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Pisón: "En los 90 nadie imaginaba que desde el 2000 todo iba a ser terrorífico"
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Pisón: "En los 90 nadie imaginaba que desde el 2000 todo iba a ser terrorífico"

El escritor Ignacio Martínez de Pisón regresa con 'Fin de temporada', una novela sobre la relación de una madre y un hijo, sobre los cambios de una sociedad y cómo éramos en los noventa

Foto: El escritor Ignacio Martínez de Pisón (EFE)
El escritor Ignacio Martínez de Pisón (EFE)

A Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) le contaron la historia de su última novela, ‘Fin de temporada’ (Seix Barral), en un bar, “que son esos lugares maravillosos donde la gente cuenta historias para que los novelistas las aprovechemos”, cuenta desde la azotea de un hotel madrileño. Lleva ahí toda la mañana, pero es un escritor que se entusiasma hablando de las novelas. Como esta de una madre, Rosa, y un hijo, Iván, en un camping de Tarragona a finales de los años noventa, cuando parecía que todo era posible. El hecho original partía de una tragedia: el viaje en coche para abortar en Portugal de unos chavales a finales de setenta. Tras sufrir un accidente en el que el chico muere ella cambia de idea y decide tener al niño. Pero para eso tiene que huir del pueblo. Y ahí es donde inicia su relato Pisón. ¿Y ahora que parece que no va a haber bares, de dónde saldrán las historias?, le pregunto. “Es verdad. Pues no sé. Igual hay que mirar Facebook”.

placeholder 'Fin de temporada'
'Fin de temporada'

PREGUNTA: Tus novelas suelen tratar conflictos familiares. ¿Qué tienes con esta institución?

RESPUESTA: Desde que empecé con ‘La ternura del dragón’ en el año 84 llevo escribiendo historias de familias y tampoco se me ocurre que haya muchos más temas que nos puedan interesar a todos. La familia es algo que todos tenemos y es un nido de conflictos constantes y todos lo sabemos. La familia perfecta no existe, la familia feliz no existe. Basta con que se muera una tía sin hijos para que empecemos a discutir sobre si a mí me había prometido este collar y a otro otra cosa. La familia es la estructura más consistente de la historia que se rompe en menos tiempo por la razón más tonta. Y cuando hay conflictos de verdad la familia es apasionante. Como en este libro en el que ocurre algo en el pasado que es realmente dramático.

P: La relación entre la madre y el hijo es conflictiva, obsesiva por parte de la madre. Se diría que hasta tóxica. MIentras, él busca desasirse de su madre.

R: Él busca algo normal en un chico de su edad, que es emanciparse. Es decir, conquistar una soberanía de su propia vida, como hace cualquier chaval de 18-20 años. Pero su madre, que le quiere tanto, considera que él sigue siendo parte de la misma unidad y no pueden desgajarse. El amor que siente Rosa por Iván es un amor complejo. Es una madre que no quiso tenerlo, pero luego lo ha tenido y al final no tiene otra cosa. Son gente que viven en los márgenes de la sociedad, no se han relacionado casi con nadie, ella no ha tenido ningún otro novio. Y, además, ese hijo, cuando llega a los 20 años es igual al padre. Con lo cual es una madre joven que ve a un chico joven que resulta que es como el novio que perdió.

P: Es una relación medio incestuosa.

R: Sí, por eso en la novela Mabel les recrimina que se toquen. Están siempre tocándose. Ella siempre está abrazándole. Es esa cosa de "cómo no te voy a tocar a ti si te he tenido dentro, si te han tocado mis órganos internos cómo no te van a tocar mis manos y mis brazos". Y ese amor de madre, que es la cosa más bonita del mundo y hasta los legionarios se lo tatúan, en según qué dosis puede ser tóxico. Y en esta caso la deriva que toma es tóxica.

La familia es la estructura más consistente de la historia que se rompe en menos tiempo por la razón más tonta

P: En la novela se da esa otra relación, la de Rosa y Mabel, dos muy buenas amigas. Es interesante esta relación porque parece que la amistad entre mujeres a veces como que queda en entredicho, con ese prejuicio de que las mujeres no nos llevamos bien entre nosotras. ¿Cómo fue crear esta relación?

R: Ambas tienen un pasado tortuoso. Una viene de unos malos tratos y un matrimonio fracasado y la otra de una tragedia con la muerte del novio. Hay un pasado doloroso que las hace reconocer que tienen algo en común. Y las dos tienen la idea de que hay que sacar adelante un proyecto vital, y el camping se convierte en ese proyecto vital. Y sacar adelante un negocio tan languideciente como un camping en la costa… Pero el concepto de la sororidad, que entonces no existía, al menos el concepto, sí se podía ilustrar con estas dos mujeres a las que no puedes dejar de querer, sobre todo a Mabel, que es ese personaje positivo, que todo lo quiere arreglar.

