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Del puño de hierro de Stalin al glam de Bowie: la loca historia de 'Pedro y el lobo'
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un básico de la música clásica infantil

Del puño de hierro de Stalin al glam de Bowie: la loca historia de 'Pedro y el lobo'

La obra de Prokófiev fue todo un éxito en la Unión Soviética, pero saltó el Telón de Acero para terminar en las voces de estrellas pop como Sting o David Bowie

Foto: Portada del relanzamiento de la grabación. (RCA)
Portada del relanzamiento de la grabación. (RCA)

Prokófiev escribió ‘Pedro y el lobo’ justo cuando la Gran Purga se recrudecía en la Unión Soviética. Estaba tan inspirado por la idea de componer un cuento orquestal para niños, una música sencilla y depurada, que lo hizo en solo dos semanas. En contraste al terror estalinista que se cernía cada vez más sobre los músicos soviéticos, Prokófiev aceptó ese encargo para escribir una fábula en la que cada personaje se identificara con un 'leitmotiv' y un timbre de la orquesta sinfónica. El proyecto fue idea de Natalia Sats, la directora del Teatro Central de Niños de Moscú. Quien, por cierto, terminó internada cinco años en un campo de trabajo siberiano.

'Pedro y el lobo' se estrenó en 1936, hace 86 años, pero no fue un éxito instantáneo. De hecho, el compositor lamentó la escasa asistencia al teatro. Pero el tiempo —y el arropo de Stalin— impulsó la obra hasta convertirse en un clásico más allá de las fronteras de la Unión Soviética. Eleanor Roosevelt, Sean Connery, Mia Farrow, Sting, Bill Clinton, Mijaíl Gorbachov o Leonard Cohen. Lo que todos esos nombres tienen en común es que, en algún momento de sus vidas, dieron voz al narrador del cuento orquestado. “Los sellos de música clásica contrataban a cualquier actor con una tarde libre para la grabación”, cuenta Chris O’Leary en su biografía de David Bowie. El cantante británico, que cumpliría 75 años este enero, también ocupó el podio de narrador. Aunque lo hizo de rebote.

Foto: Actuación del artista durante el concierto en homenaje a Freddie Mercury en 1992 (Reuters/Dylan Martinez)

Fue en 1978, junto a la Orquesta de Filadelfia bajo la batuta del legendario director francés Eugene Ormandy. Como señalaba O'Leary en la biografía, no era raro que la obra de Prokófiev sirviera como un puente divulgativo entre adultos y niños, pero también entre las estrellas de la música clásica y las estrellas del pop o el cine. En 1966, Antal Doráti había grabado una versión junto a un jovencísimo Sean Connery. También el mediático Leonard Bernstein había dirigido y narrado su propia versión con la Filarmónica de Nueva York. El encargo a David Bowie llegó durante sus años en Berlín, donde además de empaparse del expresionismo alemán, dio un salto hacia su madurez musical. En el Berlín Oeste de los setenta compartió piso con Iggy Pop, comenzó a colaborar con Brian Eno y grabó una célebre trilogía de álbumes que culminó en 'Heroes'.

En 1978, David Bowie decidió hacerle un regalo de Navidad especial a su hijo, que cumplía siete años. En realidad, el cantante era la tercera opción de la discográfica RCA Records, que inicialmente había pensado producir su grabación de 'Pedro y el lobo' con Peter Ustinov y Alec Guiness (el primer Obi-Wan Kenobi en la trilogía original de 'Star Wars'). Los dos rechazaron el proyecto, según la biografía de Nicholas Pegg, pero Bowie aceptó. Y dio su voz a una grabación orquestal que se había realizado tres años antes, sin saber quién sería el narrador definitivo.

