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Los hijos del nepotismo: una historia interminable
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'TRINCHERA CULTURAL'

Los hijos del nepotismo: una historia interminable

Los más jóvenes se indignan en redes por la falta de igualdad de oportunidades en ciertas carreras artísticas. ¿Quién les dijo lo contrario?

Foto: Foto: EFE/Manuel Lorenzo.
Foto: EFE/Manuel Lorenzo.

No todo es malo en TikTok. La red social, además de un preocupante canal de sexualización de menores, es una herramienta de comunicación potente entre los jóvenes. Los chavales tienen preocupaciones muy concretas que personas de generaciones anteriores en muchas ocasiones no comprenden. La obsesión que ha colmado los perfiles de los Z en 2022 son los nepo-babies o, si se prefiere, los hijos del nepotismo. Este es el nombre que se ha dado a las nuevas generaciones de estrellas de Hollywood, todos ellos vinculados mediante lazos familiares previos a las industrias del entretenimiento.

Por supuesto, el fenómeno no es nuevo —sagas completas de Hustons, Barrimores o Coppolas lo atestiguan— pero la indignación al respecto sí es reciente. Toda una generación de jóvenes, la misma que ha pasado estas Navidades en la sala de estudios de una biblioteca o envolviendo regalos en un currito temporal en el centro comercial, se está cayendo del guindo de la meritocracia gracias al éxito de series como Euphoria.

Foto: Un bolso de la firma de moda Balenciaga. (EFE/Felipe Trueba)

Cuando buscan el nombre de sus actores favoritos, pocos años mayores a ellos, descubren que los nombres de sus padres (o de sus tíos, hermanos, padrinos) están en azul en su ficha de Wikipedia. Son guionistas, directores, actores, agentes, productores, modelos, cantantes, artistas en general. Gente del mundillo. Y no es extraño porque es justo como la industria está hecha, en torno a la confianza. Y no hay mayor garantía de confianza que el aval personal que ofrece un profesional reconocido y cuya reputación es todo para él y sus colegas. Por cuestiones prácticas, además, muchos castings y entrevistas son a puerta cerrada y sus convocatorias no se hacen públicas, aunque son bien conocidas para quien está en lugar adecuado.

En todo caso, por obvio que puedan parecer los hechos, internet no se los ha tomado bien. Han explotado los videos en redes en torno al tema, señalando los nombres de los privilegiados por el sistema, y nepo-baby ha sido uno de los términos más buscados del 2022. Tanto es así que Vulture, revista de la cultura e industria de New York Magazine, ha lanzado un especial a final de año desgranando los motivos de esta situación con, además, una extensísima infografía de protagonistas de la polémica, con sus lazos familiares, profesiones e hitos laborales.

La pregunta que puede hacerse un adulto ante este enfado juvenil es de dónde viene. ¿No conocen estos chicos cómo funciona el mundo?

Como no podía ser de otra forma, los hijos del nepotismo no han aceptado este clamor de masa (que pronto será un rumor lejano) con naturalidad o con mera indiferencia. Los listos, los ricos quizá también, no han abierto la boca ni señalado nada al respecto —esa gestión de crisis de imagen, Pablo Motos—, pero aquellos que están en el limbo de la fama, aquellos que se mueven en el fango de la popularidad se han defendido. Lo esperable: que ellos han trabajado mucho, que ellos se han tenido que sacrificar, renunciar a tanto, sentir rechazo. Y sin duda todo esto es cierto, como lo es el ensimismamiento que gastan al no reconocer las oportunidades que respaldan todo ese esfuerzo.

La pregunta que puede hacerse un adulto formado ante este enfado juvenil es de dónde viene. ¿Acaso no lo sabían, no conocen estos chicos cómo funciona el mundo? Y la respuesta a esto es: no y es culpa nuestra. Recuerdo con claridad los primeros fogonazos de realidad, los faros tras la neblina de la cultura del esfuerzo, a la misma edad a la que les toca la epifanía a estos chavales. Recuerdo también conversaciones en las que esta sensación de despertar coincidía en el mismo momento en varias generaciones, justo cuando terminan los rituales de paso y comienzan las conciencias políticas.

Entonces, si este advenimiento es común entre adultos, ¿por qué no hemos transmitido esta experiencia a los adolescentes? Los problemas que lo impiden son estructurales, ya que el sistema alimenta a los trabajadores con promesas basándose en el mito de la meritocracia. Como todo relato dado por nosotros mismos para nosotros mismos, su base es emocional; forma parte de la educación sentimental capitalista.

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Las ficciones (especialmente las cinematográficas) cuentan historias extraordinarias, las excepciones a la regla. Las empresas controlan las opiniones públicas de sus empleados y aspirantes mediante el lenguaje corporativo. Los medios de comunicación, pagados por el dinero del privilegio, perpetúan la mitología. Y el ámbito privado refuerza estas ideas tachando de amargado o derrotista a quien solo presente ser honesto. La propaganda ideológica al respecto es tan descarada que pretende encajar esta narrativa que iguala el éxito al esfuerzo (que no al revés) en figuras públicas que son la definición de un beneficio particular. Ya se sabe, Felipe está muy preparado y Emilio heredó un banco enano.

Podemos intentar hacer pedagogía privada y activismo público con las nuevas generaciones, pero de poco sirve si no exigimos transparencia a los relatos que nos estructuran socialmente. Posiblemente, no podamos vivir de manera organizada sin una ficción mayor común que nos regente de manera colectiva, por lo que deberíamos ir pensando en qué cuento queremos figurar para ser la sociedad que deseamos. De lo contrario, nos veremos obligados a desengañarnos con nosotros mismos como gesto de madurez una y otra vez.

No todo es malo en TikTok. La red social, además de un preocupante canal de sexualización de menores, es una herramienta de comunicación potente entre los jóvenes. Los chavales tienen preocupaciones muy concretas que personas de generaciones anteriores en muchas ocasiones no comprenden. La obsesión que ha colmado los perfiles de los Z en 2022 son los nepo-babies o, si se prefiere, los hijos del nepotismo. Este es el nombre que se ha dado a las nuevas generaciones de estrellas de Hollywood, todos ellos vinculados mediante lazos familiares previos a las industrias del entretenimiento.

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