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La nefasta gestión de la victoria de los Bulls de Jordan (y su inquietante derivada española)
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De la fiesta al mal rollo

La nefasta gestión de la victoria de los Bulls de Jordan (y su inquietante derivada española)

El abucheo a la viuda del antiguo mánager de los Bulls durante un homenaje al equipo hexacampeón destapa que en el deporte profesional es a veces más peligrosa la victoria que la derrota

Foto: Los jugadores de los Chicago Bulls Toni Kukoc, Ron Harper, Dennis Rodman, Scottie Pippen y Michael Jordan asisten a un partido de la NBA. (Getty Images/Raymond Boyd)
Los jugadores de los Chicago Bulls Toni Kukoc, Ron Harper, Dennis Rodman, Scottie Pippen y Michael Jordan asisten a un partido de la NBA. (Getty Images/Raymond Boyd)

Michael Jordan se retiró cuando la mayoría de nuestros hijos no habían nacido, pero todos nuestros hijos quieren ahora comprarse las zapatillas de Jordan. Solo en 2023, Jordan ganó 330 millones de dólares vendiendo productos de su sello en Nike, Air Jordan, casi cuatro veces más que su sueldo durante toda su carrera. La marca Air Jordan representa el 14,16% de los ingresos totales de Nike. No por conocido, el caso Jordan es menos singular: es impensable que un futbolista retirado hace dos décadas tuviera hoy más tirón popular y comercial que Messi o Ronaldo, pero, aunque lleva sin tirar a canasta desde 2003, Jordan sigue siendo el más cool. Al contrario que la nómada estrella actual de la NBA, LeBron James, Jordan ganó todos sus títulos (seis) en el mismo equipo, los Bulls de Chicago, el mejor de todos los tiempos, según algunos expertos.

Hasta aquí las buenas noticias para los Bulls de Jordan...

Las malas son que el club homenajeó hace unos días al equipo del sexteto noventero, pero lo que debería haber sido una fiesta, acabó en bochorno y mal rollo. Para empezar, los tres jugadores más icónicos de esa dinastía —Jordan, Scottie Pippen y Dennis Rodman— no se presentaron al sarao. Jordan, de hecho, lleva dos décadas poniéndose de perfil con los Bulls. El exjugador ha sido presidente de operaciones de una franquicia de la NBA (Washington Wizards), y accionista mayoritario de otra (Charlotte Hornets), pero en la gestión de los Bulls ni ha estado ni se le espera. Los Bulls, por último, no han vuelto a ganar un título desde que Jordan dejó el club en 1998. Gran travesía del desierto.

Pues bien, hay quien echa la culpa de TODO lo dicho anteriormente a Jerry Krause, el mánager que montó el equipo ganador noventero, señalado con saña por Jordan en The Last Dance, la muy influyente y exitosa serie documental sobre los Bulls de Jordan estrenada en Netflix durante la pandemia. ¿La acusación principal contra Krause? Retirar a los Bulls de Jordan precipitadamente. En efecto, Krause nunca ocultó que quería renovar el equipo, cuyo ciclo ganador se había alargado mucho más allá de lo previsto (saber cuándo jubilar a un equipo legendario, antes de que la biología o el aburguesamiento den paso a la decadencia y a las derrotas dolorosas, es uno de los grandes rompecabezas de la gestión del deporte profesional). Jordan, que no pasaría ahora un control sobre toxicidad laboral (martirizar a sus compañeros para que jugarán mejor era su gasolina motivacional), sometió esos años a un inclemente abuso verbal a Krause, haciendo bromas humillantes sobre su baja estatura, recurso más que facilón cuando uno es, ejem, un jugador de baloncesto de dos metros.

Foto: Bobby Knight, en una imagen de 2016. (Reuters/Carlo Allegri)

Ocurrió hace 30 años, pero está lejos de cicatrizar. Durante el homenaje de hace unos días, los platos rotos los pagó la viuda de Krause, que rompió a llorar cuando su finado marido fue abucheado por la grada. El rostro descompuesto de Thelma Krause apareció en los videomarcadores del pabellón de los Bulls, escena incómoda que generó un fuerte shock en el deporte estadounidense.

Stacey King, exjugador de los Bulls y comentarista de televisión, no se anduvo por las ramas: “Ha sido lo peor que he visto en mi vida... Los que abuchearon deberían estar avergonzados... Te guste o no Krause, y aunque no hizo un tiro o atrapó un rebote en su vida, trajo seis títulos a este club... Ha sido algo muy maleducado”.

