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"En los sesenta, los hijos de los franquistas fueron más generosos con la otra mitad de España que hoy"
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"En los sesenta, los hijos de los franquistas fueron más generosos con la otra mitad de España que hoy"

El historiador Nicolás Sesma publica 'Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista', un complejo ensayo que trata de explicar la longevidad y el éxito del régimen

Foto: Nicolás Sesma. (Cedida por Planeta)
Nicolás Sesma. (Cedida por Planeta)

Iba a ser una historia resumida de la dictadura franquista y se ha convertido en una nueva y extensa historia del franquismo con una perspectiva en la que Franco no es exactamente el protagonista. Lo explica vía Zoom a El Confidencial el historiador Nicolás Sesma, que publica Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista (Crítica), un relato del periodo que no se ciñe al del dictador y su círculo de generales y ministros, sino también al de una segunda línea de políticos y de funcionarios que pueden explicar la longevidad y el éxito de un régimen dictatorial que superó todas las expectativas lógicas en la Europa occidental de posguerra y que nunca fue derrocado.

Esta es precisamente la cuestión de la que se deriva una gran parte de la bronca política de las últimas dos décadas, con las leyes de memoria que plantearon los presidentes socialistas Jose Luis Rodríguez Zapatero primero y Pedro Sánchez después: porque fue la clase dirigente franquista la que inició y pilotó la transición a la democracia a pesar de que hubiera una oposición clara al franquismo. ¿Tuvo su mayor exponente en realidad en los propios resortes del Estado franquista? “Los hijos de la clase política franquista de los sesenta sí que son conscientes de que no pueden tener el país dividido y tener a la otra mitad sin participar en la vida política”, reconoce Sesma. “Hubo una generosidad de una parte de las familias que ganan la Guerra Civil que yo hoy echo en falta. La generación anterior era más consciente que sus herederos actuales de que no podían seguir dividiendo el país en dos partes”.

Sesma se adentra en toda esa suerte de contradicciones y singularidades de una dictadura muy difícil de etiquetar, por su duración, su complejidad y la fuerza de los acontecimientos que la rodearon, haciendo su propia interpretación. Un ejemplo es cuando en su obra explica el hecho de que “las mujeres vencidas [republicanas] pertenecientes a las clases acomodadas”, caso de Jimena Méndez Pidal, Ángeles Gasset y Carmen García del Diestro, obtuvieran —tan pronto como en 1940— un permiso para fundar el colegio Estudio que “salvaguardaba el legado pedagógico y modernizador del Instituto Libre de Enseñanza [de la Segunda República]”.

¿Es 'Ni una, ni grande, ni libre' una historia del franquismo en la tradición de la izquierda? Sin duda, y más allá del mismo título

Para el historiador, un permiso así no es una muestra de que el régimen no fuera totalitario, sino más bien una expresión de las dinámicas de poder de una clase social franquista surgida de la guerra pero mezclada rápidamente con la tradicional conservadora de antes mismo de la proclamación de la II República, que otorgaba favores —como ocurrió en este caso— a unas mujeres de simpatías republicanas, pero que estaban bien relacionadas con el poder.

Es un detalle, de entre los cientos que hay de esas segundas líneas, de un historiador que tenía ya experiencia en el estudio de esa élite, un poco más a la sombra de los grandes nombres del periodo, como podía ser José Larraz, quien fuera ministro de Hacienda entre 1938 y 1941, imprescindible para entender la huella económica para los perdedores que supuso el desbloqueo de los capitales tras la Guerra Civil y a quien Sesma dedicó una interesante biografía en lo que fue su primer libro, en 2006, En busca del bien común. Biografía política de José Larraz López (1904-1973).

Ahora, a diferencia de la reciente La revolución pasiva de Franco, aquí Falange no desaparece realmente nunca y no se prepara la transición desde tan pronto como el año 69.

