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Noche de cuchillos largos en Salamanca: la gran purga de Franco que liquidó a Falange
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Noche de cuchillos largos en Salamanca: la gran purga de Franco que liquidó a Falange

El tímido proyecto revolucionario de José Antonio naufragó delante de un militar católico y sin ideología que devoró a la derecha en enero de 1937, hace ahora 85 años

Foto: Franco.
Franco.

La tranquilidad de la retaguardia en la Guerra civil española se truncó con los disparos falangistas. Después de medio año de guerra, las primeras balas que rebotaban por las calles de Salamanca no eran republicanas, sino de falangistas de dos facciones enfrentadas. En la trifulca que tuvo lugar allí murieron dos falangistas de sendos disparos a bocajarro a manos de sus propios miembros, mientras otro de sus líderes se atrincheraba en una pensión y disparaba con una metralleta a todo el que se acercaba a la calle...

Todo ocurrió en la madrugada del 16 de abril, el preludio de lo que sería una gran operación diseñada por Franco para anular a los diferentes cabecillas del partido de José Antonio, fusilado en Alicante por los republicanos en noviembre, y para neutralizar su política con el decreto de unificación. Tradicionalistas requetés y falangistas juntos bajo las órdenes de Franco. El mito fue el de Manuel Hedilla, jefe provisional de la Falange, que en realidad no se habría opuesto a la fusión, pero sí al poder omnímodo de Franco una vez que se dió cuenta que había sido engañado. Durante décadas apareció como el último bastión de Falange frente a la voracidad del generalísimo, pero en realidad fue una marioneta en sus manos.

Foto: El líder de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera.

Todas las diferencias con esa otra noche de los cuchillos largos en Múnich, cuando Hitler ordenó aniquilar a las SA de Eric Rohm en 1934, se funden con su semejanza: Franco, al igual que Hitler, modeló el partido único a su propia conveniencia aprovechando los sucesos de Salamanca. La operación política más eficiente de la Historia de España es fascinante por lo simple: de una idea vaga, sin base social, se llegó a otra mucho más difusa y con apoyo masivo.

El señuelo

Mientras que Falange no habría ganado ni un referéndum amañado, el Movimiento Nacional de Franco sólo lo pudieron desmontar sus propios miembros en 1975, 40 años después. En apenas ocho meses de guerra, el general que había convencido a la mayoría de los militares monárquicos rebeldes para que le entregaran el mando único, se había fabricado además su propio partido. Unas horas antes de que comenzasen los disturbios entre falangistas, a las once de la mañana del viernes 16 de abril de 1937, el jefe de la Junta del Mando Provisional de FE de las JONS, Manuel Hedilla Larrey, recibió en su despacho de Salamanca una llamada del Cuartel General del Generalísimo.

placeholder El falangista Manuel Hedilla.
El falangista Manuel Hedilla.

Lo cuenta Joan María Thomás en 'El gran golpe. El caso Hedilla o cómo Franco se quedó con Falange' (Debate): "En ella se le comunicaba que el Jefe del Estado quería tener una entrevista con él y con Sancho Dávila. Hedilla telefoneó inmediatamente a Sancho, que se encontraba en Salamanca, y quince minutos después llegaba éste a su despacho. La convocatoria de los dos falangistas y no de la Junta al completo significaba que el Caudillo tenía en cuenta la jerarquía de Hedilla en tanto que jefe y el peso específico de un Dávila representante de la organización territorial falangista más numerosa, que era la andaluza".

Franco tenía ya a punto su decreto de unificación para convertirlo en la columna del nuevo estado

Lo que ocurría es que Franco tenía ya a punto su decreto de unificación y asalto al partido para convertirlo definitivamente en la columna vertebral del nuevo estado que debería surgir de la guerra y en el que no contaba con las fuerzas hegemónicas anteriores de la derecha, fundamentalmente la CEDA de Gil Robles. Por una parte, Falange Española y de las JONS era el partido que más firmemente se había sumado al alzamiento proporcionando milicias que combatieron en los primeros meses de la guerra al igual que los Tradicionalistas y por otra, su carismático líder, José Antonio Primo de Rivera, había sido fusilado unos meses antes, el 20 de noviembre, en la cárcel de Alicante.

placeholder Ramiro Ledesma Ramo, en el centro, junto a José Antonio Primos de Rivera.
Ramiro Ledesma Ramo, en el centro, junto a José Antonio Primos de Rivera.

