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Rojo, el general de las derrotas: así humilló Franco al genio militar de la República
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Rojo, el general de las derrotas: así humilló Franco al genio militar de la República

Dos militares de la misma generación en bandos enfrentados se lanzaron el uno al otro los órdagos militares decisivos de la contienda española

Foto: El general Vicente Rojo a la izda.
El general Vicente Rojo a la izda.

"Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Cuando el 1 de abril de 1939 el general Francisco Franco escribía de puño y letra la certificación de la derrota del Ejército Popular de la República, dejaba atrás tres años de dura guerra civil y cerca de 300.000 muertos.

El posterior desfile de la Victoria y la auto concesión de la Laureada de San Fernando, la máxima condecoración militar, que le impuso su amigo el general Varela no evitó que brotaran con los años críticas a su gestión de la contienda al mismo tiempo que se agrandaba la figura de otro general, Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor de la República y máximo artífice de la dirección estratégica de la guerra. Las batallas de Madrid, Brunete, Teruel o el Ebro fueron los choques decisivos de la Guerra Civil: en todas ellas Rojo planteó un órdago y en todas ellas Franco respondió con otro. Pero las ofensivas nacionales buscaban ganar la guerra y las de Rojo, aunque impolutas, retrasar la derrota.

La trayectoria de Franco era más brillante tras ascensos metóricos en la campaña del Rif

De la misma generación pues sólo les separaban dos años, la trayectoria de Franco era más brillante cuando estalló la guerra el 18 de julio de 1936. Para entonces había alcanzado el grado de general de Brigada a los 33, convirtiéndose en el más joven de Europa como se encargarían de repetir sus hagiográfos durante décadas. Lo cierto es que era el resultado de una carrera fulgurante labrada en las campañas del Rif y uno de los máximos exponentes de los llamados africanistas.

Militares africanistas

Todos ellos, los africanistas, tenían una trayectoria común, el continuado servicio en el Protectorado de Marruecos donde forjaron unos ideales y una visión de España similar y de donde surgió el término que les identificaba en el ejército. En ellos pesaba, además, la decepción y pesimismo del desastre del 98, cuando se perdieron las colonias de Cuba y Filipinas y que puso al descubierto la evidente pérdida de estatus de España como potencia y la decadencia de su ejército. Militares que formaron prácticamente al completo la lista de sublevados en julio del 1936.

placeholder Millán Astray fundador de la legión con Francisco Franco en Marruecos.
Millán Astray fundador de la legión con Francisco Franco en Marruecos.

Vicente Rojo era comandante cuando comenzó la guerra y aunque persisten también algunas dudas sobre su simpatía real en el momento del golpe -según defiende Angel Martín Rubio- se mantuvo leal a la República aun siendo anticomunista, católico y en ciertos aspectos conservador. Pese a servir en Marruecos también, no continuó en el frente y si Franco llegó a dirigir la Academia de Infantería. Vicente Rojo dio clases como profesor de estrategia además de fundar un servicio de biblioteca de historia Militar para sus colegas en los que escribió alguno de los volumenes. Cuando estalló la guerra Rojo tan sólo era comandante.

El momento decisivo

La defensa de Madrid en noviembre de 1936 lo cambiaría todo y daría lugar a los tres largos años de guerra. Rojo, aunque por debajo en la escala jerárquica del general José Miaja, fue el encargado de la defensa estratégica de la ciudad como encargado del Estado Mayor frente a la ofensiva de las tropas de Franco, profesionales y mejor preparadas que las de los republicanos, pero en ese momento ya inferiores en número tras la llegada de las Brigadas Internacionales.

placeholder El Alcázar de Toledo poco después de terminar el asedio.
El Alcázar de Toledo poco después de terminar el asedio.

La famosa demora de Franco para tomar Madrid, que prefirió socorrer antes el Alcázar de Toledo, fue su primer error estratégico aunque el sitio republicano fue también un tremendo fracaso de la República. Vicente Rojo llegó incluso a entrevistarse con su antiguo amigo el coronel Moscardó en el patio para pedirle una rendición. Moscardó se denegó a capitular, Rojo no consiguió hacer caer la defensa y las tropas de Franco llegaron finalmente al rescate con el célebre saludo de Moscardó: "En el Alcazar, sin novedad".

