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"Quemaban la bandera de la ONU en las fiestas": así colapsó el primer pueblo libertario
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"Quemaban la bandera de la ONU en las fiestas": así colapsó el primer pueblo libertario

Centenares de colonos tomaron Grafton (New Hampshire) para convertirlo en el primer territorio 100% libertario de EEUU. Lo que ocurrió luego en el pueblo no gustará a Javier Milei, o sí, pero el experimento acabó a tortas

Foto: Ilustración: Blanca Casanova
Ilustración: Blanca Casanova
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Mensaje amistoso a Javier Milei: a un hombre le puedes comer la oreja hasta cierto punto. Algunos procesos rupturistas descarrilan por exceso de brasa. Dolorosísima lección aprendida hace dos décadas por el político libertario John Babiarz, que tras sacar el 3% de los votos a gobernador de New Hampshire, decidió impulsar en Grafton el primer pueblo 100% libertario de EEUU (libertario en sentido estadounidense, más amigos del libre mercado que de los anarquistas españoles clásicos).

A Grafton, pueblo del New Hampshire profundo de 1.200 habitantes, llegaron unos 200 colonos libertarios a finales de la primera década del siglo XXI, decenas de ellos instalados en campamentos alrededor del pueblo. Se trataba de acabar con el Estado en todas sus manifestaciones y vivir al albur del libre mercado y de los libres caprichos de cada cual. Pero salió regulín, acabó a palos, ¡hasta los osos se rebelaron contra los libertarios!, como cuenta el periodista estadounidense Matthew Hongoltz-Hetling en A Libertarian Walks into a Bear (Un libertario topa con un oso), ensayo que ha cobrado nueva vida tras la victoria de Javier Milei en Argentina, primer libertario en presidir una nación, cuyo afán por desguazar el Estado podría acabar en reelección o en huida del país en helicóptero, a la manera de Grafton. La editorial Capitán Swing ha comprado los derechos del libro para España.

placeholder Ayuntamiento de Grafton. (Wikipedia)
Ayuntamiento de Grafton. (Wikipedia)

La idea de hacer un pueblo totalmente libertario se puso primero sobre el papel. Un programa de máximos.

"Si todo salía según lo planeado, cientos de nuevos habitantes concentrarían su voto para transformar un pequeño pueblo estadounidense de matorral plomizo y regulaciones onerosas, en frontera del "todo vale" donde los ciudadanos harían valer sus derechos inalienables, como tener más de dos coches desguazados en propiedad, apostar, no ir al colegio, traficar con drogas y órganos, mantener relaciones incestuosas o el derecho a batirse en duelo… La creación de la primera Ciudad Libre de Estados Unidos tenía un alcance tan ambicioso que parecía condenada al fracaso desde el principio", cuenta el libro de Hongoltz-Hetling.

Al ciudadano tradicional de Grafton, en efecto, le dio un poco de yuyu cuando supo que el pueblo estaba a punto de llenarse de colonos libertarios con ganas de hacer de su capa un sayo. Mientras, a los pioneros libertarios no les cabía en la cabeza que alguien no apreciara el sabor de la verdadera libertad sin límites. El choque cultural estaba servido:

"A los pioneros libertarios no les cabía en la cabeza que alguien no apreciara el sabor de la verdadera libertad sin límites"

1) "En realidad, los libertarios no estaban abriendo caminos en alguna frontera por descubrir. Del mismo modo que los ingleses que una vez atravesaron las zarzas de lo que pensaban que era un Nuevo Mundo, estaban insertándose en realidad en una comunidad de nativos establecida y que no los consideraba benignos colonos o libertadores, sino invasores".

2) "El proyecto del pueblo liberado permaneció fuera del radar hasta que una ciudadana local dio la voz de alarma y envió un correo desfavorable a todas las direcciones de Grafton... Las historias sobre el Proyecto de Ciudad Libre llegaron a la prensa local, regional y nacional. Durante una entrevista televisiva, un residente de Grafton acusó a los colonos de "tratar de meternos la libertad en la garganta". Los libertarios hicieron circular la cita, burlándose de la ilógica noción de que alguien pudiera ver la libertad como algo negativo. Aunque la acusación podría haber sido vista como una temprana señal de problemas, la mayoría de los colonos todavía pensaba que los graftonitas, con fobia histórica a los impuestos, los tratarían como liberadores y hermanos políticos… Como era de esperar, la minoría de Grafton se opuso —progresistas y partidarios del gobierno estaban horrorizados— pero también hubo resistencias inesperadas: los conservadores amigos de los gobiernos pequeños, presuntos aliados políticos de los colonos, también parecían enojados", añade el libro.

