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Nunca había habido tanta deuda ni nos había importado tan poco
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Nunca había habido tanta deuda ni nos había importado tan poco

Gracias a sus enormes reservas de ahorros, los gobiernos pueden pedir grandes préstamos a bajo interés, desafiando preocupaciones sobre inflación y sostenibilidad

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Con la pandemia, la deuda pública mundial ha alcanzado el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial, superando la producción económica anual del mundo. Los gobiernos, especialmente los de los países ricos, están pidiendo aún más préstamos para compensar los daños causados por el covid-19.

Los defensores de esta estrategia afirman que este gasto, alentado también por un nuevo pensamiento económico sobre la deuda, podría dar paso a un período de sólido crecimiento mundial, invirtiendo el malestar que muchos países ricos han sentido este siglo. Pero si esta percepción es errónea, el mundo podría arrastrar deudas que solo sería posible absorber mediante la inflación, los impuestos elevados o incluso el impago.

En cualquier caso, la combinación de los enormes niveles de deuda y la falta de preocupación mostrada por los mercados no tiene precedentes. El Gobierno de Estados Unidos va camino de un déficit presupuestario de tres billones de dólares por segundo año consecutivo. A pesar de ello, y del temor a la inflación, los bonos a 10 años del Tesoro solo rinden en torno al 1,3%, en parte debido a la cautela de la Reserva Federal a la hora de subir los tipos de interés.

"El mundo ha cambiado. Los marcos intelectuales han evolucionado", opina Paul Sheard, investigador de la Harvard Kennedy School

La deuda del Gobierno central de Japón está a punto de superar el trillón de yenes, lo que se traduce a casi 10 billones de dólares. Incluso con una deuda pública total de más del 250% del producto interior bruto, Tokio no gasta más en intereses cada año que a mediados de los 80, cuando la deuda pública era de unos dos tercios del PIB.

Grecia, el eterno campeón de la deuda, está acumulando ahorros, y los inversores están aceptando bonos con rendimientos aún más bajos que los del Tesoro de Estados Unidos. Incluso algunos países en vías de desarrollo, como la India, están pregonando las virtudes de un mayor endeudamiento público, sin que se produzca una reacción notable por parte de los mercados.

"El mundo ha cambiado. Los marcos intelectuales han evolucionado", opina Paul Sheard, investigador de la Harvard Kennedy School y antiguo economista jefe de la empresa de calificación crediticia S&P Global. "No tenemos que preocuparnos" por la deuda.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y la vicepresidenta de Asuntos Económicos, Nadia Calviño. (EFE) Opinión

El nuevo pensamiento económico ha animado a los políticos a pedir grandes préstamos al hacer hincapié en cómo han evolucionado las condiciones de endeudamiento desde las décadas de 1980 y 1990, cuando la cautela fiscal era lo más aceptado. La globalización, el envejecimiento de la población y las condiciones en China se han unido para dar paso a un mundo inundado de ahorros disponibles para invertir.

Para proteger gran parte de estos ahorros, muchos han optado por los activos seguros, en especial los bonos del Estado de las economías avanzadas, sin importar lo diminuto de los rendimientos.

Al igual que un televisor de pantalla plana, cuanto más barata sea la deuda pública, más grande será. Estados Unidos se ha posicionado como líder mundial, con un agresivo endeudamiento público para impulsar la recuperación tras la pandemia. Incluso antes de las medidas de estímulo de este año, la Oficina de Presupuestos del Congreso preveía que la deuda federal pública alcanzaría el 102% del PIB a finales de 2021, el nivel más alto desde justo después de la Segunda Guerra Mundial.

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Según economistas de JP Morgan, incluso el enérgico endeudamiento de Estados Unidos apenas hará mella en el ahorro bruto mundial, que asciende a más de 25 billones de dólares al año, según el Fondo Monetario Internacional, y cuyo aumento ha reducido los costes de los préstamos en las últimas décadas.

"El bajo coste del servicio de la deuda está salvando a las economías avanzadas de ese repunte de la deuda que estamos viendo", explica Elena Duggar, directora gerente asociada de estrategia crediticia e investigación de Moody's Investors Service.

