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La paradoja de la nostalgia: tipos y por qué puede ser buena para nosotros
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dolor por una vieja herida

La paradoja de la nostalgia: tipos y por qué puede ser buena para nosotros

Para aquellos que se sienten solos puede ser una manera de disminuir la tristeza, pero también tiene otra cara: los populismos se nutren de ella, buscando tiempos mejores

Foto: 'Sehnsucht zwintscher'.
'Sehnsucht zwintscher'.

La saudade portuguesa es aquel dolor por una vieja herida, un estadio previo a la melancolía en el que echamos de menos aquello que está lejos, un bien que se padece y un mal que se disfruta. Aquellos dados a rascarse hasta hacerse sangre aquello que ya sanó, dan buena cuenta de ello. Al fin y al cabo, los fados portugueses y las calles vetustas de Lisboa son una prueba en sí mismos de unos tiempos pasados, que irremediablemente fueron mejores.

Todos miramos con añoranza el pasado, y conforme nos hacemos mayores un velo dulce suele cubrir los recuerdos de nuestra primera infancia, en la que parecía que éramos invencibles y podíamos hacer nuestro el mundo. La nostalgia ha formado parte de todas las culturas y todas las épocas, pues ya decía el Eclesiastés que lo que ya ha acontecido volverá a acontecer, y que no hay nada nuevo bajo el sol. No solo los portugueses, los afroamericanos inventaron el blues, los alemanes tienen su 'sehnsucht' y en Etiopía el término 'tzita'.

Es posible echar de menos un pasado en el que nunca estuvimos, e incluso tiene un nombre: anemoia

El problema de la nostalgia es que, si te descuidas, puedes pasar el resto de tu vida con la cabeza vuelta hacia atrás, añorando lo que ya no existe. En otros tiempos, ese dulce y amargo dolor parecía destinado solo a aquellas mujeres que, sumidas en su pensamiento, esperaban a alguien ausente. A día de hoy, la ciencia ha estudiado más a fondo el concepto de nostalgia, que como tal fue acuñado a finales del siglo XVII por Johannes Hofer para describir una enfermedad que afectaba a los soldados suizos en los campos de batalla, cuando se encontraban fuera de casa y sufrían ansiedad, melancolía y rumia.

No hace falta estar lejos de la patria para sentir nostalgia, pero, ¿qué es lo que nos hace más susceptibles a sufrirla? Según un artículo recientemente publicado en 'Psychology Today', no es sorprendente que las personas que se sienten solas o insatisfechas con su vida actual sean más propensas a ver el pasado con 'gafas de color rosa'. La nostalgia también parece golpear más fuerte a las personas que están experimentando una transición en la vida, y mirar hacia atrás a tiempos mejores parece darles fuerza para hacer frente a un futuro incierto.

La nostalgia puede ser beneficiosa, dar fuerzas para hacer frente a un futuro incierto y disminuir la soledad y la depresión

Pero, contrariamente a lo que podríamos pensar, la nostalgia personal (es decir, enfocada en la propia vida) tiene muchos beneficios. 'Engancharse' a esos recuerdos nostálgicos puede disminuir la soledad y la depresión, y algunos estudios han demostrado que también reduce los niveles de citoquinas proinflamatorias que están involucradas con las vías del dolor.

Aunque hay un pero. Hablaba Woody Allen en una de sus películas del 'Síndrome de la Edad de Oro', un mal que acecharía a todo aquel que suspira por haber vivido en el París de los años 20, la Belle Époque o la Roma de Julio César, creyendo (equivocadamente) que esos tiempos fueron mucho mejores. Sveltlana Boym describe dos tipos de nostalgia: reflexiva y restaurativa. La primera mira hacia el pasado con la idea de que las cosas han cambiado, sí, pero algunas lo han hecho para mejor. La segunda, sin embargo, tiene como objetivo restaurar una Edad de Oro idealizada.

La nostalgia reflexiva mira al pasado sabiendo que hay cosas que han cambiado para mejor. La restaurativa busca instaurar una Edad de Oro idealizada

¿Por qué es tan peligroso este concepto? Muchos políticos lo han explotado para recordar un pasado glorioso, desde Hitler a la nostalgia imperial detrás de la campaña del Brexit, o el polémico 'Make America Great Again', los populismos se nutren de que los tiempos pasados fueron mejores. Por lo menos para determinados grupos de la sociedad. Y, curiosamente, volviendo a Woody Allen, podemos sentir nostalgia por lo que nunca vivimos. Es posible echar de menos un pasado en el que nunca estuvimos, e incluso tiene un nombre: anemoia.

Foto: Foto: iStock.

La nostalgia y el anhelo, por tanto, pueden ser beneficiosos a nivel personal porque pueden 'suavizar los bordes', pero no hay que caer en el error de creer que todo tiempo pasado fue mejor. La memoria es engañosa y a menudo miente, y es inevitable ver siempre el pasado con un halo de dulzura que, probablemente, no existió. Si no, corremos el riesgo de pasarnos el resto de nuestra vida en busca del tiempo perdido, sin disfrutar un presente que pronto también se convertirá en pasado.

La saudade portuguesa es aquel dolor por una vieja herida, un estadio previo a la melancolía en el que echamos de menos aquello que está lejos, un bien que se padece y un mal que se disfruta. Aquellos dados a rascarse hasta hacerse sangre aquello que ya sanó, dan buena cuenta de ello. Al fin y al cabo, los fados portugueses y las calles vetustas de Lisboa son una prueba en sí mismos de unos tiempos pasados, que irremediablemente fueron mejores.

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