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Carabanchel, ¿resistirá la última frontera de la gentrificación en Madrid?
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Carabanchel, ¿resistirá la última frontera de la gentrificación en Madrid?

Airbnb en antiguos bajos comerciales, cafeterías especializadas y los festivales culturales de aire moderno han cruzado el puente de Toledo, pero el tejido asociativo y vecinal del viejo Carabanchel presume de ser más fuerte que en otras zonas

Foto: La colonia Tercio Terol. (Ana Beltrán)
La colonia Tercio Terol. (Ana Beltrán)

La gentrificación del centro de Madrid ha cruzado el Manzanares y ya empieza en Marqués de Vadillo. Las revistas de tendencias o viajes venden Carabanchel como el Brooklyn de la capital, las cafeterías especialidad y los negocios cuquis conviven con las fruterías baratas y mercerías castizas, y los temidos Airbnb ya tienen presencia en los callejones laterales de Carabanchel Bajo. Sin embargo, el distrito y algunos de sus barrios presumen de un tejido asociativo y vecinal con un arraigo que pudo faltarle en otro tiempo a Lavapiés o Malasaña y una media de edad más joven, procurada en parte por la huida del interior de la M30 y la inmigración. ¿Barrios como Comillas, con algo más de 20.000 habitantes encajados entre Plaza Elíptica, Opañel y Madrid Río, son las siguientes víctimas o su cortafuegos?

Elena Sigüenza, de la Asociación de Vecinos de Comillas, lo presenta como “un barrio tranquilo en el que nos falta mucha inversión pública”, donde “pisos turísticos por suerte todavía no tenemos, aunque sí cada vez más inmobiliarias. Los alquileres se nota que han subido, pero no son un problema como en el centro, o no más que en otros barrios de Madrid. Nos tememos que lleguen cuando tengamos aquí la parada del metro”.

Foto: Uno de los restaurantes que mejor están funcionando actualmente. (A. F.)

Lo cierto es que es posible que los turistas solo duerman en Carabanchel Bajo y crucen por el puente de Toledo camino al centro, pero la presencia de Airbnb en el barrio es tan fácil de comprobar como buscar en la plataforma. Para la primera semana de junio aparecen disponibles al menos una docena de alojamientos de alquiler vacacional de este tipo.

Pero es que además basta con dar una vuelta andando por las cercanías de la sede de la asociación de vecinos en la calle Inmaculada Concepción: hay un par de bajos comerciales reconvertidos en viviendas en Eduardo Marquina que se pueden reconocer por las célebres cajas que se abren con un código para recoger la llave y que permiten que el huésped llegue a cualquier hora sin que el propietario tenga que estar presente.

Foto: Imagen de archivo de una falla instalada en el barrio de Ruzafa. (EFE/Manuel Bruque)

Para Sigüenza son más urgentes las tensiones con la Comunidad por el prometido Centro de Salud de Comillas, con solar asignado entre las calles de la Verdad y Antonio Leyva pero sin que ayuntamiento y Gobierno regional consigan ponerse de acuerdo para desbloquearlo “y da igual quién gobierne, aunque en los dos esté el mismo partido”. Es habitual ver pancartas en el solar que los servicios de limpieza municipales retiran puntualmente, denunciando el incumplimiento y la promesa pendiente desde hace ya casi 15 años.

En cuanto a la parada del metro, se trata de una vieja reivindicación de hace una década que finalmente llega entre la desconfianza. No tanto por la tala de árboles prevista -en su caso en el Parque de Comillas- paralela a la de Madrid Río -”es normal que tengan que talar, pero no una arboleda de 50 años y tan grande como está previsto”- como por el lugar, que la tuneladora vaya a pasar bajo algunas viviendas de cierta antigüedad y, remata Sigüenza “que no se nos diga nada o se posponga decírnoslo a después de las elecciones”.

placeholder Intercambiador de Plaza Elíptica.
Intercambiador de Plaza Elíptica.

La vecina señala sobre todo que desde la crisis de 2008 “no se ha detenido la sangría de pequeños negocios que lo pasan mal o cierran. La calle Antonio López todavía aguanta, pero el resto del barrio no”.

La Librería Derivas tiene menos de un año y se encuentra en la calle Jacinto Verdaguer. Paula, una de sus fundadoras, explica que su socio y ella se instalaron a vivir en Carabanchel hace ya seis años, huyendo de la escalada de precios y la turistificación de Lavapiés, y la idea del negocio nació mucho después. A su espalda, varios carteles explican las ofertas y opciones de compra de libros de texto de un par de centros públicos de la zona, junto al mostrador hay artículos de papelería, y enfrente una máquina de café.

“Queríamos crear un espacio seguro y agradable, con el modelo de algunos negocios que han puesto en el barrio gente joven pero que quieren conectar el tejido asociativo que ya existe aquí”, detalla. “Carabanchel siempre ha tenido un movimiento vecinal con mucha solera y el que llega en realidad se suma, eso le permite mayor resistencia a determinadas dinámicas. El enemigo es la burbuja inmobiliaria, no que lleguen vecinos nuevos al barrio u otro tipo de negocios”.

Foto: La Tropi, en Plaza Elíptica. (A.F.)