La defensa de Madrid catapultó a Vicente Rojo que fue ascendido a general

Con la victoria de Toledo Franco obtuvo de la Junta de Defensa erigida tras el golpe militar, el mando único de todas las fuerzas rebeldes: la dirección militar y política. mientras que Vicente Rojo durante la Defensa de Madrid no era ni siquiera el comandante en jefe. Sin embargo, la victoria en la defensa de la capital le catapultaría hasta el rango de general -posteriormente Juan Negrín le nombraría teniente general- y a partir de 1937 al mando efectivo del Ejército Popular de la República, aunque su capacidad de mando nunca fuera equiparable a la de Franco.

Estrategia contra logística

Durante la Batalla de Madrid se puso de manifiesto ya la tendencia de Franco durante toda la guerra, tal y como relata el historiador Stanley. G. Payne: el africanista tendía en todo avance a mantener los demas frentes y no quería correr riesgos de que ningún sector se viniera abajo". Esa metódica casi obsesiva prudencia le pudo llevar a cometer errores en sus ofensivas -como también señala Ramón Salas Larrázabal- en concreto, Madrid.

Se ha especulado a menudo sobre si además del puro cálculo militar se escondían otras aspectos de índole político y psicológico, pero lo que es cierto es que cuando lanzó la ofensiva ya era tarde y haciendo bueno el lema "los aficionados se dedican a la estrategia y los profesionales a la lógistica".

Franco tendía a asegurar los frentes a costa de una mayor dispersión de las fuerzas

En efecto, Franco a lo largo de la guerra y ya desde la primera gran batalla en Madrid demostró su apuesta por una logística que para Stanley G. Payne era en cierta medida sus dos grandes desventajas ya que la propia decisión de tener conectados los frentes y atender a la defensa de todos los sectores dispersaban sus tropas y hacían difícil la concentración de fuerzas. Por el contrario, Vicente Rojo sí que fue capaz, sobre todo a partir de 1937, de reorganizar el Ejército Popular de la República de forma profesional y dejando atrás a las meras columnas de milicianos apoyadas por los voluntarios internacionales, pudiendo concentrar fuerzas para grandes ofensivas.

Ofensivas de derrota

El principal problema para el historiador militar Carlos Engel, fue la excesiva actitud pasiva que demostró la República -que no se puede achacar a Rojo-, y lo que es aún peor que "es incontrovertible que ninguna ofensiva llevada a cabo por el Ejército Popular de la República estuvo encaminada a ganar la guerra, mientras que la mayoría de las del bando nacional tuvieron siempre ese objetivo". -VV.AA 'Grandes batallas de la Guerra Civil Española 1936-1939', (La Esfera)- Y así fue en Brunete, Belchite, Teruel y el Ebro, todas ofensivas republicanas cuyo único objetivo era distraer a Franco de sus propias direcciones.

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Vicente Rojo.

Tras el primer error de Madrid, Franco y su estado mayor se replantean la dirección estrátegica de la guerra y deciden abandonar la ofensiva de Madrid con las derrotas del Jarama y de Guadalajara para liquidar el frente norte. Era lo más correcto, tal y como señala Salas Larrazábal porque como ocurrirá en el verano de 1937 tras la conquista de País Vasco, Cantabria y Asturias, el bando nacional adquiere una superioridad en hombres, material, producción industrial, además de estratégica casi definitiva.

Las señuelos de Rojo

Brunete, que es un frente secundario sin ningún valor al que le arrrastra Vicente Rojo, es uno de los primeras señuelos con éxito del general republicano ya que Franco acude con una gran movilización de reservas, pero la única ventaja consiste en retrasar sus planes. Una vez que es liquidado Brunete, Franco retoma la ofensiva en el norte y así la operación de Rojo fracasa de alguna forma. Sin una ofensiva destinada a ganar la guerra y no como mera respuesta a los planes del enemigo, como explicaba Carlos Engel, Vicente Rojo sólo conseguía retrasar los planes de Franco.

