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'Golpe de suerte': vuelve el Woody Allen ingenioso, puñetero y muy divertido
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'Golpe de suerte': vuelve el Woody Allen ingenioso, puñetero y muy divertido

Después de una serie de películas irregulares, el estadounidense dirige una comedia romántica que vira al suspense con ecos de 'Match Point' (2005)

Foto: Niels Schneider y Lou de Laâge son los protagonistas de la última comedia romántica de Woody Allen. (Wanda)
Niels Schneider y Lou de Laâge son los protagonistas de la última comedia romántica de Woody Allen. (Wanda)

Fue Harvey Dent —para los que creen que aquí el cine de superhéroes es anatema— quien dijo aquello de "o mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano". En 70 años de carrera, Woody Allen ha pasado de ser un ídolo de la juventud progresista e intelectual a un apóstata apestado; imposible referenciar su carrera sin mencionar las acusaciones de abuso sexual a su hija adoptiva, Dylan Farrow. Su cine hace tiempo que pasó a ser una cuestión secundaria, arrasado por el rodillo mediático de la controversia. Una crítica positiva o negativa de sus películas suele traducirse como un referéndum sobre su persona. Error.

Después de más de una década de títulos menores de los que quizá solamente Midnight in Paris (2011) escape de la desmemoria, de un Woody Allen taciturno y en crisis exiliado por el mundo en busca de producción y actores, el director rueda su primera película en francés, con actores franceses y ambientada en París. Dicen que la ficción copia la realidad, cuando es la realidad la que copia la ficción —si no por qué aquello de los referentes—, y Allen se ha encontrado emulando al protagonista de Un final made in Hollywood (2002), un cineasta que encuentra solaz en Europa después de que su país, Estados Unidos, le haya dado la espalda.

Foto: El director neoyorquino Woody Allen. (Getty/Andreas Rentz)

"Sabes que cuando el artículo salga ya no volverá a tener trabajo", avisa uno de los personajes. "No hace falta el artículo, las críticas ya se han encargado de eso", contesta otro. "A que no sabes...", interviene un tercero, "los franceses han visto tu película en París y dicen que es el mejor filme americano de los últimos 50 años. ¡Te están aclamando como un gran artista! ¡Un gran genio! Y ya sabes que Francia marca la pauta de toda Europa. Y ya tengo ofertas para que hagas una película en París, ¡una historia de amor en París!". Y por fin contesta el personaje de Allen: "En Nueva York soy una patata, pero ¡allí soy un genio! ¡Gracias a Dios existen los franceses!".

Golpe de suerte, estrenada fuera de concurso en el Festival de Venecia, es —casi— exactamente eso: una historia de amor parisina con personajes que visten gabardina y jersey rayado, comen bocadillos en los parques, viven en buhardillas bohemias y leen a Proust. El París que construye Allen es esa arcadia del refinamiento estético e intelectual, con personajes que no son humanos, sino estereotipos conscientes que permiten al director meterse de lleno en la comedia romántica primero, después en el suspense y por último en el enredo, al servicio de un guion en el que prima el golpe de efecto, la ironía y el humor frente a un desarrollo de personajes realista. Y, aunque la fórmula no sea novedosa y Allen no haya querido salir de su zona de confort, Golpe de suerte funciona como esa magdalena, de nuevo Proust, que retrotrae al espectador a ese antiguo Allen antes de que cayera en desgracia.

Golpe de suerte es una película cálida y juguetona que recupera esa familiaridad del Allen de Misterioso asesinato en Manhattan (1993). Un poco más glaseado, también. E insiste el director en una cuestión recurrente a lo largo de su carrera, la de la suerte, el azar, como elemento definitorio de la existencia. La pelota de tenis que choca contra la red, la cuerda que eleva el piano durante una mudanza y que se rompió justo cuando tú pasabas debajo. La confusión del diputado que da la victoria por un voto a la reforma laboral. Grandes diferencias provocadas por pequeñas insignificancias en el orden cósmico. Y cómico. Porque, a diferencia de Match point (2005), la que puede que sea la última película en la carrera de Allen —quien ya ha cumplido 87 años— ha priorizado el entretenimiento a la psicología, al existencialismo, a los matices.

