Las 'boomer' pioneras: "Decían que le quitábamos el trabajo a los hombres"
Las mujeres nacidas entre 1960 y 1975 lograron la gran incorporación femenina al mercado laboral. Hasta entonces, tres de cada cuatro estaban recluidas en el hogar, ahora más del 70% están activas
La primera vez que Conchi Rodríguez entró a trabajar en una mina le dieron una escoba para barrer. Una mujer con un mono lleno de carbón en la Asturias de los 90 todavía era una provocación para una sociedad que no la situaba en ningún otro sitio que no fuera al cuidado del hogar. "Se decía que íbamos a perder la feminidad", recuerda.
Hija, sobrina, prima, nieta y hermana de mineros, Conchi reconoce que nunca tuvo una vocación especial por picar minerales. "Lo que quería era trabajar y ser independiente porque mi madre siempre me había dicho que no dependiera de ningún hombre. Y, en la cuenca, las únicas opciones que teníamos eran o ser empleada de hogar u opositar. El resto era para los hombres".
Así era hasta que un día de 1985 su padre llevó el boletín minero a casa. En él se anunciaba una oferta de mil puestos de trabajo como peón de interior en Hunosa, empresa pública de extracción de carbón. "Tenía 29 años y vi que esa era una de las pocas oportunidades que había en el pueblo de tener un trabajo fijo", cuenta. Pasó las pruebas igual que cualquier hombre pero su solicitud y la de una decena de mujeres que también las pasaron empezaron a coger polvo en un cajón.
La empresa se amparó en una ley de 1897 en la que se prohibía a los menores y las mujeres acceder a las minas con el argumento de "protegerles de la explotación". "Eso pudo tener sentido un tiempo, pero cuando nos presentamos nosotras ya no había esas condiciones salariales ni laborales", considera Conchi. Además, la única forma de trabajar en cualquier puesto dentro de la empresa, aunque fuese en administración, pasaba necesariamente por entrar como peón de interior y hacer promoción interna. Ni siquiera las hijas de mineros fallecidos tenían derecho a un puesto que sí estaba abierto a sus hermanos.
Lo que para Conchi era una injusticia se convirtió en una batalla judicial y social por los derechos de las mujeres. "Pensé que si mi hermano era minero, por qué yo no iba a poder”. Tuvieron que pasar ocho largos años hasta que el Tribunal Constitucional le dio la razón, en 1992, lo que la convirtió en la primera mujer en sacarse una plaza de minera de interior. "Derribamos muchos mitos: decían que le íbamos a quitar el trabajo a los hombres, que la mina era muy dura… La realidad es que muchas mujeres pasamos las mismas pruebas que los hombres. Y eso que nos miraban más con lupa que a ellos", recuerda.
Para las mujeres de la generación del 'baby boom', la incorporación al mercado laboral fue una lucha por sus derechos. Fue una lucha silenciosa y que apenas se ha reconocido con el tiempo, pero realmente fueron ellas quienes consiguieron liberarse de la reclusión en el hogar y construyeron una carrera profesional similar a la de los hombres. Si a finales de los 70 se consiguió la igualdad formal y legal, fue en los 90, con las 'boomers', cuando las mujeres se abrieron paso a codazos en el mundo laboral, muchas con juicios que les reconociesen ese derecho que solo estaba sobre el papel. "La dificultad vino sobre todo por la falta de precedentes en algunas actividades, que estaban directamente prohibidas para las mujeres", cuenta Lucía Ruano, histórica abogada que llevó muchos casos laborales de mujeres en aquella época.
Cuando la primera generación del 'baby boom' accedió al mercado laboral (las nacidas entre 1960 y 1965), el porcentaje de mujeres en edad de trabajar activas apenas superaba el 30% y en el caso de las mujeres casadas, la tasa de actividad era del 25%. Esto es, tres de cada cuatro mujeres estaban recluidas en el hogar y eran sus maridos quienes 'llevaban un salario a casa'. Sin embargo, estas mujeres, que crecieron durante los últimos años del franquismo y la transición, se negaron a aceptar que su destino sería cuidar de los hijos. "Habíamos visto la gran dependencia emocional y económica de nuestras madres y abuelas por quedarse en casa al cuidado de los hijos. Y no queríamos eso; queríamos independencia económica porque eso nos daba independencia y libertad a todos los niveles", añade Ruano.
A partir de su generación, comenzó la gran incorporación de la mujer al mercado laboral, en especial de las mujeres casadas (las solteras sí tenían que trabajar para ganarse la vida). Si se realiza el análisis por franjas de edad se observa que fueron las mujeres del 'baby boom' quienes rompieron el muro del mercado laboral. De hecho, los niveles de actividad que consiguieron apenas han mejorado desde entonces, lo que muestra que todavía hace falta un gran impulso para lograr la igualdad real entre hombres y mujeres.