David, vecino y cliente de la librería, hace una valoración similar. En su caso, cruzó el Manzanares en 2018 por la presión de los precios del alquiler en Arganzuela y aquí observa “una vida de barrio real que no ves en La Latina, por ejemplo, que ya es un espacio desconocido. La sensación es que ese proceso que vivimos en el centro aquí, si es que se da, va mucho más lento, y que la posibilidad de hacer vida de barrio, ir andando a todo, conocer a los padres de los otros niños y hacer amigos… aquí es posible como no lo era allí en su momento”.

Mucho más pegada al río y veterana sobrevive la Ferretería Castellano, fundada en 1943 tal y como presume en su fachada. Trabajadores de una obra cercana se asoman para un repuesto de emergencia mientras una vecina pregunta por los precios de los duplicados de llave y los carritos de la compra -hay de varios modelos- mientras el propietario nos indica que apenas da abasto para atender la tienda. “Mis clientes son gente mayor de toda la vida y jóvenes que se acaban de mudar. Si alguno es extranjero es porque vive o trabaja en el barrio. Veo algún turista porque está cerca el hotel Praga, pero nada más”.

Foto: Mural de Salvador Dalí a base de latas recicladas. (PhotoAlquimia)

Que la “centrificación” ha cruzado el Manzanares es difícil de discutir en la zona de la Ermita del Santo, donde el movimiento vecinal contrario al derribo del actual centro comercial y su reconversión en rascacielos para viviendas de lujo ha irrumpido en campaña. Esa absorción a las ventajas y desventajas materiales de la capital es una pauta en la historia de Carabanchel Bajo, que solo pertenece a Madrid desde 1948, pero ya estuvo a punto de ser vendido al completo por las deudas de las guerras de los Habsburgo en 1625 -no se dio el caso, aunque sí lo sufrió, por ejemplo, Leganés, que se convirtió en Marquesado-, fue zona de segunda residencias para la burguesía en el siglo XVIII -de ahí a que albergue la Quinta del Sordo de Goya, entre otras- y de recepción de inmigración española en el XX -una vecina ilustre fue la escritora y dramaturga María Lejárraga, de origen riojano-.

placeholder Varias personas pasan por la boca de Metro de la estación de Opañel de la línea 6. (Ana Beltrán)
Varias personas pasan por la boca de Metro de la estación de Opañel de la línea 6. (Ana Beltrán)

El carácter propio de la zona lo reivindican libros como las Historias de los Carabanchales, de Francisco José Nicolás (que firma como Karabanchel.com), que recoge episodios como los antes mencionados de la historia del distrito y se publicó en diciembre de 2022 para celebrar este año el 75 aniversario de la incorporación a Madrid. En ese tiempo ya ha necesitado editar tres ediciones. Testigo de la producción cultural propia del barrio es también el festival cultural #CruzaCarabanchel, que se desarrolla atravesado por la campaña electoral, entre el 22 de mayo y el 11 de junio, implica actividades de todo tipo -conciertos, representaciones, exposiciones, coloquios, lecturas- y se presenta con lemas This is not Soho, esto es Carabanchel.

Elena Sigüenza señala que la propia asociación de vecinos tiene una pequeña sala de teatro y reivindica el papel de esos pequeños polos culturales de barrio y que promueven actividades accesibles a los jóvenes. “La foto sociológica del barrio está entre las partes donde hay más gente mayor que los está pasando mal para llegar a final de mes, y que tiene pisos más antiguos, en la zona entre Plaza Elíptica y Antonio López, y las familias jóvenes que están llegando que a lo mejor preferirían Chueca, pero se tienen que venir aquí. Y aún así es un barrio sin vivienda nueva ni accesible”.

Foto:

Entre idas y venidas, el redactor se cruza con dos trabajadores de una inmobiliaria, dos hombres de mediana edad con traje y corbata, que aseguran no poder detenerse a responder a sus preguntas. Su empleo es fácil de deducir porque van colocando carteles en portales y farolas en el que dejan los contactos de la empresa y un aviso de que desean adquirir inmuebles en la zona para aumentar su cartera de venta y alquiler. Paralelos a los suyos hay otros mensajes menos profesionales, fotocopias de un documento que parece escrito a mano en el que un particular asegura que le urge comprar un piso en la zona. Al comienzo del paseo por el barrio, las calles Antonio Leyva y Baleares y las intermedias entre ambas están repletas de estos carteles. A la vuelta, cruzando por la calle Tomás Meabe, la mayoría han desaparecido y hay un buen montón acumulado y sobresaliendo de una papelera.

La gentrificación del centro de Madrid ha cruzado el Manzanares y ya empieza en Marqués de Vadillo. Las revistas de tendencias o viajes venden Carabanchel como el Brooklyn de la capital, las cafeterías especialidad y los negocios cuquis conviven con las fruterías baratas y mercerías castizas, y los temidos Airbnb ya tienen presencia en los callejones laterales de Carabanchel Bajo. Sin embargo, el distrito y algunos de sus barrios presumen de un tejido asociativo y vecinal con un arraigo que pudo faltarle en otro tiempo a Lavapiés o Malasaña y una media de edad más joven, procurada en parte por la huida del interior de la M30 y la inmigración. ¿Barrios como Comillas, con algo más de 20.000 habitantes encajados entre Plaza Elíptica, Opañel y Madrid Río, son las siguientes víctimas o su cortafuegos?

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