Cuando Eugene Ormandy descubrió a quién había contratado la discográfica para completar su grabación de Prokófiev, no se fiaba. El director de orquesta calzaba casi 80 años y pertenecía al reducido grupo de personas que, al final de los setenta, nunca había oído hablar de aquel fenómeno andrógino del glam. La palabra 'glam', seguramente, significaba poco para Ormandy. "Francamente, no sabía quién era David Bowie, y cuando se enteró de que era una estrella de rock se preocupó un poco, por decir lo menos", contó el productor Jay David Saks al 'Philadelphia Inquirer' en 1983.

placeholder Portada original de la grabación. (RCA)
Portada original de la grabación. (RCA)

Décadas después, Saks recordaba en el mismo periódico la grabación de 'Pedro y el lobo' en voz de David Bowie: "Estaba ansioso por hacerlo, y hacerlo bien. Me dijo que quería grabarlo por su hijo, que entonces tenía cinco o seis años". El álbum se tituló 'David Bowie narra 'Pedro y el lobo', de Prokófiev' y fue nominado a un Grammy en 1979. Es habitual que cada voz imprima en el texto de 'Pedro y el lobo' una intención clara, especialmente entre los rostros conocidos. Los hay cálidos y calmados, otros histriónicos y expresivos. La de Bowie es una lectura infantil, en el mejor sentido de la palabra. Implicada en caracterizar cada personaje alejándose de la atalaya de la mente adulta, conduciendo el relato sin condescendencia. El productor Ken Scott dijo, según señala O'Leary en su biografía, que le hubiera gustado grabar con Bowie un álbum de canciones para niños.

La narración de David Bowie es solo una entre las que han hecho de 'Pedro y el lobo' una piedra angular de la música clásica infantil. Tras él llegaron las grabaciones de Sophia Loren, Sharon Stone, Antonio Banderas o Miguel Bosé. "El equivalente en música clásica a 'Los monólogos de la vagina", escribió Cynthia Kaplan citada por O'Leary, refiriéndose a la obra feminista de Eve Ensler que aglutinó a figuras tan populares como dispares en todo el mundo.

De Stalin a Walt Disney

Es difícil imaginar cómo 'Pedro y el lobo' traspasó el Telón de Acero en pocos años hasta su rol actual. Sobre todo, teniendo en cuenta que se concibió como una hagiografía soviética para superar la censura estalinista. Cuando Serguéi Prokófiev aceptó el encargo, hacía tan solo unos meses que el 'Pravda' —el boletín oficial del Partido Comunista— había arremetido contra la ópera 'Lady Macbeth de Mzensk', de Dmitri Shostakóvich. El compositor ruso, coetáneo de Prokófiev, sufrió la desaprobación pública de Stalin por haber escrito una obra "vulgar, primitiva, cacofónica y llena de música espasmódica".

Tras ese editorial anónimo del 'Pravda', la carrera de Shostakóvich se vio arrinconada y ahogada por el régimen soviético hasta la muerte de Stalin. Para la Unión Soviética, el lenguaje contemporáneo y disonante del siglo XX no tenía cabida en una música para el pueblo. El lirismo y las melodías sencillas del folclore, sí. Los ideales culturales (sobre todo musicales) del compositor ruso canónico quedaron impresos en aquel célebre artículo. El propio Shostakóvich adaptó sus obras siguientes, y al recién llegado Prokófiev no le convenía desafiar al estalinismo con el sonido vanguardista de su juventud. Recién llegado, porque hasta 1936 había pasado dos décadas viviendo en Europa.

placeholder Serguéi Prokófiev y su familia. (Dominio público)
Serguéi Prokófiev y su familia. (Dominio público)

El régimen soviético interpretó el regreso definitivo del compositor y su familia a Moscú como un triunfo, y acogió ‘Pedro y el lobo’ bajo el ala de aquella música para el pueblo. Sobre todo, por la simplicidad inspirada de sus melodías y el propósito didáctico de la partitura. De hecho, el lenguaje musical de Prokófiev viraba en aquella época hacia una "nueva simplicidad", y el propósito de acercar la orquesta a los niños era tan importante para el músico como para la propaganda estalinista. Según señala la historiadora Catriona Kelly, "la idea de que los niños debían su infancia perfectamente feliz al liderazgo soviético se convertiría en uno de los principios centrales de la propaganda".

