voluntad de pagar sus aventuras geopolíticas. La población siempre ha subordinado las libertades y el bienestar a una idea nacional de ser gran potencia", añade Milosevich. Para todo —eso sí— hay un límite. Incluso para los rusos.

2. De sanción en sanción... hasta el aislamiento final

El consenso en torno a la guerra no es el que Putin vende. Según las encuestas recogidas por el 'think tank' Carnegie Endowment for International Peace, la militarización dejó hace tiempo de ser un motivo para movilizar a la ciudadanía en favor del Gobierno. Las sanciones pesan en el ánimo de los habitantes, que se muestran partidarios, en su mayoría, de mejorar las relaciones con Washington. Solo en 2014, y según los datos del propio Ministerio de Finanzas, costaron 40.000 millones a la economía del país. Otros organismos ligados al Ejecutivo, como el Grupo de Expertos Económicos, elevan su impacto a 170.000 millones desde 2014 hasta 2017, a razón de entre cuatro y seis décimas de PIB por año.

Foto: Vladímir Putin, a lomos de un caballo en una imagen de archivo. (Reuters/Ria Novosti)

Desde el otro lado, el laboratorio de ideas estadounidense Atlantic Council calculó, en un informe reciente, que el efecto de las medidas de castigo sobre la economía rusa ha sido incluso mayor del esperado: unos 50.000 millones al año, lo que ha supuesto una merma de entre 2,5 y tres puntos del PIB en cada ejercicio. "Las sanciones hieren más a Rusia que a Occidente", concluye el 'think tank' europeo Bruegel, con sede en Bruselas. El FMI fue más cauto en un informe de 2019, al situar el coste en solo dos décimas por año, mucho menor que el del descenso del precio del petróleo, por ejemplo.

Más allá de la guerra de cifras, lo cierto es que al Kremlin le puede salir mal la jugada si se pasa de frenada (quizá haya ocurrido ya). El impacto potencial de las nuevas penalizaciones supone el gran argumento disuasorio para Putin. Pero la cuestión es, ¿disuadir de qué? En los últimos 100 años, Occidente ha impuesto este tipo de medidas a la economía rusa hasta en 82 ocasiones, "y jamás ha conseguido cambiar la política exterior", recuerda Milosevich. Los objetivos estratégicos del Kremlin seguirán siendo los mismos —aumentar su esfera de influencia en las antiguas repúblicas soviéticas, detener la expansión de la OTAN en la región y recordarle a la UE de quién depende su suministro energético, entre otros— pero, para conseguirlos, no hace falta que los tanques entren en Kiev. Tampoco para que Occidente se cobre su venganza en forma de embargo.

Las sanciones le están costando a la economía rusa un 1,2% del PIB al año, según el Ifo

¿Cómo impactarán en la economía rusa las nuevas medidas? De momento, llueve sobre mojado. Según afirmó el pasado viernes Lisandra Flach, jefa del Centro para Comercio Exterior del instituto alemán Ifo, la situación actual le está costando al país euroasiático un 1,2% del PIB al año. "La imposición de más sanciones supondría una carga adicional para la economía alemana, pero notablemente más para la rusa", añadió. Todo son futuribles, ya que a estas alturas resulta imposible saber hasta dónde llegarán, finalmente, estas sanciones. Es más: se irán aprobando en varios paquetes, por lo que su contundencia final dependerá de la sucesión de movimientos del Kremlin.

Sobre la mesa, el veto al acceso a la tecnología occidental (principalmente, a través de limitaciones al mercado de chips) o la imposición de barreras para que los bancos rusos accedan al dólar. De entre estas últimas, la más taxativa sería expulsar al país de Swift, la base de transacciones del sistema financiero global, que emplean 11.000 entidades en 200 naciones. Estados Unidos ha descartado en los últimos días que ya estemos en esa fase... claro que entonces aún no se conocía el ataque a gran escala de de este jueves.