¿Es Ni una, ni grande, ni libre una historia del franquismo en la tradición de la izquierda? Sin duda, y más allá del mismo título. Para empezar, hay cuestiones que saltan rápido a la vista como que Falange y el Movimiento, según Nicolás Sesma, tuvieron más presencia e importancia hasta el final del régimen de lo que habitualmente se ha expuesto en los últimos tiempos, y que siguió siendo un sistema extremadamente represivo, incluso a partir de los sesenta, cuando se podría argumentar en cambio que guardaba muchas similitudes con una democracia como la Quinta República de Francia de Charles De Gaulle.

PREGUNTA. ¿Crees que las leyes de la memoria de los gobiernos del PSOE han polarizado al país y enfrentado a las dos mitades? Porque es evidente que hay al menos una mitad que sencillamente no compra el discurso de la Guerra Civil que comenzó en 2006 con la Ley de Memoria Histórica, ni tampoco del franquismo al que no consideran tan represivo…

RESPUESTA. Yo creo que es injusto llevar esta confrontación a los años 2006 porque realmente empieza mucho antes de Zapatero. En los noventa más o menos, José María Aznar hablaba de Azaña, en unos términos elogiosos como hombre de Estado o remarcando la necesidad de recuperar a Luis Cernuda. Yo, por ejemplo vivía en Madrid en esa época y estaba justamente de becario en la residencia de Estudiantes y recuerdo a Aznar venir a la exposición del centenario de Luis Cernuda: era más agradable tener al líder del Partido Conservador hablando en esos términos de la gente republicana. Entonces llevarlo todo al año 2006 y a la Ley de Memoria Histórica de Zapatero me parece un poco injusto, pues data más de principios del año 2000 y del revisionismo de los Pío Moa que compra la derecha.

placeholder Portada del nuevo ensayo de Sesma.
Portada del nuevo ensayo de Sesma.

P. Pero es la propia clase dirigente franquista la que propicia esa transición a la democracia, ¿no? Es decir, que es normal que una mitad conservadora tenga la percepción de que el régimen propició la reconciliación.

R. La memoria que se tiene de la dictadura depende mucho de la experiencia familiar. lógicamente va a ser muy difícil que una mitad del país coincida con la otra. Es verdad que el gran valor que tuvo una parte de la clase política en los sesenta: los hijos del primer franquismo, es que son conscientes de que no pueden tener al país dividido, a la otra mitad sin participar en la vida política. Entonces sí que hubo más generosidad por una parte de las familias que ganaron la Guerra Civil de la que hay actualmente. De hecho, desde ese punto de vista yo echo en falta más generosidad por parte de su herederos de esa generosidad respecto a los que pierde la Guerra Civil o a los que están en el antifranquismo. La generación anterior fue más consciente. Ahora, en cambio, no se entiende en ese sentido todas las trabas que hay a la recuperación de los restos, al tema de las fosas. Me parece bastante difícil de justificar ahora que se ha derogado la Ley de Memoria Democrática en Aragón, cuando era una ley, yo creo que modélica, muy moderada, hablaba de la recuperación de los restos en las fosas, pero al mismo tiempo era muy respetuosa con las víctimas de la represión revolucionaria.

P. En tu libro la presencia de Falange es importante hasta el final, cuando más bien parece que se diluyó mucho antes. Es la cuestión clásica de si el franquismo fue más un régimen autoritario que totalitario, para lo que el partido único tendría que haber sido definitivo. ¿Fue el Movimiento tan relevante?