placeholder Melvin Poupeaud y Lou de Laâge en 'Golpe de suerte'. (Wanda)
Melvin Poupeaud y Lou de Laâge en 'Golpe de suerte'. (Wanda)

Allen vuelve a elegir un contexto de la alta burguesía para retratar el aburrimiento de una mujer, Fanny (magnética Lou de Laâge), casada en segundas nupcias con Jean Fournier (Melvil Poupaud), un hombre adinerado y más mayor que ella que le ofrece una vida acomodada, pero tediosa y rutinaria. Algo de lo que se da cuenta cuando, por azar, se cruza con Alain (Niels Schneider), un antiguo compañero de clase convertido en escritor que le devuelve a la protagonista a una vida anterior mucho más excitante que la que lleva ahora. La película se pasea por fiestas en apartamentos gigantescos en las que corre tanto el champán como las conversaciones insustanciales. Fanny siquiera sabe a qué se dedica su marido, más allá de "hacer a los ricos más ricos".

El mundo que le ofrece Alain, por el contrario, es un mundo callejero, romántico, intenso, aunque también muy atado a la convención bobo —bohemioburguesa— francesa. El encantador Jean se revela, además, al espectador como un celoso patológico, un hombre controlador que utiliza a Fanny —bella, inteligente, encantadora— como reafirmación de su propio éxito. Un hombre que no tolera el fracaso y que, además, no cree en la suerte. "La suerte no existe, es cada uno el que se la fabrica", insiste una y otra vez. El pragmatismo y la ambición de Jean contra el romanticismo iluso de Alain. El guion incide en el tema del azar, el destino, la casualidad, la probabilidad y la ironía de un universo nacido del caos.

placeholder Valérie Lemercier y Melvil Poupaud en 'Golpe de suerte'. (Wanda)
Valérie Lemercier y Melvil Poupaud en 'Golpe de suerte'. (Wanda)

El elemento disruptor de este frágil equilibrio entre ambos mundos no es, sin embargo, Alain, sino el personaje de Valérie Lemercier, la madre de Fanny, que aparece como personaje secundario, pero que acaba apoderándose de la pantalla a mitad de metraje. Y es el gran hallazgo de guion de Allen, el romper los códigos de tono, de género y de protagonismo de los personajes en medio de la película para sacarla de la comedia romántica de manual.

En Golpe de suerte Allen ha salido de esa modorra que tanto en guion como en puesta en escena han lastrado sus últimos trabajos. La cámara vuelve a moverse, vuelve a proponer algo más que plano fijo y contraplano. Parece como si Allen hubiese recuperado la apetencia perdida en una década limitada a cubrir el expediente. Parece haberse vuelto a divertir. Su cine vuelve a respirar, vuelve a tener ese nosequé que faltaba. Allen vuelve a tomar las riendas del caos que es un rodaje y sabe dirigir a un reparto absolutamente en sintonía que enseguida el espectador asimila como algo reconocible, cercano y amable. Incluso la fotografía de Storaro, que en Wonder Wheel (2017) funcionaba, pero en Rifkin's Festival (2020) distraía, incide en el aspecto bucólico del París de Allen, eludiendo el retrato realista.

Pero, sobre todo, Allen ha vuelto a demostrar la capacidad de hacer reír, reír con risotadas francas, y de recuperar esa ligereza de sus primeras películas. Un buen cierre para la carrera de alguien que ha marcado el cine del siglo XX.

Fue Harvey Dent —para los que creen que aquí el cine de superhéroes es anatema— quien dijo aquello de "o mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano". En 70 años de carrera, Woody Allen ha pasado de ser un ídolo de la juventud progresista e intelectual a un apóstata apestado; imposible referenciar su carrera sin mencionar las acusaciones de abuso sexual a su hija adoptiva, Dylan Farrow. Su cine hace tiempo que pasó a ser una cuestión secundaria, arrasado por el rodillo mediático de la controversia. Una crítica positiva o negativa de sus películas suele traducirse como un referéndum sobre su persona. Error.

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