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¿Por qué duró tanto el franquismo? Esta novela te lo explica
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¿Por qué duró tanto el franquismo? Esta novela te lo explica

En la monumental 'Castillos de fuego', Ignacio Martínez de Pisón relata con mano maestra la primera posguerra y nos regala uno de los libros del año

Foto: Francisco Franco, durante un acto público.
Francisco Franco, durante un acto público.

El franquismo es como París: no se acaba nunca. Puedes poner "franquismo" en un titular aún en 2023, puedes echarle a otro el franquismo en cara por cualquier cosa que diga, te vale para hacer películas y series y, cómo no, para escribir otro libro si no se te ocurre nada. Franco da mucho que hablar; da también algún dinero y, desde luego, proporciona argumentos imbatibles. Al final hasta nos va a caer bien.

Una cosa que he pensado del franquismo, después de transitar las setecientas páginas que Ignacio Martínez de Pisón le dedica solo a los primeros cinco años de expansión del régimen, es que resulta más fácil entender el franquismo que entender vivir en el franquismo. Nosotros manejamos hoy un juguete cerrado, unas conclusiones incluso pueriles (Franco, malo; ergo yo, héroe), y vemos aquel periodo espantoso por sus costuras finales y su disolución a nuestro favor. Hemos llegado a la historia justo a tiempo para entender el franquismo de un vistazo.

placeholder Portada de 'Castillos de fuego', el nuevo libro de Ignacio Martínez de Pisón.
Portada de 'Castillos de fuego', el nuevo libro de Ignacio Martínez de Pisón.

Esto es así, siguiendo a Althusser, porque "la ideología no tiene exterior", y nuestro pensar y pesar el franquismo es algo que hacemos cómodamente desde ese exterior que se inicia en 1976, a partir del cual la dictadura deja de ser un entorno y se convierte en lejanía. Cuanto más lejos estamos de Franco, más ridículo nos parece que mandara sobre nadie tanto tiempo.

En Castillos de fuego (Seix Barral), la extraordinaria novela que nos regala este febrero Ignacio Martínez de Pisón, esto se ve muy bien. O sea, se ve muy bien cómo los ciudadanos que viven bajo un sistema autoritario naufragan en la filosofía de los finales. Es el final del sistema, en tanto utopía, el que lo mantiene vivo y lo alarga. Es la necesidad de pensar la dictadura por el sueño de su disolución la que hace que no acaben nunca. Al franquismo ya lo daban por muerto en 1942, como al Real Madrid cada año en la liguilla de la Champions.

Inclinados a ser normales, no revolucionarios

Solo es uno de sus innumerables méritos, pero Castillos de fuego genera una ternura inolvidable a lo largo de su millón de palabras al mostrarnos a unos personajes perdidos en el laberinto autoritario. Hay que esconderse, pelear, sobrevivir, porque esto acabará algún día. "Franco tiene los días contados. Los yanquis se han tomado en serio lo de liberar Europa del fascismo y no lo van a dejar a medio hacer". Después de derrotar a Hitler, Estados Unidos vendrá a por Franco, es el cálculo inocente de los inconformes. Como quien hace cola en una taquilla sin saber que ya no quedan entradas.

"Los escaparates estaban ya iluminados, lo que le transmitió una tranquilizadora sensación de orden: al fin y al cabo, las cosas funcionaban", leemos. Siempre es por ahí por donde empieza a verse que una dictadura va a prolongarse mucho tiempo: las cosas funcionan. Una dictadura con electricidad tiene futuro, porque la gente se acostumbra a no votar, pero nunca a estar oscuras. La vida diaria es menos política de lo que ahora mismo pensamos (o nos han hecho pensar); la vida diaria son cuatro cosas básicas a partir de las cuales todo es tolerable. Estamos fatalmente inclinados a ser normales, no a ser revolucionarios.

Imaginen lo que cansa ser revolucionario todos los días.

Si la resistencia a Franco hubiera conseguido que la gente no pudiera beber vino o jugar al mus en el bar, se acababa la dictadura en dos meses

Eso le sucede a Cristina, el fabuloso personaje creado por el autor, hermana de un fusilado por Franco, y de otro perseguido por el régimen y que ha acabado (este hermano vivo) en el maquis. Cristina echa una mano a la revolución, pero de pronto se cansa: "¿Algún día vendrán los rusos a liberarnos? Ya me da lo mismo que manden unos o manden otros. Yo solo quiero vivir. Ser una persona corriente y llevar una vida corriente. ¿Es mucho pedir? Quiero hacer las cosas que hace la gente normal. Y eso no es normal: ¡Pasarse los domingos espiando a ancianas!".

Y más adelante, dirá: "Solo tenemos una vida. Esta vida. Y no podemos desperdiciarla. Debemos tratar de vivir el presente. No vamos a estar siempre a vueltas con el pasado".

placeholder El escritor Martínez de Pisón.
El escritor Martínez de Pisón.

¿Por qué se asienta y alarga una dictadura? Porque la gente no quiere hacer Historia (derrocar un régimen), sino hacer lo cotidiano, es la épica de las cosas vulgares y bonitas la que mueve la vida. Así, si la resistencia a Franco hubiera conseguido que la gente no pudiera beber vino, pasear con la novia de la mano por un parque o jugar al mus en el bar, se acababa la dictadura en dos meses.

Martínez de Pisón va diseminando por la novela las numerosas obras, reformas y edificaciones que el régimen acometió en la capital de España, desde la finalización de Nuevos Ministerios en 1942 a la apertura de la cárcel de Carabanchel en 1944. Castillos de fuego, minuciosamente documentada, recrea con precisión un Madrid de miseria y tiendas de moda, de espías y hambre, pintado desde Tetuán de las Victorias a Usera, pasando, casi calle a calle, por la vida de toda la ciudad.

Autor invisible

Es, en ese sentido, una obra galdosiana, que se sitúa también a medio camino entre Almudena Grandes y Pérez-Reverte. Con la primera, coincidiría en las pequeñas historias, no pocas de amor y sentimiento, y con Reverte en el conocimiento preciso de los nombres de las cosas, desde los útiles de una carpintería a la impedimenta militar.

Pero lo que diferencia Castillos de fuego de Inés y la alegría o de Línea de fuego es el tono, de una neutralidad casi entomológica. Frase sencilla, cada frase una información, el autor no existe, es invisible y todo lo sabe, no él, sino la gramática.

Llevamos un comienzo de año con muchas novelas españolas publicadas, y no pocas firmadas por autores relevantes o conocidos o valiosos. Castillos de fuego está, por decirlo con prudencia, a años luz de todas las demás novelas que han llegado a las librerías en 2023. Por ambición, por técnica, por emoción, por trabajo. Lo normal es que acabe en película o serie, así que léanla cuanto antes.

El franquismo es como París: no se acaba nunca. Puedes poner "franquismo" en un titular aún en 2023, puedes echarle a otro el franquismo en cara por cualquier cosa que diga, te vale para hacer películas y series y, cómo no, para escribir otro libro si no se te ocurre nada. Franco da mucho que hablar; da también algún dinero y, desde luego, proporciona argumentos imbatibles. Al final hasta nos va a caer bien.

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