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El músico africano que tenía 700 años
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El músico africano que tenía 700 años

Toumani y Sidiki Diabaté ofrecen un concierto memorable en el festival

Foto: Toumani y Sidiki Diabaté
Toumani y Sidiki Diabaté

Atención, pregunta: ¿conoce usted el nombre de alguno de sus bisabuelos? ¿Y de sus tatarabuelos? ¿No? Pues hay lugares en el mundo donde la tradición se toma un poco más en serio. Por ejemplo: en Mali, donde la familia Diabaté ha cultivado el arte de tocar la kora durante más de setenta generaciones. Concretamente, Toumani Diabaté pertenece a la generación 71 y su hijo Sidiki a la72.

El primero calcula que la familia lleva siete siglos transmitiendo estos conocimientos de padres a hijos (hasta hace poco estaba vedada a las mujeres, ahora las cosas empiezan a cambiar). "Sidiki es una gran estrella pop en Mali. Toca en estadios para sesenta mil personas, aun así siempre ha comprendido la importancia de no romper la cadena, por eso el disco que hemos hecho juntos es tan importante para mi familia", explica Toumani. Si quieren ver el contraste, pueden buscar los himnos urbanos de Sidiki junto al rapero Iba One.

'Sidiki es una gran estrella en Mali. Toca en estadios para 60.000 personas, pero siempre ha comprendido la importancia de no romper la cadena familiar'

No se trata solo de un asunto personal, sino de un repertorio que sirvió para armar un deslumbrante concierto en La Catedral de Cartagena."Solo somos dos personas encima de este escenario, pero la kora es un instrumento tan completo que nos permite hacer el trabajo de seis músicos. Cuando la sabes tocar, puedes combinar con agilidad los sonidos del bajo, llevar la melodía y hacer improvisación", explica Toumani.No solo no se pierden matices, sino que se dobla la fuerza expresiva de una música sencilla y a la vez majestuosa. Es fácil comprender el poder de seducción de este instrumento cuya base es una calabaza y que suena como un cruce de arpa y laúd. El concierto, programado inicialmente para el martes, fue pospuesto al miércoles por un problema de vuelos. "Pido disculpas. Tuvimos una mala experiencia en París al venir de África", explicó Toumani, que subió al escenario ayudándose con una muleta.

El horror de Lampedusa

Con una sonrisa permanente, Toumani agradeció la asistencia del público, especialmente de los que habían viajado para verle. "También quiero dar las gracias por la acogida de España en general, por lo bien que me trataron desde los años ochenta, cuando empecé a colaborar con Ketama o Martirio", explicó.Recordemos que él fue una de las piezas clave del álbum Shongai, publicado en 1989 y considerado uno de los grandes clásicos de la fusión flamenca. En mitad de un pasaje de kora especialmente intenso, el maestro decide autopremiarse con un "ole", provocando las risas del público.

El concierto en La Mar de Músicas, hipnótico de principio a fin, no tuvo un solo bajón. Terminó en todo lo alto con la pieza llamada Lampedusa, que ambos grabaron en Londres tras ver en las noticias las muertes masivas de migrantes en la región italiana en octubre de 2013. "Cuando la terminamos, iban por 350 muertos. Siempre que la toco pienso que necesitamos subordinar la economía al interés humano, que nadie pueda tener mil millones de euros en el banco hasta que todas las personas tengan techo, comida y asistencia médica", denuncia Diabaté.

Justo a esa misma hora, en otro de los escenarios del festival, el colectivo londinense Asian Dub Foundation debía de estar tocando su atronador himno Fortress Europe, que denuncia el blindaje del Viejo Continente frente a los migrantes que buscan la oportunidad de una vida mejor.

'Necesitamos subordinar la economía al interés humano, que nadie tenga mil millones de euros hasta que todos tengan techo, comida y asistencia médica'

¿El futuro del jazz?

El impacto del concierto de los Diabaté se multiplicó gracias al escenario de La Catedral, un espacio al aire libre que incluye un inmenso muro masacrado por la munición de la Guerra Civil. A última hora de la tarde, las gaviotas vuelan pocos metros por encima de los músicos, incluso mezclándose con sus piezas, como le ocurrió a la saxofonista chilena Melissa Aldana.Esta joven músico de jazz , de tan solo 26 años, se presentó en formato trío, ofreciendo un concierto impecable, como cabía esperar de alguien que ha estudiado el Berklee College of Music y ganado en 2013 el prestigioso premio del Thelonious Monk College of Music. No es cualquier cosa, ya que el jurado estaba compuesto por estrellas de la talla de Wayne Shorter y Branford Marsalis.

Su música se mueve en canones clásicos, entre elegante y melancólica, siempre sin perder elcool.Lo mejor fue la alegría de la pieza final, titulada Sonnyen honor a Sonny Rollins, el músico cuyos discos le acabaron de convencer a dedicarse al saxo tenor. Un concierto disfrutable, a pesar de la inquietante sensación de estar presenciando el brillante examen de un alumna aplicada.

Las Grecas nunca mueren

La noche terminó con tono festivo en un escenario montado junto al puerto. Allí tocaron los noruegos Kakkmaddafakka, una de las propuestas más insustanciales que recuerdo haber visto sobre un escenario. De hecho, hace tiempo que padecemos una invasión de grupos coloristas y presuntamente festivos que mezclan pop con electrónica, siempre con predominio de esto último. Su insípido repertorio, estandarizado hasta decir basta, parece salido de un generador automático de grupos hipster universitarios construido para llenar páginas de las revistas de tendencias y horas de programación en la cada vez más estrecha Radio 3.

Cerró una sesión de Meneo, mucho mejor cuando ponía canciones populares que cuando intentaba retorcer ritmos de club. Arrancó con una versión acumbiada de I wanna break free(Queen), combinando luego macarradas como el P.I.M.Pde 50 Cent y tórridos pepinazos latinos como Suavementede Elvis Crespo. También capeó con gracia una disfunción técnica enchufando el clásico Rock around clock. Mención especial al remix drum and bass de Te estoy amando locamente(Las Grecas) que consiguió poner el puerto del revés.


Atención, pregunta: ¿conoce usted el nombre de alguno de sus bisabuelos? ¿Y de sus tatarabuelos? ¿No? Pues hay lugares en el mundo donde la tradición se toma un poco más en serio. Por ejemplo: en Mali, donde la familia Diabaté ha cultivado el arte de tocar la kora durante más de setenta generaciones. Concretamente, Toumani Diabaté pertenece a la generación 71 y su hijo Sidiki a la72.

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