Es noticia
El Prado descubre a los artistas españoles que hicieron su "Erasmus" en el Nápoles del XVI
  1. Cultura
Hasta el 29 de enero

El Prado descubre a los artistas españoles que hicieron su "Erasmus" en el Nápoles del XVI

La exposición 'Otro Renacimiento', uno de los platos fuertes de la temporada, reúne 75 obras de creadores que se nutrieron en el Nápoles español y renacentista

Foto: Esculturas y pinturas en la exposición "Otro Renacimiento", en el Museo del Prado (EFE)
Esculturas y pinturas en la exposición "Otro Renacimiento", en el Museo del Prado (EFE)

A comienzos del XVI, Nápoles era una ciudad ideal si eras un artista español en ciernes. Casi como el Berlín de principios del siglo XXI, pero todavía mejor, ya que la ciudad italiana acababa de convertirse en española -con el Gobierno de Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, tras derrotar a los franceses en 1503-, era una de los centros urbanos más poblados de Europa y aunque no hubiera una escuela artística como las de Florencia o Roma, las influencias que llegaban de artistas como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Donatello y Rafael eran abrumadoras. “Nápoles era el gran puerto de mar donde todo llegaba y se reelaboraba. Los españoles iban a hacer su Erasmus allí”, ha comentado esta mañana Andrea Zezza, uno de los comisarios de la muestra ‘Otro Renacimiento’ que se inaugura este martes en el Museo del Prado y que es uno de los platos fuertes de la temporada.

placeholder Algunas de las esculturas que se incluyen en la exposición 'Otro Renacimiento. Artistas españoles en Nápoles a comienzos del Cinquecento'  (EFE)
Algunas de las esculturas que se incluyen en la exposición 'Otro Renacimiento. Artistas españoles en Nápoles a comienzos del Cinquecento' (EFE)

Y allí se marcharon artistas como Pedro Fernández, Bartolomé Ordoñez, Diego de Siloé, Pedro Machuca y, posiblemente, Alonso Berruguete. En aquella bulliciosa ciudad a la que llegaba todo el mundo - romanos, toscanos, lombardos, franceses - comenzaron a crear sus primeras pinturas y esculturas de las cuales hasta 75 se pueden ver en la pinacoteca madrileña hasta el 29 de enero. Creaciones que, por otra parte, no pasaron desapercibidas para Fernando El Católico y muchas de ellas acabaron después en el Reino de Aragón. La muestra, de hecho, surge de la colaboración entre el Prado y el Real Bosco di Capodimonte de Nápoles (y el patrocinio del BBVA) y viajará posteriormente a la ciudad italiana.

Pechos, leche

La exposición tiene cinco partes y se abre de una forma espectacular con la recreación del ‘castillo vecchio’ y un enorme mapa de la Nápoles de aquella época en la que ya se puede vislumbrar el Quartiere Spagnol y la que hoy es la Vía Dante. Las primeras imágenes que se enseñan ya dan muestra de que aquellos inicios de siglo lo estaban cambiando todo: las pinturas se vuelven más luminosas y las vírgenes y Niños, tanto en cuadros como en esculturas, tienen un rostro mucho más natural y cercano. Ya no son figuras tan serias ni hieráticas sino que podrían ser cualquier ciudadano (embellecido). Lo que iba a ser el Renacimiento italiano.

Las pinturas se vuelven más luminosas y las vírgenes y Niños, tanto en cuadros como en esculturas, tienen un rostro mucho más natural

Es el caso del Retablo de Bolea o las pinturas de Pedro Fernández, de quien se observa la gran influencia que tuvo en él Leonardo Da Vinci, según explicó el comisario Zezza. En obras como ‘Descanso en la huída a Egipto’ o ‘La sagrada familia’ “vemos una pintura más libre, con personajes que interactúan. Es el estilo de Rafael en las Estancias Vaticanas y parece que claro que él las vio y todo eso se lo llevó a Nápoles. También le dio tiempo a ver la mitad de La Capilla Sixtina que se estaba haciendo entonces”. O ‘La Virgen y el Niño’, de Marco Cardisco, “que muestra a una virgen amantísima con el Niño y donde se ve la influencia de Miguel Ángel”.

