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Me abrí redes sociales para ver a mis amigos, pero ahora no sé dónde se han metido
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Me abrí redes sociales para ver a mis amigos, pero ahora no sé dónde se han metido

Hasta no hace tanto, entrar en Instagram servía para ver lo que publicaban colegas o familiares. Ahora, en su lugar solo hay gente que no conozco intentando que no suelte el móvil

Foto: El fundador de Facebook (ahora Meta), Mark Zuckerberg. (Reuters/Yuri Gripas)
El fundador de Facebook (ahora Meta), Mark Zuckerberg. (Reuters/Yuri Gripas)

No sabría decir exactamente cuándo, pero hubo un día en el que, de repente, Fotolog dejó de molar. Poco después, MSN Messenger corrió la misma suerte. Acababa de nacer Tuenti, la red social que aunó y mejoró todo lo que ofrecían aquellas plataformas, llevándose consigo a hordas de adolescentes españoles. Aquello no duró demasiado, pero lo disfruté durante unos años. Cuando comenzó el ocaso de la plataforma española, allá por 2012, me pasé a Instagram y, poco después, abrí una cuenta en Facebook. En todos los casos, hubo un mismo denominador común para que diera el paso: estar en contacto con mis amigos y compañeros de clase. Pero hace tiempo que eso dejó de ser así. Si quiero ver cómo le va a algún conocido, tengo que ir a buscarlo porque, en su lugar, ahora solo hay gente desconocida haciendo de todo para que aguante unos minutos más enganchado a la pantalla.

Incluso en Twitter, donde mi timeline era una mezcla de conocidos, medios de comunicación, artistas y tuiteros de renombre, ya no aparecen las cosas que yo mismo había decidido de que me interesaban. De hecho, la adquisición de Elon Musk ha hecho más pronunciada esta tendencia. Ahora los tuits de personas que no sigues aparezcan con más frecuencia que antes, cuando se mostraban de allá para cuando. Además, el nuevo dueño ha anunciado una mayor presencia de formatos audiovisuales, adelantando una función que le puede resultar familiar a muchos: cuando estás viendo un vídeo, puedes deslizar la pantalla hacia arriba para ver más clips relacionados o que, en principio, te podrían gustar.

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En efecto, es prácticamente lo mismo que poco antes habían hecho Instagram con Reels o YouTube con Shorts, y en todos los casos obedece a una misma cuestión. Las tecnológicas estadounidenses tienen cada vez más miedo a que la red social china se acabe quedando con su pastel. No es para menos. El crecimiento explosivo de los últimos años le ha llevado a competir con plataformas de distinta naturaleza al mismo tiempo, incluso cuando no tenía la intención, al menos en apariencia, de hacerlo. Por ejemplo, ya se ha convertido en una alternativa al buscador de Google para los más jóvenes y, dentro de poco, lanzará su servicio de música en streaming para dar caza a Spotify.

Del patio del instituto a la pajarería

"Cualquiera que use las redes sociales piensa dónde se han metido sus amigos", asume Iago Moreno, sociólogo y especialista en redes sociales, que reconoce que se siente identificado con esta cuestión, pero recordando que "la nostalgia ya alcanza a Tuenti o Messenger". "Uno ya no puede, ni queriendo, tener una experiencia de las redes sociales como plaza pública o lugar común. Tuenti era vivido como una extensión digital del patio del instituto y Facebook como la del campus universitario. Incluso YouTube, en su inicio, estaba pensado para ser un espacio que conectara personas que tenían lazos entre sí o los querían construir. Eran lugares de socialización donde podías elegir dónde estar y a quién seguir", desarrolla. Así, apunta que el origen de estos espacios fueron los primeros foros de internet, que "pasaron de lo contracultural al mainstream" con la irrupción de Facebook.

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Moreno comenta que aquel modelo "se ha ido diluyendo en un modelo de plataforma muy diferente", ya que se "ha pasado de ver al consumidor como ciudadano, sino como una mina de datos que explotar, manteniéndolo nutrido de contenidos específicos constantemente". "Hoy en día, si fueran un espacio social, serían una pajarería de El Rastro. Un lugar plagado de ruidos, de gente que no sigues pero te rodean y te generan una reacción instantánea", incide, pues pasar un rato por TikTok "acaba siendo la locura máxima".

