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El telefonazo siniestro de Stalin a Pasternak
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El telefonazo siniestro de Stalin a Pasternak

Ismaíl Kadaré reconstruye en 13 versiones la conversación telefónica que mantuvieron el dictador y el novelista en el periodo más atroz de la tiranía soviética

Foto: 'Tres minutos sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak', de Ismaíl Kadaré.
'Tres minutos sobre el misterio de la llamada de Stalin a Pasternak', de Ismaíl Kadaré.

Más que sonar, tembló o crepitó el teléfono de Boris Pasternak (1890-1960) aquella tarde del 23 de junio de 1934. Le hablaba el camarada Stalin. Y le exigía pronunciarse sobre el poeta Osip Maldestam (1891-1938), cuya resistencia al régimen del terror precipitó unos ripios que identificaban la voracidad del verdugo y urgían una venganza polifacética: “Sus dedos son grasos como gusanos / Las palabras de plomo caen de sus labios. / Su bigote de cucaracha se burla, / Y la piel de sus botas se burla”.

Detuvo Stalin a Maldestam. Lo condujo un campo de reeducación donde moriría cuatro años más tarde. Y descolgó el teléfono para conocer hasta dónde alcanzaba el corporativismo… o la delación de Pasternak.

El episodio de aquella brevísima conversación ha resucitado por iniciativa de Ismaíl Kadaré, aspirante eterno al Nobel, escritor albanés exiliado en París y artífice de una novela breve e intensa que aporta 13 versiones distintas de la llamada del Kremlin. Sabe de lo que habla y de lo que escribe Kadaré. No ya por haberse documentado con precisión y por haber conocido el estalinismo mismo, sino porque el disparate de la dictadura comunista que él mismo vivió en la Albania de Enver Hoxha le consienten trasladar la atmósfera opresora de las tiranías comunistas, las campañas despiadadas contra la reputación de los artistas, el veneno de la delación como instrumento de purga y la voracidad de la censura.

Alude Kadaré a la persecución de Maldestam y a la congoja de Pasternak al otro lado del teléfono — Tres minutos, Alianza Editorial—, pero también a los pasajes autobiográficos que evocan la experiencia de un novelista asfixiado entre la hoz y el martillo. No ya por la limitación de libertades, sino porque las obras se imprimían primero… y se neutralizaban después. Al escritor se le devolvían las galeradas, se le reconducía al manuscrito y se le forzaba a empezar la novela de nuevo, constreñido a retratar la maldición de Sísifo.

Si se prohibía Sherlock Holmes como ejemplo del individualismo, más razones había para depurar a quienes disintieran de la doctrina oficialista

Arriesgó su palabra y su vida Maldestam. Puede que sobrevalorando su condición de gloria de las letras. Y puede que subestimando el dogmatismo y crueldad con que Stalin perfeccionaba el aparato de propaganda. Si estaban prohibidos Sherlock Holmes y Robinson Crusoe como ejemplos nauseabundos del individualismo, más razones había para depurar a los escritores que disintieran de la doctrina oficialista y megalómana.

¿Formaba Pasternak parte de ellos? Las trece versiones de la llamada que reconstruye Kadaré expone el telefonazo de Stalin en los términos de una coacción y una intimidación. El dictador georgiano pretendía disipar si el futuro autor de Doctor Zhivago (1956) estaba más cerca del colega que del régimen. O si estaba dispuesto a delatarlo. O si era consciente del escarmiento que le aguardaba a cualquier iniciativa subversiva.

“Moscú y Tirana estaban a punto de prenderse fuego la una a la otra, pero cuando se trataba del escritor maldito, compartían la misma opinión y el mismo decreto: la fama, buena o mala, la tenéis aquí, en nuestro mundo. Mejor será que os olvidéis de ese otro mundo. Nada, salvo veneno y duelo, procede de él”, escribe Kadaré.

placeholder El escritor albanés Ismaíl Kadaré, eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, en 2012, en Barcelona. (EFE/Andreu Dalmau)
El escritor albanés Ismaíl Kadaré, eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, en 2012, en Barcelona. (EFE/Andreu Dalmau)

El escritor albanés comprende el desconcierto y la cautela de Pasternak. Describe la ambigüedad en que incurrió el escritor, la sudoración de las respuestas. Y la sensación de haber sido expuesto al tictac de un temporizador. Sobrevivió a Maldestam. Y sobrevivió a Stalin, pero sin derecho a despojarse de la maldición que le imprimó el telefonazo. Doctor Zhivago se publicó en el destierro de Italia (no lo hizo en Rusia hasta 1988). Y Kruschev recurrió a todas las presiones imaginables para que Pasternak renunciara el Nobel de literatura que le había concedido la Academia sueca en 1958.

Pasternak sobrevivió a Maldestam. Y sobrevivió a Stalin, pero sin derecho a despojarse de la maldición que le imprimó el telefonazo

Kadaré espera el momento de recibirlo con tanta paciencia y resignación como Murakami, pero también desde una posición hegemónica en su residencia de París. No escribe en francés, a diferencia de Kundera. Menos aún cuando su lengua materna es la que mejor identifica la relación opresora del comunismo de Hoxha. Y las excursiones que hizo en Moscú en los años cincuenta, sometido a las obligaciones de los intercambios culturales.

Fue entonces cuando Kadaré tuvo noticia del mito de la llamada de Stalin, pero es ahora cuando ha decidido exhumarla, estilizándola, hasta convertirla en alta literatura. “Tú guardas silencio. Y ello resulta bastante tenebroso, sin la menor esperanza. Y tú sientes que los ojos de la muchedumbre no se despegan de ti: una parte con odio, otra con ternura. Entre tanto, a nadie se le puede ocurrir que, en medio de aquella negrura, tú, es decir, Pasternak, cualquiera que sufra la misma suerte… pueda experimentar un fenómeno muy extraño, el de la mezcla sin par de la oscuridad y el resplandor: la ebriedad de la caída”.

Más que sonar, tembló o crepitó el teléfono de Boris Pasternak (1890-1960) aquella tarde del 23 de junio de 1934. Le hablaba el camarada Stalin. Y le exigía pronunciarse sobre el poeta Osip Maldestam (1891-1938), cuya resistencia al régimen del terror precipitó unos ripios que identificaban la voracidad del verdugo y urgían una venganza polifacética: “Sus dedos son grasos como gusanos / Las palabras de plomo caen de sus labios. / Su bigote de cucaracha se burla, / Y la piel de sus botas se burla”.

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