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Puretas contra empoderados: la brecha generacional en España (y sus cinismos)
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Un relevo errático

Puretas contra empoderados: la brecha generacional en España (y sus cinismos)

Un investigador hace un nuevo mapa generacional del país. Parecidos y diferencias entre cinco generaciones que se miran por encima del hombro, pero comparten algo en común

Foto: Pedro Sánchez, en el pódcast de la Pija y la Quinqui. (Spotify/La Pija y la Quinqui)
Pedro Sánchez, en el pódcast de la Pija y la Quinqui. (Spotify/La Pija y la Quinqui)
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Pocas cosas fascinan más que poner nombre a una nueva generación. Las generaciones como contenedor en el que caben todas las modas, anhelos y frustraciones de una época. Todo y nada. El baby boom, la generación X, los millennials… Una era sintetizada en unas pocas palabras que, nada más pronunciarlas, llenan nuestras cabezas de evocadora información generacional, pero también de luchas de poder intergeneracionales.

Pero el orden generacional español está algo desajustado. Para ordenarlo, llega ahora el ensayo El peso del tiempo: relato del relevo generacional en España, del investigador Oriol Bartomeus, que antes de nada explica los límites del terreno de juego:

1) Hay varias maneras de nombrar generaciones: por ejes temporales o temáticos (acontecimientos históricos rupturistas).

2) Los nombres de las generaciones no siempre están bien puestos. Si bien la generación X, la del grunge y los confusos noventa, tenía sentido porque la X funcionaba como metáfora de las incertidumbres identitarias de la época, como el nombre tuvo éxito global, se le pilló el gusto el alfabeto para nombrar cualquier cosa: generación Y, generación Z, sin que las letras signficaran poco o nada ya.

3) También hay confusiones entre países y épocas. El ok, boomerexpresión juvenil para reírse de lo fuera de juego y lugar que están los viejunos—, ¿tiene sentido en España? Bartomeus cree que no: “El problema es que esto tiene todo el sentido en el contexto norteamericano, donde los baby boomers son los padres de los millennials, ya que los primeros se corresponden con los nacidos entre mediados de los cuarenta y de los sesenta, mientras que los segundos han venido al mundo desde los ochenta hasta la mitad de los noventa. Pero en el caso español, los boomers no pueden ser los padres de los millennials, puesto que el baby boom patrio se produjo en los sesenta y hasta mediados de los setenta, demasiado tarde para ser los padres y madres de quienes nacieron entre 1980 y 1995, cuando nuestros boomers tenían entre cinco y 35 años. Como vemos, esta clasificación sitúa las fronteras intergeneracionales en periodos que no tienen ningún significado en la historia española. El año 1945 no es determinante para nosotros, como sí lo es para EEUU y la mayor parte de Europa”.

Por eso, Bartomeus ha decidido renombrar a las generaciones en España, hacer su propio método creativo (basado en los cortes históricos), para iluminar la correlación de fuerzas generacionales en España, y analizar cómo ha cambiado el país (y su política) según las generaciones competían y colaboraban, se solapaban y sustituían unas o otras.

La clasificación de Bartomeus:

1) Generación de la Guerra Civil (nacidos hasta 1939). 2) Generación de la posguerra (nacidos entre 1940 y 1960). 3) Generación del desarrollo (nacidos entre 1961 y 1975). 4) Generación de los/as hijos/as de la democracia (nacidos entre 1976 y 2007). 5) Generación de los/as hijos/as de la crisis (nacidos entre 2008 y 2021).

Foto: Foto: EFE/Rodrigo Jiménez.

Lo nuevo y lo viejo

Varios extractos del libro para situarnos:

1) “Cuatro de cada diez de los vivos en 1975 han dejado de estarlo, y casi la mitad de los vivos actuales no existían entonces”.

2) “A lo largo de las últimas décadas hemos asistido a la desaparición de la Guerra Civil, entendida como episodio impreso en las personas que la vivieron, las nacidas hasta 1939. De ellas, hoy en día sobreviven 2,2 millones de personas. Tienen más de ochenta años y son las últimas de un contingente que en 1975 sumaba 14,7 millones y representaba a cuatro de cada diez españoles. En la actualidad son poco más del 5%”.

