Es noticia
“Nos sentamos en una trinchera, oímos su sinfonía y rompimos a llorar”
  1. Cultura
hablan mujeres supervivientes de Leningrado

“Nos sentamos en una trinchera, oímos su sinfonía y rompimos a llorar”

'Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado' rescata las voces (a punto de extinguirse) más honestas que quedan fuera de los manuales de Historia

Foto: Mujeres trabajando en una forja en Leningrado. (Israel Ozerskiy / https://www.tassphoto.com/ru)
Mujeres trabajando en una forja en Leningrado. (Israel Ozerskiy / https://www.tassphoto.com/ru)

“Al acabar la pieza, el público rompió en aplausos. Pero no se oían porque todo el mundo llevaba manoplas. Y, si observabas la multitud, era imposible determinar quién era hombre y quién mujer. Las mujeres iban forradas de arriba abajo y los hombres cubiertos con bufandas y chales. Algunos llevaban abrigos de piel de mujer”. Quien habla es Ksenia Makiánovna Matus, era oboísta en la Filarmónica de Leningrado y así recuerda el famoso primer concierto que dio la orquesta de la Radio de Leningrado, en 1942, cuando K. I. Èliasberg dirigió la Séptima Sinfonía (de Leningrado) de Shostakóvich, durante el asedio al que sometieron los ejércitos alemán y finlandés a la ciudad, durante la Segunda Guerra Mundial, desde el verano de 1941 al otoño de 1944.

872 días de bombardeos, casi dos millones de ciudadanos soviéticos (sin contar las bajas enemigas) muertos y una ciudad estratégica para la URSS: estamos hablando de uno de los centros más grandes de fabricación de munición del país y, sobre todo, de una barrera contra el avance hacia Moscú de miles de soldados alemanes y maquinaria militar adicional. Un enclave decisivo para mantener la guerra a favor de los aliados. Leningrado resistió, al frío, al hambre y a las bombas. Durante el primer invierno muchos centros educativos y bibliotecas permanecieron abiertos.

'Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado' rescata las voces (a punto de extinguirse) más honestas que quedan fuera de los manuales de Historia

Shostakóvich resistió. Compuso e interpretó la sinfonía citada cuando terminaba sus obligaciones de bombero, después de apagar los incendios causados por la aviación nazi. El tercer movimiento lo finalizó en otoño de 1941 y en octubre de ese año es evacuado de la ciudad. Unos meses más tarde, en agosto, unos músicos famélicos y agotados, recién llegados del frente, interpretan la pieza en la ciudad a la que está dedicada.

- ¿Por qué no tocas?

- Karl Ilich, no tengo fuerzas –respondió el trompetista al director.

- ¿Qué significa que no tienes fuerzas? ¿Y crees acaso que los demás sí que las tenemos? ¡A trabajar se ha dicho!

Ksenia Makiánovna Matus recuerda la voluntad del director en los ensayos, sin el cual “no habría habido sinfonía”. “Era igual de exigente con todo el mundo. Lógicamente, los ensayos no se prolongaban demasiado; de hecho, descansábamos más que tocábamos”. No era el primer concierto, pero éste lo habían anunciado a bombo y platillo a lo largo de la avenida Nevski. Hacía frío y pese a ello, las mujeres acudieron al concierto con vestido. “Estaban todas tan flacas, todo el mundo había adelgazado tanto, que daba la sensación de que aquellos vestidos colgaban de perchas…”, cuenta. Había soldados por todas partes.

placeholder Los ciudadanos de Leningrado abandonan sus casas tras las bombas. (Israel Ozerskiy / https://www.tassphoto.com/ru)
Los ciudadanos de Leningrado abandonan sus casas tras las bombas. (Israel Ozerskiy / https://www.tassphoto.com/ru)

Cuando los músicos entraron en el auditorio y salieron a escena, encendieron un foco del anfiteatro… “y lo dirigieron a la orquesta para darnos un poco de calor”. Otros conciertos acababan antes de tiempo: en cuanto empezaban a tocar, la señal antiaérea comenzaba a sonar. “El director deponía la batuta y corríamos todos a guarecernos en el refugio antibombas”. Pero en aquella ocasión no hubo interrupciones. “Demostramos que, incluso en tales circunstancias de inanición y frío, en medio de aquellas atroces condiciones de vida, Leningrado era capaz de interpretar su sinfonía”.