Foto: Michael Jordan

En resumen, pese a que la marca Jordan está por las nubes, la gestión interna de las victorias de los Bulls de Jordan es una de las más traumáticas de la historia del deporte. Un cuarto de siglo después de su último título, sus principales estrellas se borran del homenaje y la afición abuchea a la viuda del hombre que construyó (y puso fecha de caducidad) al equipo campeón. Máximo crujir de fuentes. En lugar de fiesta, ira.

¿A qué se debió la mala metabolización de los conflictos internos que llevaron a la victoria? ¿Qué pasó ahí? Es extraño que semejante racha de títulos no lograra enterrar las desavenencias, ni siquiera retrospectivamente. Preguntamos a dos de las personas que más saben de este asunto: Gonzalo Vázquez, gran experto español de la NBA, y Sam Smith, el periodista estadounidense que escribió el primer libro sobre los Bulls de Jordan en 1991. Atentos.

"Habló tanto sobre sus problemas con Krause que avivó las llamas de la ira en el documental"

Sam Smith: “Fue una época de mucha discordia interna, como muestra la ausencia de Jordan, Pippen y Rodman del homenaje, pero creo que la mayoría de los fans de los Bulls superaron el final de la dinastía, hace 25 años, y que los abucheos se produjeron por el documental The Last Dance, donde Jordan habló tanto sobre sus problemas con Krause que avivó las llamas de la ira”.

Gonzalo Vázquez: “Podría haber amainado, pero hay un consenso muy grande en el área de Chicago en que el tratamiento dado a Krause en The Last Dance le convierte en el villano final y definitivo, especialmente entre las generaciones más jóvenes, las que más se hicieron oír en el abucheo y que incluso no vivieron aquella época. Creo que hubo también algo de nostalgia y de ira, por la larga travesía desde entonces y la actual situación del equipo. Todo eso actuó de agravante en una ceremonia, dicho sea de paso, fracasada desde el inicio sin sus dos grandes nombres, Jordan y Pippen”.

Sam Smith: “Jerry Krause era muy difícil de tratar, confrontativo sin ningún motivo real más que sus demonios personales. Lo que hizo fue convertirse en enemigo de Michael Jordan, y conociendo al jugador, Jordan usó a Krause como su pequeña herramienta personal para motivarse”.

Foto:

Gonzalo Vázquez: “Una cuota importante de la afición no perdonará nunca a Krause dos cosas: el atropellado fin de la dinastía, con el mánager enfrentado a todos, y el fiasco de su reconstrucción, que fue el final de Krause”.

Sam Smith: “A los fans les gusta elegir bando, como si fuera un concurso, ¿prefieres a Michael Jordan o a Jerry Krause? ¡Elige un bando! Lógicamente el equipo de Jordan siempre gana. Que Krause atacara y alienara constantemente a los medios le atrajo pocos aliados. A los líderes corporativos les enseñan ahora relaciones públicas, pero Jerry no fue ese día a clase".

"Con el anillo en la mano, Krause se llenó de soberbia derribando el equipo de arriba abajo"

Gonzalo Vázquez: “Jerry Reinsdorf, el dueño de los Bulls, lo expresó muy bien una vez: Krause podía acertar en todas sus decisiones pero nunca tuvo talento social. Ni con sus estrellas, ni con la prensa, y aún peor, con su cuerpo técnico. El error fatal de Krause fue arrancar la temporada del sexto anillo asegurando que Jackson no seguiría de entrenador, que daba igual si el equipo terminaba la temporada con 82 victorias y 0 derrotas, su camino había terminado. Eso deterioró muchísimo las relaciones allí dentro, y con el anillo en la mano, Krause se llenó de soberbia derribando el equipo de arriba abajo. En términos de dirección deportiva, la edad de oro de los Bulls es un manual casi perfecto de cómo hacer las cosas bien para rodear a Jordan, pero su final, un tanto autoinfligido, fue catastrófico, sobre todo para Krause. Dicho esto, sobra añadir que su mujer no tuvo culpa de nada”.

Phill Jackson, entrenador de los Bulls de Jordan y de los Lakers de Kobe Bryant, y uno de los mejores gestores de egos de todos los tiempos, explica en uno de sus libros de memorias, Once anillos, cómo se caldearon las relaciones con Krause al final de la dinastía:

“Aunque habíamos tenido diferencias, respetaba la inteligencia de Krause para el baloncesto y disfruté trabajando con él en la creación de los equipos campeones. Sin embargo, nuestra relación se había agriado lentamente… Me dejé llevar por la necesidad de proteger a toda costa la intimidad y la autonomía del equipo, mientras Jerry hizo denodados esfuerzos por recuperar el control de la organización. Esa clase de conflicto es habitual en el mundo deportivo y, lamentablemente para nosotros, nuestras diferencias se airearon en un gran escenario”.

placeholder Cartel de la serie de Netflix.
Cartel de la serie de Netflix.

