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'Saltburn': la Disneylandia del nepotismo
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'Saltburn': la Disneylandia del nepotismo

La segunda película de Emerald Fennell aborda con soberbia ferocidad el clasismo en nuestro tiempo

Foto: Un fotograma de la película 'Saltburn'. (Amazon Prime Video)
Un fotograma de la película 'Saltburn'. (Amazon Prime Video)

Cuando uno es un don nadie, los que peor te tratan son los criados. Ésta y otras verdades sobre el clasismo se desarrollan magistralmente en la segunda película de Emerald Fennell. Hablamos de una directora que primero hizo la película obligatoria para que la dejaran dirigir películas y luego ya ha hecho cine. El cine que ha hecho se titula Saltburn.

Emerald debutó en la dirección con Una joven prometedora (2020). El argumento era expeditivo: una mujer que sufrió una violación sale cada noche a fingirse borracha y matar a todo hombre que quiera aprovechar su actuada ebriedad para abusar de ella. No faltaban hombres sin escrúpulos, y la joven mataba a placer. Hubiera sido un buen cortometraje. La película se alineaba con la demanda del momento, que era una demanda de catarsis feminista. En 2017, Coralie Fargeat había hecho la misma película, pero titulándola con menos gracia: Revenge.

Ahora vuelve Emerald Fennell a las pantallas con una película que no quiere decirte nada que quieran decirte también todas las demás películas del mundo. Debe de ser que Fennell tiene algo propio que contar, aunque eso que quiere contar no guarde relación alguna con el feminismo, el cambio climático o la diversidad sexual o racial. Fennell escribe y dirige una película protagonizada por hombres, y cualquiera diría que eso habría que echárselo en cara. No te hemos dejado dirigir películas para que nos cuentes más historias de hombres; te hemos dejado dirigir películas para que nos cuentes las historias que están contando todas las demás directoras obedientes. No en vano, le dieron un oscar por su discreto guion de Una joven prometedora. La obediencia se paga bien.

placeholder Barry Keoghan en 'Saltburn'. (Amazon Prime Video)
Barry Keoghan en 'Saltburn'. (Amazon Prime Video)

Podemos fliparnos un poco y afirmar que hay una sanísima vuelta del cine a su libertad más deseada. Viendo Dejar el mundo atrás (Sam Smail, 2023) y luego Anatomía de una caída (Justine Triet, 2023) y luego Saltburn observamos un manotazo a los lugares comunes y a cierto patrón agotador con el que se viene interpretando el mundo desde todos los puntos del espectro artístico. Fíjense que en Anatomía de una caída la muerte del marido no lleva a mencionar ni una sola vez el heteropatriarcado, la violencia de género o la brecha salarial. El hombre ha muerto porque Justine Triet ha visto toda una historia en caerse por una ventana. El arte era eso.

Clasismo bien

Si hay algo que usted debe considerar en exclusiva en nuestros días es quiénes son sus padres; a continuación, si tiene hijos, deberá considerar a qué clase social pertenece usted como padre. Y ahí ya podrá entenderlo absolutamente todo. Nuestra vida la determina en un porcentaje dictatorial los padres que nos han tocado.

Sobre este elemento basal de la sociedad al completo no se hacen casi películas, quizá porque el 99% de los que hacen películas no quieren que sepas que su padre también era director de cine; o actor; o ministro; o, sin más, rico. Para denominar a todos estos niños bien a los que hemos reservados la fama y el éxito (a nada que se cansen de meterse rayas) se ha acuñado hace poco el término nepo baby. Saltburn trata precisamente de un puñado de nepo babies que aún no se ha cansado de meterse rayas. Hacen como que estudian en Oxford.

El 99% de los que hacen películas no quieren que sepas que su padre también era director de cine; o actor; o ministro; o, sin más, rico

A Oxford mismo llega nuestro protagonista, Oliver, el clásico chico de provincias que no tiene ninguna oportunidad salvo que sea un genio. Se puede ser un genio de muchas cosas; por ejemplo, del arribismo.

Interpretado por Barry Keoghan, el provinciano consigue adherirse al grupo de los guays, los guapos, los que visten de Ralph Lauren y los que se acuestan con todas las chicas. Esto tiene bastante mérito si observamos cómo lo definen en sus primeras semanas en el campus: “Un chico becado que se compra ropa en Oxfam”.

Lograda la aceptación de los pijos, el pijo más guapo de todos le invita a pasar el verano con su familia, en la mansión llamada Saltburn, la Disneylandia del nepotismo.

placeholder Jacob Elordi en 'Saltburn'. (Amazon Prime Video)
Jacob Elordi en 'Saltburn'. (Amazon Prime Video)

Cuando un pobre de provincias entra en una mansión, lo hace como mascota. Esto, como dijimos al comienzo, lo reconocen enseguida los criados de la casa, que sólo con las mascotas pueden por fin disfrutar de la displicencia. A los criados, si hay algo que les da mucho asco, es la gente que no les trata como criados. “Deje ahí la maleta”, le dice el criado, “alguien la llevará por usted”. Hay que explicarles todo a las mascotas.

Lo que sigue es un delirio creciente de frivolidad, dispendio, cocaína, depresiones caprichosas, esmóquines para cenar y piscinas donde esperar el éxito por ser hijo de tu padre. Pero el chico de provincias es hijo de cosas peores.

Emerald Fennell ha filmado una película imprescindible. Sólo su tramo final, demasiado explicativo, da al traste con la absoluta perfección de la obra. La imaginería visual es un festín, los diálogos caen como oro molido, la música da muchas ganas de ser rico sólo por la música que ponen en sus fiestas; y Barry Keoghan podría ganar tres oscar y nadie se quejaría.

La película está llena de crueldad disfrutable, de provocación, de ambigüedad y de momentos apoteósicamente fálicos. O sea, de lo mínimo que uno debería esperar de cualquiera que se pone a hacer cine.

Cuando uno es un don nadie, los que peor te tratan son los criados. Ésta y otras verdades sobre el clasismo se desarrollan magistralmente en la segunda película de Emerald Fennell. Hablamos de una directora que primero hizo la película obligatoria para que la dejaran dirigir películas y luego ya ha hecho cine. El cine que ha hecho se titula Saltburn.

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