En efecto, la bronca política diaria había llegado al pueblo. Y también las brasas épicas.

Foto: Javier Milei. (Reuters/Matias Baglietto)

En llamas

John Babiarz comprendió que el experimento Grafton iba a salir mal cuando, con el pueblo ya tomado por los libertarios y el ayuntamiento presionado para recortar toda ayuda estatal, sus compañeros de viaje le metieron una chapa terrible que visibilizó los límites y contradicciones del idealismo libertario cuando aterriza en suelo real. Babiarz era el jefe voluntario de los bomberos del pueblo cuando unos libertarios hicieron una fogata peligrosa en un prado. Babiarz les ordenó apagar el fuego. Los libertarios se negaron: ninguna autoridad iba a coartar su sacrosanto derecho individual a hacer fogatas donde les saliera de las narices. ¡Yiiiiha! La cosa casi acaba a tiros. El incidente, grabado en vídeo y difundido en foros libertarios, lastró la siguiente campaña a gobernador de Babiarz que, pese a ser un libertario de los pies a la cabeza, fue acusado del peor delito imaginable en esos ambientes: "¡Estatalista!".

"Muchos libertarios sintieron que la causa fundamental de la "corrupción" de Babiarz era que el departamento de bomberos estaba financiado con impuestos, dinero, según ellos, manchado de sangre", recuerda el libro.

La mujer de Babiarz resumió así el conflicto: "No entienden la responsabilidad de ser libertarios. No quieren que nadie le imponga nada, pero quieren imponer sus ideas a todos los demás".

placeholder Portada del libro.
Portada del libro.

En efecto, cuando hasta los incendios han de desregularizarse y ponerse a salvo de los burócratas de Washington, se llega a un callejón político sin salida. Hasta la más mínima cuestión social en Grafton mutó en densa trifulca desregulatoria. Ejemplo canónico: en el pueblo vivía un ciego con derecho a pagar menos impuestos. Algunos libertarios lo vieron como un agravio. ¿Por qué a las personas que sí veían no les bajaban así los impuestos? ¿No corría el pueblo el riesgo de que todos los ciegos ricos de EEUU se instalaran allí? O ese tipo de discusiones bizantinas que pueden volver loca a una comunidad. Brasa y recortes.

Los libertarios consiguieron que el presupuesto del pueblo —1 millón de dólares— se redujera un 30%, aún a costa de cortar el agua caliente en el consistorio. Se renunciaron a las subvenciones estatales para el alumbrado navideño y los fuegos artificiales del 4 de julio. Los recortes comenzaron a colapsar al pueblo. "Los agujeros en los servicios públicos de Grafton se abrieron obstinadamente, creando un malestar generalizado. A pesar de varios esfuerzos prometedores, no logró surgir un sector privado randiano lo suficientemente robusto para reemplazar los servicios públicos… El alguna vez vibrante gobierno municipal convertido en símbolo de decadencia social. En los pocos kilómetros de carreteras pavimentadas del pueblo, las grietas desatendidas del asfalto se convirtieron, primero, en fisuras, y luego, en baches cubiertos de hierba. Tras rechazar los ciudadanos 40.000 dólares de financiación para asfalto y otros suministros, los asediados funcionarios municipales advirtieron que Grafton estaba en grave peligro de perder las carreteras por completo. El estado advirtió al pueblo de que sus dos pequeños puentes estaban en riesgo de colapsar por la negligencia… Todos estos servicios públicos —carreteras, puentes, oficinas municipales, iluminación, despliegue policial— fueron sacrificados, víctimas de la crucial batalla para seguir bajando impuestos", cuenta el libro.

Los asesinatos volvieron al pueblo muchos años después…

La entrevista

Hablamos con Matthew Hongoltz-Hetling sobre los límites del experimento Grafton.

PREGUNTA. De todas las ideas de los libertarios para el pueblo, ¿cuál fue la más contraproducente?

RESPUESTA. Los libertarios promovieron muchas medidas extremas de manera informal; argumentaron, por ejemplo, que el tráfico de drogas debería ser legal en la ciudad de Grafton, aunque nunca plantearon esto formalmente. Entre las medidas contraproducentes que sí propusieron fue retirar al pueblo del distrito escolar regional, que habría dificultado mucho a las familias conseguir una educación para sus hijos.

