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Lo mejor que puede hacer es endeudarse, el BCE le presta dinero gratis
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EL BCE MANTIENE SU POLÍTICA EXPANSIVA

Lo mejor que puede hacer es endeudarse, el BCE le presta dinero gratis

La política monetaria ultraexpansiva sigue adelante. Los duros del BCE vuelven a quedarse en minoría. Habrá dinero barato durante muchos años. Es el nuevo papel de los bancos centrales

Foto: Sede del Banco Central Europeo. (EFE)
Sede del Banco Central Europeo. (EFE)

Imagínese un país cuyo PIB crece a un ritmo del 4,6%, muy por encima de su potencial; y que tiene, además, una inflación contenida del 1,7% (inferior si se excluyen los componentes más volátiles). Y en el que el banco central no solo presta dinero al 0% (tipos de interés reales negativos), sino que, además, compra todas las emisiones que sean necesarias para que el Estado pueda seguir gastando, aunque la deuda se encuentre en niveles históricamente elevados. En ese país imaginario no hay tensiones laborales porque los sindicatos están desarmados, y, por si esto fuera poco, cuenta con una enorme bolsa de ahorro lista para ser gastada porque ha sido engordada durante una pandemia de la que está saliendo. Por si faltaba algo, ha recuperado prácticamente los niveles de desempleo que tenía antes de la llegada del virus (un 7,6% frente a un 7,2%). En conclusión, un país por el que cualquier político ‘mataría’ para llegar a ser su primer ministro. Lógicamente, salvo que se cruce por el camino algún cisne negro que por su propia naturaleza es imprevisible.

Ese país no tiene nombre, pero, como es obvio, responde cuando se lo llama eurozona. Y quien ha dibujado este escenario para 2022 es la presidenta de su banco central, Christine Lagarde, que este jueves, con el exministro De Guindos a su derecha, ha demostrado quién manda en Europa, y los mercados, como no podía ser de otra manera, se lo han agradecido con subidas, porque ella no es la señora de los recortes ("the lady’s not tapering"), llegó a remarcar parafraseando a Margaret Thatcher ("the lady’s not for turning").

Foto: Imagen de Gerd Altmann en Pixabay. Opinión

Lo singular es que los Estados se han endeudado hasta las cejas, pero nadie, o casi nadie, ha subido impuestos (salvo Boris Johnson, que ya no está en la UE) porque quien paga la ronda, y hasta la propina es el BCE, que asegura a tirios y troyanos, o a paloma y halcones, como se prefiera, que habrá dinero barato y compras masivas de deuda pública (aunque el ritmo se modere “muy ligeramente” para hacer un guiño a los duros) hasta que sea necesario. En todo caso, hasta marzo de 2022 y en cualquier caso, hasta que la recuperación se consolide.

¿Qué está viendo el BCE?

Con este escenario tan prometedor —baja inflación y alto crecimiento— no es de extrañar que más de uno puede tener sólidas razones para pensar sobre lo que deben tener en la cabeza los banqueros centrales para mantener una política monetaria ultralaxa. ¿Qué estará viendo el BCE y nosotros no lo vemos?, se preguntaba ayer algún analista escéptico después de la conferencia de prensa de Lagarde.

Foto: La presidenta del BCE, Christine Lagarde, junto a la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño. (EFE)

El argumento oficial es que la inflación (un 1,7% en 2020 y un 1,5% en 2023) todavía estará por debajo del nuevo objetivo de política monetaria (un 2% a medio plazo). Pero en realidad esa es una verdad a medias. Es evidente que tasas tan moderadas en el crecimiento de los precios no justifican una artillería tan potente, todo lo contrario. Es por eso por lo que hay razones más de fondo que tienen que ver con el nuevo papel de los bancos centrales en un mundo hiperglobalizado, y que va mucho más allá que el mero control de la inflación. Hasta la lucha contra el cambio climático se ha colado entre una de sus misiones.

En realidad, esto es lo más relevante de la nueva estrategia de política monetaria aprobada a principios de julio, que sitúa al BCE en el centro de la economía política. Se vio ayer en la intervención de Lagarde, que fue mucho más allá que lo que cabe esperar de una gobernadora de un banco central creado a imagen y semejanza del Bundesbank, nacido para luchar contra la inflación, no para hacer economía política. O política económica, como se prefiera.

Foto: La presidenta del BCE, Christine Lagarde. (Reuters)

Si antes los banqueros centrales actuaban como reacción a un repunte de la inflación restringiendo la oferta monetaria para doblegar los precios, ahora intervienen de forma preventiva. Precisamente, porque su mandato va ahora mucho más allá (con la bendición del tribunal de Luxemburgo) que lo establecido en la literalidad de las normas de la UE. Obviamente, porque el sistema económico ya no es capaz de proveer suficientes recursos, y aquí es donde entra la artillería de Fráncfort. O de la Fed. O del Banco de Inglaterra.

Lo dijo ayer la propia Lagarde y no hay razones para dudar de su sinceridad. Muchas empresas y demasiados hogares se han endeudado más de la cuenta para protegerse ante la pandemia, y de ahí que corren el riesgo de que se deterioren sus perspectivas económicas. La receta hasta hace no mucho hubiera sido dejar que el mercado actúe o un ajuste para reducir su dimensión vendiendo activos. Pero ahora todo es distinto. Como dijo Lagarde, “el apoyo a las políticas sigue siendo esencial para evitar que las tensiones en los balances y el endurecimiento de las condiciones de financiación se refuercen mutuamente”. O lo que es lo mismo, el BCE no dejará que las empresas caigan, salvo las que están quebradas.

Esta es, desde luego, la posición mayoritaria en el seno de los banqueros de Fráncfort, como se pudo leer tras la publicación de las últimas actas de la reunión del BCE, pero no es unánime. Y aquí está la batalla que se avecina. Si en 2022, la economía crece con fuerza y la inflación se sitúa solo ligeramente por debajo del 2%, tras el repunte de 2021 a causa de la energía, hay razones para pensar que los gobernadores de Alemania, Países Bajos y Austria pondrán algún día pie en pared. No el año próximo, pero sí en 2023. ¿Se acuerdan del ‘aterrizaje suave’ que le gustaba decir a Greenspan cuando la economía norteamericana se recalentaba? Pues eso. Aprovechen el año 2022 para endeudarse.

Imagínese un país cuyo PIB crece a un ritmo del 4,6%, muy por encima de su potencial; y que tiene, además, una inflación contenida del 1,7% (inferior si se excluyen los componentes más volátiles). Y en el que el banco central no solo presta dinero al 0% (tipos de interés reales negativos), sino que, además, compra todas las emisiones que sean necesarias para que el Estado pueda seguir gastando, aunque la deuda se encuentre en niveles históricamente elevados. En ese país imaginario no hay tensiones laborales porque los sindicatos están desarmados, y, por si esto fuera poco, cuenta con una enorme bolsa de ahorro lista para ser gastada porque ha sido engordada durante una pandemia de la que está saliendo. Por si faltaba algo, ha recuperado prácticamente los niveles de desempleo que tenía antes de la llegada del virus (un 7,6% frente a un 7,2%). En conclusión, un país por el que cualquier político ‘mataría’ para llegar a ser su primer ministro. Lógicamente, salvo que se cruce por el camino algún cisne negro que por su propia naturaleza es imprevisible.

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