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¿Cómo pudo estrellarse Franco contra los 'novatos' de las Brigadas Internacionales?
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¿Cómo pudo estrellarse Franco contra los 'novatos' de las Brigadas Internacionales?

Al principio de la guerra civil el gobierno de Largo Caballero creía que la capital caería en manos de Franco y huyó a Valencia, pero unos extranjeros recién llegados lo impidieron

Foto: Frente Republicano en la Batalla de la Ciudad Universitaria, Madrid, 1936
Frente Republicano en la Batalla de la Ciudad Universitaria, Madrid, 1936

El 8 de noviembre de 1936 las tropas rebeldes del ya caudillo Francisco Franco asediaban la capital después de un aplastante avance desde el sur de la Península. Mientras, el presidente del Gobierno de la República, Francisco Largo Caballero, ya había descontado las horas y con sus ministros abandonó la ciudad ese mismo día. Al frente de la defensa de Madrid se quedaron los generales José Miaja y Sebastián Pozas.

Justo antes de partir, Largo Caballero entregó un sobre a cada uno de ellos con instrucciones precisas que no debían abrir hasta la mañana siguiente. Con las prisas, las órdenes se intercambiaron, y Miaja recibió el sobre destinado Pozas y Pozas, el destinado a Miaja. Ninguno de los dos esperó y leyeron las instrucciones antes de que Largo Caballero llegara ni siquiera a Valencia.

Las órdenes de Largo Caballero eran confusas y se daba a la capital casi por perdida

El primer sobre, el de Pozas -que leyó Miaja-, consistía en preparar una posible retirada hacia Guadalajara. El segundo, el que tenía que haber abierto Miaja, ordenaba: "Defender Madrid a toda costa". La confusión de las órdenes y la partida hacia Valencia constataban que el gobierno pensaba que Madrid podía caer en cualquier momento y que, con ello, se avecinaba quizás un terrible final relámpago tras sólo tres meses y medio de lucha.

Bautismo de fuego

Pero Madrid resistió contra todo pronóstico precisamente en pleno bautismo de fuego de las Brigadas Internacionales, un cuerpo de voluntarios extranjeros que había llegado in extremis en octubre a Albacete reclutados en más de 60 países. Justo a tiempo para impedir que Franco entrase en Madrid. Pero ¿de dónde habían salido aquellos combatientes con disciplina militar a diferencia de los milicianos? ¿Cómo era posible que, de repente, los efectivos del ejército profesional de Marruecos se estrellaran contra unos teóricos novatos? Madrid no fue la tumba del fascismo, tal y como arengaban los frentepopulistas, pero no caería ese noviembre de 1936, sino en marzo de 1939, dos años y medio después.

placeholder Soldados republicanos en el frente de la Ciudad Universitaria, Madrid, 1936.
Soldados republicanos en el frente de la Ciudad Universitaria, Madrid, 1936.

De victoria en victoria, Franco llegaba con una gesta épica bajo el brazo, la liberación del Alcázar de Toledo en septiembre, que le valió el mando único entre los generales rebeldes y la jefatura del estado, que no abandonaría ya hasta el 20 de noviembre de 1975. Sin embargo, en noviembre de 1936, sus planes se retrasaron por más que durante años se teorizara que planificó una guerra de aniquilamiento y no de conquista, como si hubiera diferencia entre ambas.

Franco no pudo tomar Madrid por más que lo intentó. Lo impidió otra gesta, esta vez republicana, la Batalla de la Ciudad Universitaria en la que unos extranjeros recién llegados serían clave. Lo cuenta a El Confidencial, el historiador británico Giles Tremlett que acaba de publicar 'Las Brigadas Internacionales. Fascismo, libertad y la Guerra Civil Española' (Debate), después de seis años de investigación y veinte desde que comenzó a idearlo:

"La interpretación de que sin los brigadistas Madrid hubiera caído es parte de mi investigación. No deja de ser una hipótesis en cualquier caso y no se puede tomar al 100% pero yo creo que sí fueron claves en el desarrollo de la batalla. Infundieron confianza en los madrileños: una de las cosas que me sorprendió fue que las propias crónicas de los brigadistas no reflejaban un ambiente de entusiasmo por la defensa si no de derrotismo y es algo que ellos ayudaron a cambiar en unas semanas y fue muy importante: se fundieron así la acción militar y su efecto en el estado de ánimo".

Experiencia militar

Existe además otra explicación para la crucial intervención de los brigadistas en la defensa de Madrid y es que aunque no fueran mercenarios estrictamente hablando y muchos de ellos no tuvieran nada más que ciertos ideales o férrea disciplina de partido comunista, en el conjunto llegaron también ex combatientes, oficiales de antiguos ejércitos, aventureros y demás.

Según Tremlett: "El ejército republicano aún no se había organizado y en ese aspecto los brigadistas al comienzo de la guerra no dejan de ser unidades de choque importantes, pero que sin embargo son superadas pronto por la eficiencia del propio Ejército Popular de la República, que lo hace mejor, sobre todo a partir de la Batalla de Guadalajara, pero en los primeros compases como en la Ciudad Universitaria es verdad que sí tienen algo más de experiencia porque una parte de esos voluntarios combatientes son veteranos de la Primera Guerra Mundial, están mejor organizados y disponen de disciplina militar también gracias a oficiales que han luchado en guerras coloniales. Todo ello supone una diferencia frente a los milicianos de los primeros meses de lucha a pesar de la que la instrucción fue relámpago".

placeholder 'Las Brigadas Internacionales', Giles Tremlett (Debate).
'Las Brigadas Internacionales', Giles Tremlett (Debate).

