¿Qué pasó con la generación perdida? Eran jóvenes y felices en los 20... pero llegó la guerra
El historiador Juan Francisco Fuentes recupera una encuesta de 1929 que mostraba a los jóvenes españoles como optimistas y luego sigue la pista de lo que le ocurrió a cada uno de ellos a partir de 1936
A finales de 1929, el periódico 'El Sol', de línea progresista, urbana y burguesa, y que estaba bajo el paraguas filosófico de José Ortega y Gasset, decidió publicar una encuesta sobre los jóvenes. En ella les preguntaba qué pensaban de la vida, del año 1929, España, la cultura, el amor y el sexo, el deporte, la política y el trabajo. La edad no estaba muy especificada y se llegaron a recibir 1.326 respuestas de mayoritariamente hombres (1.220 frente a 27 mujeres, aunque 77 no dijeron su sexo) entre los 17 y los 33 años de edad de todos los puntos del país.
Los resultados ofrecieron una panorámica que trajo muchísima cola. La juventud del 29 que retrataba el periódico era progresista, creía en un futuro mejor, en la igualdad, en el laicismo, en la República, en una mayor libertad sexual, en el hedonismo, en la tecnología. Poco tiempo después, todos ellos se enfrentaron en la Guerra Civil: algunos murieron, otros se exiliaron, otros desaparecieron, otros incluso llegaron a ocupar algún cargo en el franquismo. Pero lo que es más evidente: todos los ideales que habían manifestado hacía solo unos pocos años se fueron por el sumidero. Durante décadas.
Esta encuesta ha sido rescatada por el catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense, Juan Francisco Fuentes, en '
Todo había comenzado con un pequeño hallazgo entre las páginas de 'El Sol' publicado el 24 de diciembre de 1929. Era la respuesta de una chica de 17 años que firmaba como M.U y que mostraba un pensamiento muy abierto y liberal en temas como el feminismo, la religión, la política, el matrimonio y la educación, y muy en contra del auge de los nacionalismos que ya amenazaban a Europa en los años veinte.
La primera arquitecta española
Poco a poco, el catedrático descubrió que se trataba de Matilde Ucelay Maortua, perteneciente a una familia liberal que se convertiría en la primera licenciada en Arquitectura en España justo en julio de 1936. Casada con el editor José Ruiz-Castillo, sus sueños pronto se truncaron. En 1942 fue inhabilitada para practicar su profesión y, aunque finalmente pudo desarrollar su carrera —muchos de sus primeros trabajos fueron firmados por compañeros—, no vio reconocida su labor hasta 2006 cuando le dieron el Premio Nacional de Arquitectura. Habían pasado setenta años desde el hito de ser la primera licenciada.
A la encuesta respondió una juventud ilustrada, urbana y progresista, más bien burguesa y de clase media
Como Matilde había más, por lo que el profesor Fuentes se dedicó a tirar del hilo hasta que dio con todas las respuestas publicadas y sus biografías posteriores. Se encontró así con "una juventud ilustrada, urbana y progresista, más bien burguesa y de clase media, aunque con algún miembro de la juventud trabajadora", señala el profesor en respuesta a El Confidencial. Era lógico, puesto que esta era la línea del diario y muchos de ellos habían estudiado en la Institución Libre de Enseñanza, lo más progresista que había entonces y para las familias bien. Sin embargo, como resalta Fuentes, aunque podía resultar minoritaria para la época, era una juventud que "tendrá una gran influencia en los acontecimientos de los años treinta", por lo que sí es representativa de lo que sucedía entonces.
Republicanos, federalistas, socialistas y optimistas
Hay cuestiones bastante llamativas entre las respuestas de estos jóvenes que eran algo menores, la mayoría, que los reconocidos artistas de la llamada Generación del 27. La primera de ellas es que nadie se plantea la cercanía de una guerra civil. Ni la desea ni la percibe. Al contrario: creen en el futuro y que este será mejor. Ni siquiera hay pensamientos muy radicales. La gran mayoría se aleja de los postulados ideológicos extremos, lo que contrasta con lo que sucedería muy poco después cuando sí se muestra un proceso de radicalización imparable a extrema izquierda y derecha en el paso de los felices veinte a los terribles treinta, según apostilla Fuentes.
