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La energía del hombre divorciado
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'TRINCHERA CULTURAL'

La energía del hombre divorciado

A raíz de la compra de Twitter se han recrudecido las mofas públicas sobre la "energía de hombre divorciado" de Musk, un nuevo estereotipo masculino que se ha creado con intención de burla

Foto: Elon Musk. (Reuters/Adrees Latif)
Elon Musk. (Reuters/Adrees Latif)

Indiscreción, errores públicos, exceso de confianza y déficit de vergüenza. Estas son algunas de las cualidades desplegadas durante el proceso de compra y transición de la red social Twitter por parte del magnate Elon Musk. Pero también son algunas de las características comunes de un nuevo espécimen de internet: la energía de hombre divorciado.

Aunque el término lleva un tiempo ya en redes, quienes lo han popularizado y estandarizado en España son Andrea Gumes y Anna Pacheco, conductoras de Ciberlocutorio, un pódcast de Radio Primavera Sound que tiene por lema "lo más importante del mundo está en internet y si no está, no nos importa". En 2019, tomó cierta popularidad la idea del gran divorcio como una especie de metáfora ramplona sobre la necesidad de cambio radical y positivo, desde el nivel personal hasta el social. Luego llegó la pandemia y el confinamiento y, con ellos, una oleada de crisis matrimoniales que se trasladó también al ambiente general de internet. Comenzó entonces a forjarse discreta y paulatinamente la idea de que los hombres divorciados emanan una energía errática particular y reconocible.

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Definir un estereotipo es con frecuencia inútil, pues borra esas sutilezas que, por inefables, son esenciales en la construcción de personajes. Como todo concepto (o ficción, narración o lenguaje) se comprende mejor a través de usos y ejemplos. Tienen así indudable energía de hombre divorciado figuras tan dispares como Iker Casillas, Javier Negre, Kiko Matamoros, Rafael Hernando o Risto Mejide. Internacionalmente, son conocidos por su energía de hombre divorciado el ya mencionado Musk, Laurence Fox, actor y polemista, el rapero Kanye West o el mismísimo Jeff Bezos, tras aficionarse a las camisas escotadas. El concepto es tan poderoso que, en algunos casos, trasciende el estado civil como ocurriría con Pablo Motos, Tomás Roncero o el semental fortificado de Ortega Cano.

El sujeto de caso parece sencillo: hombre, heterosexual, mediana edad, divorciado. Febrilmente activo en redes sociales desde la ruptura, presume de nuevas aficiones, cambia su aspecto y no tiene pelos en la lengua. Aparenta más edad al intentar quitarse años. Sus hijos lo tienen silenciado en Instagram. Su ex no le da a me gusta a sus felicitaciones públicas de cumpleaños. Otros hombres divorciados dejan comentarios donde se llaman los unos a los otros crack, máquina, fiera, artista. Su madre piensa que ha tenido mala suerte.

Este pequeño retrato robot no es más que un ejercicio limitante ya que la idea que nos ocupa es una de esas entelequias que se perciben mejor que se piensan. Existen, por ejemplo, objetos que condensan esta energía por sí mismos. Muchos están vinculados tradicionalmente a la clásica crisis de la mediana edad —véanse coches deportivos, motos vistosas, juegos de pesas o camisetas con bromas sexuales—, pero no es de esta forma en todos los casos. Emiten así de igual forma esta energía una lasaña precocinada que un juego nuevo y muy caro de cuchillos de cocina.

Los estereotipos cumplen funciones sociales muy concretas. Han servido como preservantes de culturas y protección de comunidades

Hay además quienes afirman que la energía de hombre divorciado no se adscribe ni a los hombres ni a los divorciados, sino que pertenece a la humanidad, que todos tenemos derecho a esa mezcla de torpeza social y búsqueda de reconocimiento en las transiciones dolorosas de nuestras vidas. Sin embargo, al ser un término de nuevo cuño, aún no hay consenso al respecto y el uso generalizado, especialmente con intención de burla, tiene como objetivo el masculino singular.

¿Y qué ocurre con las mujeres divorciadas, el origen de toda esa aciaga energía? Aunque la energía de mujer divorciada no tiene, por el momento, término propio sí se puede acordar con facilidad que los prejuicios indicados no se aplican a ellas, al menos no con la frecuencia que a sus exparejas. Socialmente, y al contrario de lo que ocurría en décadas anteriores en las que los estigmas al respecto pesaban sobre el bienestar individual, el divorcio es una liberación para la mayoría de mujeres. Los datos ratifican esta percepción: son ellas las que más solicitan el divorcio y las mujeres solteras tienen mejores índices de calidad y esperanza de vida que las casadas.

Los estereotipos, por incómodos que sean, cumplen funciones sociales muy concretas. Han servido como preservantes de culturas y protección de comunidades. Ahora que las amenazas individuales y sociales se muestran esquivas, son el espejo en el que mirarnos cuando nos atrevemos a señalar al otro. Pero también son el resultado del ejercicio natural de búsqueda de patrones. Algunas de estas pautas parecen florecer en redes, como pasó hace unos años con el concepto de cuñado. La energía de hombre divorciado comparte algunos rasgos con el cuñado, sin tener que coincidir. Ambos, fruto de un sentimiento común en internet, son estereotipos en torno al hombre heterosexual y no son los únicos que hay. Hay prejuicios de derechas y los hay de izquierdas, positivos y negativos, de jóvenes y de viejos, pero casi todos son muy recientes.

En su función de espejo, el prejuicio en torno a la energía de hombre divorciado dice más de nosotros que del sujeto en sí

Pareciera que la proliferación de tipos masculinos en internet tiene una función social regulatoria. Aparentan hacer algún tipo de justicia en forma de compensación y reparación que contrarresta figuras femeninas mucho más atávicas, de nombres apenas descriptivos pero contornos completamente definidos: la madre, la puta, la virgen, la hija, la bruja. Más allá de la dudosa utilidad que pueden tener unas bromas online ante estos arquetipos femeninos, sería necesario plantear su conveniencia.

La cultura de internet está enraizada en el meme como forma de comunicación repetitiva pero compleja, pero también en la chanza apocalíptica, en la broma negrísima que se ríe de aquello que no puede cambiar. El alzamiento de esta nueva figura humorística se relaciona, como tantos otros fenómenos propios de redes, a la insatisfacción con la falta de justicia social, relevo generacional y cambios estructurales relevantes relativos a la última ola feminista. Esta frustración, creo compartida por mujeres y hombres, trata de compensar los privilegios de una sección demográfica a través de la burla cruel en torno a una de las circunstancias más azarosas y comunes de la vida: una triste y simple ruptura amorosa. En su función de espejo, el prejuicio en torno a la energía de hombre divorciado dice más de nosotros que del sujeto en sí. En la broma, nos desmarcamos en primera persona de ese ridículo involuntario, poniendo de manifiesto frustraciones y miedos que volcamos en un segundo para conseguir la aprobación penosa de un tercero. Un síntoma que conduce a los bromistas a la pasividad política y a los burlados a la radicalización.

Indiscreción, errores públicos, exceso de confianza y déficit de vergüenza. Estas son algunas de las cualidades desplegadas durante el proceso de compra y transición de la red social Twitter por parte del magnate Elon Musk. Pero también son algunas de las características comunes de un nuevo espécimen de internet: la energía de hombre divorciado.

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