“En términos estrictos, no llamaría "enemigo" a Jerry, aunque es indudable que nuestros conflictos pusieron a prueba mi fuerza interior. Coincidíamos en la mayoría de las cuestiones relacionadas con el baloncesto, pero teníamos visiones contrapuestas sobre el modo de tratar a las personas. Yo intentaba ser lo más abierto y transparente posible, mientras Jerry tendía a ser cerrado y reservado. En cierta medida, fue víctima del sistema, pues en la NBA resulta difícil establecer buenos acuerdos si no eres cauteloso a la hora de compartir información. Jerry no era muy hábil como comunicador, razón por la cual cuando hablaba con los jugadores podía parecer falso o, peor aún, engañoso. Lo compadecí porque sabía que, en el fondo, no era un Maquiavelo despiadado, que era la imagen que los periodistas solían dar de él. Jerry solo pretendía demostrar al mundo que era capaz de crear un equipo campeón sin basarse en Michael Jordan y estaba deseoso de que así ocurriera”.

“Krause decidió hablar con los periodistas y cometió la pifia de su vida… Declaró que “no son los jugadores y los entrenadores quienes ganan campeonatos, sino las organizaciones”. Al día siguiente intentó corregir su error y precisó que lo que pretendía decir era que, “por sí solos, no son los jugadores y los entrenadores quienes ganan campeonatos”, pero el daño ya estaba hecho. Michael se ofendió muchísimo ante ese arrogante comentario de Jerry y durante la temporada lo convirtió en el grito de guerra del equipo. Horas después Krause me llamó a su despacho y declaró: “Me da igual que ganes ochenta y dos partidos, este es tu último año”, zanja Jackson

Aunque el manejo de la victoria de Krause fue malo, le quedará el alivió póstumo de que, años después, un directivo español acabaría llevando la gestión de las victorias a una nueva dimensión catastrófica...

El numerito

A un merluzo puede sentarle peor una victoria que una derrota. No era fácil encontrar peor gestión de la victoria que la de los Bulls de Jordan, hasta que llegó Luis Rubiales e hizo Historia en directo y delante de todo el globo terráqueo. Analizada su performance australiana desde todas las ramificaciones de género posible, quizá sea hora de hacerlo desde el management deportivo...

Rubiales lo tenía muy fácil para convertir la victoria de España en el Mundial en un triunfo reparador, colectivo y hasta personal: le bastaba con NO HACER NADA, desaparecer del mapa durante las celebraciones/poner el foco en las jugadoras y, cuando le tocara manifestarse, decir que el triunfo también había sido de las futbolistas que se habían ido de la selección los últimos meses. Tender la mano. Hubiera quedado como dios. Pero hizo fue exactamente lo contrario, un indescriptible numerito, cuyo mensaje de fondo era: "Esto se ha ganado por mis cojones". De sensato gestor victorioso a paria social tras un arrebato grotesco.

Si la derrota deportiva es dura, la victoria puede ser peligrosa si uno no la interpreta con cautela. Pero los egos son los egos: pedirle humildad a los jugadores y a la gestión deportiva de alto nivel no es sencillo. Lo sabe Rubiales y lo saben Jordan y Krause, cuyas rencillas personales siguen enturbiando no solo las victorias históricas de los Bulls, sino la mala racha posterior, de la que se sigue acusando a Krause, pese a llevar varios años muerto. Si no se pasa página en algún momento, es complicado volver a tener otro ciclo ganador, solo peleas y mal rollito.

Michael Jordan se retiró cuando la mayoría de nuestros hijos no habían nacido, pero todos nuestros hijos quieren ahora comprarse las zapatillas de Jordan. Solo en 2023, Jordan ganó 330 millones de dólares vendiendo productos de su sello en Nike, Air Jordan, casi cuatro veces más que su sueldo durante toda su carrera. La marca Air Jordan representa el 14,16% de los ingresos totales de Nike. No por conocido, el caso Jordan es menos singular: es impensable que un futbolista retirado hace dos décadas tuviera hoy más tirón popular y comercial que Messi o Ronaldo, pero, aunque lleva sin tirar a canasta desde 2003, Jordan sigue siendo el más cool. Al contrario que la nómada estrella actual de la NBA, LeBron James, Jordan ganó todos sus títulos (seis) en el mismo equipo, los Bulls de Chicago, el mejor de todos los tiempos, según algunos expertos.

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