Algunas de las mejores piezas de la exposición tienen que ver con Rafael y la llegada a la ciudad portuaria de uno de sus cuadros clave: ‘La Virgen del pez’ (aunque en realidad se llama ‘La Sagrada Familia con Rafael, Tobías y San Jerónimo’, 1512-1513), que fue acogida con gran entusiasmo por todos los artistas. “Es una Virgen ante la que uno podría arrodillarse y a la vez toda la escena parece que forma parte de una obra de teatro. Aparece el arcángel Rafael con un pez en la mano y, de repente, el Niño se da la vuelta para querer tocarlo mientras la Virgen le sostiene al arcángel una mirada digna, de realeza, como si fuera una sibila”, describió Zezza. En realidad, es una mirada dura que parece decir: esa basura no se la acerques a mi hijo.

placeholder 'La Virgen del pez', de Rafael
'La Virgen del pez', de Rafael

Este lienzo influyó bastante en Machuca y en obras como ‘La Virgen de la leche’ (1518) en la que se observa cómo el Niño estruja uno de los pechos de la Virgen. “El pintor introduce también ese elemento pasional en el Niño”, recalcó Zezza. En esos años se avanza hacia un realismo más extremo y hay varios lienzos en los que casi se puede palpar cómo brota la leche de los pechos de la Virgen derramándose por todo el cuadro.

Otras dos piezas destacadas son la ‘Alegoría de la templanza’ y ‘Salomé’, ambas de Berruguete y pintadas en 1516. Su musculatura, sobre todo en el caso de la templanza, es una influencia directa de los cuerpos que solía pintar o esculpir Miguel Ángel.

Escultura

El realismo llega también a las esculturas y esta exposición tiene bastantes piezas de este tipo. Riccardo Naldi, otro de los comisarios, destaca las piezas de Diego de Siloé, como el ‘Cristo flagelado’ (1525) en madera policromada y muy expresionista en sus facciones. Un Cristo que lo está pasando realmente mal y cuya influencia procede de Donatello. Lo mismo ocurre con su retorcido ‘San Sebastián’. Siloé llegó a trabajar después como arquitecto de Carlos V en La Alhambra.

placeholder La musculosa 'Templanza', de Berruguete
La musculosa 'Templanza', de Berruguete

Precisamente muchos regresaron después a España, particularmente a Aragón, donde continuaron con su obra tras lo aprendido de los italianos en Nápoles. Trajeron una pintura y escultura más luminosa y rostros más naturales que los que se pintaban y esculpían por aquí. “Fueron los embajadores del Renacimiento en España”, apostilló Naldi. Es el caso del Retablo de Santa Elena, de Pedro Fernández y que Girona ha enviado entero al Prado o ‘El descendimiento de la cruz’, de Machuca, que trajo consigo el rafaelismo; Berruguete, que acabó asentándose entre Valladolid y Toledo -donde estaban los focos de poder- fue uno de los dinamizadores de Miguel Ángel; y otro como Gabriel Joly, también influenciado por este último, llevó a cabo el retablo de la catedral de Teruel y esculturas como el ‘Guerrero’, una pieza que pertenece a una colección particular y que, curiosamente, fue encontrada durante los meses en los que se preparaba esta exposición.

“La presencia española tuvo mucha importancia en Nápoles y elevó la calidad artística de la ciudad. De hecho, después de esto llegó a tener una Escuela de pintura y escultura que se mantuvo durante todo el siglo XVI”, afirmó Zezza. Cuando Nápoles era ese puerto al que, si uno quería estar en la pomada, tenía que acudir.

A comienzos del XVI, Nápoles era una ciudad ideal si eras un artista español en ciernes. Casi como el Berlín de principios del siglo XXI, pero todavía mejor, ya que la ciudad italiana acababa de convertirse en española -con el Gobierno de Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, tras derrotar a los franceses en 1503-, era una de los centros urbanos más poblados de Europa y aunque no hubiera una escuela artística como las de Florencia o Roma, las influencias que llegaban de artistas como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Donatello y Rafael eran abrumadoras. “Nápoles era el gran puerto de mar donde todo llegaba y se reelaboraba. Los españoles iban a hacer su Erasmus allí”, ha comentado esta mañana Andrea Zezza, uno de los comisarios de la muestra ‘Otro Renacimiento’ que se inaugura este martes en el Museo del Prado y que es uno de los platos fuertes de la temporada.

Museo del Prado