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Espectacular exposición del Monet más íntimo en Madrid: aquí encuentras paz

Por Paula Corroto

‘Nenúfares’, hacia 1916-1919. Claude Monet
		  © Musée Marmottan Monet, Paris

CentroCentro reúne más de 50 lienzos del pintor impresionista llegados desde el Museo Marmottan de París, que posee la mayor colección del artista. Hecha con mucho gusto y delicadeza, es una de las exposiciones del año. Eso sí, preparen 16 euros para la entrada. Hasta el 25 de febrero.

Anadie se le escapa que los famosos nenúfares de Claude Monet transmiten la misma paz que debía haber en su famoso jardín de Giverny, a solo una hora y algo de París, en el que los pintó. Quietud solo trastornada por la pincelada y los paseos que el pintor se daba mientras iba ajustando esas lentes que le permitían ver con una viveza inusual -medio cegata- los colores reflejados de la luz como el verde, el amarillo o el rojo. Las cataratas, ya al final de su vida, hicieron mella también en su pintura. Quizá para bien.

De esta calma y sosiego se puede participar a partir de este 21 de septiembre también en CentroCentro, la sala de exposiciones del ayuntamiento de Madrid, que acoge la espectacular exposición Monet -para qué más título- con más de 50 lienzos llegados directamente del Museo Marmottan de París, que desde 1934 en el que echó a andar, y sobre todo, a partir de 1940 y 1966, con la donación de su hijo Michel, posee la mayor colección de cuadros del pintor impresionista en todo el mundo. De hecho, la muestra es inaudita. Prácticamente un museo entero parisino ha llegado a Madrid. Cualquier gran museo o fundación de la capital se hubiera frotado las manos.

Pero ha llegado al consistorio de la mano de la empresa italiana Arthemisia, que se encarga de la organización de enormes muestras de arte internacionales, habitualmente con nombres muy comerciales y conocidos por el gran público. Lo cual no es malo en sí mismo. Lo que desconocemos, porque no se ha hecho público por parte del ayuntamiento, es el coste de la exposición para las arcas públicas (incluidos seguros de las obras) ni qué se ha dado a cambio. Eso sí, el coste de la entrada a la exposición es de 16 euros. Barata no es.

Minutos después de la publicación de este artículo desde CentroCentro se informa a este periódico de que "la muestra se organiza y exhibe en base a un Convenio de Colaboración entre Madrid Destino Cultura Turismo y Negocio, S.A. y Arthemisia Arte e Cultura. El presupuesto total estimado de la actividad asciende a 1.606.270,28 euros, IVA no incluido. El porcentaje de aportaciones de las partes valoradas económicamente asciende al 6,18 % por parte de Madrid Destino -la empresa pública que gestiona CentroCentro- y el 93,82 % por parte de Arthemisia, la empresa privada encargada de la organización. El porcentaje de la empresa pública asciende a 99.270,28, más impuestos aplicables, y radican prácticamente en la valoración de la cesión del espacio, gastos de personal, comunicación, acto de inauguración y difusión. La parte de Arthemisia asciende a 1.507.000 euros, más impuestos aplicables, entre los que se incluye el fee al Marmottan (450.000 euros) y el seguro privado (130.000). En el acuerdo se estipula que Madrid Destino se queda con el 10% de los ingresos en taquilla (hasta los 150.000 visitantes) y con el 15% a partir de 150.001 restando IVA y comisiones. El resto, para la empresa privada, que otorgará a la pública el 5% de la venta de catálogo y merchandising de la exposición en la tienda-librería. Los datos están publicados en el portal de transparencia de la Comunidad de Madrid". Con estos datos queda claro que no es mal negocio para Arthemisia.

‘Campo de tulipanes en Holanda’, 1886. Claude Monet
			© Musée Marmottan Monet, Paris
‘El tren en la nieve. La locomotora’, 1875.
			Claude Monet
			© Musée Marmottan Monet, Paris
‘Iris’, hacia 1924-1925. Claude Monet 
			© Musée Marmottan Monet, Paris
‘El velero, efecto del atardecer’, 1885. Claude Monet
            © Musée Marmottan Monet, Paris

Impresionante

En cualquier caso, vayamos al contenido, que es impresionante (valga la palabra). Se entra por un pasillo inmersivo y, aunque hay varias zonas donde dominan las pantallas, esta pirotecnia no chirría. Al contrario, hace la exposición más amable, más fluida. Una manera muy sofisticada de que lo inmersivo cumpla su verdadera función (que no es la de dar gato por liebre).

