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Si quieres una utopía libertaria, consúltalo primero con los osos: el experimento de New Hampshire
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Si quieres una utopía libertaria, consúltalo primero con los osos: el experimento de New Hampshire

Repasamos el curioso caso del pueblo de Grafton en el que las ideas anarcocapitalistas de Ayn Rand se pusieron en práctica. Estas criaturas salvajes tuvieron mucho que ver

Foto: Oso en la naturaleza. (iStock)
Oso en la naturaleza. (iStock)

Una de las ideas políticas más extendidas dentro del eje conservador-liberal es el anarcocapitalismo, representado por los colores amarillo y negro, y el dibujo de una serpiente que asegura: "Don't tread on me" ("No me pises"). De hecho, podemos encontrar banderas así en mítines de la derecha populista internacional. Esta ideología, postulada por la filósofa rusa Ayn Rand hace ya más de 60 años, aboga por una nula participación estatal en la economía y, en general, en todos los asuntos de la vida. Defiende la libertad máxima del individuo, y aunque así dicho suene muy bien, como sucede con tantas otras doctrinas utópicas, en cuanto se quieren llevar al mundo real, caen por su propio peso. O, en este caso, por una fuerza natural fuera de control, como son los osos salvajes.

Rand escribió un libro titulado La rebelión del Atlas en el que un grupo de grandes empresarios deciden dejar de pagar impuestos y hacer un lock out en Estados Unidos (lo que viene a ser una huelga, pero impuesta por la patronal para paralizar de forma total la actividad económica del país). Este libro impactó mucho en la alta burguesía estadounidense en los años posteriores a su publicación, dando a luz a una comunidad llamada Free Town Project conformada por un selecto grupo de empresarios fanáticos que decidió llevar a cabo el paraíso utópico que dibujó la filósofa.

"Querían vivir en viviendas no tradicionales para evitar tener que comprar casas ya preexistentes o construirlas desde cero"

Así, en 2004 organizaron una expedición a un pequeño pueblo rural de New Hampshire llamado Grafton que contaba con una población de menos de 1.000 personas para poner en práctica las ideas que defendía Rand. Ninguno de ellos tenía experiencia en el poder público, pero eso no les frenó para convencer a los ciudadanos de que se harían cargo del gobierno de la ciudad a cambio de eliminar todas las regulaciones fiscales y gastos en impuestos.

Los 'hippies' de Ayn Rand

"Necesitaban un pueblo lo suficientemente pequeño como para poder acercarse y codearse con la ciudadanía, un lugar en el que la tierra fuera barata para comprarla y alojarse allí", explicaba Matthew Hongoltz-Hetling, periodista finalista de un Premio Pulitzer, quien escribió un libro sobre este experimento y concedió una entrevista en 2020 al medio norteamericano Vox para comentar el legado de este caso real en la ideología libertaria. "Querían vivir en viviendas no tradicionales para evitar tener que comprar casas ya preexistentes o construirlas desde cero". Con ello se refiere a que muchos de estos empresarios llegaron a Grafton con cabañas y tiendas de campaña, o a lo sumo furgonetas camperizadas. Eran como los hippies de los 60, pero de ideología totalmente opuesta. Habían llegado al pueblo a vivir acorde a los principios de máxima libertad individual, lo que también incluía deshacerse de la recaudación fiscal del estado y de todas sus prestaciones sociales.

Los 'free towners' iban un paso más allá en su idea de sociedad libertaria con propuestas de lo más locas, como salir de las Naciones Unidas

La mayoría de ellos, como explica el periodista, eran hombres blancos con mucho dinero, pero también los había de clase humilde que, persuadidos por las ideas de Rand y otros pensadores de corte ultraliberal, decidieron establecerse en Grafton para consolidar su utopía libertaria. "La mayoría de ellos no tenía situaciones familiares complicadas o trabajos de 9 de la mañana a 5 de la tarde", señala Hongoltz-Hetling, lo que quiere decir que, sin duda, eran una panda de privilegiados. Los habitantes del pueblo les miraron con desconfianza. Pero, tras muchas reuniones y asambleas, finalmente quedaron convencidos del experimento, sobre todo porque les prometieron que ahorrarían de manera sustancial si parte de sus ingresos no irían a las arcas públicas.

Los free towners, como les llamó el periodista, no solo buscaban poner en práctica las ideas económicas de Rand, sino ir un paso más allá en su idea de sociedad libertaria con propuestas de lo más locas, como por ejemplo salir de las Naciones Unidas. Muchas de estas promesas no pudieron cumplirse, como es lógico, pero sí que dejaron al mínimo algunos servicios públicos esenciales como la policía, los bomberos o el personal de bibliotecas.

