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Manual de resistencia falangista: el caso de Manuel Hedilla y la división de las derechas
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Manual de resistencia falangista: el caso de Manuel Hedilla y la división de las derechas

El libro 'Manuel Hedilla. El falangista que dijo no a Franco' (Almuzara), escrito por su nieto Miguel Hedilla de Rojas, recupera el momento crucial de Falange en 1937

Foto: El falangista Manuel Hedilla
El falangista Manuel Hedilla

La misa había comenzado a las once y cuarto. Dentro y fuera del templo se congregaban centenares de carlistas en un ritual repetido cada año desde el final de la guerra. Es el 16 de agosto de 1942 y la misa se celebra en el Santuario de Begoña, Bilbao, como homenaje por los caídos carlistas de la Guerra Civil. A la salida, un grupo de falangistas que esperan la solemne comitiva con el general y ministro Enrique Varela al frente, lanzan una bomba en las escaleras y sacan sus pistolas. No murió nadie de milagro, pero hubo casi cien heridos.

La guerra civil interna que no tuvo el bando nacional durante la contienda estallaba ese día creando la mayor crisis política de la dictadura. Falangistas y carlistas: las dos fuerzas políticas predominantes de la derecha que surgió tras la Guerra Civil enfrentadas. Las facciones habían llegado hasta el consejo de ministros.

Falangistas y carlistas: las dos fuerzas políticas predominantes de la derecha que surgió tras la Guerra Civil, enfrentadas

Parece más una tradición propia de la izquierda, como ocurrió en España durante la Guerra Civil con el enfrentamiento a cara de perro entre los comunistas y los anarquistas, pero también se produjo, aunque con mucha menor intensidad, en la derecha surgida del nuevo estado franquista de 1939. No estaban tan unidos. A la ecuación se le sumarían también los monárquicos que habían empezado una guerra por el rey y lo que tenían era un reino con un Generalísimo.

¿Juntos mejor que separados? Después de las elecciones generales del pasado domingo, PP y VOX se han acusado mutuamente de haber perjudicado al otro durante la campaña. VOX surgió del PP. Se ha señalado también como culpable a Feijóo. ¿Eliminar al líder? En España hubo durante cuarenta años un único partido del movimiento. Terminada la dictadura se hizo añicos, la derecha que no había participado en ese esquema apareció de nuevo y se fragmentó, después con los años se acabó unificando en un omnipresente PP, después llegó VOX.

La crisis en la ultraderecha

Los sucesos de Begoña en 1942 supusieron la mayor crisis del franquismo y escenificaban de forma trágica la larga disputa entre falangistas y carlistas que había comenzado en realidad cinco años antes, en 1937, con el decreto de Franco de la unificación. El líder entonces de los falangistas, Manuel Hedilla, en ausencia de José Antonio Primo de Rivera, primero encarcelado y después fusilado en Alicante, había sido en principio proclive a esa unión de falangistas y carlistas pero acabo literalmente eliminado durante el proceso en Salamanca.

placeholder Manuel Hedilla. El falangista que dijo no a Franco
Manuel Hedilla. El falangista que dijo no a Franco

Un nuevo libro Manuel Hedilla. El falangista que dijo no a Franco (Almuzara) escrito por su nieto Miguel Hedilla de Rojas, recupera el momento crucial de Falange, en 1937, cuando Franco se serviría de ambos partidos para montar su partido único. El militar no tenía realmente un proyecto político, que fue variando según el momento. El Movimiento Nacional, el partido surgido de FET y de las JONS, como se denominó a la unificación de Falange y los Tradicionalistas, maquillaría la cuestión.

Tras estallar la Guerra Civil y con José Antonio en la cárcel desde antes del 18 de julio, Falange creció espectacularmente como fuerza política entre los sublevados bajo el liderazgo de Manuel Hedilla, santanderino que había comenzado su carrera política en la SAM, los Sindicatos Agrarios Montañeses desde donde entró en contacto con los Jonsistas y en el verano del 34 con José Antonio. A partir del año siguiente se convirtió en el hombre de confianza del líder de Falange e iba a La Modelo en Madrid a recibir sus instrucciones, tal y como cuenta Miguel Hedilla de Rojas en este libro.

placeholder José Antonio Primo de Rivera durante un discurso de Falange Española.
José Antonio Primo de Rivera durante un discurso de Falange Española.