P: Sí, es alguien que necesitas en tu vida, que no está con el “todo mal” todo el día.

R: Es esa persona que da felicidad y que además no se arroga el papel de víctima. Que podría haber estado todo el día lamiéndose las heridas y en vez de eso es una mujer que saca fuerzas de flaqueza y tira para adelante. En el fondo esta es una historia de unos personajes que están intentando a su manera tomar las riendas de su propia vida.

placeholder El escritor Ignacio Martínez de Pisón, este lunes (EFE)
El escritor Ignacio Martínez de Pisón, este lunes (EFE)

P: Ahora que citas el camping, en algún sitio has dicho que es un lugar que no es de nadie, que no es una vivienda fija en realidad. Y como lo ambientas en los noventa lo primero que pensé fue en el camping de Biescas, que es el camping más conocido trágicamente de aquella época.

R: Sí, sí, ¡el camping Las Nieves! Año 95-96.... Imágenes espeluznantes…. No, este es un camping de playa, que es otro género, porque son más planitos, están orientados hacia la playa y tumbarse en la hamaca. Yo campings no he frecuentado muchos, pero ahora que sí los he visto creo que tienen una estética muy bonita, un poco zarrapastrosa, pero está bien. De repente, con esta novela que he concebido de manera muy visual, me he dado cuenta de que los campings son muy bonitos. E incluso he pensado, qué bonito sería rodar aquí. Y al mismo tiempo es esa vida que lleva la gente en los campings, esos señores con camiseta imperio jugando al tute en una mesa plegable… Pero es una estética bonita. Pero sí me interesaba destacar esa idea de provisionalidad. Nadie puede pensar que un camping es un sitio para toda la vida. Y menos si es un sitio de vida tan anodina como es un camping de playa donde la gente no vive en invierno. Menos si es un sitio sin pasado y sin futuro, porque si estás a la sombra de unas centrales nucleares te da la sensación de que no hay mucho futuro que te corresponda ahí.

P: Rosa decide establecerse ahí buscando un poco su libertad.

R: Sí, pero en esta historia no hay libertad. Los personajes están un poco encadenados unos a otros y a un destino. Yo no creo demasiado en la idea del destino, más bien al contrario, pero como estructura narrativa me sirve. Es decir, algo que ocurrió antes del nacimiento de Iván está marcando silenciosamente el futuro de Iván para cuando sea una persona adulta. Y esa idea de que las cosas que has tratado de evitar acaban cumpliendose ineludiblemente incorpora un elemento trágico que hace que la historia funcione. Esta es una tragedia menor porque no hay un derramamiento de sangre, no hay nadie que se muera por amor, pero es una tragedia porque se cumplen los ciclos de ese destino inapelable que te acaba alcanzando.

P: En esta novela, como en otras que has escrito, se produce la ausencia de uno de los progenitores, en este caso el padre.

R: 'Carreteras secundarias' era la historia de un padre y un hijo que también iban de aquí para allá y allí el problema era que el hijo, que tenía que forjarse una personalidad, tenía una competencia delante que era su padre. Era un macho alfa con otro que quería serlo. En este caso no son los dos ciervos que se embisten para ver cuál es el jefe de la manada sino que es todo más sutil y complejo. Solo cambiar un padre por una madre y ya la historia es completamente distinta. Lo que me gusta cuando hago novelas sobre la familia es explorar la complejidad del alma humana y ver hasta qué punto somos capaces de hacer cosas que no imaginaríamos. Y pensar que esa complejidad puede ser el reflejo de nosotros mismos. Nosotros como lectores podemos ver que algo de nosotros está en esos personajes.

En veinte años pasó del oprobio a ser la cosa más normal del mundo, ya que hasta una ministra, de derechas además, Dolores de Cospedal, montó una familia monoparental

P: La novela transcurre en los años noventa. Normalmente has escrito de décadas anteriores. ¿Por qué ahora los noventa?

R: La historia no podría haber sido la misma si hubieran sido otras épocas. Si el accidente y el embarazo y el parto no es a finales de los setenta, sino a finales de los cincuenta la historia no sería la misma porque veinte años después el chico se hubiera encontrado una España muy parecida. Una España en la que todavía su madre hubiera sido considerada poco menos que una ramera por haber sido una madre soltera que intentó abortar. En cambio, situándolo cuando lo sitúo, que por cierto los hechos originales son de esa fecha, también me permite ver los cambios en la sociedad. Y eso que podía ser causa de oprobio en los setenta ya no lo era en los noventa, veinte años después. Y ahora es la cosa más normal del mundo, ya que hasta una ministra, de derechas además, Dolores de Cospedal, montó una familia monoparental. Así que eso que parecía la cosa más vergonzante de la sociedad, veinte años después no lo era, y ahora es algo que cualquier mujer puede proclamar sin miedo a que nadie le critique por eso. En la novela no hablo mucho de España pero los cambios se notan.