Y llegaron los osos

Las consecuencias de tal ocurrencia no se hicieron esperar. A medida que pasaron los meses y los años, las tasas de criminalidad aumentaron, junto con la cantidad de basura acumulada en las calles. "La ciudad nunca había tenido un asesinato en la memoria de los que vivían, y tuvo un doble homicidio por una disputa entre dos compañeros de piso", narra Hongoltz-Hetling. Grafton se convirtió en el far west. Pero la oposición a este sistema no nació de los vecinos, que a pesar de ver cómo mermaba su calidad de vida y seguridad a pasos agigantados, no ofrecieron gran resistencia a los cambios. El enemigo que echó por tierra el experimento de los anarcocapitalistas tenía una naturaleza animal: los osos.

"Los osos son animales muy listos a la hora de resolver problemas. Un oso podría entender que había comida y que sería recompensado

Al no haber un servicio adecuado de reciclaje, estos animales salvajes empezaron a bajar a la ciudad en busca de alimento. "Todo se complicó y no había forma de llegar a una solución", prosigue el periodista. Unos les plantaron cara, escopeta en mano; otros colocaban explosivos en sus propiedades para disuadirles. Y las almas más nobles (pero no tan inteligentes), directamente les ofrecían comida creyendo que así tal vez podrían llegar a una situación de convivencia más tranquila. Pero con los animales salvajes no se negocia.

"Los osos son animales muy listos a la hora de resolver problemas", explica el escritor de A Libertarian Walks Into a Bear: The Utopian Plot to Liberate an American Town (And Some Bears). "Un oso razonable entendería que había comida y que sería recompensado por ser más atrevido que los demás", en referencia a los ingenuos que pensaban que podían alimentarles de su mano. "Entonces, comenzaron a asaltar de manera agresiva la comida y dejaron de huir cuando aparecía un humano". Y esto, como era de esperar, provocó que se reportaran los primeros casos de ataques de oso, cuando Grafton era una ciudad que nunca se había visto con este problema. En 2012, una mujer fue atacada por un oso pardo, y al cabo de un tiempo, otra en un pueblo vecino.

No hay libertad absoluta

Así, no les quedó más remedio que volver a su situación anterior. El experimento había fracasado. Más allá de la crítica política al anarcocapitalismo, sobresale una idea mucho más profunda y filosófica, que es una reflexión sobre el concepto de libertad. Al fin y al cabo, parece que la disyuntiva de los sistemas políticos de nuestro tiempo, de cualquier espectro ideológico, está clara: ¿valoras más la libertad en detrimento de la seguridad o prefieres vivir más seguro y no ser del todo libre?

Foto: Imagen de la web del Instituto Ayn Rand. Opinión

Esta cuestión, en realidad, no cuenta con un factor de lo más crucial y que echa por tierra los proyectos utópicos. La libertad humana total no existe, ya que irremediablemente dependemos de un entorno natural; y, por tanto, la seguridad plena tampoco. Es curioso que, según las diversas críticas y reseñas del libro de Hongoltz-Helting que abundan en la red, la crónica del periodista esté centrada en los osos. Este ente natural representa esa limitación en la ambición humana por dar con un sistema político perfecto. "El libro presenta un caso convincente de que incluso aquellos que creen en la libertad por encima de cualquier otra virtud no están libres del ecosistema en el que viven", opina Amanda Gokee en una reseña publicada en L.A. Review. "Grafton fue un estudio de caso concentrado en la idea filosófica de que las acciones de un individuo están siempre en sus manos. Los ataques de los osos fueron un símbolo de las terribles consecuencias de esta idea".

Básicamente, cometemos un error al pensar que somos dueños de nuestro destino si aspiramos a alcanzar la libertad absoluta. El enfoque antropocéntrico no contempla del todo las variables naturales, y por muchos rifles, tecnología y tratados de ideas políticas, cualquier utopía por muy bien planteada que esté falla al estar desglosada a partir de una soberbia humana que da por hecho que si encaminamos una serie de acciones para cumplir un objetivo por fin este se verá realizado. Hay otros muchos factores por los que no somos libres, y el más primordial de ellos es que compartimos un mundo con criaturas salvajes y fuerzas naturales que no están dispuestas a ceder por muchos argumentos que tengamos. Y que más allá de la gestión económica más elemental (impuestos, empleo público), estamos enmarcados en un mundo inseguro, cambiante e incierto en el que el ser humano y todos los productos de su creación son una ínfima parte.

Una de las ideas políticas más extendidas dentro del eje conservador-liberal es el anarcocapitalismo, representado por los colores amarillo y negro, y el dibujo de una serpiente que asegura: "Don't tread on me" ("No me pises"). De hecho, podemos encontrar banderas así en mítines de la derecha populista internacional. Esta ideología, postulada por la filósofa rusa Ayn Rand hace ya más de 60 años, aboga por una nula participación estatal en la economía y, en general, en todos los asuntos de la vida. Defiende la libertad máxima del individuo, y aunque así dicho suene muy bien, como sucede con tantas otras doctrinas utópicas, en cuanto se quieren llevar al mundo real, caen por su propio peso. O, en este caso, por una fuerza natural fuera de control, como son los osos salvajes.

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