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Bellingham y Modric, contra la indiferencia: las conclusiones de un Clásico sin juego
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Bellingham y Modric, contra la indiferencia: las conclusiones de un Clásico sin juego

El Real Madrid tiró al vertedero la primera parte contra un Barça formado de retales que se desinfló más tarde. Vinícius debe abandonar la condición de mártir para volver a brillar

Foto: El jugador inglés noqueó al Barça. (Reuters/Albert Gea)
El jugador inglés noqueó al Barça. (Reuters/Albert Gea)

Decía el sabio que cuando al fútbol se le extirpara la violencia, volverían las guerras... y aquí están. Llegan los telediarios saturados con la sangre de la historia y el Barcelona-Madrid aparecía al final de la semana ante la indiferencia mundial. Desde hace unos años parece que vivamos en los minutos de descuento de una época agotada. Y el final de esa época en el fútbol lo marcó la huida de los tres últimos grandes: Messi, Cristiano y Benzema. Al fútbol-parodia que se da en las ligas de los países con petróleo.

Ligas sin historia, ni profundidad de campo, ni un entramado sentimental en las hinchadas que llene el césped de símbolos. Aquellos pases de Xavi en el Barça de Pep que parecían los puntos de fuga de una nación o las patadas de Ramos a Messi, una demostración palpable de que la ley necesita de la coacción para ser mejor entendida por la ciudadanía.

Eso es el pasado. Un pasado reciente, aunque no tanto. En el fútbol, como en la vida de los perros, cada año vale por siete de la historia humana. Así que hace un siglo de aquello. Y como en los documentales coloreados de la Segunda Guerra Mundial, todo parecía más de verdad, crudo, doloroso y mítico en esas imágenes que llevamos cosidas por dentro y comparamos inevitablemente, con lo que el sábado vimos en el Estadio Lluís Companys.

Un estadio que lleva por nombre el de un político fusilado por una equivocación. Y eso es lo que pareció todo el primer tiempo del Real Madrid: una equivocación. Unos jugadores desganados que, ante un público en absoluto hostil, se desparraman sobre el césped con la convicción de una proclama por la paz en la sede de las Naciones Unidas.

Foto: Mourinho y Guardiola se saludan en un partido disputado en el Camp Nou. (EFE/Alberto Estévez)

La alineación de Ancelotti contenía un pequeño disparate: Rodrygo en el sitio de Joselu. El lugar de un delantero centro que, más que un lugar, es una cualidad indispensable para el buen funcionamiento de la entidad blanca. El Madrid tiene tradiciones pétreas, pero que nadie conoce. Un club tan grande como un agujero negro y que solamente se hace consciente cuando los planetas son engullidos con fantásticas explosiones de luz.

Al Real Madrid le falta un delantero de élite

En el centro debe haber un ancla sobre el que gire todo el equipo. Y allá, en el borde lunar, un delantero centro como el norte magnético que oriente a los jugadores para que no estén siempre corriendo hacia ningún lugar. Imaginen una delantera con Vinícius, Bellingham y Rodrygo. Si cierran ustedes los ojos y los ponen a correr por su memoria, observarán a un loco dando voces por la margen izquierda.

A un genio elástico y altivo, pero que solamente toca la pelota cuando presiente el gol. Y en la margen derecha, a Rodrygo, un cazador sin huella hecho para los finales del partido. Alguien que hace jugadas exquisitas fuera del ritmo del encuentro y que ya no acaban en gol. Rodrigo únicamente tiene magia y esa cualidad es impredecible y se gasta con la voluntad, que es siempre un saco de piedras. Así que Rodrigo es un adjetivo y siempre va a ser eso, pero el Madrid arriba necesita una referencia, un sustantivo, un delantero centro que arrastre el tejido del partido hacia la portería rival.

placeholder Vinícius Júnior celebra la victoria en el césped. (Reuters/Albert Gea)
Vinícius Júnior celebra la victoria en el césped. (Reuters/Albert Gea)

La bandera del medio campo la planta Tchouaméni, que hasta ahora solamente es un animal de compañía. Grande como una plataforma petrolífera y peligroso como un caniche vestido de púrpura. En el gol, nuestro mediocentro permitió una combinación en el sitio del peligro y del que surgió un rebote que se coló inocentemente en el área de Kepa.

Alaba no tiene liderazgo en defensa

Todos miraron como si estuvieran viendo el partido por televisión y Alaba salió al corte con Gündogan con la jerarquía suya de siempre: la de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Fue un gol bobo que no se gritó con mucha alegría. Tampoco hubo sensación de fin del mundo en el lado madridista. Ancelotti seguía con la mano en la taleguilla mientras sus jugadores se vencían continuamente al contacto con el oponente.

Están convencidos de que hay una conspiración mundial en su contra y esa es una excusa perfecta para luchar de mentiras, como en las pelis antiguas de romanos. Vinícius estuvo todo el partido topando contra la cuarta pared, desafiando a un público invisible y dejándose caer en un decorado de cartón. Se encaró con Xavi y dejó que el catalán le tocara la cara un poco entre el cariño y el desprecio.

placeholder El brasileño tuvo un pequeño pique con Xavi. (EFE/Quique García)
El brasileño tuvo un pequeño pique con Xavi. (EFE/Quique García)

Cuando fue cambiado, Ancelotti tuvo que cogerle de la mano para llevarle a la habitación de los niños a que juegue en un mundo hecho a su medida, donde es héroe, provocador y víctima entre el aplauso de las multitudes que llenan su cabeza y las playas de Río de Janeiro. La realidad es que los mejores jugadores del Barça son descartes del City y del Atleti y aun así, el equipo azulgrana tenía cogido el partido por las solapas mientras los blancos eran un conglomerado inconsistente que se movía de aquí para allá mecidos por Tchouaméni, cuya abulia crónica era el compás del Madrid.