Cuando la generación del 'baby boom' empezó a cumplir 25 años (edad para entrar en el mercado laboral después de acabar los estudios), las tasa de participación de las mujeres casadas, que en esa época eran una amplia mayoría, era inferior al 45%. Más de la mitad de las mujeres entre 25 y 29 años estaban recluidas a cuidar del hogar y los niños. Las 'boomers' cambiaron esta realidad de forma radical. Cuando ellas atravesaron esta franja de edad, dejaron una tasa de actividad del 66%.
En una sola generación fueron capaces de recortar la brecha de actividad en más de 20 puntos y, además, lograron normalizar la incorporación de la mujer al mercado laboral. Desde entonces, la tasa de actividad de las mujeres de entre 25 y 29 años no ha mejorado, de hecho, se ha reducido marginalmente hasta el 65%. Por el contrario, en el caso de los hombres casados, los niveles de actividad se mantienen por encima del 97%.
Estrella, la primera maquinista de Metro
Cuando va en Metro, a Estrella le saludan trabajadores que ni conoce. Fue la primera maquinista mujer de Metro de Madrid, y como Conchi, más que por vocación, fue pionera por pura necesidad. "Yo quería trabajar y aquí había plazas. Solo pedían medir más de 1'60, tener bien la vista y haber pasado el servicio militar. Como mujer esa parte no la podía aportar, así que recurrí".
Era 1983 y hasta entonces las únicas conductoras que había conocido el subsuelo madrileño fueron las que cubrieron las bajas masculinas durante la Guerra Civil. "Los primeros días había de todo, desde gente que como mínimo te mandaba a fregar, como los que se alegraban de ver a una mujer ahí".
Ni siquiera Metro estaba preparado para la incorporación de mujeres a su plantilla: no tenían baños ni vestuarios femeninos, por lo que Estrella tenía que subir a la superficie o el vestíbulo cada vez que lo necesitaba. De hecho, no fue hasta que se reformaron paulatinamente las estaciones cuando se incorporaron estos espacios.
Legalmente, en España las mujeres casadas tuvieron prohibido trabajar hasta 1970 —también debían abandonar su carrera si se casaban— aunque no pudieron volver de sus excedencias forzosas hasta después de aprobarse la Constitución. Aún tuvieron que pedir permiso a sus maridos para ganarse un sueldo fuera de casa hasta 1981. Socialmente, esta situación se mantuvo hasta los años noventa, cuando las mujeres del 'baby boom' empezaron a llegar a la treintena. Durante la década de los ochenta, menos de la mitad de las mujeres casadas de entre 30 y 35 años estaban activas, pero todo cambió rápidamente. En apenas 15 años, las 'boomers' llevaron la tasa de actividad de este grupo de edad hasta el 75%, una cifra que no está muy lejos del 78% actual.
Sin embargo, en el caso de los hombres casados, la tasa de actividad entre los 30 y los 35 años se ha mantenido estable por encima del 95%. Esta brecha muestra que todavía hay muchas mujeres que abandonan el mercado laboral cuando cumplen la treintena, esto es, cuando son madres. Son ellas quienes abandonan su empleo para cuidar a los hijos, mientras que los hombres se mantienen activos, lo que evidencia la gran diferencia social que se mantiene desde los noventa.
Lucía Ruano llevó el caso de decenas de mujeres que, después de diez o quince años sin trabajar por haberse casado, querían volver a sus puesto cuando se reconoció la igualdad legal. "Éramos muy pocas entonces las que luchábamos dentro del movimiento feminista, pero teníamos las ideas muy claras y, sobre todo, leíamos mucho. Nos dimos cuenta de que podían volver a recuperar sus puestos de trabajo y empezamos a pelearlo".
Sus logros fueron notables, hasta el punto de que se produjo una convergencia en la incorporación de la mujer al mercado laboral en todas las franjas de edad. Actualmente, la primera generación de mujeres del 'baby boom' está cumpliendo 60 años. Muchas no han salido nunca del mercado laboral, otras volvieron tras la maternidad, pero entre todas lograron que hoy no sea extraño ver a una mujer trabajando hasta la jubilación.
La tasa de actividad de esa primera generación de mujeres del 'baby boom' está ya cerca del 65%, 20 puntos por detrás de los hombres. Si su incorporación se mantiene a lo largo de toda la generación, es de esperar que el número de mujeres casadas activas con más de 55 años supere el 70% con la última remesa de 'boomers'. Realmente, habrán conseguido reducir casi al mínimo la brecha con los hombres.