Así pues, con la infancia en el centro de la diana, 'Pedro y el lobo' se convirtió en un éxito dentro de la Unión Soviética. El protagonista del cuento original de Prokófiev se llamó Pedro el pionero, en alusión a la organización de Jóvenes Pioneros de Stalin, según señala la académica Deborah Rifkin en una investigación para la Sociedad de Música Teórica. Según esta investigadora, no existe ninguna referencia abierta al comunismo en el cuento, pero el compositor "aceptó el reconocimiento soviético de la importancia de la infancia", al que contribuyó después con varias obras infantiles.

¿Y cómo trascendió este cuento infantil desde el beneplácito de Stalin a todas esas grabaciones que se realizaron cuando el Telón de Acero dividía el mundo? Probablemente, Walt Disney tuvo algo que ver. Dos años después de repatriarse en Rusia, Prokófiev viajó a Hollywood por segunda vez en su vida. Sus incursiones más célebres en la música de cine fueron las de su trabajo con el cineasta Serguéi Eisenstein. Por eso, al agente de Columbia Richard Polk se le ocurrió crear una versión animada de 'Pedro y el lobo'.

¿Cómo trascendió este cuento infantil desde el beneplácito de Stalin a todas esas grabaciones que se realizaron tras el Telón de Acero?

Prokófiev era un fan declarado de Walt Disney porque había quedado fascinado con 'Blancanieves y los Siete Enanitos', su primera película de animación. En las cartas que mandaba a sus hijos, se refería a Disney como "el papá de Mickey Mouse". El empresario y el compositor se reunieron junto a un piano, en el que Prokófiev interpretó su cuento musical. No firmaron ningún contrato formal, pero el ruso accedió a que su obra se usara en alguna animación infantil. Esto no ocurrió hasta 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Walt Disney estrenó un corto de 'Pedro y el lobo'. Pero el Telón de Acero ya se había erigido, y Prokófiev no podía viajar a Estados Unidos. Como señala Rifkin, el corto vio la luz siete años antes de la muerte del compositor, aunque no existen evidencias de que llegara hasta él ni de que llegara a conocer su estreno.

Fue Walt Disney quien inscribió a 'Pedro y el lobo' en la mitología occidental de las fábulas infantiles. En su adaptación, Hollywood alejó al joven Pedro del heroísmo socialista que impregnaba el texto original. Y lo caracterizó como un bribón que escapa a la autoridad gracias a su autonomía, ingenio e independencia. Esas tres píldoras del sueño americano infantil que impregnaron sus películas para niños durante las siguientes décadas. “Esas diferencias, previsiblemente, reflejan las formas en las que los niños eran percibidos, educados y entretenidos en la Unión Soviética de los años treinta y los Estados Unidos de los años cuarenta”, señala Rifkin en su artículo.

La Unión Soviética contrarrestó la versión de Disney en 1958, con una animación de su Soyuzmultfilm. Fueron unos estudios de cine creados como un 'Disney soviético' en 1936 tras dejar de importar películas occidentales. Su principal objetivo era producir películas de animación dirigidas al público infantil, con el folclore y los cuentos tradicionales como principales bazas. Tras la muerte del compositor, adaptaron la historia para tintarla con una nueva moraleja. En la versión de Soyuzmultfilm, el lobo termina comiéndose a un gato tiránico y abusivo. "La moraleja de la película es clara: habrá represalias si eres un matón en tu comunidad", opina Rifkin.

Así, el cuento de Prokófiev se convirtió en un destilado infantil de dos universos ideológicos enfrentados sin que el compositor lo llegara a imaginar siquiera. Y así, años después, terminaría en la voz de David Bowie... y de unas cuantas estrellas más.

Prokófiev escribió ‘Pedro y el lobo’ justo cuando la Gran Purga se recrudecía en la Unión Soviética. Estaba tan inspirado por la idea de componer un cuento orquestal para niños, una música sencilla y depurada, que lo hizo en solo dos semanas. En contraste al terror estalinista que se cernía cada vez más sobre los músicos soviéticos, Prokófiev aceptó ese encargo para escribir una fábula en la que cada personaje se identificara con un 'leitmotiv' y un timbre de la orquesta sinfónica. El proyecto fue idea de Natalia Sats, la directora del Teatro Central de Niños de Moscú. Quien, por cierto, terminó internada cinco años en un campo de trabajo siberiano.

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