En 1929 bastantes de los que respondieron estaban de acuerdo en que el mejor régimen político era la República (y esto no era ser un radical). Como explica el catedrático, de alguna forma, era algo normal. "Con la dictadura de Primo de Rivera la monarquía había quemado sus naves. No se podía volver al régimen de la Restauración, anterior a 1923; no se podía instaurar otra dictadura militar. Por eliminación, quedaba la democracia. La cuestión era si la monarquía podía hacerse compatible con la democracia", comenta. En 1931 llegó la respuesta y fue que no. "Alfonso XIII había perdido toda credibilidad para encabezar el cambio. Tal vez entre 1917 y 1923 hubiera sido posible. En 1931 ya era demasiado tarde. Eso es lo que creen los jóvenes que responden a la encuesta de 'El Sol': que el cambio será republicano o no será", añade.
Son también numerosos los que defienden el socialismo (de los años veinte), pero no así el liberalismo, que en ese momento no estaba de moda y se veía como algo propio de las generaciones anteriores, de señores con levita y sombrero, como se describe en alguna respuesta. "El republicanismo y el socialismo tenían mucho tirón entre los jóvenes. Muchos de ellos veían en el socialismo una alternativa al "caduco" régimen liberal. Eso explica que incluso una parte de la extrema derecha se sintiera atraída por una cierta idea del socialismo", admite Fuentes.
Los jóvenes ilustrados tenían una gran fe en el maquinismo, la coeducación, etc.
Otra idea que hacía furor entre los jóvenes era el federalismo. "Es una consecuencia de su republicanismo, porque el Estado federal fue el modelo territorial de la Primera República", explica el profesor. Un sistema que, sin embargo, como indica también Fuentes, no se llevó a cabo en la II República, que más que federal creó una especie de "Estado integral, que en el fondo era un Estado autonómico, pensando sobre todo en resolver el problema catalán". En este sentido, a los jóvenes progresistas lo que les provocaba mucho rechazo era el nacionalismo. Eran internacionalistas, ya que "el nacionalismo se identificaba con el fascismo. Hoy una parte de la izquierda española ve en los nacionalismos periféricos un factor de libertad y progreso. Vivir para ver. Algunos dirigentes de la izquierda actual deberían leer más a Azaña, si es que lo han leído alguna vez", añade el profesor que no da puntada sin hilo.
De todas las ideas y sensaciones que plasmaron estos chicos la que más acongoja es su optimismo, sus ganas de vivir y de disfrutar —bailaban el charlestón o el foxtrot—, lo cual incluso choca con la juventud actual, más futurofóbica y mucho más pesimista. Pero en 1929, los chavales tenían una gran fe en el maquinismo —la velocidad, la potencia del coche, los aviones— les encantaban el cine, los deportes (no así la competición), apostaban por la coeducación —que no hubiera colegios segregados por sexo—, el laicismo —casi todos critican a la Iglesia— o el feminismo. Sabiendo lo que ocurrió después resulta enternecedor y a la vez muy triste, si bien en 1929 esta mirada a la vida era lógica, apostilla Fuentes. "Es un buen reflejo de los felices 20, una década de modernización y cambio que los jóvenes, sobre todo urbanos, vivieron con apasionamiento por todas las novedades que traía consigo: nuevas formas de ocio y diversión —música, cine, deporte, baile, moda…— y, al mismo tiempo, una gran pasión por la cultura, que se encuentra en un momento de auténtico esplendor. Una época de liberación del cuerpo —se ve en la moda y el deporte— y de búsqueda del placer. Por eso muchos de estos jóvenes se sienten afortunados por la época que les ha tocado vivir", describe el profesor.
