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La resistencia épica de Vilcabamba: el imperio se desmorona
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La resistencia épica de Vilcabamba: el imperio se desmorona

La conquista del imperio Inca no fue fácil. Hubo heroísmo a raudales por ambas partes contendientes y también efectos colaterales indeseados

Foto: Tupac Amaru (Fuente: Wikimedia)
Tupac Amaru (Fuente: Wikimedia)

“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”.

Frida Kahlo.

En una agreste zona selvática próxima a la ciudad peruana de Cuzco, una imponente fortaleza de enormes dimensiones duerme en silencio absorbida por la implacable jungla. Multitud de guacamayos azules, reverberan extrañas cacofonías donde habita un silencio perenne en un ininteligible lenguaje que hace, quizás más enigmática si cabe, esa enorme masa arbórea que es la Amazonia.

Algunos descomunales lagartos la merodean en ocasiones y un bello manto de flores autóctonas le da un sentido poético a un lugar venerado por el pueblo peruano y que, sin duda, es parte esencial de su historia. Los últimos guerreros de lo que fue un vasto imperio con espectaculares construcciones (Sacsayhuamán, Machu Picchu, Ollantaytambo y otras formidables obras que escapan a la lógica de la arquitectura), hoy yacen mudas en medio de la quietud del tiempo.

Foto: Retrato en óleo sobre lienzo del vicealmirante de la Armada Pascual Cervera y Topete. Obra del Federico Godoy Castro (1923). Ministerio Naval, Madrid (MNM 1078).

Este lugar de peregrinación vive arraigado en el alma peruana, y su presencia transmite una vaga sensación de orgullo y melancolía a la par. Se trata de Vilcabamba, el último reducto donde resistieron prácticamente hasta el último hombre varios centenares de guerreros incas al frente de su líder Tupac Amaru. Finalmente, los soldados del rey emperador hispano, acabarían con aquel estertor o vestigio de otra gran potencia; el imperio Inca.

Las investigaciones llevadas a cabo en el entorno de la actual localización de Espíritu Pampa coinciden en que la mítica Vilcabamba la Vieja fue el último foco de la resistencia, donde finalmente se inmolaron Túpac Amaru y los suyos.

Incluso Hiram Bingham, el famoso explorador norteamericano, visitó antes de llegar a Machu Picchu, este perdido emplazamiento, hoy sometido a fuertes inversiones por parte del gobierno peruano por el simbolismo que encierra. No se sabe si ante la magnificencia de Machu Picchu, decidió darle mayor protagonismo a esta última localización en detrimento de Vilcabamba; con menos magia y pegada arquitectónica. Pero años de investigación de docenas de especialistas, uso de material LIDAR, Carbono 14, contrastes lumínicos e intensas y constructivas discusiones; llevaron a Vilcabamba a ser reconocida como el último reducto de resistencia incaica.

placeholder Valle de Vilcabamba en la actualidad (Fuente: iStock)
Valle de Vilcabamba en la actualidad (Fuente: iStock)

Pero en uno de esos caprichosos lances del destino, en febrero del 2011, el acreditado arqueólogo peruano Javier Fonseca Santacruz se dio de bruces con una revelación que dio un giro copernicano a la prospección del yacimiento. Una discreta y enigmática tumba le daba un revolcón a la historia clásica. Una mortaja con restos de un probable sacerdote Wari (450 -1000 d.C) y con ornamentos de la cultura Nazca (siglo I -VII d.C) contradecía la exclusividad identitaria de los últimos incas con aquella lejana fortaleza en medio de la jungla.

En este escenario y tras una larga guerra civil por la sucesión, acosados por los españoles (también con sus diferencias entre almagristas y pizarristas) en retirada permanente hacia la jungla; las elites incas resistieron durante cerca de medio siglo las acometidas hispanas. Desde la llegada de los extraños seres plateados con su consiguiente aura de divinidades al Perú bajo la rígida férula de Pizarro allá por el año de 1532; una resistencia dilatada en el tiempo y la superioridad tecnológica (que no numérica) de los españoles; se sucedieron tras difíciles victorias de estos últimos. Esta resistencia más testimonial que efectiva, fue feroz y constante; hasta 1572 no cesaría cuando el virrey Francisco de Toledo ordeno taxativamente la captura vivo o muerto del líder Tupac Amaru, quien posteriormente sería ejecutado por el expeditivo método de la decapitación en la Plaza Mayor de Cuzco.

"Vilcabamba fue el canto del cisne de una civilización única"

En el momento de máximo apogeo del imperio inca, doce millones de habitantes habitaban cerca de tres millones de kilómetros cuadrados. Era sin duda un imperio colosal que demandaba un líder fuerte; Atahualpa lo era. Pero tampoco debemos de olvidar en honor a la justicia, que tal que un 26 de julio de 1533, Pizarro, faltando a su propia palabra, ya había ejecutado a Atahualpa tras exigirle una indemnización millonaria a cambio de su vida. Pizarro entendió que aquel refrán universal que hablaba de que la muerte del perro suponía el fin de la rabia; era la coartada perfecta; y actuó en consecuencia...

No, la conquista del imperio Inca no fue fácil y hubo heroísmo a raudales por ambas partes contendientes y también efectos colaterales indeseados. Vilcabamba fue el canto del cisne de una civilización única.

“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”.

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