R. Es difícil dar una etiqueta definitiva a la dictadura y es entrar en un debate que yo en cierta medida he tratado de evitar, porque hay argumentos o justificaciones para todos los gustos. A mí me interesaba resaltar que Falange tiene bastante importancia hasta el final y la tiene un poco también para Franco, como grupo de seguridad; es su base autónoma de poder. No es tanto el Estado, ni siquiera es el Ejército. Porque el Ejército no deja de ser una institución del Estado, entonces, lo que le permite tener cintura política es el partido, y la razón de ser de ese partido es a su vez la guerra y que Franco sea jefe del Estado y a la vez jefe del partido. Entonces, entre el partido y Franco hay como una forma de matrimonio de conveniencia, a ratos feliz y a ratos tienen algunas diferencias, discusiones incluso, pero ninguno quiere prescindir realmente del otro y tampoco se lo podrían permitir porque entonces Franco habría sido más débil ante las presiones de una restauración monárquica anterior. Luego hay que tener en cuenta que a veces se ha separado demasiado a las familias políticas que acaban formando el franquismo de manera demasiado tajante cuando hay mucha gente que tiene militancia en varios grupos al mismo tiempo. Hay muchos personajes en el libro que tienen identidades múltiples sin mayores problemas: han sido de la Asociación de Propagandistas en su juventud, luego han sido convencidos falangistas, algunos van a la División Azul, luego retoman un poco esos contactos. Alguno incluso lo compatibiliza con ser también miembro del Opus.

"A mí me interesaba resaltar que Falange tuvo bastante importancia hasta el final y la tuvo un poco también para Franco"

P. Sin embargo toda la historia del falangismo desapareció de la vida política inmediatamente a partir de la muerte de Franco porque la clase conservadora estaba en otra historia…Ni existía en el 36 realmente, ni existió en el 78, ¿cómo se explica?

R. Lo que pasa es que los cuadros falangistas tienen también muchos cuadros distintos, muchas trayectorias. Hay un componente aristocrático en Falange del propio Primo de Rivera... hay una parte que ya está muy hibridizada con la clase tradicional y luego la gente que viene de clases más populares dentro de Falange, una de las cosas de las que más se preocupa es el de emparentar a sus hijos con algún descendiente de esas clases conservadoras, entonces, al final lo que se produce es que los falangistas que vienen de nuevas a la élite dirigente del país han conseguido que sus apellidos, que sus familias hayan entrado dentro un poco de lo que es la clase dirigente tradicional del país. Yo siempre explico un poco a los alumnos aunque suene un poco frívolo, hasta qué punto la serie esta de Netflix —Élite— representa muy bien la lógica de la clase aspiracional en España, o sea, el emprendedor, que es el personaje de Yeray, que es emprendedor en tecnología, etcétera lo primero que quiere hacer es emparentarse con el personaje de Ester Expósito porque es una chica muy atractiva, etcétera, pero sobre todo porque es una grande de España y entonces para él es su manera de confirmar la entrada definitiva en la élite. El propio Franco lo hace, finalmente su hija acaba casada con el linaje de los Luna, que es una de las grandes familias aristocráticas españolas. Hay hibridez con esa clase tradicional y eso es lo que en buena medida permite lo que comentas de que cuando llega la transición están tan imbuidos en esa clase dirigente tradicional que el camino viene de manera natural.

P. En tu libro realmente evitas todo esto de las dos partes del franquismo: hasta la autarquía, cuando el régimen está más dominado por Falange y después con los planes de desarrollo, cuando lo es por los tecnócratas…

R. A ver es una buena cuestión yo no creo que se pueda distinguir tan fácilmente el primer franquismo del segundo franquismo, me parece que la dictadura tiene una lógica más estable a lo largo de su duración, simplemente adapta su manera de reprimir a los opositores en una época en la que violencia forma parte de los instrumentos cotidianos y una segunda en la que la represión puede ser más selectiva. Pero, por ejemplo, el número de condenas de muerte que se producen en España de los cincuenta, en los sesenta, en los setenta, es mucho mayor que el que tuvo nunca Mussolini, por ejemplo, en sus primeros años así que el umbral represivo de la dictadura y todas las condenas del Tribunal de Orden Público, las condenas a los sindicalistas en el proceso 1001 [en 1974] por ejemplo son durísimas, tendemos a olvidar, pero creo recordar que hice el cálculo de las horas, de los años de condena en el proceso 1001 y es el mayor número de años de prisión para un proceso de libertad de asociación en ningún régimen autoritario. Entonces yo no, no participo de esa idea de una dictablanda en los años sesenta, no me parece correcta.

