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14-D: la huelga más grande jamás vivida que puso a González al borde de la dimisión
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30 AÑOS DE LA HUELGA GENERAL QUE CAMBIó ESPAÑA

14-D: la huelga más grande jamás vivida que puso a González al borde de la dimisión

Hace ahora 30 años, una huelga general paralizó el país. Ocho millones de trabajadores pararon contra el Gobierno de Felipe González. Todo fue distinto a partir de entonces

Foto: Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.
Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.

Hace hoy 30 años, España fue un páramo. La demanda eléctrica se hundió un 25%, como si aquel miércoles de diciembre fuera un día festivo; las calles y los tajos obreros se paralizaron como nunca antes lo habían hecho desde la Guerra Civil, y hasta la televisión pública, la única que existía, se fue a la carta de ajuste por un oportuno apagón realizado desde el repetidor de bola de nieve (Navacerrada) consentido por la propia Pilar Miró, por entonces directora general de RTVE, y que a la postre sería la única víctima política del descontento ciudadano. España se había puesto en huelga a las 00:00 horas del 14 de diciembre de 1988. Y la señal era un fundido en negro, una especie de Grândola, Vila Morena del movimiento sindical.

Desde entonces, aquel 14-D, que nació mes y medio antes en una cena a la que asistió un puñado de sindicalistas en el restaurante El Parrillón —Nicolás Redondo, Antonio Gutiérrez, Agustín Moreno, Apolinar Rodríguez y José María Zufiaur—, representa la madre de todas las huelgas. O mejor dicho, el espejo en el que se miran los sindicatos cuando quieren sacar músculo. Y aquel 14-D lo sacaron. Hasta el punto de que ellos mismos se asustaron cuando hicieron la convocatoria legal ante el Ministerio de Trabajo llamándola paro general. Sin duda, porque tanto CCOO como UGT temían las connotaciones políticas que tendría utilizar la expresión huelga general en un país en el que muchas manifestaciones obreras durante la dictadura habían acabado como el rosario de la aurora por la represión franquista.

Foto: Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo. Opinión
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Lo cierto es que el transporte público dejó de funcionar, el pequeño comercio echó el cierre, la única energía eléctrica que se consumió fue la doméstica porque las fábricas dejaron de echar humo, los institutos y las universidades no abrieron y hasta futbolistas como Valdano o Butragueño animaron a la población a correr por la banda izquierda. Y lo que es mucho más relevante: no pasó nada. Ni un incidente significativo —el momento de mayor tensión fue a las puertas de El Corte Inglés de Preciados, en Madrid— en la primera gran huelga general convocada desde 1939.

Por no haber, ni siquiera hubo guerra de cifras. Era una evidencia que el país estaba conmocionado. Había entrado en 'shock'. El propio Felipe González reconocería años después que aquel 14-D había sido el día más duro de su carrera política. No en vano, como dijo Chema de la Parra, secretario de Organización de CCOO, habían parado “hasta los relojes”.

placeholder Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.
Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.

¿Qué había pasado? ¿Por qué el éxito de la huelga superó las mejores expectativas que tenían los convocantes? ¿Cómo fue posible que, al mismo tiempo, Felipe González rozara la mayoría absoluta (175 diputados) apenas 10 meses más tarde? ¿Murieron de éxito los sindicatos?

Los dividendos de la recuperación

El sindicalista Alberto Pérez, por entonces responsable de UGT en el País Vasco, coincide con la opinión mayoritaria: la presentación por parte del Gobierno socialista del llamado Plan de Empleo Juvenil (que precarizaba el mercado de trabajo) no fue más que la gota que colmó el vaso. La economía creció ese año por encima del 5% y muchos consideraban que era ya el momento de repartir los dividendos de la recuperación económica después de una durísima reconversión que había dejado en la calle a decenas de miles de obreros industriales, aunque fuera con salarios hoy inimaginables. Como sostiene el exdirigente de UGT, “funcionó la primera parte, la reconversión, pero la reindustrialización fue un completo fracaso”, y eso dio alas al movimiento sindical.

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Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.