La Casa Blanca ya ha anunciado que impondrá sanciones "severas" y no descarta nada, pero se inclina, de momento, por represalias más convencionales, como los controles a las exportaciones, el cierre del grifo para financiar la deuda del Gobierno ruso y el "bloqueo total" contra la banca pública de desarrollo del país y el Servicio Federal de Seguridad, que funciona como banco militar. Mientras tanto, el Reino Unido congelará activos y vetará a la aerolínea Aeroflot, y la Unión Europea limitará el acceso ruso a sus mercados, además de otras medidas más quirúrgicas contra las entidades financieras que financian las operaciones militares del Kremlin en las autoproclamadas repúblicas libres de Donetsk y Lugansk y los intercambios comerciales con esos territorios. Este jueves se conocerá la nueva artillería, tras la reunión del Consejo Europeo. Los socios occidentales también actuarán contra las fortunas de los plutócratas ligados al círculo de Putin. El bolsillo de Roman Abramovich ya lo está notando.

Foto: El alto representante europeo para la Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell. (Reuters/Sarah Meyssonnier)

Nada de esto conviene a Rusia, que en 2014 empezó un plan alternativo basado en impulsar la industria nacional y "hacer una suerte de desacoplamiento de Occidente", explica Milosevich. El Kremlin ha dado un giro estratégico hacia China para evitar que las sanciones detengan su incipiente industria del conocimiento, pero no hay más que ver cómo respiran los mercados para corroborar que los últimos sucesos están siendo muy mal recibidos por los amos del dinero. La Bolsa de Moscú se desplomó este lunes un 13%, mientras que las europeas se dejaban poco más de un punto. Este jueves ha cerrado con una espectacular caída del 33%, su peor batacazo de la historia reciente. En lo que va de año, el Moex, su índice de referencia, ha perdido la mitad de su valor. El mercado de divisas, que suele ser la mejor vara de medir en estos casos, tampoco arroja buenas noticias para el Kremlin: el dólar no llegaba a los 70 rublos antes del inicio de la crisis diplomática, y ahora ya supera los 86. Desde esta madrugada, la moneda nacional se ha hundido un 6%.

3. El invierno templado estropea el chantaje del gas

Mientras los 'popes' económicos de Moscú no las tienen todas consigo, en Bruselas hay una cierta sensación de alivio y en Washington se frotan las manos. Sobre todo si Rusia respondiese a las sanciones con un corte del suministro a la UE. Esto siempre ha sido la madre del cordero, pero los ríos de tinta que han corrido en los últimos meses han ido diluyéndose a medida que pasaba el invierno. Y, con ellos, los planes económicos de Putin para encarar el conflicto.

Amenazar a Europa con cerrar el grifo del gas, del que depende en un 40%, constituye la principal baza del Kremlin. La tensión diplomática empezó en diciembre, cuando las reservas del Viejo Continente estaban en mínimos de una década, el invierno apenas acababa de empezar y los futuros se llegaban a pagar a 180 euros, su récord histórico. Tras dos meses de hostilidades, la realidad se impone a cualquier titular alarmista. La 'commodity' cotizaba este miércoles en la Bolsa de Ámsterdam a unos 88 euros, la mitad que sus máximos y menos que cuando estalló la crisis. Unas horas después, la conflagración ha disparado los precios un 30%, hasta los 115 euros. El inusual buen tiempo de los últimos meses le ha hecho el trabajo sucio a los Veintisiete, que finalizan la estación más dura con sus reservas escasas (un 32%), pero bastante mejor de lo que se temía: están 'solo' ocho puntos por debajo del mismo momento del año pasado, según la propia Comisión Europea. Las exportaciones de Qatar o Noruega han ayudado a sortear el envite, pero la clave se encuentra al otro lado del Atlántico.

Putin quería vender el gas a precio de oro y ahora se puede quedar sin mercado

Antonio Sánchez Andrés, profesor de la Universidad de Valencia que ha dedicado la mayor parte de su carrera investigadora a estudiar la economía rusa (además de la china), tiene claro cuál es el principal motivo por el que Estados Unidos ha entrado, esta vez, en el juego de Putin: "El problema del gas ruso es que es más barato que el americano, entonces no hay manera de colocarnos [a la Unión Europea] el gas americano... Y los americanos necesitan vender su gas".