"Ya no se trata de no conectar con quien quieres seguir, sino de mantenerte estimulado como espectador con contenidos que te pueden interesar, provocar euforia, darte picos de ansiedad o tener curiosidades efímeras", explica este sociólogo. "Es capaz de darte la inyección de dopamina de la que somos yonquis, como dice Richard Seymour. Se trata de exprimir el rédito de la economía de la atención, y ellos han roto todos los esquemas: ahí tus amigos son prácticamente invisibles".

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Foto: Reuters/Dado Ruvic.

"En las redes sociales es clave que las personas estén enganchadas, así que en un primer momento era más relevante lo que publicaba alguien conocido que un desconocido", explica por su parte Franc Carreras, profesor de ESADE especializado en plataformas digitales. "Al principio, para ser más atractivas, apenas tenían publicidad, así que nos acostumbramos a aquello, pero cuando son un negocio maduro, es necesario que incluyan anuncios". Sobre este punto, este especialista hace hincapié en que, a medida que van creciendo, "hay demasiados contenidos y no tenemos tiempo para consumir todo, así que hay que decidir qué se enseña más, que tiene que ser algo que quiera el usuario y las marcas, que quieren su atención".

Más allá de esta cuestión, Carreras aporta otro punto clave para entender este cambio en las redes sociales. "Cuando era la novedad, se abusó demasiado de su uso, pero ahora se ha convertido en algo más racional. Somos más selectivos y nos hemos dado cuenta de que pasar tanto tiempo ahí satura, aunque los más jóvenes sigan echando muchas horas", desarrolla este docente. "Eso hace que nuestros amigos ya no estén en tantas redes sociales y, cuando lo hacen, publiquen menos o sean menos activos. Son cosas más banales y, tanto nosotros como las plataformas, estamos mutando".

A las Kardashian no les gusta esto

El pasado verano, la deriva de Instagram provocó una revuelta de usuarios en la que tuvo que acabar interviniendo el director de la firma, Adam Mosseri. Todo empezó cuando la fotógrafa Tati Bruening publicó una imagen en la que pedía que Instagram “dejara de intentar ser TikTok” porque "solo quiero ver fotos chulas de mis amigos". “Vamos a traer de vuelta el viejo Instagram”, añadía. Su post en la red social consiguió varios millones de me gusta, pero lo más notorio era que, entre sus apoyos, se encontraban celebridades Kim Kardashian o Kylie Jenner, dos de las personas con más seguidores en esta red y a las que, todo sea dicho, no les va nada bien un modelo en el que tus seguidores no son importantes para ser conocido.

Después, se inició una campaña en la que miles de usuarios pedían la vuelta del orden cronológico en las publicaciones o que el algoritmo favoreciera las fotos. Mosseri, por cierto, se limitó a dar el acuse de recibo, pero aclarando que Instagram iba a tener cada vez más vídeos, sin que eso supusiera la desaparición de las fotos. Más allá del ruido que generó durante unas semanas, aquel episodio no ha tenido ningún efecto. "Hay gente a la que no le va a gustar nunca, pero no creo que sea un error replicar lo que funciona. Meta no puede comprar TikTok, como sí hizo con Instagram, así que solo les queda competir", expone Carrera.

Sea como sea, recuerda que en las redes sociales "siempre se ha copiado". No fue solo Instagram imitando a Snapchat con sus stories, sino también todo el sector calcando el muro de Facebook o los hashtags de Twitter. "Ahora TikTok es la moda y todo el mundo les está imitando con la reproducción automática del vídeo, con sonido activado y en bucle, porque la gente responde mejor a eso", incide.

Foto: Foto: Reuters/Dado Ruvic.

De todos modos, lo cierto es que el resto de plataformas habían ido virando a este modelo. "Fueron cogiendo más peso quienes pagaban publicidad o producían contenido masivo y viral, como eran Vice o Playground. Ha sido un cambio paulatino y ahora es la nueva normalidad de las redes sociales", argumenta Moreno. Además, desde el inicio de las redes sociales se ha hablado del concepto de filtro burbuja, un término acuñado por Eli Pariser para definir cómo las plataformas hacen que cada usuario vea una serie de contenidos distintos al resto, obteniendo así una visión muy parcial de lo que ocurre en ellas.