El divorcio entre los sindicatos y el segundo Gobierno socialista, en todo caso, venía de lejos. En concreto, desde que en 1985 Felipe González planteó la primera reforma en profundidad de las pensiones en democracia. La reforma consistía en aumentar de dos a ocho años el periodo de cálculo de las pensiones (hoy son 25) y de 10 a 15 años el tiempo mínimo de cotización. Aquella huelga general fue convocada en solitario por CCOO, y aunque su seguimiento fue moderado, sembró la semilla del 14-D.

De hecho, tuvo un efecto multiplicador. Nicolás Redondo, el líder de UGT que en 1974, en el Congreso de Suresnes, había renunciado a dirigir el PSOE con una frase memorable: “Si me elegís, nunca llegaremos al Gobierno”, había puesto pie en pared. Su alejamiento de González era algo más que evidente después de 'regalarle' un AES (Acuerdo Económico y Social) que garantizaba al Gobierno dos años de paz social —1985 y 1986— a cambio de muy poco. Su dimisión como diputado del Congreso junto a Antón Saracíbar era la demostración más palpable de que la familia socialista se rompía.

El poder despótico

Agustín Moreno, por entonces secretario de Acción Sindical de CCOO, apunta otras causas. Felipe González había barrido en las elecciones de 1982 (202 diputados), pero las expectativas creadas por el Gobierno socialista rápidamente se hundieron. González, sin embargo, había ganado el referéndum de la OTAN poniendo todo el aparato del Estado a su servicio, y su “poder despótico” le había llevado a despreciar a los sindicatos utilizando, en el caso de UGT, a José Luis Corcuera como una especie de infiltrado de Ferraz en el sindicato socialista, que hasta 1986 había recomendado a sus afiliados votar al PSOE en las generales.

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Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.

Un debate protagonizado por Nicolás Redondo y Carlos Solchaga en TVE en aquella época resume aquel clima de enfrentamiento. Redondo, en un momento de máxima tensión, le espetó al ministro de Economía: “Carlos, te has equivocado de trinchera; tu problema son los trabajadores”. No había nada más que decir. Solchaga apenas pudo responder al veterano sindicalista que ya no se reconocía en la UGT en la que militaba. Tenía razón. El sindicato ya no era el mismo.

UGT había llevado en solitario el apoyo a la reconversión, frente a CCOO y ELA, y eso puede explicar que su reacción contra la política económica de Solchaga fuera, incluso, más virulenta que la de CCOO. Como dice el refrán, no hay peor cuña que la de la misma madera. Y Redondo, el mismo dirigente que había hecho posible que un joven abogado laboralista completamente desconocido fuera secretario general del PSOE tras el célebre pacto del Betis, fue amenazado, incluso, de expulsión. Y lo que es más relevante y hasta cruel, utilizando al histórico Ramón Rubial, el presidente del partido, para que UGT abandonara su choque frontal con el PSOE.

placeholder Pinche para leer las notas manuscritas de Felipe González sobre el 14-D. (Fundación Felipe González)
Pinche para leer las notas manuscritas de Felipe González sobre el 14-D. (Fundación Felipe González)

Valía todo para descabezar al movimiento obrero. El propio Felipe González, en un comité federal, certificó días después del 14-D su distanciamiento de los sindicatos cuando en unas notas manuscritas que el propio expresidente ha desvelado en su fundación dejó bien claro que “se gobierna desde Moncloa y no desde Ferraz”, lo que era señal de que algo estaba cambiando.

La unidad sindical comenzó a fraguarse en aquel 14-D y se consolidó con una oportuna reforma del Estatuto de los Trabajadores que acabó con la guerra de los preavisos para ganar las elecciones sindicales.

La huelga tuvo tanto éxito que se repitió una de media jornada en 1992 y otra de 24 horas en 1994, las dos contra el Gobierno de Felipe González, que aquel 14-D se vio obligado a reconocer “el éxito político de la huelga general”, así como “el duro golpe que ello supone políticamente para el Gobierno”. El propio expresidente ha sugerido en alguna ocasión que incluso se le pasó por la cabeza dimitir, y en sus memorias manuscritas reconoce abiertamente que el partido debía hacer autocrítica. Pero dicho esto, deja bien claro que "no se puede decir todo lo que se piensa".