Efectivamente, ya lo están haciendo. La Administración de Información Energética calcula que la primera economía mundial acabará este año como líder de las exportaciones de gas natural licuado (GNL), después de que Europa haya disparado sus importaciones durante los últimos meses. Solo el suministro adicional que aporta el socio estadounidense permitiría a los Veintisiete compensar un corte del flujo vía Ucrania, según el informe 'Poniendo a prueba la seguridad del suministro de gas en Europa', de la consultora IHS Markit.

La prueba de que la Unión está dispuesta a ir con todo es la renuncia de Alemania a certificar el gasoducto Nord Stream 2, que permitiría aumentar el flujo ruso hacia Europa sin pasar por Ucrania, y cuya empresa constructora será sancionada por la Casa Blanca. Estos movimientos perjudican al bloque comunitario, que está pagando el gas más caro, pero también a la economía del país euroasiático, que ve cómo su mercado se reduce y Estados Unidos ocupa su lugar. Bruselas no ha cedido al chantaje y, si Moscú sigue adelante con sus veleidades bélicas, será un 'lose-lose' económico para ambos. No en vano, las exportaciones energéticas rusas a Europa han superado recientemente los 10.000 millones de euros mensuales, debido al encarecimiento de las materias primas. Putin quería vender a precio de oro y se puede quedar sin mercado, lo que le ha obligado a girar, también en este aspecto, hacia su vecino oriental.

Foto: Un pozo de extracción en Texas. (Reuters/(Nick Oxford)
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En el plano de los recursos, tampoco parece que el vasto territorio ucraniano sea especialmente apetecible. Sánchez Andrés recuerda que los principales activos del país son agrícolas, además de una industria "con estándares soviéticos". En ese contexto, resulta más inteligente —siempre desde la lógica de los números— seguir con la guerra híbrida de los últimos años que tomar Kiev. "La situacion de la economía rusa no es muy buena y meterse en una guerra es muy caro. ¿Para qué quieren Ucrania? Económicamente, no tiene ni pies ni cabeza", concluye el profesor con tono vehemente.

Pese a todo, Rusia está preparada

Con o sin sentido, lo cierto es que Rusia está preparada para la guerra. El país presenta unas finanzas públicas saneadas, que han ido reduciendo su dependencia del gas y los hidrocarburos durante los últimos años, y tiene músculo suficiente para afrontar la actual movilización bélica: en concreto, 630.000 millones de dólares en reservas internacionales (divisas extranjeras y oro), más que en cualquier otro momento de su historia, según el propio Banco Central. Además, ha cuidado el sector militar. El gasto público en ese ámbito aumentó ininterrumpidamente desde la llegada al poder de Putin, en 1999, hasta 2016, y en los últimos años se ha estabilizado por encima de los 60.000 millones de dólares, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. Esto supuso en 2020 el 4,3% del PIB, es decir, seis décimas más que Estados Unidos y más del doble que los principales Estados europeos.

Milosevich recuerda que la industria de defensa apenas se había visto impactada hasta ahora por las sanciones, y que la intervención gubernamental, propia de una economía de guerra, ha aumentado la inversión en I+D+i hasta generar un ejército moderno y relativamente asequible de movilizar. Sin embargo, los tiempos han cambiado. Un nuevo impulso al gasto militar no tiene capacidad para impulsar el crecimiento del país y no está entre los motivos que explican el aumento de las hostilidades. Más bien al contrario. "La guerra no mejorará la economía. No estamos en la Segunda Guerra Mundial, cuando se fabricaban tanques 24 horas al dia", concluye la investigadora del Real Instituto Elcano. En el siglo XXI, los que nunca duermen son los inversores... y su opinión sobre el conflicto no es la que le gustaría a Putin.

Rusia lleva preparando su economía para la guerra desde 2014, porque realmente está en guerra desde ese momento. El reciente aumento de la tensión entre Occidente y el país presidido por Vladimir Putin que este jueves ha desembocado en un ataque a gran escala en Ucrania llega tras casi ocho años de sanciones que han cambiado la estrategia económica del Kremlin, orientada desde entonces a la sustitución de importaciones.

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