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'Yo capitán': la gran odisea de la inmigración africana será una de las películas del año
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71 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

'Yo capitán': la gran odisea de la inmigración africana será una de las películas del año

Es la película italiana enviada a los Oscar y ha pasado por la sección de Perlas del Festival de San Sebastián

Foto: Fotograma de 'Yo capitán', entre la película de aventuras y el drama social, lo último de Matteo Garrone. (Caramel)
Fotograma de 'Yo capitán', entre la película de aventuras y el drama social, lo último de Matteo Garrone. (Caramel)

Mucho se ha filmado en torno al drama de la inmigración ilegal. Desde el documental, desde la ficción realista, desde la animación. En La jaula de oro (2013), el director burgalés Diego Quemada Díez recreaba a través de la mirada adolescente la travesía centroamericana de La Bestia, el tren que atraviesa desde Guatemala hasta México con la vista puesta en la tierra prometida estadounidense. Una película de aprendizaje sobre la pérdida de inocencia de sus cuatro protagonistas -tres chicos y una chica- que intentan sobrevivir al racismo, la aporofobia y la avaricia de un mundo adulto violento y hostil.

También es el punto de vista de dos adolescentes el que escoge Matteo Garrone en su última película, Yo capitán, pero trasladado a la ruta migratoria más pelígrosa y mortífera del mundo, la que sale de los países del Sahel, atraviesa el desierto y después el Mediterráneo con la esperanza de llegar a Europa. Pero, a diferencia de la película de Quemada Díez, seleccionada en su año en Una cierta mirada en Cannes, en la que propone un drama cuasi documental para acercar la realidad al espectador, la ficción de Garrone recurre al cine de aventuras -con momentos incluso oníricos- y a la épica para obligarnos a mirar donde no queremos, habiendo naturalizado como rutina la muerte de hombres, mujeres y niños escapando de una África cada vez más inestable e inhabitable. La película forma parte de la sección de Perlas de la 71 edición del Festival de San Sebastián y es la segunda nota más alta del público, detrás de Lam sociedad de la nieve, de Bayona..

El cine es ante todo mirada y Matteo Garrone en su última película obliga al espectador a fijar la pupila esquiva en el horror, pero también deja aire y solaz en una propuesta que basa su fuerza en la emoción, el la capacidad de conmover a través de sus dos protagonista, Seydou (Seydou Sarr en su primera película), un adolescente senegalés que se embarca en un viaje hasta Europa, la tierra prometida, para huir de la pobreza. Hay espacio incluso para la comedia en esta roadmovie cuya ambición de remover conciencias no desatiende el entretenimiento. ¿Es lícito utilizar recursos del cine más industrial y popular para hacer llegar un mensaje político? ¿No es elitista pensar que sólo desde el rigor aséptico se puede hablar de una tragedia como la inmigración ideal? ¿No es connatural al cine el arte de la manipilación, de la cronstrucción de la empatía?

No es la primera vez que Garrone trata en su cine la cuestión de la inmigración ilegal. Ya lo hizo en 1996 con su ópera prima, Terra di Mezzo, un largometraje que une tres historias de migrantes en Italia: una prostituta nigeriana, un jornalero albanés y el trabajador egipcio de una gasolinera. Con la limitación de medios, Garrone prefirió mostrar las pequeñas parcelas de vida de sus protagonistas. Veintisiete años después y ya convertido en uno de los cineastas italianos de referencia (Gomorra, 2008; Dogman, 2018; Pinocho, 2020) recurre a la épica, a la superabundancia de localizaciones, de recursos, de planos para mostrar lo titánico del viaje, del heroísmo y de la miseria moral. La fotografía de Paolo Carnera, espectacular en su propuesta de color, casi irreal, también contribuye a la digestión del drama.

placeholder Otro momento de 'Yo capitán', de Matteo Garrone. (Caramel)
Otro momento de 'Yo capitán', de Matteo Garrone. (Caramel)

Rodado en localizaciones naturales desde Dakkar hasta el Mediterráneo, Yo capitán comienza en el barrio de Dakkar en el que viven Seydou y su amigo Moussa (Moustapha Fall): casas de adobe en medio de la arena del desierto. Dakkar es también escenario de otra gran película sobre la inmigración, Atlantique, de Mati Diop, en la que la aproximación al tema se hace desde el fantástico y hasta el terror. Garrone muestra el día a día de los dos chavales, pero no lo hace regodeándose en la miseria, sino desde un optimismo más propio de ese cine de aventuras con el que comienza la película, para ir oscureciéndose a medida que avanza el viaje. Las escenas de baile, de música, de cotidianidad -los chicos componiendo canciones para sus vecinos- se alternan con el desarrollo del plan de los chicos para viajar a Europa de espaldas a su familia: las madres los prefieren pobres, pero cerca y vivos.

El carisma de los dos protagonistas provoca una conexión inmediata con el espectador, que anticipa esa odisea llena de peligros en la que cada etapa plantea un nuevo peligro, una nueva forma de miseria moral. Más peligrosa que la arena del desierto es la avaricia del hombre. La película cambia de todo en el mismo momento en el que los jóvenes se dan cuenta de que su idea de aventura, como de libro de Salgari, es una carrera real por la supervivencia: subidos a un todoterreno inestable, cuando cae el primer hombre al suelo y los traficantes no detienen el coche, entran directamente a la adultez. Lo que hasta ahora había sido una travesura se convierte en el descubrimiento de un mundo corrupto en el que las mafias, el ejército y los propios compañeros revelan su inhumanidad.

Garrone ha dirigido una superprocucción que busca llegar al público más amplio y pone voz y detalle a esa odisea de la que nunca se da detalles en los telediarios, que se ha convertido en un desglose de cifras, en un asunto político en el que Europa se lava las manos. Yo capitán, que consiguió en Venecia los premios a Mejor actor joven y Mejor director, apunta a que será una de las grandes películas del año, enviada de Italia a los Oscar y con muchas posibilidades .

Mucho se ha filmado en torno al drama de la inmigración ilegal. Desde el documental, desde la ficción realista, desde la animación. En La jaula de oro (2013), el director burgalés Diego Quemada Díez recreaba a través de la mirada adolescente la travesía centroamericana de La Bestia, el tren que atraviesa desde Guatemala hasta México con la vista puesta en la tierra prometida estadounidense. Una película de aprendizaje sobre la pérdida de inocencia de sus cuatro protagonistas -tres chicos y una chica- que intentan sobrevivir al racismo, la aporofobia y la avaricia de un mundo adulto violento y hostil.

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