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Manuel Vicent: "Concha Piquer contestó a Franco en el Pardo y no la volvieron a invitar"
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Manuel Vicent: "Concha Piquer contestó a Franco en el Pardo y no la volvieron a invitar"

El escritor habla de su último libro 'Retrato de una mujer moderna', una biografía novelada de Concha Piquer, de los cuarenta años de la victoria del PSOE y del mundo tecnológico actual

Foto: El escritor Manuel Vicent posa para una entrevista con EC. (Isabel Blanco)
El escritor Manuel Vicent posa para una entrevista con EC. (Isabel Blanco)

A sus 86 años, Manuel Vicent (Castellón, 1936) sigue entregando su columna semanal y publicando nuevas novelas sin bajar el ritmo, la lucidez ni la extraordinaria pluma. La última, ' Retrato de una mujer moderna' (Alfaguara), una biografía novelada de Concha Piquer, una de las cantantes más escuchadas y aplaudidas en la posguerra, hoy ya mucho más en el olvido y encajonada en la casilla del folclore un poco rancio del franquismo.

Sin embargo, Manuel Vicent rescata en este libro, del que dice que apenas ha puesto la forma porque lo demás estaba ya todo en la singular biografía, a una mujer que fue todo menos anticuada. Ahí están sus años en Nueva York, hace ahora un siglo, cuando triunfó en los teatros de Broadway y llegó a convivir con su amante, Manuel Penella, sin pasar por la Iglesia. O cómo se enfrentó al propio Franco en El Pardo y, evidentemente, no la volvieron a invitar nunca. Por el surrealismo de sus canciones, por su interpretación, llegó a estar nominada al Príncipe de Asturias ya en democracia.

placeholder 'Retrato de una mujer moderna', de Manuel Vicent. (Alfaguara)
'Retrato de una mujer moderna', de Manuel Vicent. (Alfaguara)

Vicent, con esos ojos azules vivarachos aún, recibe a El Confidencial para hablar de la Piquer, pero también de la España de hace cuarenta años, ahora que se cumple el aniversario de la enorme victoria del PSOE en 1982. Él era entonces uno de los periodistas que mejor retrataba el ambiente parlamentario. Y fue también uno de los primeros en entrevistar a Felipe González cuando aún quedaban años para que pisara la Moncloa. Testimonios de primera mano del ayer y del hoy.

PREGUNTA. Concha Piquer tiene una biografía conocida, pero dígame qué le picó la curiosidad de ella. A mí me ha gustado mucho la parte de su vida en Nueva York porque la desconocía.

RESPUESTA. Ya solamente su vida en Nueva York es una novela. He elegido a esta mujer porque ella aporta la novela. Es decir, para qué inventarme yo cosas que están ya inventadas y que son ella. Me deja solo el trabajo de poner la atmósfera, la forma; y la forma es la sustancia desde Aristóteles. Y si ella aporta todo el material yo soy feliz. Y como resulta que yo conozco bien la tierra suya, la huerta, los años de la posguerra donde yo tuve las primeras sensaciones y este era el paisaje sonoro de mi niñez pues todo ventajas.

P. De hecho, la parte valenciana es muy importante. No sé si ella era valenciana… muy valenciana.

R. Absolutisimamente muy valenciana. Ejercía de valenciana. Yo no sé lo que es ejercer de valenciano, pero ella una vez me dijo: yo soy una mujer 'arriscada'. 'Arriscada' es valiente, arriesgada.

"Concha Piquer era contestataria. Se enfrentó, no al franquismo, pero sí a todo el mundo laberíntico, administrativo, de normas"

P. No sé si un poco soberbia…

R. Fuerte, dura, profesional. Soberbia es posible, muy contenta de haberse conocido, desde luego, pero yo creo que lo que la caracterizaba psicológicamente era que era una mujer profesional, contestataria, desafiante… Ya su estructura facial era desafiante, una nariz prominente que le causó algunos problemas. Y sobre todo no transigía nada que fuera contra su profesión. En ese sentido, era contestataria. Se enfrentó, no al franquismo, pero sí a todo el mundo laberíntico, administrativo, de normas, de la moral… En Nueva York vivió amancebada con su amante… y aquí en la posguerra con un torero famoso y todo el mundo sabía que el torero estaba casado y ella estaba lo que entonces se llamaba amancebada, que ahora suena un poco antiguo.