Los críticos dicen que los planes de gasto de Estados Unidos son excesivos, que ponen a la economía en riesgo de sobrecalentamiento y de un aumento duradero de la inflación y los tipos de interés. Temen que la Reserva Federal haya quedado atrapada por una política de tipos de interés bajos que fomenta los excesos y el riesgo. El aumento de los tipos de interés en Estados Unidos y la subida del dólar también podrían causar problemas a los países en vías de desarrollo con deudas en dólares elevadas.

"Los gobiernos no hicieron lo suficiente en su momento, así que esta vez se van a exceder", opina Charles Goodhart

Charles Goodhart, antiguo miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra y profesor emérito de la London School of Economics, advierte de que la marea de ahorro mundial que ha hecho que los préstamos se mantuvieran baratos podría remitir en los próximos años. Teme que los gobiernos estén aprendiendo las lecciones de la historia reciente, incluida la débil recuperación de la crisis financiera de 2008, justo cuando esa era está terminando.

"Los comandantes siempre se están enfrentando a la última batalla", dijo. "Los gobiernos no hicieron lo suficiente en su momento, así que esta vez se van a exceder".

Según el Instituto de Finanzas Internacionales, en 2020, la deuda pública mundial ascendió al 105% del PIB mundial, cuando antes de la pandemia se situaba en un 88%. El Instituto advierte, así mismo, de que la deuda pública total podría aumentar 10 billones de dólares más este año, hasta alcanzar los 92 billones, y la mayor parte del aumento se produciría en las economías desarrolladas.

Hasta Grecia ha descubierto que puede seguir acumulando deuda gracias a los bajos costes de los préstamos, que el BCE ayuda a controlar

Se aprecia un contraste marcado con el periodo inmediatamente posterior a la crisis financiera mundial, durante el que muchos países pasaron rápidamente de los estímulos a recortar el déficit.

La traumática crisis de Grecia, que estuvo a punto de sacar al país mediterráneo de la zona del euro, parecía subrayar los riesgos de la deuda. Ahora, hasta Grecia ha descubierto que puede seguir acumulando deuda gracias a los bajos costes de los préstamos, que el Banco Central Europeo ayuda a controlar.

“La diferencia es que no hay un culpable claro”, manifestó el exministro de Finanzas italiano Pier Carlo Padoan, ahora presidente del banco italiano UniCredit. "Después de la crisis financiera, todos se echaban la culpa los unos a los otros. El covid fue un ‘shock’ exógeno. Fue necesaria una gran respuesta política".

placeholder Turistas, pese a la pandemia, en las playas de Fuerteventura, donde el turismo es una importante vía de ingresos. (EFE)
Turistas, pese a la pandemia, en las playas de Fuerteventura, donde el turismo es una importante vía de ingresos. (EFE)

Desde Roma a Tokio, pasando por Washington, los gobiernos del mundo han decidido aprovechar la oportunidad de gastar para eludir los desplomes generados por el covid-19. Con las medidas de estímulo pretenden no solo borrar cuanto antes las huellas de la recesión, sino también invertir en la renovación económica a largo plazo.

Según una estimación del Peterson Institute for International Economics, un 'think tank' ubicado en Washington, desde el comienzo de la pandemia, Japón habría invertido el equivalente a unos 800.000 millones de dólares, o una sexta parte de su producción anual, en estímulos económicos. Hay cientos de miles de millones de gastos adicionales en camino, pero la inflación en Japón sigue siendo cero. El gasto incluye tanto pagos puntuales como inversiones en la digitalización del Gobierno y la expansión de las energías renovables.

Ahora, la mayoría de los responsables políticos y economistas de todo el mundo creen que la tendencia de las economías avanzadas al saneamiento presupuestario de 2010 en adelante contribuyó a la lentitud de la recuperación tras la crisis financiera, dejando cicatrices duraderas al hundir empresas y expulsar a los trabajadores del mercado laboral.

Debido al débil crecimiento y la baja inflación que lastraron al PIB, la austeridad, dolorosamente estricta en algunas partes de Europa, ni siquiera recortó eficazmente la deuda pública como proporción del PIB.