La mujer, ya en esta década, también estaba ocupando cada vez más puestos de trabajo y logrando más derechos. A algunos chicos, incluso alguno que se identifica como marxista, todavía les cuesta, como se puede leer en sus respuestas, pero como reconoce Fuentes, "la tendencia, efectivamente, era incorporar a la mujer a la vida pública y reconocerle derechos que hasta entonces le eran negados. La Guerra Civil y el franquismo frenaron en seco ese proceso. ¿Se puede decir por ello que fueron las grandes perdedoras? Puede ser".
Pocos años después de la encuesta ninguno de los jóvenes volvió a ser como entonces.
Y llegó la radicalización de los años 30
De lo más valioso de este ensayo es ver también qué ocurrió con estos chicos cuando llegó la II República y después la Guerra Civil. Lo más recalcable, afirma el profesor, es su radicalización política e ideológica, sobre todo a partir de 1933. "Uno de los jóvenes que responden al cuestionario de 'El Sol' en 1929 declara que su sueño es que sus hijos vivan en una sociedad marxista. Cuatro años después, ese mismo joven —Maximiano García Venero— se hace falangista. Menos liberales, podían ser cualquier cosa". Y este es solo uno de los cambios de rumbo.
La radicalización fue general en la sociedad y tuvo mucho que ver el contexto europeo, ya que en los años treinta España, en tanto que democracia liberal, era casi una isla en medio de los totalitarismos. "El cambio de la dictadura a la democracia que vivió España en 1930-1931 iba en el sentido contrario a la tendencia política del momento, de triunfo de las dictaduras y quiebra de las democracias. La radicalización de la política española, sobre todo a partir de 1933, es fruto, en parte, de esa creencia: que la democracia estaba acabada", resume el profesor. En definitiva, el régimen democrático empezaba a dejar de molar.
Y si la sociedad se radicaliza, la juventud suele estar en esquinas aún más polarizadas, y eso es lo que les ocurrió a algunos de estos chicos. "Era una juventud muy politizada y radicalizada. ¿Más que ahora? Creo que sí. Hay que decir además que las juventudes de los partidos (las del PSOE o las de la CEDA, por ejemplo) contribuyeron decisivamente a radicalizar al partido matriz", sostiene Fuentes.
No había más que dar fuelle a las crisis y empezar a buscar culpables. Aquí está todo inventado. "Y se suelen encontrar en quienes defienden soluciones moderadas a problemas a veces dramáticos, sobre todo para los más vulnerables. Los jóvenes son muy sensibles a crisis que reducen sus expectativas vitales y se sienten escasamente vinculados al orden existente. La búsqueda de alternativas los lleva a los márgenes del sistema, a confiar en fuerzas que prometen una respuesta radical ante la crisis", admite Fuentes. Hay varios ejemplos en la Historia (y en la actualidad). "Por eso no es del todo raro que algunos jóvenes en los años treinta pasaran sin solución de continuidad de la extrema derecha a la extrema izquierda, o viceversa. Sería interesante saber si hoy ocurre lo mismo: si hay un trasvase de votantes y militantes jóvenes entre Vox y Podemos, en un sentido o en otro", añade el catedrático que observa con cierta preocupación —y ahí están los votos de los jóvenes a algunos partidos— "un cierto paralelismo con la juventud actual, atraída por los extremos, no solo por la extrema derecha, sino también por la extrema izquierda, como entonces. Ese proceso de radicalización política de los jóvenes recuerda el de los años treinta. Esperemos que no acabe igual".
