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'Asesinato y adolescencia': retrato de la adolescencia en llamas
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'Asesinato y adolescencia': retrato de la adolescencia en llamas

Andrés Lima y Alberto San Juan estrenan un 'thriller' sobrecogedor en torno a la violencia en la adolescencia, con Jesús Barranco y Lucía Juárez

Foto: Lucía Juárez y Jesús Barranco en 'Asesinato y adolescencia'. (Esmeralda Martín)
Lucía Juárez y Jesús Barranco en 'Asesinato y adolescencia'. (Esmeralda Martín)

Una chica sentada en el suelo bebe a morro de una botella y canta “no puedo más que pensar en tu culo al pasar, rebotando, y en tu forma de atarte el pelo con una cola, para atrás, quiero agarrarte, no aguanto más… sin comerte entera”, y, sobre un muro, imágenes de una verbena y muchas luces y barullo de voces de chicos y chicas de botellón pasándolo bien y ella, la chica, ya no está sentada y baila con violencia, como si se estuviera peleando con alguien, quizá con ella misma, mientras un tipo vestido de negro, con abrigo y sombrero, la mira, en un extremo del escenario, y de pronto sabemos que el Comerte entera de C. Tangana está resonando también en su cabeza. Y noticias en televisión alertando de otro nuevo asesinato de una adolescente en la ciudad, todas en el mismo barrio, y son tres en el mismo año, y al criminal al que busca la Policía se le conoce ya como el Monstruo.

Y ese tipo de antes, que parece salido de una peli antigua, bate huevos y cuaja una tortilla de patatas mientras escucha a Manolo Caracol sonando en Radiolé. Y apoya su espalda contra el muro y se deja caer hasta el suelo. Y se cubre el rostro con las manos y llora. Imágenes en primer plano de chicos y chicas, hablando a cámara, como un coro griego. Una de ellas dice: “Se me va la puta olla y me pongo a dar patadas a todo porque sí, porque esa rabia está interiorizada, está ahí y a la mínima que algo no te sale bien o que no es como esperabas te sale”. Un chaval cuenta que “si no tienes depresión, tienes problemas con la alimentación. Si no tienes problemas con la alimentación, tienes complejos. Si no, es que no eres sociable… siempre tienes algún problema”. Y una última dice: “Quiero imaginarme algo de amor en mi vida”.

placeholder Lucía Juárez y Jesús Barranco en 'Asesinato y adolescencia'. (Esmeralda Martín)
Lucía Juárez y Jesús Barranco en 'Asesinato y adolescencia'. (Esmeralda Martín)

Y esa chica, ese monstruo y toda la violencia y soledad que late en esos cuerpos son los protagonistas de Asesinato y adolescencia, un texto de Alberto San Juan dirigido por Andrés Lima e interpretado por Lucía Juárez y Jesús Barranco con el que acaba de abrir su nueva temporada las Naves del Español en Matadero.

Un muro donde proyectar el miedo

“Sobre la violencia hacia la adolescencia, la violencia desde la adolescencia y la violencia de la adolescencia sobre sí misma”, dice Lima sobre Asesinato y adolescencia, que nació, como muchos de sus trabajos, de un proceso de investigación a partir de talleres y entrevistas en los que participaron abogadas de menores, antiguos miembros de bandas como los Latin Kings, psiquiatras o psicopedagogos. También adolescentes, cuyos testimonios forman parte del espectáculo, proyectados en ese muro en escena que se expande y contrae, que se acerca al patio de butacas y se aleja, un muro en mitad de la calle, de noche, una superficie que Lima convierte en un plano más de la historia y en el que veremos a los guardias de seguridad del centro de menores donde trabaja Luis/Jesús Barranco masticar sus bocadillos después de darle una paliza a un chaval, el parque de San Isidro donde Lucía/Lucía Juárez queda con sus amigos, a un alcalde prometiendo que erradicará la violencia en la ciudad o programas de televisión en plena orgía sensacionalista.

placeholder Cartel de 'Asesinato y adolescencia'. (Valentín Álvarez)
Cartel de 'Asesinato y adolescencia'. (Valentín Álvarez)

No es la primera vez que Lima utiliza recursos audiovisuales para darle profundidad al relato, pero en este montaje el director va más allá de su uso en obras como Shock o de El paraíso perdido e introduce y añade un plano subjetivo en escena —con la intención también de incluir en ese plano al propio espectador—, porque muchas de esas imágenes que veremos proyectadas en ese muro no siempre corresponderán a lo real. “La historia”, explica Lima a este diario después de una función previa al estreno, “no está contada objetivamente, está contada a través de los fantasmas de ellos dos, generados por su propio miedo y angustia, de tal forma que muchas veces no sabes si algo está ocurriendo realmente o solo sucede en su cabeza”.

Lucía grita a sus padres, se hace cortes en ingles y brazos con una cuchilla de afeitar (en una escena desgarradora), se droga, bebe, baila, humilla a su profesora y sale corriendo del instituto, busca a sus amigos, llora y se desespera porque no encuentra a su hermana pequeña y habla con Luis, ese tipo de abrigo negro y sombrero que también está solo, que observa el reflejo de su rostro en ese muro, como lo hace Peter Lorre en la película M, el vampiro de Dusseldorf, de Fritz Lang, en la que se inspira esta obra y de la que toma prestado un expresionismo que Jesús Barranco actualiza y encarna de forma impresionante en un cuerpo que se contrae y se rompe, en un rostro cuyo reflejo se deforma y se vuelve grotesco, pero también frágil. Porque, si hay algo que atraviesa todo este montaje, es la fragilidad, una soledad sobrecogedora y la ausencia de clichés.