Tan duro fue el 14-D para el Gobierno que las concesiones que tuvo que hacer Moncloa a los sindicatos —pensiones no contributivas, subida del sueldo de los funcionarios, aumento de la cobertura de desempleo— están en el origen de la dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente. Felipe González, finalmente, había apostado por Solchaga y no por su mejor socio y amigo durante el asalto al poder de Suresnes.

Sardinas de Bilbao

Los sindicatos capitalizaron el éxito del 14-D y volvió a subir la afiliación con fuerza. Una especie de edad de oro del sindicalismo que permitió a UGT crecer en recursos. Hasta el punto de que en una de las fiestas del Primero de Mayo, celebrada en la Casa de Campo, se pidió al restaurante Currito, muy de moda por entonces, que trajera sardinas de Bilbao para asarlas junto al lago.

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Foto: Archivo de Historia del Trabajo de la Fundación 1º de Mayo.

Paradojas de la vida. Manuel Escudero, actual embajador de España ante la OCDE, y hombre de confianza de Pedro Sánchez, fue quien defendió al PSOE de Felipe González en un debate organizado por la televisión vasca en el que su adversario era Alberto Pérez, por entonces responsable de UGT en el País Vasco. Y es que, aunque cueste creerlo, en los ochenta la única oposición al poder socialista fueron los sindicatos, lo que también explica el éxito del 14-D. El famoso 'techo' de Fraga había convertido Alianza Popular (AP) en la mejor opción para González, que premió al político gallego con el título honorífico de jefe de la oposición, pero sin influencia real sobre el destino del país hasta la llegada de Aznar, ya en los primeros años noventa.

Foto: Felipe González, en el Palacio del Pardo en 1988, año de la huelga general. Opinión

Es por eso por lo que el 14-D también tiene mucho de una feroz batalla en busca de la hegemonía dentro de la izquierda, dividida entre el poder formal que da el Gobierno y el poder sindical que se ventila en los centros de trabajo. Y el PSOE, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, ya no quería saber nada de los sindicatos. En palabras de Agustín Moreno, se trataba de “desmontar” el poder sindical con un modelo de concertación “por arriba”, mediante acuerdos sociales, que los ha alejado de los centros de trabajo. González, incluso, llegó a aprovechar la crisis de PSV para descabezar la dirección de UGT y al propio Nicolás Redondo, que tuvo que retirarse por la puerta de atrás. Hoy, como sostiene Moreno, los movimientos sociales, como las mareas, han desbordado a los propios sindicatos.

La feroz batalla en el seno del PSOE llegó, incluso, hasta el ridículo. Es poco conocido que la huelga general del 14-D coincidió con el centenario de UGT, fundada en Barcelona en 1888, lo que animó a los directivos de TVE a producir un programa conmemorativo. El encargado de realizarlo fue el periodista Juan Antonio Sacaluga, de larga carrera en RNE, que se desplazó por media España localizando exteriores e hitos del movimiento obrero. Pues bien, cuando el programa iba a emitirse, alguien de Moncloa —es impensable que la decisión se tomara en Prado del Rey— decidió que no era el momento. Han pasado 30 años y aquel reportaje nunca ha visto la luz, lo que refleja hasta qué punto la censura se utilizó para frenar la huelga general. No sirvió para nada. A España se le puso durante un día cara de carta de ajuste.

Hace hoy 30 años, España fue un páramo. La demanda eléctrica se hundió un 25%, como si aquel miércoles de diciembre fuera un día festivo; las calles y los tajos obreros se paralizaron como nunca antes lo habían hecho desde la Guerra Civil, y hasta la televisión pública, la única que existía, se fue a la carta de ajuste por un oportuno apagón realizado desde el repetidor de bola de nieve (Navacerrada) consentido por la propia Pilar Miró, por entonces directora general de RTVE, y que a la postre sería la única víctima política del descontento ciudadano. España se había puesto en huelga a las 00:00 horas del 14 de diciembre de 1988. Y la señal era un fundido en negro, una especie de Grândola, Vila Morena del movimiento sindical.

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