Vinícius, contra el mundo

En el Real Madrid solamente existía el punto de fuga de Vinícius así que todos los balones se iban embarcados a los tejados. Vinícius ganó la guerra y se ha vuelto a meter en ella. Sin un Benzema al lado que le marque los caminos, oye voces y vuelve a resbalarse. El gol, como antaño, es el abismo donde la escalera se da la vuelta. La virtud ha huido de su juego y hasta que no salió Modric, no existió sobre el campo.

El Barcelona está sembrado de nombres intercambiables, Gavi, que sabemos que no es Pedri porque Gavi juega y Pedri es una suerte de tierra prometida que siempre está por llegar. Un tal Fermín y otro Oriol, que es el Pelayo de los nombres catalanes y parece una cuota lingüística más que un jugador de fútbol. Balde, Christiansen o Ferran, corren y empujan, pero ninguno tiene algo que los defina más allá de cierta aplicación táctica.

placeholder Gavi intentó secar a Bellingham. (Reuters/Albert Gea)
Gavi intentó secar a Bellingham. (Reuters/Albert Gea)

Con esos mimbres, los azulgranas y los merengues, trazaron una tregua. Unos no tenían talento y los otros carecían de ganas. Así que hubo largos minutos donde no pasó nada como en los interludios existenciales de las películas de catástrofes, con la diferencia que la catástrofe no acababa de llegar porque no se jugaba con abismos y cuchillos, sino para cubrir un expediente.

Todo cambió en la segunda parte

Acabó la primera parte con la impresión de que el sistema del Barcelona es superior al del Madrid. Una impresión que sigue inexpugnable desde que Cruyff se decidió a abrir el campo con extremos. Treinta años de superioridad táctica seguida por los gritos de éxtasis de los comentaristas. El Madrid era una incógnita porque no había sido nada y la impresión era que a poco que soplase el endeble equilibrio culé se iba a venir abajo. Y así fue.

En la segunda parte surgió Modric de las entrañas del fútbol y le dio claridad, luz y música a cada pelota que tocaba. Allá en lo más inhóspito, Joselu sustituyó a Rodrigo y aunque anduvo con los empeines cambiados de sitio, con solo estar en el lugar del delantero centro, consiguió ordenar los ataques del Madrid y dejar tiempo y espacio para que la segunde línea pudiese dominar.

placeholder Modric tuvo un gran impacto en el partido. (Reuters/Nacho Doce)
Modric tuvo un gran impacto en el partido. (Reuters/Nacho Doce)

Vinícius seguía con su protesta rutinaria, pero el juego del Madrid seguía la senda de Luka. Camavinga sustituía a Mendy y se trajo consigo todas sus virtudes y todos sus defectos. Es así, es un jugador que siempre decanta el contexto, lo contrario a Tchouaméni, que parece que juegue en secreto. Camavinga rompe todos los cristales al salir a escena y sus carreras deshacen el equilibrio del contrario. Tiene el problema de no saber mirar atrás, ya que su educación no es la de un defensa, y a su espalda puede maniobrar un ejército que él no se da por aludido.

Bellingham ejerció de líder

En el minuto 67, se puede observar a un jugador donde la mediapunta blaugrana pidiendo la pelota con desesperación. El paisaje era tenso, de espera, como antes de un bombardeo. Por primera vez había peso y angustia sobre el césped. Al chico no le dan la pelota y hay un centro fácil que es despejado a su zona. Recoge el balón con una pierna y da un paso para acompasar el cuerpo y el deseo. El golpeo de tan perfecto es irreal.

Treinta metros después, la pelota ya era gol. Ese fue el único trazo del partido que sobrevivió a la vuelta a casa. Lo que pasó tras la iluminación no tiene importancia. Intentos baldíos de un Barcelona de niños y retales. Lewandowski como efigie erosionada que ve pasar el tiempo sin inmutarse. Contras y contras del Madrid atrabiliarias hasta que Modric roza el balón, pero Modric solo puede estar en un escalón de la jugada, así que se va de la confusión a la luz y de la luz a la oscuridad una y otra vez.

placeholder Bellingham es el máximo goleador del Real Madrid. (EFE/Quique García)
Bellingham es el máximo goleador del Real Madrid. (EFE/Quique García)

Otro gol de Bellingham en el tiempo de descuento, un gol con el que se contaba y que se retrasó por pura maldad, para hacer daño a la gente blaugrana que lleva dentro todos esos miedos aletargados. Y el fin de un partido sin más ilusión que hacer rabiar a los culés, con una victoria frígida e incompetente, seguida, eso sí, de una de las frases fundacionales del madridismo.

El Madrid no juega a nada. Quizás sea verdad, pero este equipo está por explorar. Dentro de Bellingham parpadea un imperio. A Vinícius hay que limpiarle la consciencia de mártir para que su juego vuelva a florecer. Camavinga debe jugar aunque su sitio no esté claro y Rodrigo es una ilusión que solo enamora en los finales de partido. Y con Tchouaméni nadie sabe muy bien qué hacer. El primero, él mismo. Cuando se decida su tiempo empezará a contar.

Decía el sabio que cuando al fútbol se le extirpara la violencia, volverían las guerras... y aquí están. Llegan los telediarios saturados con la sangre de la historia y el Barcelona-Madrid aparecía al final de la semana ante la indiferencia mundial. Desde hace unos años parece que vivamos en los minutos de descuento de una época agotada. Y el final de esa época en el fútbol lo marcó la huida de los tres últimos grandes: Messi, Cristiano y Benzema. Al fútbol-parodia que se da en las ligas de los países con petróleo.

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