¿Boomers hablando de adolescentes?

Lima y San Juan son dos creadores nacidos en los 60 hablando de gente que no ha cumplido 18 años, pero la suya no es la clásica propuesta paternalista de dos boomers en modo te-voy-a-contar-cómo-son-las-cosas-realmente-porque-tú-eres-muy-joven-y-no-te-enteras. No hay impostura, aunque la presencia de imágenes con testimonios reales en el espectáculo pueda sonar a coartada. Pero no hay verdad revelada, es tan solo un acercamiento que tiene mucho de poético y un intento de conversación en el que palpitan muchas de las preguntas que se hacen Lima y San Juan en torno a la violencia generada y sufrida en ese momento vital y en un mundo como este. Dice San Juan, autor del texto, que la obra trata de “la necesidad del otro que tenemos cada uno y de la violencia que aparece cuando no se experimenta ese vínculo. Nos necesitamos para vivir material y afectivamente, pero vivimos en un sistema que nos separa y nos enfrenta, y la adolescente y el hombre del relato son dos soledades en busca desesperada de ese vínculo”.

placeholder Un momento de 'Asesinato y adolescencia', escrita por Alberto San Juan y dirigida por Andrés Lima. (Laura Ortega)
Un momento de 'Asesinato y adolescencia', escrita por Alberto San Juan y dirigida por Andrés Lima. (Laura Ortega)

Tampoco tiran de estereotipos. Los adolescentes de esta historia no son los clásicos chavales de barrio deprimido que se meten en bandas porque son inmigrantes o tienen familias desestructuradas. No sabemos de qué barrio son Lucía y sus amigos. Podrían ser de Malasaña o de Carabanchel, no importa. Lucía estudia en el Liceo francés, pero no se ajusta al cliché de niña bien. Tampoco al de víctima. La actriz se mete en la piel de esa chica que a veces es un cervatillo asustado, otras un contenedor de ira y dolor que pelea por salir y, también, una mujer que se ríe y se burla con desparpajo de ese tipo de negro que no sabemos si es un asesino de verdad o solo un monstruo en potencia. Barranco construye un personaje elegante, pulcro, sutil, a veces tierno y siempre inquietante, que da miedo y también lástima porque podemos ver su guerra interior y porque está construido desde el patetismo y la fragilidad.

Los dos intérpretes son puro talento y están extraordinarios en este retrato de una adolescencia en llamas que construyen casi como una pieza de danza: víctima y asesino se acercan, se alejan y se encuentran en un territorio compartido, el de la inmadurez. La de ella, que está dejando de ser una cría para convertirse en adulta; la de él, atraído y fascinado por todo eso que ya no existe en la edad adulta. Y a esa coreografía se suma en escena el gran trabajo de vídeo de Miquel Àngel Raió, las luces de Valentín Álvarez, la escenografía de Beatriz San Juan y la música de Nick Powell.

Algo del Hamelin de Animalario

Asesinato y adolescencia es un thriller, una ficción con algo de teatro documental (muy poco), que se mueve en un territorio más poético que realista y que recuerda a una de las mejores obras de Animalario, Hamelin, escrita por Juan Mayorga y estrenada en 2005, una historia “sobre los niños de una ciudad que no sabe protegerlos, sobre un niño y sus enemigos, sobre el ruido que le rodea y el miedo con que nos mira”.

Si Hamelin indagaba en el origen de la maldad y la perversión a partir de una historia sobre la pederastia, Asesinato… lo hace sobre la violencia y el dolor de esos niños, ahora adolescentes. Si en aquella no había un solo flautista, aquí tampoco hay un solo monstruo: el monstruo, como el flautista, en el fondo, somos nosotros, esa sociedad en la que dice Lima que “la violencia es estructural, es educacional, vivimos en un mundo en el que cualquier respuesta violenta se ve normal. La violencia está en todos sitios, pero la que yo noto más angustiosa en los adolescentes es la vital, la ansiedad y la angustia del no futuro”.

Asesinato y adolescencia. Autor: Alberto San Juan. Dirección: Andrés Lima. Intérpretes: Jesús Barranco y Lucía Juárez. Coro de adolescentes: Conchi Albiña, Lucas Alcázar, Mari Carme Chiachio, Valentina Lima, Álvaro Ramírez, Bruna Pérez, Julen Gadi Katzy, Miguel Moya, Bruna Lucadamo, Pedro Vega, Miriam Pérez y Alfredo Domínguez. Hasta el 5 de noviembre en Naves de Español en Matadero.

Una chica sentada en el suelo bebe a morro de una botella y canta “no puedo más que pensar en tu culo al pasar, rebotando, y en tu forma de atarte el pelo con una cola, para atrás, quiero agarrarte, no aguanto más… sin comerte entera”, y, sobre un muro, imágenes de una verbena y muchas luces y barullo de voces de chicos y chicas de botellón pasándolo bien y ella, la chica, ya no está sentada y baila con violencia, como si se estuviera peleando con alguien, quizá con ella misma, mientras un tipo vestido de negro, con abrigo y sombrero, la mira, en un extremo del escenario, y de pronto sabemos que el Comerte entera de C. Tangana está resonando también en su cabeza. Y noticias en televisión alertando de otro nuevo asesinato de una adolescente en la ciudad, todas en el mismo barrio, y son tres en el mismo año, y al criminal al que busca la Policía se le conoce ya como el Monstruo.

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