Es noticia
Un título para cada día de la Feria del Libro: hoy, 'Nunca delante de los criados', de Frank Victor Dawes
  1. Cultura
las lecturas de el confidencial

Un título para cada día de la Feria del Libro: hoy, 'Nunca delante de los criados', de Frank Victor Dawes

Periférica recupera este gran reportaje en formato libro que explica los motivos que hicieron que tras las guerras mundiales nadie quisiera dedicarse a servir

Foto: Feria del Libro de Madrid. (EFE/Javier López)
Feria del Libro de Madrid. (EFE/Javier López)

En 1891, 1.386.167 mujeres y 58.527 hombres servían en casas particulares. De ellos, 107.167 muchachas y 6.891 muchachos tenían entre 10 y 15 años. Para 1971, justo el año antes de la publicación de este libro, solo quedaban 32.000 personas ejerciendo de sirvientes en Reino Unido. ‘Nunca delante de los criados’, el reportaje convertido en ensayo del periodista Frank Victor Dawes y que ahora publica por primera vez en español Periférica, es, precisamente, la historia de la gran renuncia a ese oficio y por qué. No hay que atar demasiados cabos: sueldos ínfimos, condiciones de esclavitud y la humillación (sí, el apelativo de la chacha). Y todavía hay quien, entre los señores de las mansiones, recordaban la época de los criados como “los buenos tiempos”.

Este interesantísimo ensayo, que apareció en Reino Unido tras el éxito de la serie 'Arriba y abajo' y que en España llega después de las grandes audiencias de 'Downton Abbey', se escribió a partir de los miles de cartas que Dawes recibió de personas que, o bien habían trabajado como criados o conocían a alguien que lo hubiera hecho. También hubo cartas de los empleadores. Con ellas trazó una panorámica que dice mucho del clasismo —los criados no se llegaban a considerar ni siquiera tan humanos como el resto de personas— y de que, muchas veces, eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor no tiene ningún sentido.

placeholder
Lo puedes encontrar aquí

Como si fuera un reportaje periodístico con sus citas y declaraciones, por el libro pasan ex criados (sobre todo ex criadas) que relatan cómo no tenían tiempo libre, cómo dormían en camas incómodas en la buhardilla y después trabajaban en los sótanos, cómo no disponían de vida personal (lo del sexo era una entelequia, excepto si se convertían en el capricho del señorito y podían ser despedidas por ello), cómo su horario de laboral superaba con creces las doce horas y cómo no importaba en absoluto que muchos de ellos solo fueran niños.

Durante muchas décadas, los señores, tanto de las clases más altas como de las medias, que también querían tener sus criados, no tuvieron ningún problema en disponer de ellos. Dawes cuenta cómo a finales del XIX era mejor ser sirviente que dormir en la calle en Enbankment. Al menos había una cama, un techo y comida. Es lo que sucede cuando no tienes más a lo que agarrarte, cuando no hay una escolarización universal ni posibilidad de ascenso. Sin embargo, todo cambió con las dos guerras mundiales. Sobre todo para las mujeres: se dieron cuenta de que ganaban más y, principalmente, eran más independientes si trabajan en una fábrica de municiones. De ahí que cuando se acabaron las dos contiendas, mucha menos gente quería entrar en una casa a servir. Tras la primera todavía se mantuvieron algunas cifras de empleo, pero tras la segunda, la mujer, que ya tenía ciertos estudios, prefería ser mecanógrafa antes de pasar la fregona y abrillantar la plata de los señores.

Y así, dice este reportaje, fue como desaparecieron los criados. Ayuda a entender cómo otros oficios de nuestro tiempo pueden quedarse también sin empleados.

En 1891, 1.386.167 mujeres y 58.527 hombres servían en casas particulares. De ellos, 107.167 muchachas y 6.891 muchachos tenían entre 10 y 15 años. Para 1971, justo el año antes de la publicación de este libro, solo quedaban 32.000 personas ejerciendo de sirvientes en Reino Unido. ‘Nunca delante de los criados’, el reportaje convertido en ensayo del periodista Frank Victor Dawes y que ahora publica por primera vez en español Periférica, es, precisamente, la historia de la gran renuncia a ese oficio y por qué. No hay que atar demasiados cabos: sueldos ínfimos, condiciones de esclavitud y la humillación (sí, el apelativo de la chacha). Y todavía hay quien, entre los señores de las mansiones, recordaban la época de los criados como “los buenos tiempos”.

Ensayo
El redactor recomienda