3) “Sin el reemplazo de la generación de la Transición por los hijos e hijas de la democracia muy probablemente no estaríamos hablando de una crisis del sistema político, o no de la manera en que lo hacemos. Porque los sistemas no solo (o no principalmente) se sostienen por su entramado institucional y normativo, ni tan siquiera por los consensos originarios que les dieron sentido. Hay un elemento casi tan inaprensible como el de las generaciones: los sentimientos, las afinidades, los vínculos con un momento o con lo que nosotros fuimos entonces (...) El sistema político en nuestro país se ha sostenido, en cierto modo, por la vinculación estrecha, íntima, que muchos individuos sentían con él (...) Todas las instituciones, la Constitución, las palabras incluso, era sentido como algo propio por buena parte de esa generación que ayudó a crear esa arquitectura (...) Pues bien, las personas que tenían ese sentimiento de pertenencia con un periodo metabolizado en instituciones son las que han ido dejando el escenario a lo largo de estos años”.

placeholder Meme generacional humillante.
Meme generacional humillante.

4) “Las nuevas generaciones no se muestran reticentes con la democracia y sus valores fundacionales, pero mantienen una distancia prudencial con la encarnación de estos, los partidos y las instituciones (...) Los ciudadanos criados en democracia no son especialmente demócratas, incluso, en algunos aspectos, lo son menos que la generación de sus madres y padres, la de posguerra, criada en la escuela franquista, en la antipolítica militante de la dictadura. La vivencia cotidiana no ha podido contrarrestar la falta de pedagogía democrática, más si se tiene en cuenta que muchas veces la propia política ha servido como pedagogía antidemocrática, sobre todo para aquellos electores criados a partir de los noventa, cuando el sistema empezó a acumular tropiezos y la distancia entre gobernantes y gobernados comenzó a hacerse incompatible con los ideales democráticos (...) También hay que tener en cuenta el contexto general, marcado por el individualismo y la desaparición de la política como herramienta de transformación social a partir de los últimos años ochenta. La crisis global acabó por minar la poca confianza que quedaba en una parte importante de los ciudadanos".

5) "El empoderamiento de las nuevas generaciones debe entenderse como algo positivo para la democracia. Una ciudadanía más exigente mejora la calidad del sistema a todas luces. Ahora bien, esto no va acompañado de una relación de más confianza entre ciudadanía y clase política, ni tampoco por una mayor implicación”.

La entrevista

Hablamos con Oriol Bartomeus, politólogo, investigador de l'Institut de Ciències Polítiques i Socials y profesor asociado de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.

PREGUNTA. Llegó un momento en el que la generación que hizo la Transición controlaba todos los resortes del país, pero ahora se la ve un poco superada. ¿En qué estado está su influencia?

RESPUESTA. La generación de la posguerra ha sido la generación dominante en España desde finales de los sesenta hasta hace bien poco. Es un dominio largo en el tiempo, porque llegaron muy jóvenes. Siguen teniendo influencia, porque su legado es aún presente. Vivimos en el mundo que ellos construyeron, como mínimo desde el punto de vista político. El sistema de la Transición es aún el sistema vigente. No ha habido un cambio profundo. O no aún. Está por ver. Desde 2014, por poner una fecha importante (aparición de Podemos, abdicación de Juan Carlos I), esta generación va dejando paso, por cuestiones de edad, aunque siguen siendo los puntales de los electorados de los partidos mayoritarios, PSOE y PP.

P. En el libro, hablas bastante del “cinismo democrático”. ¿Qué es eso? ¿Todas las generaciones lo comparten o unas más que otras?

R. El concepto de cinismo democrático lo desarrolló José María Maravall en su obra La política de la Transición y trata de definir una contradicción aparente: el apoyo masivo al sistema democrático de la sociedad española junto con el alejamiento y la desconfianza hacia las instituciones y los actores del propio sistema. Es decir, el elector español era profundamente cínico en su relación con la política, pero a la vez se mostraba intensamente favorable a la democracia.

"La idea de que las nuevas generaciones serían más demócratas por el solo hecho de vivir en democracia se ha revelado como falsa"

Esto es propio de la generación nacida en la posguerra, la que protagonizó la Transición, y en aquel momento (principios de los ochenta) se creía que las generaciones más jóvenes, crecidas ya en democracia, se mostrarían mucho más cercanas a los actores del sistema. En el fondo, se pensaba que el cinismo democrático era fruto de la educación antipolítica del franquismo. Pero no ha sido así y las nuevas generaciones son igual de cínicas y un poco menos democráticas, es decir, justo al contrario de lo que se pensaba.

P. Sobre esto, dices que en España se optó por una democracia, pero no por una democracia militante. ¿Cuál es la diferencia y cómo afectó a las generaciones ese vacío?

R. En la construcción del nuevo sistema democrático, se optó por un sistema que no adoctrinara, a diferencia de lo que había hecho el franquismo, que era un sistema ideológico, de adoctrinamiento. La nueva democracia, seguramente por rechazo de la dictadura, optó por despolitizar la educación. Posiblemente influyera en esa opción la idea, que hoy podríamos entender como un tanto ingenua, de que el propio devenir de la democracia, la vivencia cotidiana del hecho democrático (los partidos, las elecciones), iría inoculando en las nuevas generaciones nacidas y crecidas en democracia los valores asociados a esta.