P. Pero, por ejemplo, ¿España no está más cerca ya en esos años de un país como la Francia de De Gaulle que de la RDA? Comparte realmente bastantes características, máxime cuando en esa época hay una clase que ha optado ya claramente por una monarquía liberal, ¿no crees que hay una transición que se empieza a gestar antes de la muerte de Franco?

R. Es verdad que guardan muchas similitudes, sí y sobre todo en la Francia de De Gaulle, la quinta república francesa es un régimen muy ejecutivo de un poder ejecutivo prácticamente absoluto, tienen pocos contrapoderes. Lo que pasa es que, bueno, si se perdían las elecciones o pierdes un referéndum, como le pasa a él en su momento de renuncia… La diferencia es que existe la posibilidad de que el jefe del Estado renuncie como consecuencia de un proceso electoral.

P. ¿No crees que España en ese momento tiene un paralelismo mayor con los países de Europa occidental de lo que se pueda pensar?

R. A mí me llama la atención por ejemplo, cuando ejecutan a Julián Grimau, que hay muchas protestas por el hecho de que se ejecute a una persona sin probar que realmente hubiera cometido delitos durante la guerra. El proceso no tiene ninguna garantía. Lo que ocurre es que es verdad que cuando se busca un poco una condena internacional más fuerte por parte de Francia o sanciones, Francia está metida en el proceso de descolonización de Argelia. Y con la represión incluso interna de los opositores a la descolonización. El umbral represivo en Francia es bastante alto, ¿cómo te van a condenar a ti por una pena de muerte cuando tú has matado a gente que está protestando en una manifestación en las calles de París? Sí que hemos tendido a olvidar un poco que la verdadera democratización de las de Europa occidental se produce, por supuesto, en el 45, pero ampliada, es un proceso que data más de los años sesenta…

"Probablemente pensaban en un régimen pluralista pero sin muchos partidos permitidos, no creo que pensaran en legalizar el PCE"

P. Que es el momento en el que se empieza a plantear en España. ¿Existía ese proceso de transición ya en esa época?

R. Es un poco difícil contestar porque sería un poco leer la historia hacia atrás: una vez que sabemos el resultado final es fácil buscar orígenes. Probablemente pensaban en una clase de régimen pluralista pero sin muchos partidos políticos permitidos, por ejemplo, no creo que pensaran en legalizar el partido comunista. Luego está la presión de la oposición en la transición, que es la que permite, por ejemplo, el proceso constituyente. Esa evolución a la que tú te refieres no habría sido nunca con la redacción de una nueva Constitución, sino con la modificación de algún punto de las leyes fundamentales, que es el primer proyecto reformista de Fraga en el año 66. Sí, se puede exponer que en el régimen sabían que algún cambio se tenía que hacer, pero pensar que se había diseñado ya la transición y que el resultado final iba a ser una monarquía parlamentaria yo creo que es demasiado. A la vista de la evidencia documental que hay es demasiado arriesgar en la interpretación.

Iba a ser una historia resumida de la dictadura franquista y se ha convertido en una nueva y extensa historia del franquismo con una perspectiva en la que Franco no es exactamente el protagonista. Lo explica vía Zoom a El Confidencial el historiador Nicolás Sesma, que publica Ni una, ni grande, ni libre. La dictadura franquista (Crítica), un relato del periodo que no se ciñe al del dictador y su círculo de generales y ministros, sino también al de una segunda línea de políticos y de funcionarios que pueden explicar la longevidad y el éxito de un régimen dictatorial que superó todas las expectativas lógicas en la Europa occidental de posguerra y que nunca fue derrocado.

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