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Por qué los guardianes de la moral odian a Vinícius y lo que no soportan de él ni del Real Madrid
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Ángel del Riego

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Por qué los guardianes de la moral odian a Vinícius y lo que no soportan de él ni del Real Madrid

Las aficiones españolas acosan a Vinícius por marcar golazos y ser uno de los mejores del mundo. Al brasileño le dicen que no es un ejemplo para los niños mientras le insultan

Foto: El jugador brasileño recibió los insultos y el desprecio de las gradas del Sadar. (Reuters/Vincent West)
El jugador brasileño recibió los insultos y el desprecio de las gradas del Sadar. (Reuters/Vincent West)

En el último espasmo del partido que enfrentó al Real Madrid contra el Osasuna, Arda Güler, el niño turco de todas las promesas, apañó un balón en el medio campo, miró hacia el horizonte y disparó una parábola tan perfecta que parecía salir del Nuevo Testamento. El balón iba recto hacia arriba, no se oscurecía ni perdía ímpetu. Y llegado al clímax, comenzó una caída muy plástica como si fuera una infografía de un gol mitológico.

De repente, todos observamos algo que Güler había previsto desde el banquillo: el portero osasunista estaba muy adelantado. Y la posibilidad del gol era real. Gol desde el medio campo, uno de los dos goles de la tipología de goles imposibles y heroicos. El otro es el de Maradona o el de Ronaldo. Regatear a todo el equipo contrario y dejar la pelota del otro lado de la raya como si fuera un explosivo sin detonar.

El envío de Arda cayó a plomo y dio en el travesaño. Ese ruido nos despertó del ensueño. Tac. Valverde venía persiguiendo el balón como un perro de presa y se encontró con la pelota más fácil de su carrera. Sin portero, con espacio y con tiempo para pararla. Su partido había sido grandioso, con tres asistencias. Pero ese gol, como la puerta del guardián de Ante la ley de Kafka, estaba predestinada a una sola persona.

placeholder Güler no pudo aprovechar mejor sus pocos minutos.
Güler no pudo aprovechar mejor sus pocos minutos.

Ese gol era para Güler y Güler no lo marcó, así que Valverde fue empujado por fuerzas extracorpóreas y se tropezó con su sombra o algo parecido. El árbitro pitó el final y no hubo más. Arda Güler, con apenas 20 minutos sobre el campo contra equipos de primera división, ya ha dejado tantos detalles mágicos como algunos jugadores en toda su carrera.

El recuerdo de Özil y la magia de Güler

Esto lo tiene el florentinismo y nada más que el florentinismo. Es un conjunto de profecías autocumplidas. Se compra a un niño-mago y te sale un niño-mago. Un jugador mezcla de Guti (el golpeo del sábado parecía suyo) y de Özil con esa energía celeste. Dos de los grandes exquisitos que nos llenaron de gozo y sufrimiento en su transitar por el Madrid.

Un niño-mago con su pendiente y su tragedia, sus lesiones y alguien —Ancelotti— que saca de quicio a una audiencia impaciente que quiere ver lo más pronto posible al chico hacer surf con la pelota. Pero Ancelotti es el señor más sabio del reino y ha visto cómo en el Fútbol Club Barcelona, el hombre del saco se llevaba a todos esos jóvenes que iban para figuras. Sabe de lo frágiles que son los manantiales jóvenes, nada más nacer, llenos de ilusión y de miedos que cargan sus músculos y convierten sus articulaciones en cristal.

Foto: El futbolista alemán, en uno de sus últimos partidos con el Real Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

En el banquillo se vio a Vinícius con cara de embeleso por lo que había hecho el chico turco. Vinícius, que volvió a inventar el fútbol en otro partido fascinante, aunque según los profetas de la moral, afeado por unas quejas al árbitro un poco sobreactuadas. A Vinícius se le ponen pegas desde el principio y siempre se le ha negado el status de genio. Quizás esas pegas sean un miedo secreto a lo que no se entiende y a la vez, tiene una luz cenital que lo alumbra en el centro de la estancia. Esos mismos que dicen que Velázquez, en fin, un gran pintor, pero tenía un esclavo y trabajó toda su vida para la corona.

Vinícius, siempre en el foco

Esas pegas se las pone también un tipo de madridista que el escritor Antonio Valderrama llama "madridismo pigmeo". Gente obsesionada con las apariencias y el reflejo del Madrid en los medios de comunicación. Gente incapaz de gozar con el genio cuando se desata; algo parecido a una catástrofe natural, pero que en vez de vidas, arrastra nuestra memoria hacia los paraísos que perdimos. Eso justo es Vinícius. Y lo es de una manera absoluta, arrolladora, sin principio ni fin.

Desde que lo vimos en aquellas imágenes de la liga brasileña, era así. Hacía cosas nunca vistas y cometía errores tan diáfanos como los niños cuando están aprendiendo a leer y escribir. Vinícius siempre hacia arriba, empujando la roca hacia la cima de la montaña para dejarla caer el día del partido, el día grande de la fiesta grande, del partido donde nos cogemos las manos. Y ahí Vinicius marca el gol inimaginable, corre mil kilómetros por su senda más allá de los rivales, de los que lo odian, solo cerca del balón y de su sonrisa que es su escudo y su motor.