El resultado es que no ha habido una pedagogía específica sobre los valores de la democracia, ni en la escuela particularmente ni en la sociedad de forma más general. Se ha reservado esta pedagogía al ámbito doméstico y familiar. Con ello, la idea de que las nuevas generaciones serían más demócratas por el solo hecho de vivir en democracia se ha revelado como falsa. Las nuevas generaciones no se muestran más demócratas que las anteriores. Es más, en algunos aspectos, la generación de la posguerra sigue mostrándose como la más democrática.

Foto: Diseño: Irene Gamella.

P. A nivel generacional, al margen de los grandes hitos históricos (guerra, dictadura, democracia, crisis), destacas 1990 como especialmente relevante. ¿Qué pasó ese año?

R. Digo que en 1990 empieza todo, y es porque creo que en ese año se producen una serie de cosas que acaban definiendo lo que ha sido nuestra realidad, la realidad de España, en las últimas décadas. 1990 es el año en el que Alianza Popular se refunda en el PP, lo que abre la posibilidad de una alternativa de gobierno al PSOE e inicia los años del llamado bipartidismo.

Pero también en 1990 empiezan las emisiones de las primeras televisiones privadas, que van a moldear los gustos de la sociedad española y van a suponer el principio de la dinámica competitiva en el ámbito de los medios, que se va a acelerar con el incremento continuado de la oferta televisiva, a la que se unirán la oferta digital y el salto de escala que supondrán la telefonía móvil y las redes sociales. También es importante 1990 porque estallan los primeros casos de corrupción política, lo cual va a derivar en una constante de deslegitimación de la democracia, que va a afectar sobre todo a las generaciones que no han vivido la Transición.

P. Sobre los nacidos en democracia, dices que están más empoderados políticamente, pero eso no se plasma en mayor militancia que las anteriores. ¿Cómo se explica esto?

"Los jóvenes de ahora se enganchan a causas como si les fuera la vida en ello, pero se desenganchan con extraordinaria facilidad"

R. No militan en el sentido tradicional, porque aborrecen las organizaciones jerarquizadas. No quieren encuadrarse, no quieren ser un número, no están dispuestos a ser uno más. Se sienten únicos e irrepetibles, participan de lo que quieren participar y como quieren participar. No se diluyen en la masa, se reafirman en ella como individuos. Se enganchan a causas como si les fuera la vida en ello, pero se desenganchan con extraordinaria facilidad. En parte, porque son impacientes por naturaleza (han nacido en un mundo de respuestas instantáneas). Hemos pasado de una sociedad de ciudadanos pasivos pero aquiescentes a una de ciudadanos que son activos de modo intermitente y que no admiten las jerarquías, que se niegan a obedecer. En parte, porque no aceptan que alguien pueda saber más que ellos. Tienen en alta estima su opinión. Es un efecto de la mejora del nivel académico. No es tanto que sepan más, sino que creen que saben más. Y eso es un cambio de gran trascendencia respecto de la generación de sus padres y madres.

P. La nostalgia es una de las modas generacionales de nuestra época. Nostalgia por un tiempo pasado de estabilidad política, laboral y sentimental al que algunos desean volver. ¿Es deseable o posible volver hacia atrás o hablamos de una nostalgia reaccionaria que habla más del presente que del pasado?

R. Es una nostalgia que responde al desasosiego existencial de un individuo lanzado a un mundo que no entiende, sobre el que no existen mapas, que se mueve y cambia constantemente, un mundo en el que se buscan asideros, sobre todo después del estallido del sistema que supuso la crisis financiera de 2008. En medio de esta tormenta, la gente busca refugio y lo encuentra en todo aquello que parece sólido, que son elementos relacionados con el mundo anterior: la nación, la raza. La estabilidad. El mundo de antes es el mundo estable y lento. El de ahora es acelerado y volátil. Hay en algunos segmentos de la sociedad una voluntad de encontrar un punto de apoyo, un agarradero. Y ahí aparece la nostalgia por ese mundo idílico en el que todo parecía ordenado y simple.

Pocas cosas fascinan más que poner nombre a una nueva generación. Las generaciones como contenedor en el que caben todas las modas, anhelos y frustraciones de una época. Todo y nada. El baby boom, la generación X, los millennials… Una era sintetizada en unas pocas palabras que, nada más pronunciarlas, llenan nuestras cabezas de evocadora información generacional, pero también de luchas de poder intergeneracionales.

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