La formación, que competía con los Tradicionalistas con origen en Navarra, estaba dividida sin el liderazgo de Jose Antonio. La realidad es que la política en el bando nacional era un caos: dos facciones enfrentadas de Falange, las rivalidades con los carlistas, los despistados monárquicos y la desaparición de las fuerzas parlamentarias de la II República que habían representado a los conservadores, como la CEDA, partido que arrasó en votos en las elecciones de 1933. Franco, además era un militar y la rebelión, por mucho que se quieran retorcer argumentos, había carecido desde la misma conspiración de un programa político más allá de deponer al Frente Popular. Así se comenzó a pergeñar el decreto de unificación cuya materia gris fue precisamente un ex diputado de la CEDA, Ramón Serrano Suñer, el cuñadísimo de Franco, verdadero ideólogo de los mimbres del nuevo Estado Franquista.

Hedilla, que era jefe provisional y estaba enfrentado al círculo legitimista, relacionado de alguna forma con la familia Primo de Rivera, y que se componía de Agustín Aznar, jefe de las milicias de Falange y prometido de la prima de José Antonio, Lola, de su adusta hermana Pilar, de su ambicioso primo, Sancho Dávila y de Rafael Garcerá, no se opuso al decreto de unificación, se mantuvo de hecho en la órbita de Franco para influir en su diseño y que fuera más favorable a los falangistas, como al final ocurrió.

Según Thòmas, Franco, “sin ser un fascista, era consciente del potencial movilizador de Falange en la Zona Nacional y pretendía dotar a su Régimen —y dotarse él mismo como dictador— de una base de masas, aceptó el modelo de partido y el ideario de FE de las JONS para crear el partido único”. Para Miguel Hedilla pesaba también que el rápido crecimiento de Falange podía suponer un problema futuro para Franco: ya no estaba José Antonio, pero necesitaba controlar además al partido único.

placeholder El falangistas Manuel Hedilla
El falangistas Manuel Hedilla

Todo se precipitó en Salamanca en abril de 1937. Franco convocó a Hedilla y Dávila, con la idea de comunicarles la idea de la unificación con los Tradicionalistas, mientras alentaba las divisiones de Falange entre el círculo legitimista de los Primo de Rivera y Hedilla. Este pensó en una reunión extraordinaria del Consejo Nacional para hacerse de forma permanente con la jefatura del partido. Las noticias de tal movimiento las filtraría el propio cuartel general de Franco al grupo legitimista, de forma que éstos concentraran fuerzas armadas en la misma Salamanca en previsión del supuesto golpe que daría Hedilla, lo que desembocó en lo contrario: los legitimistas le depusieron antes de que este convocara el Consejo Nacional estableciendo un triunvirato formado por Aznar, Dávila y Garcerán.

Hedilla, que había sido proclive a la unificación, no aceptó el cargo de vocal del secretariado político del nuevo partido de las FET y las Jons

Hedilla, que había sido proclive a la unificación, no aceptó el cargo de vocal del secretariado político del nuevo partido de las FET y las Jons. Después, según la versión franquista, envió un telegrama el 22 de abril a todas las jefaturas provinciales de Falange instándolas a oponerse a la unificación, versión que rebate Miguel Hedilla adjudicando la redacción a José Sainz. Fue suficiente para Franco, que descabezó así al que había sido líder de la formación y sería juzgado y condenado en consejo de guerra a pena de muerte conmutada más adelante por perpetua. FET y de las Jons era ya un instrumento del Estado. La unificación tuvo sin embargo su momento crítico en los sucesos de Begoña. Franco tuvo que destituir a Ramón Serrano Suñer —el padre de la unificación— por el lado falangista y a Enrique Varela, su amigo de las campañas de África por el lado tradicionalista. Seria el fin de la carrera política del primero.

De paso, para contentar a los falangistas, Hedilla saldría de la cárcel. Todo fue en realidad bastante ficticio. El movimiento nacional pergeñado por Franco se deshizo totalmente después de su muerte y antes carlistas y falangistas volvieron a enfrentarse en Montejurra. Ninguna versión de Falange obtendría representación en el congreso en democracia. El partido único y mayoritario no tenía ningún apoyo sin el aparato de la dictadura.

La misa había comenzado a las once y cuarto. Dentro y fuera del templo se congregaban centenares de carlistas en un ritual repetido cada año desde el final de la guerra. Es el 16 de agosto de 1942 y la misa se celebra en el Santuario de Begoña, Bilbao, como homenaje por los caídos carlistas de la Guerra Civil. A la salida, un grupo de falangistas que esperan la solemne comitiva con el general y ministro Enrique Varela al frente, lanzan una bomba en las escaleras y sacan sus pistolas. No murió nadie de milagro, pero hubo casi cien heridos.

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