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Algunos de los experimentos científicos más crueles de la historia
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Algunos de los experimentos científicos más crueles de la historia

Un repaso por varios de los estudios médicos y psicológicos más despiadados de las últimas décadas. Muchos de ellos, con un trasfondo racista o xenófobo

Foto: 1932, Imagen del cruel experimento Tuskegee. (Archivos Nacionales de Estados Unidos, en Atlanta)
1932, Imagen del cruel experimento Tuskegee. (Archivos Nacionales de Estados Unidos, en Atlanta)

Pensar que la ciencia es buena de por sí es algo muy reduccionista. En ocasiones, se han llegado a cometer atrocidades para demostrar ciertas hipótesis. No hace falta irse a los avances en armas nucleares con el fin de llevar a cabo el arma más destructiva que existe, como en el Proyecto Manhattan; hay unos cuantos experimentos biológicos atroces que recayeron sobre cuerpos de inocentes para beneficio de otros.

Todos tenemos en mente el estereotipo del científico loco que toma el papel de supervillano en películas y series. Así como en la ficción, la ciencia de la vida real que siempre se ha implementado para favorecer el desarrollo médico y tecnológico, también ha llevado a cabo crímenes horribles para lograr resultados. Algunos son meros errores, otros, en cambio, tienen una premeditación que deja mucho que desear, entrando en el terreno de la maldad y el puro sadismo.

Foto: Los físicos Albert Abraham Michelson y Edward Morley

En todo caso, son episodios de la historia de la ciencia que asombran por su crueldad y la capacidad del ser humano de llegar hasta el final sin importar el sufrimiento ocasionado. Aquí van algunos de ellos a partir de una gran recopilación que ha hecho 'Live Science'.

Los experimentos de Mengele

A la hora de pensar en un científico maligno, inevitablemente nos viene a la cabeza la figura de Josef Mengele, médico de las SS en Auschwitz durante el Holocausto. Este hombre experimentó con seres humanos para demostrar la superioridad de la raza aria sin importarle el dolor de sus víctimas. Conocido como 'el Ángel de la Muerte', seleccionaba a varios prisioneros de los campos de concentración para realizar crueles experimentos con sus cuerpos. Sobre todo, estaba obsesionado con los gemelos, pues estaba decidido a rastrear el origen de enfermedades genéticas.

placeholder Richard Baer (comandante de Auschwitz), Josef Mengele y Rudolf Höß (anterior comandante de Auschwitz). (Karl Hocker, 1944)
Richard Baer (comandante de Auschwitz), Josef Mengele y Rudolf Höß (anterior comandante de Auschwitz). (Karl Hocker, 1944)

También realizó experimentos sin ninguna pretensión científica, solo para satisfacer su curiosidad, como por ejemplo investigar sobre la heterocromía, la condición según la cual una persona puede tener un ojo de cada color. De ahí que tuviera una amplia colección de ojos, extraídos de personas vivas y muertas. Por otro lado, le interesaba mucho hasta qué punto un ser humano podía aguantar hasta morirse de frío y cómo era el proceso de congelación, obligando a los prisioneros a pasar largos períodos de tiempo a temperaturas bajo cero. Al final de la Segunda Guerra Mundial, logró huir a Sudamérica para así evitar ser juzgado por sus crímenes. Según reveló el periódico 'The Guardian', falleció en Brasil en 1979 de un infarto, pasando los últimos días de su vida solo, arruinado y deprimido.

El Escuadrón 731 japonés

Las décadas de 1930 y 1940 fueron, sin duda, las más crueles y sangrientas de la humanidad, no solo en territorio europeo. En la otra punta del mundo, el Ejército Imperial Japonés llevó a cabo pruebas médicas y biológicas en civiles. El máximo responsable de estas operaciones fue el general Shiro Ishii, al mando del Escuadrón 731, para estudiar enfermedades de todo tipo con el fin de determinar su potencial bélico en la guerra. A las más de 200.000 víctimas de estos experimentos se les inyectaron virus y bacterias mortales, como las de la peste, la disentería, la fiebre tifoidea, la cólera o el ántrax.

Tuvieron que pasar más de 50 años hasta que las autoridades niponas reconocieran lo sucedido con el Escuadrón de Shiro Ishii

Además, no hacía falta que fueran seleccionados: se infectaban pozos y llenaron las ciudades de pulgas que transmitían la peste para conocer sus resultados a niveles macro, como documentó el doctor Robert Peterson en un estudio de la Universidad de Montana. A los prisioneros de guerra, por su parte, se les administraba gas venenoso para después meterles en cámaras de presión y ver cómo se les desintegraban los ojos, diseccionándoles mientras todavía estaban vivos y conscientes. Uno de los datos curiosos es que tras el conflicto el gobierno de Estados Unidos ocultó toda esta serie de atrocidades con el objetivo de convertir a Japón en un aliado de su Guerra Fría contra Rusia, según informó el periódico 'The Times'. Tuvieron que pasar más de 50 años hasta que las autoridades niponas reconocieran lo sucedido. Más aún: no fue hasta 2018 cuando se revelaron los nombres de los responsables de esta unidad.

