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'Revenge': contra la violación, castración
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'Revenge': contra la violación, castración

Premiado en el Festival de Sitges, el primer largometraje de la francesa Coralie Fargeat renueva las dinámicas del subgénero 'exploit' de violación y venganza

Foto: Una imagen de 'Revenge'. (A Contracorriente)
Una imagen de 'Revenge'. (A Contracorriente)

Pocos territorios más fértiles para las discusiones sobre la representación cinematográfica de la violencia sobre las mujeres y su rol al respecto que el llamado 'rape & revenge'. Las películas de violación y venganza en femenino nacen en Estados Unidos en la década de los setenta, una época marcada por el desencanto fruto de la Guerra del Vietnam que se tradujo en un cine empapado de agresividad bruta y cierto nihilismo. En un momento en que proliferan los justicieros de todo pelaje, el auge de la segunda ola feminista propicia el surgimiento de una serie de vengadoras que aplican a su manera el lema "contra la violación, castración". Películas como 'La violencia del sexo' de Meir Zarchi ('I Spit On Your Grave, 1978) o 'Ángel de venganza' de Abel Ferrara ('Ms .45', 1981) resumen el proceso de revancha implacable que lleva a cabo una protagonista víctima de una agresión sexual salvaje.

Rodeados de todo tipo de polémicas y prohibiciones, estos títulos resultan sin embargo pioneros en al menos tres aspectos. Por primera vez, la víctima de la violación deviene también la protagonista central de la película. En los primeros filmes de 'rape and revenge' estilo 'Perros de paja' de Sam Peckinpah o en precedentes como 'El manantial de la doncella' de Ingmar Bergman, la mujer sufría el ataque. Pero era un hombre, habitualmente el padre o la pareja, quien se apropiaba de toda la atención como perjudicado y vengador. Además, lejos de adaptarse al rol de víctima pasiva o damisela en peligro que espera que algún macho acuda al rescate, la Jen de 'La violencia del sexo' o la Thana de 'Ángel de venganza' responden de forma activa a las agresiones que han sufrido y eliminan a sus atacantes aplicándoles la misma violencia de la que ellas han sido receptoras.

placeholder Matilda Anna Ingrid Lutz en 'Revenge'. (A Contracorriente)
Matilda Anna Ingrid Lutz en 'Revenge'. (A Contracorriente)

Por último, dirigidas por hombres sin 'a priori' agenda feminista, estas películas esbozan de forma clara la idea de cultura de la violación. Los ataques que sufren las protagonistas en ningún caso se consideran un hecho aislado que perpetra un psicópata, sino que se insertan en una lectura general sobre los rituales tóxicos de la masculinidad y de la violencia sistémica sobre las mujeres, que en muchos casos se extiende al papel cómplice de las fuerzas de seguridad y de la justicia.

El peaje a pagar para que veamos a una mujer luchadora consiste en que antes se exhiba su violación

Un subgénero que se articula a partir de la reciprocidad propia de la ley del Talión ofrece también su reverso oscuro, asumido o no en las mismas películas. Al fin y al cabo, en el cine de violación y venganza las mujeres asumen en su reacción una actitud tradicionalmente masculina que tiene mucho de fantasía testosterónica: ejercen una violencia extrema al margen de la ley y de forma profundamente individualista, aunque también hay 'rape and revenges' colectivos, como 'Acto de venganza' de Bob Kelljan o incluso a su manera 'Death Proof' de Quentin Tarantino. El género encierra en su propia definición su paradoja máxima, propia del 'exploit': el peaje a pagar para que veamos a una mujer luchadora consiste en que antes se exhiba su violación.

placeholder Otro momento de 'Revenge'. (A Contracorriente)
Otro momento de 'Revenge'. (A Contracorriente)

Con el nuevo siglo han llegado revisiones muy interesantes del género. En 'Fóllame', Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi se apropian desde una vertiente pornopunk del 'rape and revenge' para desactivar cualquier potencial complaciente o 'voyeurístico' de sus códigos. Mientras que la reciente 'Paulina' de Santiago Mitre propone un cambio radical en sus dinámicas a partir de una protagonista que, desde una militancia ideológica concreta, se desvía de su fatalismo vengador y del clasismo que en la mayoría de los casos entrañaba.