De hecho, la muestra es muy fina y delicada. Está organizada con mucho gusto. Consta de seis partes siendo la primera una pincelada de los orígenes del museo Marmottan con varios retratos de Monet elaborados, entre otros, por su amigo Pierre-Auguste Renoir. Otro punto positivo es que se puede disfrutar de obras de Delacroix, Boudin, Jongkind o Rodin. También en esta entrada hay un hermoso retrato del hijo de Monet.

“La colección del museo se centra en la intimidad de Monet por lo que nos permite descubrir los círculos amistosos y artísticos que tuvo con otros artistas. Y la idea de la exposición era empezar con su círculo íntimo y llevar al visitante por todo el recorrido vital hasta la obra final de los nenúfares”, ha comentado esta mañana Sylvie Carlier, una de las tres comisarias de la muestra.

A partir de ahí se centra en cómo Monet empezó a pintar en la calle para captar distintos paisajes y luces. Esto lo posibilitó la tecnología: el ferrocarril permitió los viajes y la aparición de los tubos de pintura dieron mucha más libertad a los pintores. En este sentido se puede ver el hermoso El tren de la nieve. La locomotora, sobre la estación de Saint Lazare (1885) o Paseando cerca de Argenteuil (1875) con su familia de protagonista o El puente del ferrocarril (1874). Precisamente, este año de 1874 fue cuando tuvo lugar la famosa exposición en París que dio lugar al nacimiento de los impresionistas. El nombre se toma del lienzo de Monet Impresión, sol naciente, que aunque no esté en esta muestra, no se echa de menos.

Porque hay mucho más, como lo que pinta en sus viajes por Noruega y Londres. Allí capta las diferentes tonalidades de la nieve, que se nos aparece amarilla, marrón o incluso rosa. Y esa famosa FOG londinense con parajes como la silueta del parlamento que apenas se distingue entre la neblina y el Támesis. Como señaló la comisaria Aurélie Gavoille, se nota aquí su visita a los famosos museos de la capital británica donde se nutrió de pintores como el paisajista Turner.

Exposición de Monet © CentroCentro
José Moñú. Esperando la pizza

La parte final son los nenúfares. La muestra está planteada como si entráramos en Giverny, la propiedad a la que se fue a vivir en 1883 y compró en 1890. Como su situación económica no era nada mala, se dedicó durante veinte años a acondicionar la casa, cuidar el jardín y pintar. Una maravilla. Y esa calma que debía sentir el pintor es la que se traslada al visitante. De ahí llegaron los enormes paneles -muchos de ellos en La Orangerie de París-, esos lienzos de gran formato con su jardín acuático. La comisaria Marianne Mathieu recordó que todo lo que pintó en Giverny permaneció allí hasta que los donó su hijo Michel, por lo que el pintor nunca disfrutó en vida de su obra más conocida por la posteridad (aunque no le fue nada mal con la pintura). Eran sus cuadros más privados, más suyos.

La última parte nos habla de sus problemas de vista, que empezó a tener cerca de los setenta años. Las cataratas le nublaron los ojos y esto afectó también a su pintura, cuya paleta se redujo a los marrones, rojos y amarillos, que era lo que mejor veía. Hay quien dice que así fue como también nació la abstracción, ya que eran esbozos donde lo que prima es más el movimiento que la forma. Esta mañana en la presentación, una visitante recordaba las cartas que Monet le había escrito al doctor que le operó la vista por permitirle volver a ver los colores (aunque nunca la recuperaría del todo). Durante mucho tiempo, por otra parte, el pintor llevó gafas con cristal amarillo que le permitía ver algo mejor.

Un precioso sauce llorón de 1918-1919 y un vídeo en el que Monet aparece pintando en Giverny cierran la exposición. Hay una extra: una habitación inmersiva que traspasa los lienzos. No rechina, al contrario, se suma a esa paz de toda la muestra. Desde luego, no se la pierdan porque es una de las exposiciones del año. Hasta el 25 de febrero.

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