P: La época pre-milenio sí que se nota, con esos móviles que se empiezan a vender, por ejemplo. Y toda esa cosa de no saber lo que nos esperaba.

R: Sí, esos móviles que tenían una tapita que se abría. Y ya empezaba Internet y los chats para ligar… De repente, ellos también son testigos y protagonistas de un cambio que luego ha sido definitivo, como estamos viendo ahora y es que las relaciones humanas estaban en un momento en el que iban a cambiar definitivamente.

P: Esto lo has hecho mucho con tus novelas. Este retrato de la España contemporánea. ¡Eres el novelista de toda una época!

R: El no, uno de ellos. A través de algunos novelistas como Aramburu, Cercas, Almudena [Grandes] y alguno más, el futuro se enterará un poco del espíritu de una época. Y espero estar dentro de esos cuatro o cinco escritores que cuando alguien del año 2080 quiera saber cómo eran las cosas cien años antes vaya a la biblioteca, busque un libro mío y diga, ah, vaya, la Transición, qué era esto.

Cuando alguien de 2080 quiera saber cómo eran las cosas cien años antes irá a la biblioteca, buscará un libro mío y dirá, ah, vaya, la Transición, qué era esto

P: ¿Y cuál es el espíritu de esa época? Antes de los 2000, pregunto…

R: Fueron unos años de mucho optimismo. Caído el Muro de Berlín había quien creía ingenuamente en una especie de concordia universal. El capitalismo había ganado, pero no se veía que fuera a tener un rival muy potente al otro lado. Luego con las Torres Gemelas vimos que había un rival muy potente al otro lado. Y había cierta confianza en que el propio capitalismo, que había derrotado al comunismo como sistema económico, nos iba a asegurar una especie de prosperidad y crecimiento perpetuo. En 2007 ya vimos que no era así. Y a falta de dos tragedias como los atentados y una segunda crisis que también nos hunde en el pesimismo, luego viene una pandemia. Claro, es que los noventa nadie era capaz de imaginar que los años siguientes al año 2000 iban a ser terroríficos.

P: Varios de tus libros han sido adaptados al cine y la televisión. El último fue 'El día de mañana'. ¿Participas en estas adaptaciones?

R: Yo no participé. Lo hicieron muy bien Mariano Barroso y Alejandro Hernández y en ningún momento me planteé participar. Y prefiero que sea así porque luego he visto que las aportaciones suyas, cambiaron algunas cosas, y creo que consiguieron una cosa diferente de mi novela, pero muy interesante.

P: ¿Crees que el novelista pierde el control? Al final también hay un márketing detrás. Le acaba de pasar ahora a Fernando Aramburu con la adaptación de ‘Patria’, cuyo cartel ha sido muy polémico en las redes y al propio escritor no le ha gustado.

R: Ya… Yo he tenido suerte y las adaptaciones que han hecho de cosas mías han salido bastante bien y no ha habido grandes controversias. Por suerte todavía hay gente que quiere adaptar sus novelas al cine o a la felevisión que se fijan más en la calidad de la historia que en el impacto que puedan tener. Yo sé que va a tener mucho más éxito una serie sobre superhéroes que sobre una novela mía, pero hay hueco para todos. Con tantas plataformas y tantos abonados y gente con gustos tan diferentes, incluso las novelas de Pisón caben ahí.

P: ¿Y cabe espacio para tanta novela como nos llega este trimestre? Porque viene cargadito.

Ya, pero soy optimista. Durante la pandemia parecía que los libros que habían salido entonces habían tenido muy mala suerte, al final encontrron sus lectores. Quizá porque la gente tiene más tiempo para leer y al final no fue tan mal. Es verdad que muchos libros previstos para abril se han retrasado a ahora y ahora nos vienen las cataratas del Niágara. Pero siempre ha sido así. Los libros encuentran su camino y a sus lectores.

A Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) le contaron la historia de su última novela, ‘Fin de temporada’ (Seix Barral), en un bar, “que son esos lugares maravillosos donde la gente cuenta historias para que los novelistas las aprovechemos”, cuenta desde la azotea de un hotel madrileño. Lleva ahí toda la mañana, pero es un escritor que se entusiasma hablando de las novelas. Como esta de una madre, Rosa, y un hijo, Iván, en un camping de Tarragona a finales de los años noventa, cuando parecía que todo era posible. El hecho original partía de una tragedia: el viaje en coche para abortar en Portugal de unos chavales a finales de setenta. Tras sufrir un accidente en el que el chico muere ella cambia de idea y decide tener al niño. Pero para eso tiene que huir del pueblo. Y ahí es donde inicia su relato Pisón. ¿Y ahora que parece que no va a haber bares, de dónde saldrán las historias?, le pregunto. “Es verdad. Pues no sé. Igual hay que mirar Facebook”.

Novela Seix Barral HIjos