Se podría hablar de cierto renacimiento del subgénero de violación y venganza en tiempos del #MeToo

En el pasado Festival de Sitges coincidían varias películas que permiten hablar de cierto renacimiento del subgénero de violación y venganza en tiempos del #MeToo y como consecuencia de la progresiva incorporación de mujeres realizadoras al fantástico. 'Revenge' es la ópera prima de la francesa Coralie Fargeat, una actualización del 'rape and revenge' que en parte entronca con esa corriente de cine francés extremo que a principios del siglo XXI encontró en el cine de terror estadounidense de los setenta su modelo a seguir.

placeholder Otro momento de 'Revenge'. (A Contracorriente)
Otro momento de 'Revenge'. (A Contracorriente)

Fargeat deslocaliza su film y lo sitúa en pleno desierto de México, lo que convierte el escenario en un espacio adecuado para desplegar una película de acción violenta al margen de la ley al tiempo que lo despoja de cualquier subtexto histórico. Aquí la protagonista también se llama, como en 'La violencia del sexo', Jen (Matilda Lutz). Es una joven aspirante a actriz y amante de un rico empresario casado, Richard (Kevin Janssens). Ambos están pasando unos días en esta mansión lejos de todo, que él también utiliza como campamento base para salir a cazar con sus socios. Estos acuden por sorpresa un día antes a la cita habitual. En un momento en que Richard ha salido para solucionar el papeleo, uno de ellos viola a Jennifer ante la mirada impávida del otro. Cuando Richard regresa, se encuentra a su novia en pleno trauma y con ganas de regresar a casa. Para solucionar el embrollo, el protagonista lanza a la chica por un barranco. Y la dan por muerta. Pero Jen, cual ave fénix, acaba resurgiendo de sus cenizas y sale al encuentro de sus tres agresores.

Para solucionar el embrollo, el protagonista lanza a la chica por un barranco. Y la da por muerta

'Revenge' deja claro desde su título su posicionamiento en lo que a la combinatoria del género clásico se refiere. La agresión sexual a Jen ocupa poco metraje y queda fuera de campo, aunque buena parte de las escenas iniciales reproducen la mirada masculina de los personajes y su forma de objetivizar sexualmente a la protagonista. Pero es la venganza la que preside el film. Jen pasa por el proceso habitual de transformación, aquí en forma de ritual místico por ingestión de peyote, del que sale convertida en una variante de Lara Croft o de Imperator Furiosa de 'Mad Max', una heroína de acción de apariencia posapocalíptica que no resulta en este aspecto demasiado novedosa.

placeholder Otro momento de 'Revenge'. (A Contracorriente)
Otro momento de 'Revenge'. (A Contracorriente)

En un 'rape and revenge', como en un 'slasher', el espectador sabe a lo que viene. Se trata de asistir a la eliminación de los diferentes agresores por parte de la protagonista. La gracia reside en cómo se gestiona y se gratifica esta expectación. Y en 'Revenge', la directora administra y despliega con pulso tanto la espera como los diferentes asesinatos. En un film donde la violencia está en buena parte desexualizada (no vemos la violación, por tanto tampoco ninguna castración), Fargeat dedica alguna de las secuencias más gores a subvertir el imaginario de la penetración violenta de la carne femenina. Una de las escenas más dolorosas es aquella en que Jen se desprende de la rama en la que acabó clavada. En otra, su violador pasa un tiempo considerable intentando extraerse de la planta del pie el par de cristales que se le han incrustado a través de una herida en forma de raja vertical y viscosa.

Una de las escenas más dolorosas es aquella en que Jen se desprende de la rama en la que acabó clavada

placeholder Cartel de 'Revenge'.
Cartel de 'Revenge'.

Pero es la parte final la que mejor despliega una inversión en los roles tradicionales en lo que a depredador y presa se refiere. Cuando el exnovio se da cuenta de que solamente queda él con vida frente a la protagonista, regresa a la casa para refugiarse allí. Solo y desnudo, siente la amenaza que supone la mujer vengadora allí fuera, en la inmensidad del desierto que se extiende a su alrededor. El miedo ha cambiado de bando. Y un personaje masculino agresor y seguro de sí mismo se encuentra en esa situación de vulnerabilidad total en que tantas mujeres se han visto expuestas una y otra vez en el cine y en la vida misma. Son los momentos más perturbadores en un film que por otro lado elimina o suaviza los elementos más ambiguos e incómodos, pero también los más subversivos, del subgénero en el que se sitúa.

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