La historia de Leningrado todavía no se ha terminado de escribir. Como la de tantas otras guerras, como la nuestra. Hablamos mucho de ejemplaridad últimamente y Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado (Editorial La uña rota) es precisamente eso, una de las operaciones de rescate de la voz (a punto de extinguirse) más honestas de esa materia sensible que queda fuera de los manuales de Historia. Sin filtros egocéntricos, sin trampas narrativas, simplemente, experiencia y verdad. Este es un libro contra los impostores y los cínicos, contra los que la memoria se les ha atragantado tanto que ahora la miran como un negocio, es una reivindicación de la voz de las víctimas, mujeres. Y también una demostración de la urgencia por dejar constancia de los recuerdos de quienes padecieron una guerra.

Cynthia Simmons y Nina Perlina han recopilado, con entrevistas y documentos recientemente clasificados. “Este libro añade a estas nuevas fuentes varios documentos no oficiales y testimonios sobre el segmento de la población que más éxito tuvo en mantener la ciudad con vida: las mujeres”, explican en el prólogo. “Quien sobrevive debe tener la valentía de recordar”, escribió Aleksandr Herzen. Por aquí pasan las otras Anna Ajmátova (El viento de la guerra) que dieron voz al dolor de la ciudad. Son artistas, bibliotecarias, profesoras de danza, médicas, músicas, catedráticas, archivistas, conservadoras de museos, estudiantes universitarias, filólogas… “Las memorias y diarios incluidos fueron escritos, en algunos casos, por mujeres que formaban parte de la élite cultural de Leningrado. Tal vez esta circunstancia les haya incentivado a reflexionar sobre la tragedia y expresar sus pensamientos por escrito”.

Una vez concluyó el concierto en el auditorio de Leningrado, Góvorov, el general del ejército, se acercó a Karl Ilich, lo felicitó. Éste agradeció su presencia.

- No es lo único por lo que debe darme las gracias –le dijo Góvorov.

- ¿A qué se refiere con que no es lo único?

placeholder Una pareja mendiga por Leningrado tras el bombardeo. (Israel Ozerskiy / https://www.tassphoto.com/ru)
Una pareja mendiga por Leningrado tras el bombardeo. (Israel Ozerskiy / https://www.tassphoto.com/ru)

- El concierto ha sido un éxito. Había aviones sobrevolándonos, pero el concierto ha sido un éxito. He dado la orden a todas nuestras unidades de bombardear las baterías alemanas para que no pudiera despegar ninguno de sus aviones, para que ninguno de ellos pudiera sobrevolar la Filarmónica y bombardearla. Y el concierto se ha podido celebrar.

Una vez terminada la guerra a Karl Ilich quisieron conocerle unos alemanes. “Queremos expresarme nuestra gratitud”. ¿Por qué? “Por la sinfonía. Estábamos sentados no muy lejos de ustedes, en las trincheras. Les estábamos bombardeando y los aviones volaban… Nuestro aeródromo estaba allí mismo. Al fin y al cabo, teníamos órdenes de destruir Leningrado. Pero nos sentamos en una trinchera y escuchamos su sinfonía. Y rompimos a llorar y nos preguntamos: ¿a quién estamos bombardeando?”.

“Al acabar la pieza, el público rompió en aplausos. Pero no se oían porque todo el mundo llevaba manoplas. Y, si observabas la multitud, era imposible determinar quién era hombre y quién mujer. Las mujeres iban forradas de arriba abajo y los hombres cubiertos con bufandas y chales. Algunos llevaban abrigos de piel de mujer”. Quien habla es Ksenia Makiánovna Matus, era oboísta en la Filarmónica de Leningrado y así recuerda el famoso primer concierto que dio la orquesta de la Radio de Leningrado, en 1942, cuando K. I. Èliasberg dirigió la Séptima Sinfonía (de Leningrado) de Shostakóvich, durante el asedio al que sometieron los ejércitos alemán y finlandés a la ciudad, durante la Segunda Guerra Mundial, desde el verano de 1941 al otoño de 1944.

Libros Memoria Hitler Memoria histórica
El redactor recomienda