FE de las Jons no dejaba de ser un partido más que minoritario antes del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, pero había comenzado a crecer a raíz de la victoria del Frente Popular en febrero de ese año. Además, con el comienzo de la guerra y su líder entre rejas desde antes del alzamiento, contaba con una Junta Provisional de Mando endeble que podía ser fagocitada, como al final ocurrió. Al frente estaba Manuel Hedilla que había sido nombrado Jefe Provincial de Santander por el propio José Antonio, un líder con ideas revolucionarias basadas en los famosos 27 puntos, de escasa cultura y que estaba enfrentado a la sangre azul del partido.

Puñalada por la espalda

Cuando Franco convocó a Hedilla y Dávila, con la idea de comunicarles la idea de la unificación con los Tradicionalistas, contaba ya con la disputa interna que se cernía sobre los falangistas, la cual aprovechó para asestar el golpe definitivo a la formación. Lo realmente importante y trascendente era que Franco y su entorno, que ya tenían con anterioridad a punto sus planes para llevar a cabo la unificación de las dos organizaciones más importantes de la Zona Nacional y de poner al nuevo partido único bajo el mando del Caudillo, iban a aprovecharse de la crisis falangista para llevarla a cabo.

El objetivo de la unificación era el de completar el poder del Generalísimo en la esfera civil

"El objetivo estratégico de esta unificación —de hecho, incautación— era doble: por una parte, completar el poder del Generalísimo en la esfera civil haciéndose con los dos movimientos políticos más importantes de la Zona Nacional", escribe Thomás, y por otra, más coyuntural, "acabar con las disensiones políticas en el seno de una España Nacional que se quería unida y radicalmente diferente de la republicana y enemiga".

placeholder Serrano Suñer en el centro con Heinrich Himmler, en primer plano a la izquierda.
Serrano Suñer en el centro con Heinrich Himmler, en primer plano a la izquierda.

En realidad, el cerebro gris que estaba detrás de la creación del nuevo movimiento político y de hecho arquitecto principal del Estado franquista fue Ramón Serrano Suñer, cuñado del general que llegó a Salamanca el 20 de febrero de 1937. Suñer, según el biógrafo de Franco, Paul Preston, contaba con las cualidades perfectas para llevar a cabo el golpe político definitivo.

Suñer, el elegido

Como una de las mentes jurídicas más brillantes de su generación, había sido una figura preeminente de la Juventud de Acción Popular de la CEDA y al mismo tiempo íntimo amigo de José Antonio Primo de Rivera, aunque nunca había militado en Falange. Fugado del Madrid republicano tras pasar unos meses en la cárcel Modelo, donde fue asesinado entre otros el hermano de José Antonio, Franco dispuso, cuando apareció en febrero en Hendaya, que le trasladasen a Salamanca para ayudarle con la unificación política del mando sublevado.

Mientras, las tensiones entre las dos facciones de Falange iban en aumento, lo que beneficiaba enormemente a Franco, que las alentaba. Estas estaban representadas por el llamado círculo legitimista, relacionado de alguna forma con la familia Primo de Rivera, y que se componía de Agustín Aznar, jefe de las milicias de Falange y prometido de la prima de José Antonio, Lola, de su adusta hermana Pilar, de su ambicioso primo, Sancho Dávila y de Rafael Garcerán. Enfrente, el jefe provisional Manuel Hedilla y su círculo, entre quién destacaba el periodista Víctor de la Serna.

Franco consideraba que Hedilla era un radical y le había manipulado

Franco consideraba que Hedilla era demasiado radical, pero le había manipulado desde principios de febrero desarrollando con el una relación paternalista porque le consideraba maleable. Existía otra cuestión no menos importante, que era la rivalidad de Franco con los generales Mola y Queipo de Llano: en ese sentido el control de Falange sería definitivo, después del mando único del ejército era crucial conseguir la unidad política. Todos sabían de una u otra forma que la unificación por parte de Franco era inminente, no en vano incluso Pilar Primo de Rivera advirtió a su rival Hedilla en esos meses: “Ten cuidado, Hedilla. La Falange no debe ser entregada a Franco…¡No la entregues!”.