Después de marcar su segundo gol, Vinícius pasó delante de una pancarta que habían escrito unos chavales. La pancarta decía lo siguiente:

VINÍCIUS

MENOS: Piscinazos, teatro, Netflix.

No es racismo.

MÁS: Respeto al rival, respeto a las aficiones, ejemplo para los niños.

"Rubén espejo de valores". "Em dones la samarreta?"

Esta pancarta es como el mundo oculto de Stranger Things. El mundo de todo al revés. Se necesitaría una escuela entera de antropología para desactivar toda la falsa moralina que esconde la pancarta, que es la del fútbol español con su seleccionador a la cabeza. El honrado público osasunista —exactamente igual que el honrado público de cualquier plaza provincial— se comportó de forma intachable si no fuera por un pequeño detalle: se pasó todo el partido pitando e insultando ("toonto, tooonto") al mejor jugador sobre el césped.

Todos contra el brasileño

Al único capaz de hacer disfrutar a la afición, capaz de construir memoria, al jugador por el que un aficionado de cualquier equipo que juegue contra el Madrid, paga la entrada. Paga la entrada y quiere verlo hacer maravillas con la pelota y a la vez, quiere que su equipo lo cosa a patadas. Y quiere verlo marcar un golazo para decir: yo estuve allí; y se pasa todo el partido insultándolo como si le fuera la vida en ello. Es algo natural en el fútbol, esa contradicción, esa unidad de rabia semanal a descargar contra la estrella del equipo de la capital.

placeholder Vinícius ganó el partido con un doblete. (EFE/Jesús Diges)
Vinícius ganó el partido con un doblete. (EFE/Jesús Diges)

Lo que no es natural es que le llamen valores. No es natural que los mismos que se quedan roncos insultando lo hagan porque "Vinícius no es un ejemplo para los niños". Pobres niños. Si lo único que ellos quieren es pisar alegres los hormigueros en los días donde el sol estalla de felicidad. Hagan ustedes la prueba y pregunten a un niño (si es que encuentran alguno) si prefieren ser Rubén o Vinícius. Si prefieren jugar a ser Napoléon o a ser un secretario judicial.

En el partido también estaba Brahim, quien marcó un muy buen gol yéndose de frente hacia el portero, aguantando una larga carrera y poniéndosela suave a un lado, como si todo fuera siempre tan fácil. Es un jugador que ha llegado a su cenit. Tiene 24 años y un talento importante de cuna. Es pequeño pero rápido. Nada frágil. Poderoso tren inferior y gran talento para el espacio minúsculo. Sabe jugar, sabe asociarse y sus goles son cada vez más frecuentes. Fue el mejor la temporada pasada en un Milan que jugó semifinales de Champions.

​De la Fuente, señalado por sus errores

Este año le dio el pase al Madrid a cuartos de final con un golazo que nadie más puede marcar en España. Es quizás el único jugador nacional capaz del desborde por dentro, capaz de jugar como un extremo en zonas de delantero centro. Debería ser un fijo en la selección, pero no lo es. Ni siquiera ha sido convocado. Y eso que el seleccionador es un hombre lleno de valores, como todos en la Federación desde la magistratura de Vicente del Bosque.

El seleccionador —que habla continuamente de ejemplaridad y de compromiso— es un hombre muy digno, heredero de esos profesores de gimnasia que se creen guía espiritual de los chavales. Tiene un tono aburridísimo —aunque no tanto como el juego de su selección— y dijo lo siguiente al ser preguntado por Brahim: "hay tres máximas a la hora de ser seleccionado: una, que pueda jugar en la selección; dos, que quiera hacerlo, y tres, que el seleccionador le seleccione. La más importante es querer, sin exigencias ni obligaciones, en igualdad de derechos".

Foto: El jugador del Real Madrid Brahim Díaz esta temporada. (AFP7)

Por tanto, De la Fuente, deja caer que Brahim le ha exigido cosas imposibles y ha roto una supuesta igualdad de derechos que nadie sabe lo que significa. De la Fuente también dijo que no se llamaba a nadie, que solamente se le convocaba, lo cual se sabe que es mentira, como son mentiras las supuestas exigencias de Brahim, que el madridista negó inmediatamente.

Así que estos son los valores ejemplarizantes del fútbol español que pedía la pancarta en el campo de Osasuna. Mentiras, falsedades y valores ejemplarizantes. El título de una película independiente de los 90. Una falsa moral como un manto gris que cubre los desprecios, los tejemanejes, los intereses creados y el miedo al talento cuando se desboca. Una falsa moral que poco a poco se va convirtiendo en ley. En la ley del país del todo al revés.

En el último espasmo del partido que enfrentó al Real Madrid contra el Osasuna, Arda Güler, el niño turco de todas las promesas, apañó un balón en el medio campo, miró hacia el horizonte y disparó una parábola tan perfecta que parecía salir del Nuevo Testamento. El balón iba recto hacia arriba, no se oscurecía ni perdía ímpetu. Y llegado al clímax, comenzó una caída muy plástica como si fuera una infografía de un gol mitológico.

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