P. El intento de aplicar medidas 100% libertarias dio lugar a situaciones sociales absurdas, ¿verdad?

R. Hubo muchos cambios culturales absurdos: la gente blandía abiertamente armas de fuego, aprovechaba la falta de leyes para vivir en tiendas de campaña en el bosque y celebrar fiestas con hogueras al aire libre en las que se quemaba la bandera de la ONU.

Un grupo de libertarios abrió un restaurante sin ningún tipo de papeleo, sin obedecer ninguna de las leyes y regulaciones destinadas a proteger al ciudadano. Antes de tener que cerrarlo, sirvieron durante meses comida cuestionable a los clientes...

P. Grafton es conocido por tener osos en los alrededores, pero los incidentes con los humanos se multiplicaron cuando llegaron los colonos. ¿Qué hicieron los libertarios para desestabilizar a los osos?

R. Hicieron tres cosas. 1) Mientras vivían en viviendas no tradicionales en campamentos del bosque, no eliminaban su basura y desperdicios de comida del modo prescrito por el gobierno, lo que sin querer creó una fuente de alimento para los osos. 2) Algunos alimentaban a los osos a propósito, del mismo modo que una persona podría colocar un comedero para pájaros. 3) Los libertarios eludieron los sistemas estatales para evaluar y tomar medidas contra los osos demasiado acostumbrados a los humanos. Al disuadir a los osos con maneras no letales, les entrenaron para resistir los métodos humanos de disuasión y a resistirse más. Al final, hubo tres ataques de osos en la región de Grafton… tras 150 años sin ataques de osos.

"Al final, hubo tres ataques de osos en la región de Grafton… tras 150 años sin ataques de osos"

P. Los libertarios fueron recibidos en el pueblo con recelo, pero también hubo conflictos internos entre ellos. ¿Es difícil ponerte de acuerdo hasta con los tuyos cuando una de las bases de tu movimiento es que nadie intervenga nunca en la vida de los demás?

R. Sí, creo que la naturaleza individualista del libertarismo hace que la acción colectiva sea más difícil. Si bien la buena voluntad disminuyó un poco la división, muchos de los libertarios vinieron a Grafton porque no querían que les dijeran qué hacer. Finalmente se enfrentaron entre sí por interpretaciones cada vez más opacas sobre lo que hacía auténtico a un libertario.

P. ¿Qué nos dice este experimento sobre los límites del libertarismo?

R. Creo que el libertarismo puede funcionar bien como una filosofía de estilo de vida personal, y también como una voz disidente que analiza posibles ejemplos de extralimitación gubernamental. Pero también creo que fracasa estrepitosamente como modelo de gobernanza: con la posible excepción reciente de Argentina, nunca ha habido un gobierno o un Estado dirigido por libertarios, y creo que eso no es una coincidencia. Si alguna vez surge un modelo libertario viable de gobierno, creo que implicaría tanto compromiso y moderación que tendrá poca semejanza con el ideal libertario que imaginan los activistas modernos.

P. Entonces, ¿puede el experimento Grafton extrapolarse al libertarismo en general?

R. Grafton fue uno de los muchos esfuerzos libertarios por desarrollar un modelo funcional asemejado al ficticio Galt's Gulch de la novela La rebelión de Atlas de Ayn Rand. Pero fracasó en Grafton y fracasó en todos los demás casos. Por tanto, sí creo que se puedan extraer lecciones para el libertarismo en general. Si los libertarios quieren fundar su propia sociedad utópica, están condenados al fracaso. Si quieren influir más en la política estadounidense, deberían manejar posiciones políticas que demuestren que no son solo una versión más extrema del republicanismo de derechas. También deberían desarrollar áreas de acuerdo con la izquierda política. Así, tal vez podrían desarrollar una plataforma con alternativas viables para el votante.

Mensaje amistoso a Javier Milei: a un hombre le puedes comer la oreja hasta cierto punto. Algunos procesos rupturistas descarrilan por exceso de brasa. Dolorosísima lección aprendida hace dos décadas por el político libertario John Babiarz, que tras sacar el 3% de los votos a gobernador de New Hampshire, decidió impulsar en Grafton el primer pueblo 100% libertario de EEUU (libertario en sentido estadounidense, más amigos del libre mercado que de los anarquistas españoles clásicos).

Javier Milei
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