Malas calles

La jugada de Franco antes de aquella noche de los cuchillos largos de Salamanca fue la de enfrentar aún más al círculo legitimista de los Primo de Rivera con Hedilla, de forma que el último pensó en una reunión extraordinaria del Consejo Nacional para hacerse de forma permanente con la jefatura del partido. Las noticias de tal movimiento las filtraría el propio cuartel general de Franco al grupo legitimista, de forma que éstos concentraran fuerzas armadas en la misma Salamanca en previsión del supuesto golpe que daría Hedilla, lo que desembocó en lo contrario: los legitimistas le depusieron antes de que este convocara el Consejo Nacional estableciendo un triunvirato formado por Aznar, Dávila y Garcerán.

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Serrano Suñer, Franco y Mussolini.

En conjunto, una gran operación amañada por Franco, que se ejecutó esa misma noche. Estaba tan medido que en previsión del enfrentamiento armado entre las dos facciones Franco había garantizado a Hedilla la ayuda de la Guardia Civil y que se refugiara en su cuartel general, lo que éste rechazó. En pocas horas el triunvirato formado por Aznar, Dávila y Garcerán iba a ser purgado y el ingenuo Hedilla poco después. Primero, las fuerzas de Hedilla se hicieron fuertes en el Cuartel de Falange mientras que dos de de los miembros de su escolta, José María Alonso Goya y Daniel López Puertas fueron a buscar a Dávila a su pensión. Dávila pensaba que le iban a dar el paseíllo y uno de sus guardaespaldas disparó a Goya en la cabeza, lo que contestó Puertas disparándole a su vez y causándole la muerte.

Fue entonces cuando los secuaces de Hedilla fueron a buscar Garcerán, que les mantuvo a raya disparando una metralleta desde su ventana hasta que apareció la Guardia Civil por órdenes de Franco. Mientras, Aznar reunía a su milicia para reconquistar el cuartel general de Falange, pero las autoridades militares de Franco lo detuvieron a su vez antes. En total, dos muertos y varios disturbios por toda la ciudad que acabaron con las veleidades del triunvirato legitimista. Faltaba lo más importante: Hedilla, convencido de que una vez eliminados sus adversarios se reafirmaría en el control de Falange, convocó el Congreso Nacional con el cadáver de Goya presente el día 18, sin ser consciente que Franco ya le había maniatado.

Trampa para ratones

En realidad, ese mismo día se publicó el decreto de unificación por parte del Cuartel General de Franco, lo que suponía que el nuevo jefe de facto era él mismo y que se le reservaba a Hedilla un puesto en la nueva junta, pero sin su liderazgo. Este entendió rápidamente que toda la secuencia de hechos de Salamanca no habían sido más que un ardid del generalísimo y se aprestó a discutir ingenuamente el golpe tratando de reunir a sus fuerzas falangistas, lo que sirvió de excusa definitiva para que a las siete de la tarde del 25 de abril uno de los sabuesos de Franco, el comandante Doval arrestase a Hedilla -Paul Preston, 'Franco', (Debate)-. Lo más increíble es que en apenas dos días tuvo lugar un juicio contra Hedilla en el que se le acusaba de promover los sucesos del día 16, obviando la participación del cuartel general de Franco claro.

A la muerte del dictador quedó claro que el apoyo social a Falnge había desaparecido

La trampa estaba completa. Sin el triunvirato ni Hedilla, el poder de Franco sobre Falange mediante decreto de unificación era total. A partir de ese momento el llamado movimiento no dejó de ser un instrumento en sus manos, su coartada política para llevar a cabo la construcción del estado franquista que diseñó Suñe en sus primeros momentos. Franco que jamás habría podido identificarse con los principios revolucionarios de Falange tenía su propio partido único, una excusa a lo largo de los 40 años de dictadura. Hedilla sería condenado a muerte y tras conmutarle la pena estaría en prisión hasta bien entrados los años 40. Su figura política y el mito de su oposición a la unificación de Falange se recuperarían efímeramente a finales de los sesenta pero para entonces el franquismo hacia ya décadas que había fagotizado al falangismo. A la muerte del dictador quedó claro que el apoyo social a Falange había desaparecido por completo.

La tranquilidad de la retaguardia en la Guerra civil española se truncó con los disparos falangistas. Después de medio año de guerra, las primeras balas que rebotaban por las calles de Salamanca no eran republicanas, sino de falangistas de dos facciones enfrentadas. En la trifulca que tuvo lugar allí murieron dos falangistas de sendos disparos a bocajarro a manos de sus propios miembros, mientras otro de sus líderes se atrincheraba en una pensión y disparaba con una metralleta a todo el que se acercaba a la calle...

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