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¿En qué se parece un director de orquesta a un preservativo?
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¿En qué se parece un director de orquesta a un preservativo?

El papel autoritario de Cate Blanchet en 'Tár' reanima el debate de la autoridad en el podio y de la excelencia artística en tiempos de cultura asamblearia y de cuestionamiento jerárquico

Foto: La actriz Cate Blanchett, en el papel de directora de orquesta en la película 'Tár'. (EFE/Universal Pictures/Florian Hoffmeister)
La actriz Cate Blanchett, en el papel de directora de orquesta en la película 'Tár'. (EFE/Universal Pictures/Florian Hoffmeister)

La directora de orquesta a la que interpreta Cate Blanchett en Tár es una mujer, pero la fabulosa película de Todd Field la perfila con todos los matices andróginos, como si la orientación homosexual —es lesbiana— y el género fueran mucho menos relevantes que la dimensión autoritaria.

No es una mujer directora, sino un arquetipo de director de orquesta a la antigua usanza. Y no la llaman maestra, sino maestro. Importa la categoría por encima del sexo, de tal manera queTár no habla de la discriminación femenina en el podio ni de la falta de vocaciones entre las mujeres, sino de la tiranía que se ejerce desde la tarima y del símbolo fálico de la batuta.

placeholder El director de orquesta Leonard Bernstein.
El director de orquesta Leonard Bernstein.

Tiene muchas lecturas Tár y casi todas ellas enfatizan la actuación descomunal de Cate Blanchett, pero resulta interesante subordinar el agotador debate de la cancelación a la decadencia de los tiranos en los tiempos de la cultura asamblearia y de la democratización del talento.

¿Director de orquesta o dictador de orquesta? El personaje de Blanchett pertenece a la segunda categoría. Y no en la devoción al histrionismo de Leonard Bernstein, sino en las similitudes con Karajan. Por eso tiene sentido el protagonismo de la Filarmónica de Berlín en la película. Y por idénticos motivos se relaciona ella misma con el ancien régime de la dirección.

Arquetipo de dictador

La diferencia consiste en las épocas. El talento excepcional de Lydia Tár —así se llama la directora— y su percepción todopoderosa predispone las situaciones abusivas, los discursos agresivos y las decisiones arbitrarias. Empezando por favorecer a una violonchelista que le atrae sexualmente. Lo hizo Karajan cuando quiso en su fertilísimo y longevo periodo de tiranía. Por ejemplo, cuando le impuso a la orquesta el fichaje de la clarinetista Sabine Meyer (1983). Había poquísimas mujeres entonces entre los berliner, aunque las razones de la resistencia tanto obedecían a la discriminación de género como a la relación sentimental que parecía haberse creado entre el maestro y la jovencísima profesora germana.

Karajan fue el arquetipo del dictador. Y los excesos que cometía fuera y lejos del podio se observaban con indulgencia o con omertà, porque el maestro de Salzburgo era el patriarca de un sistema gigantesco. Y no solo en su dimensión comercial, discográfica, mediática o tecnológica, sino en unos términos de excelencia artística que convirtieron Berlín en el centro de gravedad de la música clásica y en el símbolo de la cultura germana.

Los músicos berlineses del siglo XXI han arrebatado el poder al director. Son ellos quienes eligen a su líder. Y quienes condicionan las contrataciones, las giras y la programación. La Filarmónica de Berlín no es una maquinaria teutona, sino una orquesta globalizada que ha decidido encomendar su porvenir a un tan director atípico y antisistema como el ruso Kirill Petrenko.

Los músicos berlineses del s. XXI han arrebatado el poder al director, son ellos quienes eligen a su líder. Y quienes condicionan las contrataciones

Y no puede decirse que se hayan equivocado con la elección. Acaso fue Petrenko quien se resistió a aceptar el cargo. Y quien ha emprendido una relación fabulosa, equilibrando las condiciones inequívocas del liderazgo y la repercusión artística —la calidad del sonido, la programación— con las convenciones de una estructura transparente y democratizada.

Agonizan los directores a la antigua usanza en su carisma y autoritarismo.

Todavía hay especímenes extraordinarios en el paradigma del siglo XX —Riccardo Muti, Christian Thielemann, Gergiev—, pero la inversión de poderes arrincona y desnaturaliza la ambición plenipotenciaria del maestro Blanchet en las sociedades contemporáneas. Tár es una figura extemporánea. Incorrecta. Iconoclasta. Por eso no tiene otra opción que exiliarse. Y por el mismo motivo cabe preguntarse si las convenciones sociales o el funcionariado amenazan o no la excepcionalidad del régimen artístico.

placeholder El maestro italiano Riccardo Muti.
El maestro italiano Riccardo Muti.

Karajan no podría dirigir la Filarmónica de Berlín como lo hizo en su edad de gloria. La presión, el estrés, el perfeccionismo, redundaron en un modelo tiránico cuya sublimación artística encubrió las anomalías y las oscuridades. La discusión de la jerarquía en nuestro tiempo contraviene el espacio dominador del podio, aunque resultaría engañoso relacionar los hábitos dictatoriales con los méritos artísticos. La cuestión no es la tiranía, ni el poder por el poder, ni la caricatura del maestro absolutista, sino la autoridad, la auctoritas, entendida precisamente como la capacidad para establecer un criterio —una lectura orquestal— desde la convicción y la credibilidad.

Leonard Bernstein era un seductor, igual que lo fue Claudio Abbado, pero tiene sentido acordarse de Nikolaus Harnoncourt. Que fue chelista de orquesta. Que conoció desde su puesto a los mayores tiranos del siglo XX. Y que prosperó él mismo como director de orquesta, pero renunciando a los símbolos idiosincráticos. Dirigía sin batuta. Y siempre que podía evitaba elevarse en el podio, aunque esta clase de gestos y de convicciones nunca contradijeron la personalidad de sus versiones y la sensibilidad y devoción con que le correspondían los profesores de sus orquestas.

Malogró Harnoncourt un viejo chiste de músicos que describe la tentación de la insumisión y el miedo a la anomia. ¿En qué se parece un director de orquesta a un preservativo? Con él, es más seguro. Sin él, es más placentero.

La directora de orquesta a la que interpreta Cate Blanchett en Tár es una mujer, pero la fabulosa película de Todd Field la perfila con todos los matices andróginos, como si la orientación homosexual —es lesbiana— y el género fueran mucho menos relevantes que la dimensión autoritaria.

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