P. Es que a los ya nacidos en democracia ya nos ha llegado una imagen rancia de Concha Piquer y la asociamos al franquismo, a lo folclórico…

R. Es el problema que puedo tener con esto [y señala a la novela, que está encima de la mesa]. Si ahora un cohete espacial puede desviar un aerolito, a qué viene ahora la Piquer. Bueno, pues que la Piquer es un aerolito. O cohete o aerolito. Pero literariamente, psicológicamente es sacarla y rescatarla del folclore. A mí no me interesa el folclore de esta mujer. Era una artista de primerísima y no ha cantado nadie como ella, a mi entender, que no entiendo mucho. Pero su personalidad… y si esto es una novela, pues ahí está.

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Foto: I.B.

P. Pero ¿era franquista o no? Es verdad que ella, al contrario que otras coetáneas copleras, no quería ir al Pardo a cantar para Franco y, por eso, tuvo sus altercados.

R. Era contestataria. Es decir, un día a Franco le dijo, "si usted ha merendado, ahora meriendo yo" [para decirle que no iba a actuar]. Y decirle eso a Franco no era ninguna broma. Lo dijo con el desparpajo de valenciana. ¿Qué es ejercer de valenciana? Eso, tener los arrestos de decirle a su Excelencia, que si él ha tomado chocolate, ahora le toca tomar chocolate a ella.

R. Y no la volvieron a invitar al Pardo.

R. No.

"Le quisimos dar el premio Príncipe de Asturias y no era una 'boutade', sino que creíamos que en esas canciones había mucho surrealismo"

P. En el libro habla de la entrevista que tuvo con ella en Madrid. ¿Cómo fue aquello?

R. Yo estaba haciendo una serie de entrevistas y perfiles. Yo quería a gente que fuera lo suficientemente mayor e inteligente para que pudiera decir lo que le diera la gana porque si hacías una entrevista a un político, este siempre está pensando en lo que tiene que decir y si haces una entrevista a un artista joven siempre está pensando en si le contratarán o no. Pero esta gente estaba ya al cabo de la calle y podía hablar. Entonces, Antoñito López [el pintor Antonio López], que estaba enamorado de ella, me pidió que le dejara acompañarme y entramos allí, en la calle Gran Vía, arriba en el Coliseum…

P. A su casa.

R. Sí, sí, ella andaba taconeando, tenía ochenta años, y tenía muchos reflejos de oros y estas cosas. Era una casa bien, burguesa. Y Antoñito estaba hecho un devoto de la santa. Se lo presenté: "Mire, Concha, el mejor pintor de España". Para abreviar. Y ella dijo: "Eres pintor, entonces conocerá a mi sobrino, que también es pintor". Y este no lo conocía. Y le dice: "¿Y usted es pintor y no conoce a mi sobrino?". En ese plan. Valencia cien por cien. Y ella empezó a contarme cosas y fue una entrevista muy buena porque contaba cosas de primera mano.

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Foto: I.B.

P. ¿Y eso de que estuvieron a punto de darle el Príncipe de Asturias de las Artes cuando usted estuvo de jurado es verdad?

R. Ahí no hay literatura. Eso es como un atestado.

P. O sea que sí, que casi se lo dan.

R. Bueno, estuvo a punto, a punto. Cuando cambiamos de candidato, los que habían votado a otro dijeron que sí y consiguieron desbancar a Antonio Tápies, al que yo había votado. Y la Piquer iba ganando, pero en ese momento [el abogado Antonio] Pedrol Rius se va y nos quedamos todos paralizados. Ahí había una cosa muy tensa. La Miró [Pilar, también en el jurado] tenía un carácter muy fuerte. Y cuando volvió [Pedrol Rius], estuvo un cuarto de hora fuera, yo le dije: "Daría lo que fuera para saber a quién ha llamado usted por teléfono, ¿ha llamado usted al rey?". Y el tío me dijo: "Cuando usted tenga mi edad sabrá los quebrantos que le va a dar la próstata" [risas].