Foto: Nadia Calviño. (EFE)

Esta vez, los argumentos económicos encajan con los cálculos políticos. La élite política de muchos países desarrollados sostiene que el ajuste fiscal y la debilidad del crecimiento contribuyeron a las reacciones populistas de la última década.

En cierta forma, si el sector privado tiene un exceso de ahorro, éste será absorbido por el déficit público. Los ahorros incluyen las reservas de efectivo acumuladas por las empresas tecnológicas, que a menudo no necesitan hacer las enormes inversiones en fábricas y maquinaria típicas de las grandes empresas del siglo XX.

China, otros países asiáticos y los países productores de petróleo de Oriente Medio han incrementado las reservas de ahorros mediante grandes superávits comerciales y han invertido gran parte de los ingresos en bonos del Tesoro estadounidense y de otros países industrializados.

El exsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers, argumentó en 2014 que el envejecimiento de la población, el elevado ahorro y la debilidad de la inversión privada son tendencias persistentes de nuestra época que dificultan que las economías alcancen su pleno potencial, un problema que denominó ‘estancamiento secular’. La teoría implica que los gobiernos tienen que recoger el testigo.

“El peligro para los gobiernos es que las fuerzas estructurales de las últimas tres décadas podrían estar a punto de invertirse”, indicó Goodhart

"Si se observa la trayectoria de la política fiscal mundial, es una apuesta masiva por la hipótesis del estancamiento secular. Es una apuesta por un exceso de ahorro privado y una escasez de inversión que durarán mucho tiempo", dijo Summers en una entrevista.

“El peligro para los gobiernos es que las fuerzas estructurales de las últimas tres décadas podrían estar a punto de invertirse” indicó Goodhart, el antiguo miembro del comité de política monetaria del Banco de Inglaterra.

En su libro recientemente publicado, ‘The Great Demographic Reversal’ ('La gran reversión demográfica'), Goodhart y su coautor, Manoj Pradhan, destacan uno de los posibles grandes cambios de la época: en los últimos años, la proporción de la población mundial que se encuentra en edad de trabajar ha empezado a disminuir, así como a reducirse en cifras absolutas en las regiones más globalizadas del mundo, como Norteamérica, Europa y el este de Asia.

Argumentan que la integración de China y el antiguo bloque soviético en la economía capitalista global tras el final de la Guerra Fría trajo consigo una abundante y creciente mano de obra. Esto mantuvo bajos los salarios y la inflación en los países desarrollados e inyectó en la economía mundial los ahorros de una floreciente población china de mediana edad que carecía de un mecanismo de seguridad gubernamental.

Foto: La presidenta de la CE, en un encuentro entre la UE y China. (EFE) Opinión

Pero Goodhart y Pradhan advierten de que, a medida que la población de China y de otros países envejece y gasta más ahorros, los tipos de interés medios aumentarán más de lo que los gobiernos han previsto. "La mayor contribución de China al crecimiento mundial ya ha pasado", escriben. "Esta gran reversión demográfica llevará al regreso de la inflación".

Goodhart espera que sus predicciones sean erróneas. Si los bancos centrales de las economías avanzadas tienen que subir los tipos de interés para combatir la inflación, los gobiernos podrían verse obligados a tomar decisiones políticamente dolorosas: subir los impuestos y recortar el gasto.

Summers, que ha sido funcionario en administraciones del partido demócrata, ha sorprendido a mucha gente este año al posicionarse como crítico acérrimo de los planes de gasto del presidente Biden, porque le preocupa la inflación en Estados Unidos. Opina que los planes de gasto del Gobierno superan cualquier estimación plausible del margen que puede ofrecer la economía estadounidense.

No obstante, incluso Summers y otros economistas de ideas afines opinan que el gasto europeo está justificado. El Fondo Monetario Internacional ha expresado su preocupación por la posibilidad de que los déficits combinados de la zona monetaria del euro, de alrededor del 7% del PIB, sean demasiado pequeños dada la magnitud del golpe económico del coronavirus.