El "Estudio del Monstruo"

La crueldad de ciertos experimentos aumenta cuando se dirigen a un grupo específico de la población tan inocente como los niños. También en la primera mitad del siglo XX, concretamente en 1939, un grupo de logopedas de la Universidad de Iowa decidieron demostrar que sus hipótesis sobre la tartamudez, ya que creían que no tenía una fuente biológica, sino psicológica. En concreto, que este rasgo del habla era causado por la ansiedad que podía sentir un niño a la hora de hablar. Para probarlo, acudieron a un refugio de niños huérfanos de Ohio y les convencieron de que estaban condenados a ser tartamudos en el futuro, por lo que bajo ningún concepto podían hablar si no estaban convencidos de que lo harían correctamente.

"Era antes de la época de los anestésicos y la pobre chica, sobre sus rodillas, aguantó la cirugía con gran heroísmo", declaró el médico J. Marion Sims

Al contrario de lo que pensaban, ninguno de ellos salió tartamudo, pero eso no hizo que los niños desarrollaran a medida que fueron creciendo trastornos de ansiedad y con una muy baja autoestima, mostrándose más silenciosos de lo normal. Décadas después, cuando en 2003 'The New York Times' destapó y sacó a la luz este caso que pasó desapercibido en la sociedad, se inició una investigación y tres de los niños que todavía vivían demandaron a la Universidad, quien tuvo que hacer frente a una cuantiosa indemnización. Pero, ¿cómo te contentas con el dinero tras haberte condicionado a mal para el resto de tu vida?

Las prácticas quirúrgicas de James Marion Sims

Uno de los nombres ilustres que figura en los manuales de medicina y cirugía de todo el mundo es el de James Marion Sims. Según la 'BBC', que le dedicó un extenso reportaje, al menos 11 esclavas negras fueron operadas en una clínica improvisada en su jardín, al lado de las plantaciones en la que trabajaban los esclavos. En su autobiografía describe cómo llevaba a cabo estas atrocidades: las colocaba en una mesa y, sostenidas por varios hombres, introducía bisturís y otros elementos médicos por sus vaginas para practicar cirugías experimentales dirigidas a tratar la fístula vaginal, un desgarro entre la vagina y lavejiga, que hasta entonces se consideraba incurable.

placeholder Una de las ilustraciones que reflejaban cómo era el procedimiento llevado a cabo por Marion Sims. (Southern Illinois University School of Medicine)
Una de las ilustraciones que reflejaban cómo era el procedimiento llevado a cabo por Marion Sims. (Southern Illinois University School of Medicine)

"Era antes de la época de los anestésicos y la pobre chica, sobre sus rodillas, aguantó la cirugía con gran heroísmo", escribió el propio Sims en su autobiografía. Además, según expresó en una conferencia médica, "las operaciones no eran lo suficientemente dolorosas como para justificar un problema". Gracias a sus experimentos, la cirugía vaginal avanzó, pero a costa de mucho sufrimiento por parte de personas inocentes. En el año 2018, una estatua en el parque Central Park de Nueva York fue derribada después de haber sido pintada con la palabra "racista" sobre su figura. Días después, fue retirada.

El experimento Tuskegee

Otro experimento de corte racista acaecido en Estados Unidos. Corría el año 1932 y el Servicio de Salud Pública del país comenzó un estudio sobre la sífilis para probar sus efectos en hombres negros durante (nada más y nada menos que) 40 años. Durante todo ese tiempo, científicos de este órgano sanitario monitorearon la progresión de la enfermedad en 399 individuos racializados de Alabama para compararla con la de 201 hombres sanos. Uno de los aspectos más escabrosos de esta historia es que habiéndose convertido la penicilina en el tratamiento más eficaz para tratar la sífilis, se les negó dicho medicamento. No fue hasta 1972 cuando se descubrió el caso tras una filtración a la prensa. Para entonces, 28 de los 399 participantes ya habían muerto de sífilis, mientras que otros 100 también fallecieron por causas relacionadas. Además, 40 mujeres de los sujetos se infectaron, contagiando también a sus 19 niños que contrajeron la enfermedad nada más nacer.

Pensar que la ciencia es buena de por sí es algo muy reduccionista. En ocasiones, se han llegado a cometer atrocidades para demostrar ciertas hipótesis. No hace falta irse a los avances en armas nucleares con el fin de llevar a cabo el arma más destructiva que existe, como en el Proyecto Manhattan; hay unos cuantos experimentos biológicos atroces que recayeron sobre cuerpos de inocentes para beneficio de otros.

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