Alberto Corazón se mide con Goya y otros grandes en la Academia de San Fernando

Desde hace más de dos años, una exposición de pinturas y esculturas de Alberto Corazón ha visitado diversos museos de España. Ha sido un gran
esfuerzo que quiero agradecer a Rafael Sierra, comisario de la muestra y un agitador cultural, con quien comparto la admiración por las obras de Alberto.

A lo largo del recorrido, la exposición se convertía en única, ya fuera en la Casa Zavala, en Cuenca; Lonja de Pescado, de Alicante; Parlamento de La Rioja,
Logroño; Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, en Segovia o en la Sala de La Pasión, Valladolid. En cada una de las sedes donde ha recalado,
hemos vivido maravillosas anécdotas. En todas se creó un vínculo entre las personas que estábamos participando, desde los directores de la institución, a
los cargos intermedios, y especialmente, con las personas que colgaban los cuadros. Son vivencias inolvidables.

Actuar como comisaria de una exposición de la persona con la que has compartido la vida durante 36 años es complicado. O al menos, delicado. Hay que encontrar el equilibrio entre el terreno afectivo y el profesional, y resulta difícil. Recuerdo que en el museo Esteban Vicente de Segovia reprodujimos la mesa de trabajo de Alberto Corazón. Sus papeles, sus libros, sus lápices, gafas, pluma, pinturas, cuadernos, bocetos… Todo cabía en la enorme vitrina para representar ese desorden cósmico que era la mesa de Corazón. Pedí hacerlo sola mientras el resto del equipo colgaba los cuadros. Yo empecé a montar la mesa, a colocar sus objetos, tan personales, tan íntimos, Y de pronto, no pude contenerme, me emocioné tanto que empecé a llorar desconsoladamente. Uno de los operarios, Juan Pedro, se acercó a consolarme: “Ana, te admiro. Mi mujer no habría hecho esto por mí”. Inmediatamente, el llanto se transformó en una sonora carcajada.

En otra ocasión, un grupo de niños recorrían el museo en una visita guiada. Me acerqué al profesor para agradecerle su trabajo y me identifiqué. Él se dirigió a los niños: “Os voy a presentar a Ana, la esposa de Alberto, el artista que ha pintado todos estos cuadros”. Los niños abrieron los ojos como platos. Y entonces ocurrió algo maravilloso. Con una enorme sonrisa se acercaron a mí y me regalaron, todos ellos, los dibujos que habían pintado y que recogían su impresión. Después me abrazaron. Me fueron rodeando, todas sus cabecitas se apoyaban alrededor de mi cintura.

En Valladolid, un hombre joven, alto y delgado entró en la sala del Museo de la Pasión. Vestía abrigo negro y boina del mismo color. Tenía algo especial y no pasó desapercibido. Al terminar su recorrido, se acercó a mí con lagrimas en los ojos: “Nunca me había emocionado tanto”, dijo . “No puedo continuar. Volveré otro día, porque me ha conmocionado”.

Estos son algunos recuerdos, son vivencias por las que merece la pena trabajar.

En la próxima exposición, que se inaugura en Madrid el próximo miércoles 27 de septiembre, celebramos el regreso de Alberto Corazón a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. “Vuelvo a encontrar refugio en la memoria. Desde hace años mantengo diálogos interiores con otros artistas, que se formalizan dentro de mí”. Corazón ha entreverado relaciones con los artistas que habitan en el museo y han influido en su obra. Seremos testigos de la conversación con el artista que más admiraba, Francisco de Goya y Lucientes.

Colgados frente a frente, veremos los autorretratos realizados por dos creadores. El más clásico, de Goya, que abre la serie de Los Caprichos. Enfrentado a la mirada contemporánea de Alberto Corazón, que se asoma a un acantilado, donde adivinamos el papel apoyado sobre sus rodillas y, al fondo, un zapato. Una relectura del famoso lienzo de Van Gogh, Los zapatos viejos.

Sus bodegones, los acantilados y los jardines de arena conversan con El cestillo de frutas de Ramón Castellanos, 1774, el Paisaje de Echevarría y la composición floral del siglo XVIII. Los bronces egipcios, fundidos en la Baja Época y en el período Ptolemaico, se miran en sus bajorrelieves de bronce.

Sus obras van a exhibirse junto a las de los grandes maestros de siglos atrás. Hasta el mes de enero de 2024 vamos a disfrutar de la confrontación de estilos radicalmente diferentes, la abstracción figurativa de Alberto Corazón, frente a las esculturas egipcias, o al clasicismo de los lienzos pintados por artistas que pertenecen a la colección de la Real Academia.

'Regresar no es Volver', de Alberto Corazón. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Del 28 de septiembre de 2023 al 14 de enero 2024.