"Los jóvenes son muy sensibles a crisis que reducen sus expectativas vitales y no es raro que se pasen a la extrema derecha o izquierda"
En cuestiones culturales tampoco eran tan dispares los jóvenes de hace ochenta años y los actuales. Fuentes hace aquí una comparación curiosa entre el cigarrillo de la juventud de los 30 y el móvil de la del siglo XXI. "Es una forma de autoafirmación individual que genera adicción, además de una gestualidad parecida. Una mezcla de solipsismo —subjetivismo e individualismo a ultranza— y socialización, ahora intercambiando imágenes; entonces, fuego y cigarrillos. En torno al móvil —ahora— y al cigarrillo —sobre todo entonces— se desarrollan ritos de iniciación que suponen dejar atrás la infancia. Son también formas poderosas de evasión. Creo que el paralelismo da mucho juego". Las consecuencias del tabaco ya las sabemos; las del móvil tampoco parecen ser muy positivas.
El final de 'El Sol' y los jóvenes
Cuando 'El Sol' publicó la encuesta tuvo un eco tremendo en toda la prensa española, ya que muchas respuestas no eran solo de Madrid y Barcelona (el tercer remite postal más enviado fue Oviedo). Pero no hay que olvidar que se hizo todavía en una dictadura en la que había censura y autocensura, lo que tiene aún más mérito. Eso sí, fue muy defenestrada por la prensa de la derecha, no tanto por la proximidad de los jóvenes a la izquierda política, dice Fuentes, sino por los valores y principios que defendían: laicismo, hedonismo, internacionalismo…, todos ellos contrarios a la mentalidad tradicional.
"El final abrupto de la encuesta de 'El Sol' es fruto de las presiones de la empresa"
De hecho, el experimento tampoco cayó bien entre los dueños del periódico —Nicolás María de Urgoiti, dueño también de la imponente imprenta Papelera Española—, que eran mucho más conservadores que su redacción e hizo que se acelerara su crisis interna. "Yo creo que el final abrupto de la encuesta de 'El Sol' es fruto de las presiones de la empresa, escandalizada por el tono y el contenido de muchas de las respuestas que se publican. Un año y pico después se producirá la ruptura con la renuncia de la mayoría de redactores y columnistas, como Ortega y Gasset", mantiene Fuentes. Y eso que el filósofo no era precisamente un radical izquierdista. 'El Sol' sería entregado a los sectores más monárquicos del accionariado lo que le llevaría a una línea más conservadora durante la República. En 1939 acabó cerrando y en sus talleres se empezó a imprimir el periódico falangista 'Arriba'.
La Guerra Civil también marcó el final para esa generación de jóvenes que se había definido como optimista y progresista apenas siete años antes. Aflige que tuvieran que batallar, matarse, exiliarse, desaparecer. De ahí que este profesor les haya querido denominar 'la generación perdida', como esa feliz expresión de Hemingway. Fueron el país que pudo haber sido y no fue hasta muchas décadas después. "Como dice Stefan Zweig en 'El mundo de ayer', la humanidad tiene una relación muy complicada, y casi siempre equivocada, con el futuro. Al final, acaba pasando algo muy distinto de lo que se espera. Es lo que le ocurrió a la juventud de 1929", zanja el historiador.
A finales de 1929, el periódico 'El Sol', de línea progresista, urbana y burguesa, y que estaba bajo el paraguas filosófico de José Ortega y Gasset, decidió publicar una encuesta sobre los jóvenes. En ella les preguntaba qué pensaban de la vida, del año 1929, España, la cultura, el amor y el sexo, el deporte, la política y el trabajo. La edad no estaba muy especificada y se llegaron a recibir 1.326 respuestas de mayoritariamente hombres (1.220 frente a 27 mujeres, aunque 77 no dijeron su sexo) entre los 17 y los 33 años de edad de todos los puntos del país.
- El Prado descubre a los artistas españoles que hicieron su "Erasmus" en el Nápoles del XVI Paula Corroto
- Luz Gabás, exalcaldesa del PP en Benasque, gana el premio Planeta 2022 Paula Corroto. Barcelona
- Manuel Vicent: "Concha Piquer contestó a Franco en el Pardo y no la volvieron a invitar" Paula Corroto Fotografía: Isabel Blanco