Rojo no disponía de la misma capacidad para decidir las operaciones militares que Franco

La mayoría de historiadores que defienden la brillantez del general republicano, como el militar e historiador Carlos Blanco Serrano, -'Vicente Rojo, el general que humilló a Franco'- aluden a los problemas técnicos que tenía Rojo y de los que carecía Franco. Concretamente, la capacidad de Vicente Rojo para decidir y organizar ofensivas definitivas era mucho menor porque no disponía de todo el aparato político y la obediencia casi ciega de sus jefes. Así, la mayor propuesta republicana, el famoso Plan P de Rojo para atacar con su ejército del centro de Madrid la región de Extremadura y romper en dos el territorio nacional nunca se llevó a cabo por la oposición de los comunistas. La otra gran edxplicación, según los críticos del futuro dictador, era la superioridad en armamento, que por otra parte fue fruto de su audacia diplomática.

Es poco probable, como ha señaladado Salas Larrazábal que el Plan P hubiera tenido éxito, porque suponía adentrarse cerca de 80 km en las posiciones del enemigo hasta la frontera de Portugal, cuando en el mayor éxito del Ejército Popular, que fueron las primeras fases de Teruel o del Ebro, no llegaron a menos de la mitad. Franco, en cambio, de forma minuciosa no sólo acometió la destrucción del enemigo, sino que supo adaptarse a los retos planteados y modifficar sus planes.

Victorias pírricas

Es el caso de las dos últimas ofensivas republicanas: Teruel y el Ebro. Aunque muy discutido, Franco decidió de nuevo acudir al envite de Rojo en Teruel cuando no tenía ningún valor estratégico para los nacionales. Tras tres duros meses de lucha recuperó la capital de Teruel y en ese momento, con el ejército republicano hecho trizas, pudo lanzar la ofensiva de Aragón que supuso alcanzar el mar Mediterráneo partiendo en dos el territorio republicano, lo que Rojo ni había podido plantear en el caso de Extremadura. Fue el golpe definitivo, aunque de nuevo Rojo consiguiera retrasar los planes de Franco una vez más.

Con acierto este decidió atacar el frente republicano en dirección a Valencia para desde ahí liquidar el resto del Ejército Centro y llegar a Madrid, pero de nuevo Rojo detuvo la operación con la famosa Batalla del Ebro cuya primera fase de ejecución fue brillante y cogió por sorpresa al enemigo.

Tras el desarrollo de la guerra era justo Madrid el último bastión en caer en manos de Franco

Franco aceptó de nuevo el envite y con una mayor superioridad no desaprovechó la oportunidad que le brindaba Rojo de acabar con lo que quedaba prácticamente de las mejores tropas republicanas y dar otro golpe psicológico brutal en sus filas. Con la derrota del Ebro la guerra había terminado prácticamente y esta vez siguiendo su instinto el caudillo se aprestó a tomar Barcelona que era la sede en ese momento del gobierno republicano, obligándoles a huir hacia los Pirineos y cruzar la frontera con Francia.

Lo más increíble era que tras el desarrollo de la guerra, era justo Madrid, la capital, el objeto de la contienda en los primeros meses del conflicto en el ya lejano verano de 1936, el que sería el último bastión en caer en manos de Franco. Ni en el 36 ni en el 37, sólo con la liquidación del ejército republicano de Cataluña ya estaba a tiro. Ni siquiera hizo falta una nueva ofensiva. El coronel republicano Segismundo Casado dio su famoso golpe en Madrid apoyado por el histórico del PSOE Julián Besteiro y tras triunfar rindió la ciudad. Vicente Rojo, ante las noticias de la rebelión de Casado ni siquiuera tuvo que volver de Francia desde donde fue directo al exilio.

"Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Cuando el 1 de abril de 1939 el general Francisco Franco escribía de puño y letra la certificación de la derrota del Ejército Popular de la República, dejaba atrás tres años de dura guerra civil y cerca de 300.000 muertos.