Es noticia
Contra Stalin vivíamos mejor
  1. Cultura
libros

Contra Stalin vivíamos mejor

Xavier Güell se convierte en Shostakovich en una novela magmática y fascinante que recrea la relación patológica del compositor y el tirano, con todas las contradicciones creativas y existenciales

Foto: Shostakóvich contra Stalin de Xavier Güell. (Galaxia Gutenberg)
Shostakóvich contra Stalin de Xavier Güell. (Galaxia Gutenberg)

"Yo soy Mahler". Xavier Güell (Barcelona, 1956) lleva tatuado en su memoria el acto de “suplantación” que Leonard Bernstein ofició en Tanglewood (Massachussetts) cuando lo aceptó en su estrecho círculo de alumnos. Sucedió en agosto de 1981, pero el desafío ha adquirido actualidad porque el director y novelista barcelonés acaba de convertirse… en Shostakovich.

No ha encontrado mejor camino para asumir la credibilidad y la verosimilitud que implican evocar la crónica de una vida -de una obra- expuesta a la relación patológica del compositor soviético con el estalinismo.

La intención se aloja en el mismo título de la novela que publica Galaxia Gutenberg ( Shostakovich contra Stalin), aunque el recurso de la ficción no es tanto un ejercicio de estilo como un ejemplo y modelo de interpretación.

Yo soy Shostakovich”, nos dice Xavier Güell igual que hizo Bernstein con Mahler. Se puso delante del piano el maestro neoyorquino. E interpretó unos compases de la Tercera sinfonía que asombraron a sus pupilos.

El proceso mimético no es una impostura, sino un acto de identificación cuyos presupuestos requieren estudio, sensibilidad, ensimismamiento. Güell conoce a Shostakovich desde las entrañas porque ha dirigido sus principales sinfonías. No ya la que se ha homologado como el himno de la resistencia al nazismo en el martirio de Leningrado -la Séptima-, sino la que caracteriza la capitulación del compositor al terror de Stalin.

placeholder El compositor Dimitri Shostakovich, en 1972. (Getty Images)
El compositor Dimitri Shostakovich, en 1972. (Getty Images)

Shostakovich había sido escarmentado por el tirano después del estreno de Lady Macbeth del distrito Mtsenk en 1936. Fue un éxito la ópera, un fresco expresionista de apabullante desgarro y voluptuosidad, pero la euforia con que se recibieron el estreno y las doscientas funciones sucesivas no pudo sobreponerse a la crítica ensangrentada de la tercera página del Pravda.

“Tiré el periódico al suelo, pero enseguida lo recogí y acabé el artículo”, escribe Xavier Güell en un pasaje de la novela. “Respiré hondo, me fallaban las piernas, bajé la cabeza y empecé a llorar. En el aire gélido de la noche, se recortaban los trenes que entraban y salían de la estación. Cerca de mí, unos obreros golpeaban una plancha de metal (…) Luego me tranquilicé y tuve la sensación de que todo estaba muerto”.

No llevaba firma la crítica, pero se percibían la impronta y la intimidación de Stalin. Y no solo por los reproches específicos a la ópera, sino porque el titular de Caos en la música retrataba la desviación de Shostakovich respecto a las obligaciones con el arte oficial y el espíritu patriótico.

Foto: Un instante de la ópera 'La pasajera'. (Teatro Real)

Hace bien Güell en travestirse de Shostakovich porque la densidad de la literatura, el ritmo musical que la alienta, nos lleva a la angustia y la incertidumbre del compositor. Stalin lo ha señalado. Ha amenazado su obra y su vida. Y ha utilizado el Pravda como expresión de escarmiento general. Nadie estaba a salvo si no lo estaba Dimitri Shostakovich.

Y es entonces cuando el maestro decide retractarse. Ofrece la Quinta sinfonía como un acto de arrepentimiento. Se desdice de la tensión vanguardista y asume exponerse a las represalias del régimen. Porque son arbitrarias y porque otros colegas han sido asesinados o deportados.

Xavier Güell indaga entonces en la oportunidad que representó la censura y la autocensura. Shostakovich recupera la plenitud musical y artística sin necesidad de salirse del adoctrinamiento. Encuentra una segunda vida. Y establece una relación de dependencia patológica cuyo lado oscuro se define el terror y cuya faz creativa ilumina sus nuevas partituras.

placeholder Xavier Güell, durante un coloquio organizado recientemente por Arquia Banca y El Confidencial. (EC)
Xavier Güell, durante un coloquio organizado recientemente por Arquia Banca y El Confidencial. (EC)

Es difícil encontrar un ejemplo de supervivencia artística parecido. La capacidad castradora, aniquiladora, del régimen estalinista -y de cualquiera totalitario- desguazó a los escritores, músicos y pintores. Por eso tiene sentido el título de la novela. Que no es Stalin contra Shostakovich, sino Shostakovich contra Stalin. O que podría haber sido Contra Stalin vivíamos mejor, evocando el adagio de la resistencia antifranquista.

Se atreve Güell a reconstruir el encuentro de la víctima con el victimario. Una llamada telefónica, similar, acaso, a la que Stalin realizó a Boris Pasternak y que Ismail Kadaré evoca y reconstruye en su última novela.

El Beethoven rojo

El contexto es la Conferencia Cultural y Científica de Nueva York. Stalin quiere que Shostakovich represente a la URSS. Y rompe el hielo llamándole cariñosamente “Beethoven rojo”, pero la conversación se resiente del escepticismo del compositor. Muy popular en EEUU. Ignorado en casa. Y expuesto al sinsentido burocrático de todo régimen totalitario.

“-Aquí en mi patria, mi música ya no se toca.

-¿Qué me quiere decir con eso de que su música no se toca aquí? No le entiendo.

-Pues que está prohibida, Camarada Secretario General.

-¿Prohibida...? ¿Prohibida por quién?

-Prohibida por la Comisión Estatal del Repertorio, desde el I4 de febrero del año pasado.

-Yo no he dado ninguna orden en ese sentido.

-Pues alguien habrá dado esa orden.

-¡Nadie ha dado esa orden! No ha sido prohibida ninguna de sus obras. Todas pueden tocarse. Siempre ha sido así.

-No sé qué decirle, losif Vissariónovich.

-Espere un momento.

Pasaron dos minutos que se me hicieron eternos.

-¡Mañana recibirá un decreto, firmado por mí! Así que todo arreglado. Que tenga un buen viaje”.

Xavier Güell se ha convertido en Shostakovich igual que Bernstein se convirtió en Mahler y que Bradley Cooper se convirtió en Bernstein. No es un juego de espejos, sino un proceso de mimetismo que indaga en la psicología y en el alma. Descubrimos a un Shostakovich tímido y promiscuo, deprimido, angustiado en sus contradicciones, proclive a los pensamientos suicidas y resignado a los límites del arte. La música no puede combatir el malo. La música no es un placer, sino un tormento. Y no pudiendo representar el dolor, se consuela con tratar de explicarlo, aunque Shostakovich se despide del mundo no ya con una Sonata para piano y viola, sino con la misma duda que lo atormentó: “¿Hice todo lo que pude?”.

"Yo soy Mahler". Xavier Güell (Barcelona, 1956) lleva tatuado en su memoria el acto de “suplantación” que Leonard Bernstein ofició en Tanglewood (Massachussetts) cuando lo aceptó en su estrecho círculo de alumnos. Sucedió en agosto de 1981, pero el desafío ha adquirido actualidad porque el director y novelista barcelonés acaba de convertirse… en Shostakovich.

Música clásica Música Joseph Stalin Hitler Libros
El redactor recomienda