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El arte prohibido de Japón o una historia del tatuaje de los años 50

Por Ana Mª Nimo

El maestro japonés horigorō ii tatúa a un cliente en compañía de otros hombres tatuados, ca. 1960, Tokyo ©Akimitsu Takagi

‘The Tattoo Writer’ reúne 134 fotografías en blanco y negro tomadas por el fotógrafo amateur -y escritor de renombre- Akimitsu Takagi cuando esta práctica continuaba siendo marginal. Los archivos permanecieron ocultos en la biblioteca familiar hasta que el periodista francés Pasca Bagot dio con ellos.

En Japón, el tatuaje se ha empleado con diversos fines a lo largo de la historia: por las autoridades para marcar a los criminales, por las prostitutas -y sus clientes- como muestra de amor eterno, por los yakuzas para jurar fidelidad a su organización… Estos cuestionables propósitos hicieron que el gobierno japonés los prohibiera durante 80 años para tratar de blanquear su imagen en un momento en el que el país comenzaba a abrirse al mundo. A pesar de que el veto terminó en 1946, tras la Segunda Guerra Mundial y ante la presión de EEUU, el mundo del tatuaje, que había seguido activo en la clandestinidad, conservó durante décadas esa aura de marginalidad.

‘Irezumi’ es el término peyorativo con el que aún hoy se siguen refiriendo a los tatuajes aquellos japoneses que siguen sin verlos con buenos ojos y coincide, además, con el nombre de un libro que cayó en manos de Pascal Bagot, periodista francés especializado en esta corriente, allá por 2016. “En el marco de mi investigación sobre el tatuaje tradicional japonés, deseaba saber más sobre la relación del autor con la disciplina artística. Los tatuajes están en el corazón de la historia del libro y la credibilidad de sus descripciones demuestran el dominio de Takagi sobre el tema”, explica Bagot en el prólogo de ‘The Tattoo Writer’ en relación al autor de novela negra japonés, Akimitsu Takagi.

Autorretrato del escritor Akimitsu Takagi, 1955, Tokyo

Sin embargo, Bagot tuvo que conformarse con conocer a su hija puesto que el autor -considerado como uno de los más importantes escritores japoneses del género del siglo XX- había muerto en 1995. “Nuestro encuentro tuvo lugar en la biblioteca del escritor. Rodeada de libros y baratijas, bajo un retrato en blanco y negro de Akimitsu, Akiko confirmó la pasión de su padre por los tatuajes. Señalando una pila de álbumes, agregó: ‘También le gustaba mucho la fotografía’. Sorprendido, recogí las colecciones amarillentas y descubrí, entre todas las fotografías de la familia, encuentros entre escritores y viajes varios, imágenes tomadas por el mismo Takagi de individuos tatuados y tatuadores; todos los jugadores importantes del medio del tatuaje de Tokio de su época”.

Bagot tuvo que conformarse con conocer a su hija puesto que el autor había muerto en 1995

El periodista tenía ante sí el viaje documentado del autor por el ‘underground’ japonés, con una cámara de formato medio en ristre, durante los años 50 y 60, algo completamente insólito: “En mis 15 años de trabajo en el tema, nunca me había encontrado con imágenes como estas. Tomadas entre 1955 y 1965, muestran algunos de los tatuadores más famosos, así como los impresionantes tatuajes de sus clientes, motivos que no han cambiado desde la antigüedad, cuando Tokio se llamaba Edo, donde este arte ganó popularidad durante el siglo XIX”.

El estigma que había envuelto al mundo del tatuaje hasta la fecha había hecho que no fuera sencillo documentar una práctica que, por otro lado, cuenta con muchos seguidores y para los que las fotografías de Akimitsu Takagi conforman “un tesoro único, una mina de oro de información para sociólogos, historiadores y amantes de los tatuajes tradicionales”.

Horigorō III tatúa a un hombre en un brazo en Tokio con una máquina eléctrica, ca. 1960, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Woman with Japanese tattoo by the tattooer Horigorō III, ca. 1955, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Tattoo machines of the tattoo artist Horigorō II, ca. 1960, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Members of the Edo Chōyūkai Japanese Tattoo Lovers Club, ca. 1955, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Japanese tattoo by Tokyo tattoo master Horiuno I of a hannya mask, ca. 1955, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Tokyo tattoo artists Horigorō II and a client wearing a Japanese tattoo inspired by ukiyo-e artist Yoshitoshi, ca. 1960, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Group of tatooed people, c. 1955, Tokyo ©Akimitsu Takagi
Tattoo by Horiuno II on the theme of Omi no Okane (ca. 1955).

Bagot desempolvó los negativos que habían sido guardados con mimo durante casi 70 años y los mandó restaurar. Pero aquellas imágenes carecían de contexto, por lo que durante los años que siguieron al descubrimiento el periodista viajó con frecuencia entre Lyon y Tokio para tirar de destrezas profesionales y entrevistarse con tatuadores japoneses, tradicionales y modernos (Horitoshi I, Horiyoshi III, Gifu Horihide, Yokosuka Horihide, Horitada, etc.) que le ayudaron a entender lo que estaba viendo.

El periodista llegó incluso a tratar de invocar al espíritu del propio escritor para hallar las respuestas a aquellas preguntas que le obsesionaban que nadie más podría responder: “¿Por qué han permanecido estas imágenes ocultas tanto tiempo?” “¿Querría proteger a los hombres y mujeres que aparecen en las imágenes de los prejuicios?”

El resultado de todas estas pesquisas es ‘The Tattoo Writer’, un volumen que recopila 134 de estas fotografías que van acompañadas de pequeños pies de foto que sitúan al espectador en el tiempo y el espacio en el que fueron tomadas. Algunas de ellas muestran cómo trabajan los maestros como Horigoro II, al que vemos cómo va alternando el tebori (la práctica tradicional japonesa), con la máquina eléctrica que los estadounidenses habían traído del otro lado del charco, para marcar a sus clientes con tinta. En otras, cobran protagonismo las espaldas, brazos, muslos, glúteos y torsos tapizados por máscaras hannya, dragones, serpientes, personajes del folclore japonés (Karasu Tengu, Momotaro…) y demás motivos cargados de significado para sus portadores.

Imágenes del libro ‘The Tattoo Writer’
José Moñú. Esperando la pizza

Las fotografías de Takagi documentan una parte de la historia de Japón que lejos de estar relegada al pasado conecta directamente con la actualidad. Como apunta Bagot, las autoridades niponas siguen poniendo en entredicho el trabajo de los tatuadores y hacen lo posible por entorpecer su labor con enrevesadas trabas legales. Además, las personas tatuadas siguen teniendo prohibido el acceso a lugares como los onsen (baños termales).

El origen de la fascinación del escritor por los tatuajes se encuentra, precisamente, en una casa de baños. Siendo un niño, Takagi acompañó a su madre a uno de estos locales, allí quedó flasheado por los trazos que adornaban la espalda de una mujer. Años más tarde, cuando Takagi perdió su trabajo como ingeniero tras el fin de la guerra, decidió acudir a un adivino para que le ayudase a descifrar su porvenir. El pitoniso lo vio claro: se convertiría en un gran escritor. Alentado por el augurio, Takagi escribió su primera novela ‘Shisei Satsujin Jiken’ (‘El caso del asesinato del tatuaje’). El libro, que vio la luz en 1948, fue un éxito de ventas en Japón y el primero de las 80 novelas que le consagraron como un referente de la novela negra en su país. En Francia, este primer volumen se publicó bajo el título de ‘Irezumi’.