La clave de la sostenibilidad de la deuda es la relación entre los tipos y el crecimiento

La inflación en sí no es necesariamente un problema para los gobiernos que arrastran grandes deudas públicas. Significa que el PIB y los ingresos fiscales crecen en el sentido nominal, mientras que el tamaño de las deudas existentes se mantiene fijo. La inflación ayudó a los países occidentales, incluidos Estados Unidos y el Reino Unido, a reducir la carga de su deuda tras la Segunda Guerra Mundial.

Dado lo poco que están pagando ahora los gobiernos en intereses, un aumento de los tipos de interés tampoco tendría por qué ser un problema. Los bancos centrales estarían encantados de elevar los tipos a un nivel más normal, poniendo fin a su actual deriva hacia el cero, ya que eso les proporcionaría mayor flexibilidad para recortar los tipos de cara a una recesión.

Según Paul De Grauwe, profesor de la London School of Economics y uno de los economistas más destacados de Europa, la clave de la sostenibilidad de la deuda es la relación entre los tipos de interés y el crecimiento. Afirma que, siempre y cuando un país crezca más rápido que los tipos que paga, su ratio de deuda global tenderá a disminuir de forma natural.

En cambio, si los intereses superan al crecimiento, el país en cuestión pasa a estar en terreno pantanoso. Para evitar que la ratio de deuda aumente sin cesar, los gobiernos podrían tener que subir los impuestos o permitir un aumento de la inflación para acabar con la deuda. Si los inversores ponen trabas ante lo elevado de la inflación, los costes de los préstamos podrían aumentar aún más. Los bancos centrales podrían tener que subir los tipos de interés, poniendo a prueba su independencia, porque a los políticos no les gusta ver cómo se aprieta la economía.

Foto: El Banco Central Europeo. (Reuters)

Uno de los motivos por los que los atracones de deuda pública tienen mala fama es la experiencia de los países en desarrollo que renquean de un impago a otro. Estos casos, sin embargo, suelen afectar a países que piden préstamos en monedas que no controlan, como el dólar.

China e India, dos grandes países emergentes, están alcanzando al mundo desarrollado en su afán por emitir deuda en sus propias monedas.

Según el FMI, China ha registrado déficits presupuestarios de alrededor del 11% el año pasado y del 10% este año. Su ahorro interno formidable y los límites a la circulación de capitales hacen que no tenga que preocuparse por la huida de los acreedores extranjeros.

El Ministerio de Finanzas de la India, por su parte, utilizó su informe anual para abogar por un gran aumento de la deuda pública en rupias, afirmando que esto podría impulsar el crecimiento. El informe indica además que "la asunción de riesgos a través de la inversión pública puede catalizar la inversión privada y desencadenar un círculo virtuoso. Movilizará la inversión privada en lugar de desplazarla".

"La deuda pública todavía tiene límites", sentenció De Grauwe. "Solo que son mucho mayores de lo que solíamos pensar"

India tuvo un déficit presupuestario de casi el 10% del PIB en el año que terminó en marzo, gracias a un paquete de estímulo de cientos de miles de millones de dólares. El Gobierno afirma que está contribuyendo a mantener la economía en marcha y las arcas fiscales llenas. La ministra de Finanzas, Nirmala Sitharaman, afirmó en una entrevista que "la crisis es extraordinaria y desafiante, pero esperamos que nuestra recaudación sea más que satisfactoria".

Casi todos los economistas coinciden en que la deuda pública no puede aumentar eternamente sin repercusiones. También existe un acuerdo generalizado respecto a que los altos niveles de deuda pueden ser seguros si son baratos, quizás incluso a niveles más altos de lo que se pensaba convencionalmente hace 20 años. La pregunta de los 90 billones es hasta dónde puede llegar.

"La deuda pública todavía tiene límites", sentenció De Grauwe. "Solo que son mucho mayores de lo que solíamos pensar".

Miho Inada y Rajesh Roy contribuyeron a este artículo.

*Contenido con licencia de ‘The Wall Street Journal’.

Con la pandemia, la deuda pública mundial ha alcanzado el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial, superando la producción económica anual del mundo. Los gobiernos, especialmente los de los países ricos, están pidiendo aún más préstamos para compensar los daños causados por el covid-19.

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