P. Y no se lo dieron nunca.

R. No. Quedó finalista. Pero eso no es que fuera una 'boutade' o un desafío, sino que nosotros creíamos que en el venero popular, en esas canciones, había mucho surrealismo. Si metes la navaja ahí hay cosas increíbles. Claro, lo del surrealismo es una cosa elaborada por un club de poetas, pero esto era surrealismo de verdad.

"Cuando cambiamos de candidato, los que habían votado a otro dijeron que sí y consiguieron desbancar a Antonio Tápies"

P. Hay un personaje, que es el autor de la mayoría de sus letras, Rafael de León, que sí que está olvidadísimo. Y lo curioso es que mucha gente, sin saberlo, sí se sabe sus canciones, al menos parte de las letras.

R. Sí, no lo conoce nadie. Era un discípulo de Lorca, un gran lorquiano, lo que pasa es que está oscurecido por Lorca.

P. Pero igual se conocen más las letras de Rafael de León que los poemas de Lorca. Como la de 'Tatuaje': "Él vino en un barco de nombre extranjero…".

R: Sí, todas las penas. Pero eran penas que a la vez te consolaban porque era lenitivos. Y una canción de la Piquer en ese momento de la posguerra totalmente negra, hambrienta, famélica era como un bálsamo para la gente, para las mujeres cuyos maridos habían fusilado o estaba en el exilio. Esas canciones eran un paisaje dulce y a la vez amargo.

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Foto: I.B.

P. Biografías de una mujer en tres minutos, que dijo Vázquez Montalbán.

R. Exactamente. Yo mientras iba a la escuela me enteraba de todos los dramas que había y pensaba, pero ¡a qué mundo he venido yo! Pero a la vez esa voz era maravillosa. Por eso esa mezcla de lo agridulce, esos sabores que se mezclan, eran esas canciones. Una dulzura tan bien cantada y una tragedia que te transporta a través de las palabras… Maravilloso.

P. A la Piquer no se le acabó dando el premio. Aquí en España siempre se dice que enterramos muy bien a los muertos, pero no los tratamos tan bien de vivos cuando ya no nos interesan.

R. Aquí somos una cultura de aniversarios. Una vez te has muerto o te retiras, como ya no molestas, pues te ponen bien. De Felipe [González] jamás se admitirán tantos elogios ahora como insultos recibió en su momento. Pero, ¿por qué? Porque se ha retirado. Si Felipe se metiera ahora en política le caería el cristo de los faroles encima.

"De Felipe jamás se admitirán tantos elogios ahora como insultos recibió en su momento"

P. Precisamente, preparando esta entrevista leí estos días una suya en 'Hermano Lobo' a Felipe González. Es de 1976. González tenía 34 años de edad. Aún no era presidente. Y terminaba diciendo usted que "si se le dejaba libre podía causar estragos entre el electorado". Vaya buen ojo.

R. Yo creo que fue la primera entrevista que se le hizo cuando ya no era Isidoro sino Felipe y le llamaban Nadiusko por Nadiuska. Un día, hace no mucho, cayó en mis manos esa entrevista y me daba terror volverla a leer. Y la leí y decía las mismas cosas que ha dicho después. Cuando yo dije que este tío iba a arrasar… Pues así fue. Vino el 82 y ya estaba el trabajo hecho. Solo faltaba una palabra maravillosa: socialismo y cambio. 'Socialismo' es 'light', no es comunismo, ¿quién de joven no quiere que todo el mundo funcione? Y después, 'cambio', que era la palabra. Los americanos han enseñado que unas elecciones se ganan con una frase, no con dos. Con dos la gente ya se hace un lío espantoso. No, con una frase corta y que llegue al fondo. Como "el coche del año".