Por ejemplo, Antoni Mrowiec, voluntario polaco de un grupo de ametralladores, uno de esos veteranos de la Primera Guerra Mundial a los que alude Tremlett y que despreciaba la falta de experiencia de los milicianos anarquistas: "Cruzaron nuestras líneas con sus vehículos hacia los fascistas y pronto los perdimos de vista. Al cabo de unos diez minutos oímos un violento tiroteo y poco después vimos algunos vehículos que se batían en retirada y siluetas de anarquistas que huían presas del pánico".

Era en parte uno de los graves problemas de la defensa del territorio republicano durante esos primeros meses, esa célebre guerra que libraban por el día y por la noche, en lugar de atrincherarse y defender posiciones, volvían a casa a dormir. Puede parecer un tanto injusto pero la realidad es que hasta ese momento, salvo durante el verano en el frente de Somosierra, donde los atacantes del capitán rebelde García Escámez eran también bisoños voluntarios sin instrucción militar, lo cierto es que los milicianos habían resistido muy poco, lógicamente, ante un ejército ,más organizado y con experiencia de combate como lo era el de Marruecos que lideraban Franco y sus oficiales.

La orden de Moscú

El último descalabro antes de que se produjera la crucial Batalla de la Ciudad Universitaria de Madrid fue el de Talavera de la Reina a 110 km: un nuevo avance aplastante de los nacionales que obligó a Largo Caballero a tomar en consideración una propuesta del Comintern orquestada por Moscú: las Brigadas Internacionales.

Según Tremlett, estas no estaban tan ideologizadas como podría parecer pues existía un alto componente de voluntarios de diferentes tendencias de izquierda que querían simplemente luchar contra los fascistas, "algo que les diera sentido a sus vidas", según el historiador, que sin embargo no niega a El Confidencial la evidencia de que fuera una operación puramente soviética instrumentada a través del Comintern en París con André Marty al frente.

G. Tremlett: "Eran novatos y a la vez aportaron experiencia y moral, fue complejo"

Y además estaban dirigidos por hombres al servicio de la URRS: "El peso de los oficiales, bueno, directamente de los generales como los Kléber o los Lúckacs, que no son rusos, pero sí forman parte del ejército Rojo y por eso se les envía, fue importantísimo. Sin embargo, para no tensar al gobierno de Largo Caballero, Kléber incluso finge que no conoce a los asesores soviéticos -cuando son compañeros de armas- para evitar la sensación de que la guerra la estuvieran dirigiendo desde Moscú", explica el historiador británico.

La cuestión es que entre las contradicciones obvias que se producen al estudiar a las Brigadas Internacionales, una de ellas era que aportaron tanto experiencia de combate como que la mayoría eran simples novatos. Tremlett explica que un aspecto clave de los brigadistas fue su simple presencia: "La realidad es que como las fuerzas iban tan justas en la parte republicana, prácticamente cada nuevo combatiente que participa es el que salva Madrid por decirlo de alguna forma. Es decir, que con muy poco que se quitara de esa defensa, Madrid no hubiera resistido, así que desde luego fue importantísima la ayuda de los brigadistas, sin ellos no hubiera sido posible".

placeholder Las temidas tropas marroquíes de Franco.
Las temidas tropas marroquíes de Franco.

Respecto a la Batalla de la Ciudad Universitaria se suele obviar que, aunque Franco disponía de tropas más veteranas, en realidad, era también un ejército improvisado que además llevaba tres meses de lucha prácticamente sin descanso, un detalle que sí remarca Tremlett. El agotamiento de las columnas nacionales fue también un componente importante para el fracaso de la ofensiva entre noviembre y diciembre de 1936.

El Quinto Regimiento

Aunque sin duda el peso del Quinto Regimiento comunista fue el más importante de la defensa de Madrid, la ayuda repentina de unos voluntarios internacionales mejor dirigidos que los milicianos y con algunos combatientes experimentados entre sus filas, especialmente en la oficialidad, supusieron la diferencia definitiva para que la capital no cayera en noviembre.

En un momento de clarísimo derrotismo su llegada supuso también un golpe de moral para los defensores que habían sufrido ya el bombardeo de los aviones nacionales. Aunque el historiador Giles Tremllett huye en su libro del excesivo romanticismo con la que se ha dibujado a menudo a los brigadistas, lo cierto es que su presencia en noviembre en Madrid inclinó la balanza y Franco tuvo que replantear la guerra.

El 8 de noviembre de 1936 las tropas rebeldes del ya caudillo Francisco Franco asediaban la capital después de un aplastante avance desde el sur de la Península. Mientras, el presidente del Gobierno de la República, Francisco Largo Caballero, ya había descontado las horas y con sus ministros abandonó la ciudad ese mismo día. Al frente de la defensa de Madrid se quedaron los generales José Miaja y Sebastián Pozas.