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El mejor lugar para escuchar conciertos de jazz es la sala de un hotel de Madrid
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El mejor lugar para escuchar conciertos de jazz es la sala de un hotel de Madrid

Recoletos Jazz lleva una década atrayendo a grandes figuras nacionales e internacionales con una fórmula que apuesta por el sonido y se opone a la idea de la música como amenización

Foto: Alain Pérez, junto a Yerai Cortés, durante un concierto en la sala Recoletos Jazz, en el hotel AC Recoletos de Madrid. (Recoletos Jazz)
Alain Pérez, junto a Yerai Cortés, durante un concierto en la sala Recoletos Jazz, en el hotel AC Recoletos de Madrid. (Recoletos Jazz)

Marc Ribot, uno de los guitarristas más famosos del mundo, sube al escenario para ofrecer un magnífico concierto que ninguno de los 100 asistentes (más no caben) va a olvidar. La tenue iluminación de las lámparas en las mesitas, el sedoso telón violeta del fondo y el modo amortiguado con que los camareros depositan los platos y las copas durante el concierto contribuyen a la calidez del ambiente. Se suceden los temas por parte del artista y los aplausos del público. Luego, el músico toma el ascensor y un minuto después ya está en su habitación. Respecto a la sala, esto mañana será el buffet del desayuno.

Recoletos Jazz, que es donde ha tenido lugar esta escena, es una sala de conciertos nacida en 2013 dentro de un hotel madrileño, el AC Recoletos, en pleno barrio de Salamanca. Si TripAdvisor o Michelin dieran estrellas a los clubes de música en vivo, estaríamos en uno de los locales más visitados del mundo. Se puede pensar que el combo hotel con club es imbatible, pero, como explica Juan Laguna, que se dedica a su programación con mimo y rigor, es un arma de doble filo. “Nos ha costado quitarnos el lastre del hotel. En el mundo musical había quien decía: ¿qué es eso de un hotel?, yo quiero ir a una sala”. Sobre todo, cuenta, han luchado contra el cliché del jazz como amenización: contra el jazz washing de poner un cuarteto a tocar Summertime o La chica de Ipanema en eventos y convenciones a la hora del coffee break; contra el jazz de vestíbulo.

Siempre lleno

El éxito de Recoletos Jazz —siempre lleno— es un asunto interesante en un tiempo pospandémico que sitúa a las salas en la encrucijada: pérdida de público joven, subida de precios de la energía, adaptación a protocolos medioambientales, la necesidad de abrirse a otras actividades, de ensanchar horarios... “Pero el punto crítico empieza antes de la pandemia”, opina Laguna. “Yo creo que cuando se deja de fumar en las salas el concepto de club cambia. El jazz sin tabaco cambia, porque hay un relato que deja de existir. Y ese ambiente lo tienes que sustituir con otras cosas. Nosotros cuidamos el sonido, cómo te sirven la copa o la cena...”.

Y que la música siempre sea lo primero. Laguna sostiene que esa es la apuesta, aunque el negocio puramente musical y el hostelero “tienen que convivir, aunque en la línea que hemos llevado es más importante la programación” y confiesa: “A mí me encantaría traer a John Zorn, y que la gente pagará 300 pavos por verlo. Esto no es orgullo elitista, sino, igual que te vas a cenar en Dabiz Muñoz o cualquier restaurante de estos y te dejas ese dinero, que un día al año te pudieras permitir el lujo de ver a un personaje como Zorn —por decirte uno— en un espacio reducido”.

placeholder Pepe Habichuela, durante una actuación en el Recoletos Jazz.
Pepe Habichuela, durante una actuación en el Recoletos Jazz.

Uno se acuerda de Calle 54, el restaurante con espectáculo que, con diseño de Javier Mariscal, inspiración del latin jazz que sonaba en la época y euforia económica pre Lehman Brothers, el cineasta Fernando Trueba abrió en Madrid allá por 2001. Allí fue posible ver a los mayores talentos del momento a escasos metros de la cena. Pero la cosa no funcionó. “Mi admiración absoluta al intento de sala que se hizo en ese momento; aquí viene mucho Trueba, de hecho hace unos días le hicimos un homenaje a su película [Calle 54, documental de 2000]”, cuenta el programador de Recoletos Jazz. “Pero no haber tenido esa experiencia previa en sala hizo que por ejemplo el sonido no fuera el adecuado. Al final tenías a Guti o Raúl [los futbolistas] cenando de espaldas al espectáculo. La sala se montó desde arriba, no desde abajo. Y posiblemente la ciudad no estaba preparada”. ¿Lo está ahora? Recoletos Jazz lleva una década en pie. Arrancó cuando Cecilia Jiménez, directora del hotel y amante de la música, decidió poner en marcha una programación en vivo en otro espacio del hotel. “Yo conozco luego a Cecilia —que además es mi pareja—, veo los conciertos y el potencial de la sala y poquito a poco, hacia 2014, empezamos a meter un tipo de nombres que antes no estaban”, cuenta Laguna. Hoy el historial de la sala presume de sucesos relevantes como la reunión de Ketama con el maliense Toumani Diabaté —“rehicieron Songhai [disco de 1988, clave del llamado Nuevo Flamenco] en un espacio donde cabían 50 personas”—, encuentros mágicos como “hace poco Pancho Amat, el tresero cubano, con Javier Colina” y conciertos como “hace unas semanas, Santiago Auserón”. En el historial de la sala —que inauguró el flamenco Pepe Habichuela— hay otros referentes como Chano Domínguez, Jorge Drexler, Martirio, Lole Montoya, Jorge Pardo, Miguel Poveda, Silvia Pérez Cruz

"Siempre nos irá mal. Somos un mundo marginal y seguiremos siéndolo hasta que nos muramos"

Laguna —que empezó a montar conciertos con 18 años en su colegio y con el tiempo se convirtió en realizador de documentales musicales— vivió una época muy recordada para la música en vivo en España: los últimos noventa y primeros dos mil. “Esos años, de 2000 a 2008, fueron una época boyante. Había un optimismo vital, horarios laxos… había todavía un gusto hacia lo desconocido. Hasta que llegó la crisis”. ¿Y después? “Llegamos hasta aquí, más o menos con la estela de esa crisis, pero haciendo cosas más sofisticadas: ahora las salas se conciben mejor, los festivales cuidan su programación y se ve una profesionalización que antes no había porque había menos gente y menos formación”.

Sea como sea, concluye, “siempre nos va a ir mal. Somos un mundo marginal y seguiremos siéndolo hasta que nos muramos. No pasa nada, hay que disfrutar de ello”.

Marc Ribot, uno de los guitarristas más famosos del mundo, sube al escenario para ofrecer un magnífico concierto que ninguno de los 100 asistentes (más no caben) va a olvidar. La tenue iluminación de las lámparas en las mesitas, el sedoso telón violeta del fondo y el modo amortiguado con que los camareros depositan los platos y las copas durante el concierto contribuyen a la calidez del ambiente. Se suceden los temas por parte del artista y los aplausos del público. Luego, el músico toma el ascensor y un minuto después ya está en su habitación. Respecto a la sala, esto mañana será el buffet del desayuno.

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