P. Comunismo o libertad.

R. Exactamente. Eso es. Parece una bobada, pero ahí hay un tío que sabía por donde flaquea el público. Y en ese momento [del 82, Felipe] arrasó. Había una palabra maravillosa que era "socialismo" en ese momento, edulcorada y descafeinada, y "cambio", que era un anhelo vital de cambiar de vida, de tío o de tía, de chaqueta, de forma de comer, vivir, viajar, un nuevo amor, trabajo… Y después todo eso sintetizado en un rostro. Un hombre que no era guapo, pero era como agreste, sano, que olía a monte. Y eso la gente lo percibe, lo sabe, lo intuye y lo absorbe. Y a partir de ahí cómo no va a arrasar.

P. Cuarenta años después de aquella victoria enorme del PSOE, quienes están intentando sacar más rédito de González parece que es la derecha. A mí me resulta chocante.

R. Claro, porque está enterrado, pese a que él siempre está queriendo estar y manifestar que está vivo. Pero ya no tiene peligro y por eso la derecha lo adora. Y lo contraponen a este [Pedro Sánchez], que es el peligroso. "Aquel sí que era bueno", dicen, pero ¡si a aquel le estaban insultando todo el día! En este país el insulto es lo que te hace fuerte, lo que te da valor. El personaje más insultado fue Azaña. Con Azaña el insulto fue brutal. El segundo más insultado, Suárez. Y fíjate que ahora tiene el aeropuerto. Bueno, pues desde traidor, que era casi una caricia como un gatito, a ignorante, falsario, tahúr del Mississippi, todo, todo. Y ahora es Dios. Felipe, igual. Todos los que han querido cambiar un poco el curso de la historia. Y después, Rubalcaba. Y después Zapatero y ahora el muchacho que hay ahora. Si este muchacho un día se fuera, a Europa o a su casa, seguro que le halagarían. Y a Zapatero porque sigue en la lucha, se va a Venezuela, zascandilea… pero si se fuera a su casa, fantástico sería. Esto ya está inventado.

"En este país el insulto es lo que te hace fuerte, lo que te da valor. El segundo más insultado fue Suárez. Y fíjate que ahora tiene el aeropuerto"

P. Fue cronista parlamentario. ¿Sigue los debates de ahora?

R. No, no. Me aburre. Ya me aburría entonces. A mí me llamó [Juan Luis] Cebrián y me dijo: "Tú vas allí, te paseas y escribes porque los periodistas de verdad ya van a hacer la noticia". Pero yo es que no entiendo. La política no es lo mío. Además, yo tengo mucha empatía y siempre me coloco de parte del adversario. Siempre doy dos navajazos de ventaja… Y me da igual.

P. En 'Hermano Lobo' escribió artículos cortos que describían la España de finales de los setenta, con la democracia balbuceante. Era una España fresca que se asomaba a los sex shops, a ciertas libertades. Si la compara con la actual, ¿cómo la ve, esta y aquella?

R. Aquello fue una acracia. La creatividad, en todos los órdenes, el estar vivo, cambiar cosas, es cuando se avizora el horizonte de la libertad. Cuando llegas a la libertad ya no. Pasa también en los amores, en los negocios, en las películas… ¡Qué mejor momento de una película que cuando vas a localizar! Pero cuando llega el momento de la película, aquel viene borracho, aquella ha llegado tarde, aquella está embarazada, llueve…. Como los primeros estados de un enamoramiento… pero después, cuando ya estás aburrido del tío le dices, oye, que tienes una verruga en la nariz. Y él te dice: "La he tenido siempre". Y tú: "Pues te la acabo de ver ahora que estoy de ti hasta las narices". Y con los políticos pasa igual. Yo lo que no comprendo es cómo este muchacho cae mal.

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Foto: I.B.

P. Este muchacho que es Pedro Sánchez. ¿A usted qué le parece?

R. A mí me parece un hombre durísimo. Pero no se sabe hasta qué punto es duro. No ha perdido una sola votación en el Congreso, ha pasado por una pandemia mundial, un volcán y ahora una guerra en el corazón de Europa… y ahí está. Sin embargo, yo creo que no tiene empatía, pero creo que es porque le atacan todos menos la Ser. Pero es un tipo duro, duro, duro.