"Ahora se ha atomizado completamente. Es difícil sentir que compartes un lugar virtual con los demás, sino más bien una ventana privada que te atiborra hasta el empacho sin generarte sensación de conexión con la sociedad", comenta este sociólogo. Es algo que ha acabado afectando a los contenidos que suben los usuarios que, como el que juega a la ruleta, prueba suerte subiendo un vídeo tratar de caer en gracia al algoritmo y viralizarse. "Es buscar ser reconocido ya no por gente cercana, sino por un público difuso y efervescente, poco concreto, sin cara", subraya.

Sin filtros, sin seguidores, ¿sin tonterías?

Frente a este modelo al que se han sumado todos los gigantes, ha aparecido un actor que nadie esperaba. Se trata BeReal, una red social francesa que se convirtió en una de las mayores tendencias de 2022. De hecho, Apple la ha nombrado la aplicación del año en su tienda, donde ocupa el tercer puesto en descargas, solo superada por WhatsApp y Telegram. Aunque su tamaño la deja a años luz de Silicon Valley, lo cierto es que sí ha servido para ponerlos nerviosos. Tanto Instagram como TikTok ha lanzado una función prácticamente calcada. En el caso de la empresa china, han llegado a realizar una de las campañas más agresivas que se recuerdan para expandir este producto, llamado TikTok Now, regando de dinero a todos los usuarios que invitaran a otros a unirse.

La cuestión es que es muy difícil que una plataforma de este tipo pueda replicar algo como BeReal, cuyo modelo se basa, precisamente, en hacer todo lo contrario que el resto. En esencia, la mecánica consiste en subir una sola fotografía al día, pero hacerla justo en el momento en que te lo pide la aplicación y con las dos cámaras del teléfono móvil a la vez. No permite ni utilizar imágenes previas de la galería, ni mucho menos usar algún filtro. "Sin filtros, sin seguidores, sin anuncios, sin tonterías", dice su lema, todo un alegato contra el postureo. Según señalan en su web, la premisa es "crear un lugar honesto y divertido para que la gente comparta su vida con sus amigos". Es decir, lo que en un principio eran Tuenti, Facebook o Instagram.

Foto: Una mujer se hace un selfi durante un partido de fútbol. (Reuters/Sergio Moraes)

He estado utilizando BeReal desde el pasado verano, cuando la probé para ver por qué estaba enganchando a tanta gente, pese a no tener una gran empresa o inversión detrás. "Queremos una alternativa a las adictivas redes sociales que alimentan la comparación y que retratan la vida con el objetivo de acumular influencia", me dijeron entonces desde su departamento de comunicación, donde recalcan que sus bazas son "la espontaneidad y la autenticidad". La verdad es que, en aquel momento, apenas conocía a gente que estuviera en la red social, pero ahora ya no hay semana en la que no se añada alguien cercano, algo que ha mejorado mucho mi experiencia con la red.

"Te da la sensación de cercanía con tu círculo más cercano que las redes sociales ofrecían en un principio", incide Moreno, que considera que no ofrece "todo lo que te han quitado el resto". "Con esa supuesta cruzada contra la pose y las formas calculadas de presentarse, acaba dando una forma de interactuar con lo más cercano, pero restringiendo mucho lo que puedes hacer: es efímero y te da pocos márgenes para expresarte. Sigue sin ser la plaza pública que te brindaban los foros", lamenta.

No sabría decir exactamente cuándo, pero hubo un día en el que, de repente, Fotolog dejó de molar. Poco después, MSN Messenger corrió la misma suerte. Acababa de nacer Tuenti, la red social que aunó y mejoró todo lo que ofrecían aquellas plataformas, llevándose consigo a hordas de adolescentes españoles. Aquello no duró demasiado, pero lo disfruté durante unos años. Cuando comenzó el ocaso de la plataforma española, allá por 2012, me pasé a Instagram y, poco después, abrí una cuenta en Facebook. En todos los casos, hubo un mismo denominador común para que diera el paso: estar en contacto con mis amigos y compañeros de clase. Pero hace tiempo que eso dejó de ser así. Si quiero ver cómo le va a algún conocido, tengo que ir a buscarlo porque, en su lugar, ahora solo hay gente desconocida haciendo de todo para que aguante unos minutos más enganchado a la pantalla.

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