Es noticia
'One Piece': Netflix, ¿por qué te dan miedo nuestras tetas?
  1. Cultura
PLANES DE FIN DE SEMANA

'One Piece': Netflix, ¿por qué te dan miedo nuestras tetas?

La plataforma de 'streaming' convierte la carismática subcultura japonesa del anime en un catálogo de diversidad 'hipster'

Foto: Una imagen de la adaptación de acción real de 'One Piece'. (Netflix)
Una imagen de la adaptación de acción real de 'One Piece'. (Netflix)

Netflix todo lo que toca lo convierte en Netflix. Ahora ha puesto sus manos sobre un cómic manga llamado One Piece, que ya contaba con su propia serie de dibujos animados (anime). Para acumular, el cómic, 106 volúmenes, y la serie, más de mil episodios, y para ser One Piece el cómic más vendido de la historia (500 millones de ejemplares), lo cierto es que muchos no sabíamos de su existencia. Gracias a Netflix, definitivamente nunca sabremos de su existencia.

Esto es así porque la serie con actores reales que han creado para dar vida a los dibujitos japoneses traiciona la propia esencia del manga y del anime. Basta echar un ojo en Google a páginas sueltas del cómic, o en Youtube a escenas famosas del anime, para contemplar la dimensión del destrozo.

Si algo hace bien Japón, es obedecer. Japón es un país obediente, aburrido, riguroso. Una de sus obsesiones es el sexo, es decir, su proscripción total. En Japón está prohibida la exhibición de genitales en películas, revistas o carteles. En Japón no existe el piropo callejero, ni siquiera existe un hombre que mira a una mujer en el Metro. Es el país con la tasa de encuentros sexuales más baja del mundo. Dispone de un Ministerio de Soledad, simplemente para ver si los ciudadanos se dicen buenos días por las mañanas con algo más de entusiasmo.

Foto: Fotograma de la serie 'One Piece'. (EFE/Eiichiro Oda Shueisha Toei Animation)

Esta tristeza de vivir produce numerosas anomalías. 20.000 suicidios al año, por ejemplo. Incontables parafilias sexuales. Vagones de Metro sólo para mujeres al objeto de evitar que las soben en los atestados vagones mixtos.

Y -que es a lo que voy- también ha provocado una cultura pop única en el mundo. Desde el cine de Sion Sono a los cómics, los japoneses encuentran en las narrativas populares una vía de escape a su represión: están llenas de sexo, de situaciones picantes y de mitos eróticos (inexistentes). Muchos japoneses están enamorados de esas chicas de dibujos animados (waifu, en japonés), y se compran figuritas y almohadas con la forma de su cuerpo e invitan a cenar a su waifu por San Valentín. Así de triste es la cosa.

One Piece es, en este sentido, canónico. En Google puedes buscar el "top ten de las chicas más sexis de One Piece"; Youtube está lleno de clips con las escenas más tórridas de la serie. El anime y el manga se decantan por bellezas desequilibradas, con los pechos inverosímiles. También se dibujan ojos grandes y se escogen tonalidades de pelo delirantes.

El One Piece de Netflix arrasa con todo esto. ¿Por qué te dan miedo nuestras tetas?, debería decirles Eiichiro Oda, creador de la fábula. (En realidad, ha dicho: "Estoy muy feliz de poder decir que Netflix ha cumplido con mis expectativas".)

Foto: Luffy, en su barco pirata de la serie 'One Piece'. (Netflix)

Viendo One Piece uno no percibe nada japonés, vicioso, auténtico. Es como una versión cup cake de Las aventuras del barón Munchausen (Terry Gilliam, 1989). Todo en ella es terriblemente occidental, como una mezcla de lo peor de Tarantino con lo peor de Wes Anderson. ¿Y las tetas, y las tías buenas, y la provocación? ¿No son sus costumbres, y hay que respetarlas?

Todo el horror de One Piece empieza en el casting. Por lo que sea, si un personaje tenía la piel de color azul en el anime, en la serie de Netflix pasa a ser de raza negra. Si un personaje tenía la piel negra en el anime, y era malo, pasa a ser de raza blanca en la serie de Netflix. Todos los malos de la serie son hombres blancos. Todas las chicas son tan recatadas que parecen vivir en un colegio de monjas. No hay ni asomo de sexo en las ocho horas de show.

Hay, claro, mil cortes de pelo, tintes de pelo, tatuajes, piercings, gafas como robadas a tu bisabuela y androginia; todo el atrezzo hipster universal desde hace años que ya sólo podemos contemplar como un cliché singularmente agotador.

Con un personaje me entretuve un rato. Se llama Alvida. Es una jefa pirata. En Netflix es notablemente obesa y en búsquedas de Google es "la mujer más bella de todos los mares". ¡Un pibón pirata! Me pareció perfectamente verosímil que Netflix tomara al personaje ultra-sexy del manga japonés y decidiera, justito ahí, "dar visibilidad a la personas con sobrepeso".

Foto: Una imagen de 'Ataque a los titanes'. (Crunchyroll)

Lo cierto es que este personaje toma una fruta, llamada (muy incitantemente) "Sube Sube" que la convierte al instante en una mujer "joven y sexy". En Google o Youtube casi no hay otras imágenes de Alvida que las que la muestran "joven y sexy", pero también es verdad que la serie adapta hasta el capítulo 95, y que en las webs de fans del cómic se dice que es en el capítulo 98 donde Alvida sufre su primera transformación en pibón pirata. Veremos en la segunda temporada, qué hace Netflix con ese pibón.

Aparte de todo esto, la serie es insufrible, tan infantil que yo me preocuparía si algún adulto de la casa deseara verla. Es como el Kinder sorpresa de las series, como Tarantino dirigiendo un episodio tras otro de Cajón desastre, con Miriam Díaz Aroca, y luego un episodio tras otro de Mucha marcha, con Leticia Sabater.

En Imdb, 93.000 personas le han puesto una calificación de 8.4 sobre 10.

Netflix todo lo que toca lo convierte en Netflix. Ahora ha puesto sus manos sobre un cómic manga llamado One Piece, que ya contaba con su propia serie de dibujos animados (anime). Para acumular, el cómic, 106 volúmenes, y la serie, más de mil episodios, y para ser One Piece el cómic más vendido de la historia (500 millones de ejemplares), lo cierto es que muchos no sabíamos de su existencia. Gracias a Netflix, definitivamente nunca sabremos de su existencia.

Series de Netflix
El redactor recomienda