P. ¿Da para novela?

R. Para hacer hay que macerar mucho primero.

"Pedro Sánchez me parece un hombre durísimo. No ha perdido una sola votación, ha pasado por una pandemia, un volcán, una guerra... y ahí está"

P. También se lo digo porque usted no solo ha novelado la vida de Concha Piquer. También la de Ava Gardner y la de Jesús Aguirre, que es otro personaje increíble y no muy conocido ya.

R. Ese es otro caso como el de Concha Piquer. Jesús Aguirre es ya una novela. ¿Qué más puedes añadir ahí? Un hijo natural, se pone de cura, lo echan de cura, es homosexual para lo que entonces era ser homosexual, y de pronto un día da una revolera y amanece como duque de Alba. A ver, qué quieres poner más ahí. Ahora cuéntalo y ya está. Y después no es que sea una novela, es un ruedo ibérico. ¿Tú crees que Valle-Inclán, salvadas las distancias, hubiera dejado escapar a un personaje como el duque de Alba? No hay en el ruedo ibérico un personaje así.

P. ¿Y ahora? Dígame personajes de ruedo ibérico.

R. Es que ahora las redes, que para mí son el anticristo, Satán o Lucifer, para hacerlo más bonito, están cambiando el alma colectiva de la humanidad. El alma colectiva de la humanidad está destruida por las redes y ya no será como hasta ahora. Ha ido evolucionando, pero esto ha roto la baraja, se ha desestructurado todo y ya está. Cuando en términos analógicos, tres pasos equivalen en la Inteligencia Artificial a cinco vueltas al planeta en un segundo, esa es la diferencia. Cuando esa Inteligencia Artificial entre en el combate del día a día, la humanidad será de otra forma.

P. ¿En qué ve usted ese daño?

R. Que todo lo que sucede en cualquier rincón del mundo sucede en tu cuarto de estar y en este aparato [y señala al móvil que graba esta conversación] que tiene una estructura que te obliga a pensar según sus leyes. En el cerebro tienes unas pautas, tiempo y espacio, pero ahora piensas a través de esto [el móvil]. Y veo que el que llevas no es de la última generación, pero cuando venga otra cosa mejor, va a pensar el aparato, no vas a pensar tú. A lo mejor es maravilloso, pero es que hay cosas diabólicas como la inmediatez. O eso de que tú escribes a alguien y que lo ha leído y ya empiezas: y por qué no me contesta. No digamos si es un tema de negocios o de adolescentes de me quieres o no me quieres. O que de pronto suene el teléfono en un ataúd porque se han olvidado de recogerlo… ¡por favor!

"Hay gente que piensa que ser escritor es lo más. Yo creo que no es ni lo más ni lo menos, es una profesión. Y hay escritores que son unos idiotas"

P. Sigue escribiendo sus columnas todos los domingos, escribe novelas, ensayos. Yo llego al viernes con la lengua fuera. ¿Usted cómo lo hace?

R. Porque yo me dedico a esto. Es una profesión. Hay gente que piensa que ser escritor es lo más. Yo creo que no es ni lo más ni lo menos, es una profesión. El panadero hace buen pan y es un buen panadero, un escritor escribe y es un escritor, pero no viene nadie con el dedo del hacedor del universo a decirte, este es mi hijo predilecto y lo que diga este va a misa. No, hay escritores que son unos idiotas de mucho calado. Yo divido a los escritores en dos: el que leo y me gusta, pero no me tomaría una copa con él; y otros que escriben muy bien y además me apetece tomarme una copa con ellos. Y estos son los que me gustan porque me gusta más la copa que el libro.

A sus 86 años, Manuel Vicent (Castellón, 1936) sigue entregando su columna semanal y publicando nuevas novelas sin bajar el ritmo, la lucidez ni la extraordinaria pluma. La última, ' Retrato de una mujer moderna' (Alfaguara), una biografía novelada de Concha Piquer, una de las cantantes más escuchadas y aplaudidas en la posguerra, hoy ya mucho más en el olvido y encajonada en la casilla del folclore un poco rancio del franquismo.

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