María, la primera 'jueza'
Cuando María Jover se convirtió en la primera jueza de España, ni siquiera le gustaba la palabra 'jueza'. "Por aquel entonces significaba la mujer del juez, pero ahora con el paso del tiempo somos tantas que ya no quiere decir eso. Y sí, ahora me parece muy bien que me llamen jueza", dice al teléfono a sus 77 años. Hace siete que se jubiló con honores y el reconocimiento de haber sido la primera mujer en acceder a la carrera judicial en una época en la que todas las que estudiaban derecho lo hacían con la aspiración de ser, como mucho, abogadas.
"Mis padres también se habían dedicado a la carrera judicial y a mí me interesaba mucho la gestión y creía en la gran importancia del principio jurídico", cuenta. Su primera plaza fue en Fraga, un pueblo de Huesca, donde a sus 28 años levantaba todo tipo de miradas y comentarios a su paso. "Les parecía increíble que una mujer joven fuese jueza: se asomaban por la ventana cuando pasaba por el pueblo, y alguna persona hubo que se marchó cuando al llamar al juez aparecía yo… Aunque luego enseguida se acostumbraron".
Si su generación marcó un antes y un después, María tiene claro el porqué: "Ya había otra mentalidad, no solo entre las mujeres, también por muchos hombres que empezaron a entender que la casa era cosa de dos, lo que nos daba más oportunidades de trabajar".
El gran avance que logró la generación del 'baby boom' se percibe con claridad en la generación de la posguerra que todavía sigue en activo, es decir, las personas que hoy tienen entre 60 y 65 años. Las tasas de actividad de las mujeres siguen siendo bajísimas incluso a día de hoy, por debajo del 40%, mientras que los hombres están cerca del 60%. Esta brecha se reducirá rápidamente en los próximos 15 años, cuando pasen por esa franja de edad todas las 'boomers'.
La otra batalla: la discriminación indirecta
Para las 'boomers' la batalla no se acababa con la apertura del trabajo a las mujeres. Como recuerda Ruano, también hubo que pelear por cobrar lo mismo por el mismo trabajo que hacían los varones. "La sentencia de la minera fue muy importante, sobre todo para acabar con los prejuicios de los trabajos que podían o no hacer las mujeres. Pero fue más determinante la del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid. Esa marcó un antes y un después".
En 1985, 137 limpiadoras denunciaron al hospital por cobrar menos que sus homólogos. "La discriminación indirecta era un reto para los abogados, porque utilizaban categorías diferentes para hombres y mujeres cuando en realidad hacían el mismo trabajo: ellas eran 'limpiadoras' y ellos 'peones'. Pero esa sentencia rompió con el concepto de igualdad formal e introdujo conceptos más valorativos y sustantivos". Muchas veces los avances vinieron gracias al apoyo de los sindicatos, pero otras los tuvieron enfrente bajo el argumento de que iban a quitar el trabajo a los hombres.
La discriminación indirecta era un reto para los abogados, porque utilizaban categorías diferentes para hombres y mujeres
Cuando llegó la sentencia que reconocía su derecho a trabajar en la mina, previo paso incluso por Estrasburgo, Conchi ya se había incorporado a Hunosa por otra vía, ya que todas las mujeres aceptadas pasaron a una lista de reserva junto con los hombres rechazados para cubrir las vacantes y jubilaciones del trabajo en el exterior de la excavación.
Primero, estuvo un tiempo cargando camiones con material de la mina y luego aprobó unas oposiciones como auxiliar administrativo dentro de la empresa, justo a la vez que el Constitucional le reconoció su derecho a trabajar como minera. "No llegué a entrar porque yo quería llegar a administrativa y ya lo había conseguido tras todo ese tiempo. Pero la sentencia consiguió que a partir de ese momento muchas más mujeres se incorporaran. No solo porque podían, sino porque sabían que podían hacerlo. Antes ni se lo planteaban". Conchi siguió demandando a su empresa hasta que se jubiló, porque aunque logró un puesto codo con codo con los hombres, nunca consiguió ganar el mismo sueldo que ellos.
Para María, la incorporación de la mujer al mundo judicial no solo ha traído más oportunidades, sino otra mirada a la hora de elaborar las sentencias y afrontar ciertos temas como la violencia de género. "Aunque sigue siendo un pequeño porcentaje las que ocupan puestos altos, como en el Tribunal Supremo".
"Hemos avanzado mucho, sobre todo en la teoría, pero llevamos más de 20 muertas y asesinadas este año, así que está claro que queda mucho por hacer", considera Estrella. "Y tampoco me vale con que hayamos llegado a ser directivas porque eso no representa a todas las mujeres. Aún queda mucho por hacer para que todas tengamos una vida digna".
La primera vez que Conchi Rodríguez entró a trabajar en una mina le dieron una escoba para barrer. Una mujer con un mono lleno de carbón en la Asturias de los 90 todavía era una provocación para una sociedad que no la situaba en ningún otro sitio que no fuera al cuidado del hogar. "Se decía que íbamos a perder la feminidad", recuerda.